Disclaimer: Todos los personajes de Harry Potter son propiedad de J.K. Rowling, Warner Bros, Scholastic, Bloomsbury, etc.

N/A: Este fic como les revelaría el título, tiene claro contenido sexual. Es un minific: haré publicaciones rápidas de capítulos cortos y terminará pronto. Es muy espontáneo ya que lo pensé ayer y comencé a escribirlo. No es tal cual mi manera de escribir pero quería algo más relajado y no tan pensado concienzudamente. Espero les agrade, si me dicen que siga, yo seguiré.


CUESTIÓN DE SEXO

1. Ron la desea

De todos los problemas que puede tener una pareja estable, es sabido que el más común es quizá encontrar el tiempo para tener sexo. Pero si a ese problema de tiempo le sumamos que además Ron Weasley y Hermione Granger son dos tercos desconfiados que, aun viviendo juntos desde hace dos años, todavía sienten cierta vergüenza para expresarse cuando algo los incomoda, pues entonces, señores, sí tenemos un problema mucho más grave en esta historia.

Ron siempre fue celoso, no es ninguna revelación importante el mencionarlo, pero dado que los celos injustificados hoy en día lo estaban carcomiendo, era probable que esa fuera una de las razones por las cuales el Auror seguía con el entrecejo fruncido y las manos inquietas, estirándose el cabello de vez en cuando hacia atrás y chasqueando la lengua por enésima vez. Frustrado; quizás ésa era la palabra correcta para lo que sentía.

El pelirrojo se encontraba en su despacho del Ministerio, detrás del escritorio, con el diario «El Profeta» apoyado sobre él y una taza humeante de café a un lado. Pero ni tomaba la infusión, ni leía el diario. Él sólo podía pensar en su desconcertante novia, a quien hacía tres meses exactos que no le tocaba un solo pelo. Lo más raro de no tener relaciones con ella por tanto tiempo, era que ni siquiera habían discutido. Todo era normal, lo más normal que él conocía; Hermione trabajaba en el Departamento de Control y Regulación de Criaturas Mágicas, ahora en menor medida, ya que estaba terminando sus estudios en el Instituto de Leyes Mágicas, mientras también trabajaba en un pequeño puesto que se había ganado en el Departamento de Aplicación de la Ley Mágica, y que subiría de posiciones en cuanto terminara el curso en el Instituto, para lo que no faltaba mucho. Sí, eran demasiadas cosas juntas y, además de que ella no tuviera tiempo para él, Ron también estaba muy ocupado; se había instruido como Auror, luego de trabajar duro en Sortilegios Weasley con su hermano George, y ahora tenía un puesto elevado en el ala de Estrategias de Defensa, mientras que su amigo Harry era Jefe del Departamento de Aurors.

Éste justamente en ese momento sobresaltó a Ron apareciendo por la Red Flu y mirándolo desde allí con impaciencia.

—¡Ron! ¿Tienes idea de lo ocupado que estoy? ¿Qué sucede? —le preguntó enseguida. El pelirrojo se acercó a las brasas para mirar el rostro de Harry.

—Necesito un consejo, Harry. Sé que nunca fuiste muy bueno con las chicas y que mi hermana te cayó casi del cielo pero… —comenzó a hablar, nervioso.

—¿Es por Hermione? ¿Pelearon?

—¡No! Ni siquiera hablamos, ese es el verdadero problema… —admitió con tristeza.

—¿Por qué no esperas a que termine con unos papeles y me paso por allí? No te puedo ayudar si no me cuentas bien… —propuso Harry. No esperó respuesta porque al parecer alguien lo llamaba y su rostro desapareció junto a sus redondas gafas.

—Genial, ¿y ahora qué? —se preguntó resoplando.

No le apetecía en lo más mínimo esperar, pero de verdad necesitaba hablar con Harry. Ya era horario de salida, aunque como Auror siempre había tenido cierta libertad, pero por el contrario, hacía como la mayoría de empleados del Ministerio: se quedaba siempre un poco más de tiempo y no menos del pactado.

Ron sabía que eso también hacía que tuviera menos minutos con Hermione, pero ella tampoco llegaba a casa temprano, así que se justificaba sabiendo que si volvía, ella no estaría ahí para recibirlo.

