Estaba en mi habitación, no era tan grande o asombrosa como la querría cualquiera, pero era acogedora y con eso me bastaba. Tenía una ventana a la calle en donde yo tenía situado mi escritorio para trabajos, aunque admito que no fue muy buena idea ponerlo ahí, ya que me distraía con mucha facilidad. Me encontraba haciendo mi tarea de Álgebra, una materia que de por sí, ya di por perdida y gracias a ella recibo varios jalones de oreja por parte de mi madre. Créanme, esta materia es muy engañosa aunque no lo parezca, tengo que buscar x+y, luego hacer esto, aquello… luego pasar al conjunto y buscar los no-sé-que-cosa, representar lo siguiente en un plano cartesiano, o decir el rango de los ejercicios de A a la J de la página... ¡ah!, ¡ya me duele la cabeza!
Suspiro aburrido de tratar de hacer un ejercicio que llevo horas intentando resolver, comienzo a mirar a través de la ventana para que me llegue la inspiración, creo que inconscientemente ya hasta estoy garabateando el libro de matemáticas con dibujos de monstruos espaciales y algunos animales como canes y pájaros, y para que lo sepan, no, no los estoy haciendo profesionalmente, pero supongo que se ven muy graciosos.
Observo el parque que queda en frente de mi casa, puedo ver las viejas bancas de cemento (algunas con grafiti), el verde césped, unos cuantos árboles por doquier, flores, también unas cuántas atracciones; como un sube y baja, un pasamanos, un tobogán, un columpio, un…
…¡Woah, woah, woah, espera!
En el columpio, sentada y meciéndose lentamente, se encontraba el amor de mi vida (oh bueno, así me gusta denominarla…) Patana. Patana es una chica a quién quiero y admiro mucho, la conocí en el club de periodismo de la escuela, ella es siempre tan determinada y segura de sí misma, carismática, inteligente, creativa, valiente, con buen gusto para vestir, tierna, adorable, hermosa y un montón de etcéteras, porque me demoraría una vida entera en decir todo lo que pienso. Es tan bella y tan, pero tan inalcanzable (para mi desgracia). Oh Patana…
Cuando la conocí era muy abierta conmigo, nos gustaba pasarla juntos en el receso, ya sea ayudándola a ordenar sus notas periodísticas, o jugando con sus muñecas (sí, por más que estábamos en la secundaria, Patana seguía jugando con muñecas de tela y una que otra de porcelana, no podía decirle a sus amigas para jugar con ella, así que me lo pedía a mí por la confianza que me tenía como su amigo. Obviamente yo aceptaba encantado y hasta me gustaba), nos íbamos también a buscar noticias para el periódico escolar, ya sea una foto o grabación de algo interesante y lo subíamos a la página de la escuela en donde nuestro club tenía acceso. Mayormente ella prefería hacer grabaciones de la acción y sentirse una reportera de un noticiero, yo… era más bien tímido, pero me las arreglaba como podía, puede que yo haga mal… está bien, del horror, el papel de reportero, pero hacerlo me daba satisfacción, el periodismo, aunque no estaba hecho para mí, tenía un nosequé que me atraía y me llamaba a seguir intentándolo, pero no estamos hablando de mi atracción hacia el periodismo, tal vez después.
Patana en esos tiempos era la mejor amiga que tenía, y yo sabía que yo era el de ella (AMIGO, POR SUPUESTO, yo amiga no era, ¡soy hombre por todos los cielos!)…
…Pero ahora se ha vuelto un poco más fría, y esta personalidad no vino recién con la llegada de Tootsie (cosa con que fregué nuestra amistad más allá de lo que ya estaba), sino ya estaba desde antes y no sé por qué, no me he declarado todavía, aunque muchos me han dicho que soy demasiado obvio con esto del romance... en fin, simplemente, si ella ya lo sabe y no le intereso en absoluto, supongo que por lo menos debería decírmelo a la cara en vez de hacerse la antipática conmigo, porque de verdad, mujeres, eso nos lastima a nosotros, porque simplemente no elegimos a la persona a quién amar y no creo que sea bonito que esta persona nos pisoteé o nos ignore como se le dé la gana. No señor. Nunca hagan eso.
Cada gesto que yo hacía para ella le valía un comino; las flores terminaban "mágicamente" en la basura, los chocolates en boca de otros, el peluche de panda se lo vi a una chiquilla de 1°C, la música con el mp3 la encontré en manos de otra alumna y por si fuera poco, ya ni me saluda como lo hacía antes, solo da el tradicional beso en la mejilla y se retira ignorándome a los pocos segundos. Huachimingo me dijo que tal vez es parte de su comportamiento de chica (según él, criaturas incomprendidas y raras), me dijo también que tal vez maduró, que tal vez esté en sus días (¡No creo que eso le dure tanto, ya no sería saludable!) o que tal vez sólo se siente aburrida de la rutina o quiere espacio para ella sola. Y yo, después de la conversación, me quedé más confundido de lo que estaba. Lo sé, soy un retrasado.
Volviendo a la realidad, allí seguía ella, meciéndose con desgano en el juego, tenía la mirada baja y casi puedo apostar que sus ojos estaban rojos y su cara hinchada como si hubiera llorado a cántaros. Me quedé mirándola preocupado. Sí, ella me estaba tratando de una forma cruel y aun así, yo la quería ayudar, no podía evitarlo. Se me parte el alma en tan solo pensar que ella ha estado llorando. No podía quedarme de brazos cruzados.
Instintivamente me levanté de mi asiento y salí de mi habitación, dispuesto ir con ella, no podía dejarla así. Ya en la sala vi a mi mamá durmiendo en el sofá, de seguro se quedó dormida viendo su telenovela de la tarde—como la solterona vieja que es—. Me encaminaba con silenciosos pasos a la puerta, mi madre no podía saber que dejé de hacer mi tarea para salir a la calle, me mataría, y más si le digo que voy por una chica. Mis perros también están dormidos para mi suerte, sino se me lanzarían encima y arruinándome la oportunidad de salir de aquí.
Cruzo la pista llegando a mi destino, aún veo a Patana mecerse en el balancín con melancolía.
En este punto, no sabía por qué pero me quedé paralizado, ya no sabía si era buena idea ir allá o no, "¿y si me golpea en la cara?, ¿o me da una patada?, ¿o si me golpea y me da una patada?, ¡ay mamá!" agité mi cabeza para sacarme esos pensamientos, tenía que arriesgarme. Respiré hondo y me dirigí hacia ella, me senté en el columpio que estaba a su lado y la miré. Creo que no notaba mi presencia porque seguía en su estado de tristeza sin decir palabra, o quizá no tenía ganas de hablar. La tensión se podía cortar con un cuchillo.
Yo tenía que tomar la iniciativa, decirle algo como "Oye, ¿estás bien?" o "¿Te pasa algo?", o también podría abrazarla y prestarle consuelo…
—Um… ahh… ehh… hola…—Alcancé a decir entre balbuceos. Rayos, sí que era tonto.
Su rostro se elevó ligeramente para verme, tenía los ojos llorosos.
—Hola. —Fue lo único que dijo.
—Hey, Patana… umm… ¿t-te pasa algo?—Por fin le pregunté.
—Mala semana, mala reputación. —Contestó fríamente.
— ¿A qué te refieres?—Su rostro cambio a uno más molesto, ahora echaba furia por los ojos, mierda.
— ¿A qué me refiero?, ¡oh, no lo sé!—Su voz sonaba sarcástica—Estaba de novia con el que creía era una gran persona, hasta me reencontré con la que decía