¡Merlín! La extrañaba tanto aunque durmieran uno al lado del otro. La pronta llegada del verano lo estaba convirtiendo en un pervertido, ya que siempre terminaban durmiendo sin sábanas y ella con sus minúsculos camisones, que no tenían nada que ver con la Hermione que había conocido en Hogwarts, no hacía más que torturarlo.

Más allá de todo, no veía la hora de que por fin tuvieran vacaciones. Pero su problemita de pareja debía solucionarse pronto, antes. Ese mismo día si fuera posible.

Ron se sentó sobre su escritorio y se tomó el café. Sabía que lo necesitaría porque no estaba durmiendo bien por las noches y ese día se le cerraban los ojos de cansancio antes de lo habitual. Harry apareció por la puerta casi media hora más tarde y lo encontró absorto en sus pensamientos.

—¿Quieres decirme qué sucede? Vayamos saliendo, Ron… —indicó su amigo, empujándolo con energía para poder hablar en otra parte que no fuera en el mismo ambiente de trabajo. Ron tomó rápido sus cosas y salió con paso apresurado. El calor ya lo estaba mareando y la túnica de Auror no ayudaba.

—¿Sabes? Tú que eres Jefe del Departamento de Aurors deberías sugerir a quien corresponda que diseñe un uniforme de verano. Me estoy asando… —dijo Ron a su amigo, mientras se daba valor para enfrentar el tema más importante. Harry se sonrió y acomodó sus gafas mientras se metían en un ascensor y éste los llevaba hacia la planta más baja, en un recorrido de varias paradas y hacia todas direcciones.

—Si quieres vamos a Grimmauld Place, Ron. Ginny tenía entrenamiento a esta hora y podremos hablar tranquilos.

Ron aceptó la sugerencia de su mejor amigo, se encaminaron hacia las chimeneas principales del Ministerio y viajaron a través de una de ellas hacia el Número Doce de Grimmauld Place. El pelirrojo era consciente de que quizás a Harry no le apeteciera hablar de un tema tan profundo y vergonzoso, pero tenía que intentarlo. A él mucha gracia no le hacía tampoco, pero tenía que admitir que algún problema había. Al principio todo era sencillo; Hermione era su novia pero seguía viviendo con sus padres, y por tres años fue así, también Ron vivía en La Madriguera, entonces se veían poco y se enviaban muchas cartas diciéndose cuánto se querían y extrañaban, pero cuando se veían tenían sus ansiados momentos íntimos. Tras comenzar a vivir juntos, las cosas habían sido perfectas, incluso hasta cuando peleaban terminaban con una gran reconciliación y todo recaía en lo físico, pero también hablaban y se reían mucho, y por supuesto que seguían discutiendo por cosas insignificantes. Pero ahora, dos años después, la rutina quizás había matado eso que todos llaman pasión. No es que se les hubieran ido las ganas del uno por el otro, es que para encender el fuego se necesita una chispa y ésta precisamente se estaba agotando. Por parte de Ron estaba ahí, intacta, a la espera de que ella le mandara una señal, pero no había nada, nada que pudiera detectar. Al principio resultó normal no hacer el amor por unos días, pero esos días se convirtieron en meses sin darse cuenta y necesitaba alguna solución.

Harry dio palmadas al aire para captar su atención, al parecer llevaba varios segundos tratando de hacerlo volver en sí.

—¿Qué demonios pasa contigo, Ron? —inquirió frunciendo las cejas.

—Creo que Hermione… creo que ella… —Respiró profundo y se aflojó completamente la corbata. Le costaba decirlo porque no quería ni pensarlo—. Creo que Hermione puede estar viéndose con alguien.

—¡¿QUÉ?! —preguntó Harry abriendo mucho los ojos. Ron había hablado muy rápido pero le había podido entender perfecto. No todos los días se escucha una frase como esa—. ¿Estás seguro?

—No, Harry, no estoy seguro. ¡Demonios! ¿Cómo podría estar seguro? —dijo caminando de un lado a otro y despeinándose con brusquedad—. Sólo sé que apenas me mira, apenas me habla, apenas me toca, Harry. No tenemos tiempo de nada y cuando tenemos tiempo estamos cansados…

—¿Quieres decir… que no…? —Harry hizo una mirada significativa y Ron se adelantó.

—¡No! Hace rato que no lo hacemos. ¡Hace tres meses, Harry! —masculló con desespero.

—Vaya… —comentó rascándose la nuca—. Vaya. ¡Eso no es un rato, hermano, eso son siglos! ¿Pero cómo piensas que es porque está con alguien más? ¿Acaso sí le da el tiempo para eso?

—Bueno… ahora que lo dices, apenas tiene tiempo para respirar así que… —admitió dubitativo y avergonzado—. Pero puede que ya no sienta… atracción por mí y se haya fijado en otro.

—¿Tú dices? ¿Cómo es eso? Ni que hubieras cambiado… Es más, con el entrenamiento que pasamos como Aurors, pues por mi parte Ginny está más que contenta —reflexionó Harry, sonrojado.

—No te pases, Potter, que no te estaba preguntando cómo te iba con mi hermana de puertas para adentro —dijo entre dientes el pelirrojo—. ¿Qué puedo hacer? Si físicamente cambié para mejor, ¿qué cosa ya no le gusta a Hermione de mí?

—Tal vez tienes que… buscarla. Sabes que ella es como mi hermana y tampoco me apetece pensar en ustedes de "esa forma" —convino Harry haciendo comillas al aire y con una mueca de asco—, pero quizás deberías insinuarte más, si es que no lo haces. Podrías averiguar, de la forma que sea, si ella sigue sintiendo por ti lo mismo que antes (que si me preguntas a mí, estoy más que seguro de que sí), y si es así, deberías hablarlo con ella. Pero si no te atreves a hablarlo y piensas que será demasiado vergonzoso, cosa que yo pensaría, pues… y que sepas que me cuesta decir esto: ¡sedúcela!

—¿Qué?

—Lo que escuchaste —dijo abochornado.

—Ajá, claro. Como si fuera tan fácil. Ya no sé cómo acercarme a ella y tú me vienes con un "sedúcela"… ¡Es Hermione, no una chica cualquiera!

—Es tu novia, Ron. Tienes con qué. Vives con ella, ¡pues haz cosas que la harten y que le revienten! Cosas como antes cuando ella se enojaba todo el tiempo contigo. Cosas que la pongan de los nervios.

—¿Seducirla es sinónimo de hacerla enojar? Porque creo que me he perdido algo en esta conversación… —dijo Ron, muy frustrado, desplomándose en un sillón.

—Si quieres que Hermione y tú vuelvan a… a tener intimidad, te digo que la mejor forma es irritarla y sin ninguna sutileza. Haz cosas que sepas que a ella no le gustan y luego muéstrate inocente. Creo que lo peor que podrías hacer sería plantearle a Hermione si está viendo a alguien más o no. Primero porque ella no haría algo así, y segundo porque te metería en el retrete y jalaría la cadena, Ron —aseguró Harry con total categoría. Ninguna estúpida rutina cansadora iba a arruinar una relación que hacía cinco años funcionaba de maravillas y que era reconocida como una de las mejores parejas mágicas de la historia. ¡No, señor!

Ron resopló y se levantó cansinamente.

—Tal vez tengas razón.

—Oh, nada de tal vez. Ve a conquistar a tu chica antes de que llegue Ginny y te atosigue a preguntas —apremió Harry, sonriéndole a su amigo para infundirle valor.

—Ok, pero no le digas nada a esa enana, porque como le vaya con el cuento a Hermione…

—Tranquilo, esto es cosa de hombres, no le diré nada. Pero tienes que saber que aunque Ginny no te lo diga, eres su hermano favorito y jamás le diría nada a Hermione para delatar tus inquietudes.

—Como sea. Gracias, Harry, si logro algún avance te contaré —dijo desanimado, yendo hacia la puerta.

—Procura no contar detalles pervertidos.

—Ojalá tuviera algo pervertido que contar —musitó, abandonando por fin Grimmauld Place, en donde Harry y Ginny vivían luego de haber remodelado la casa a su antojo.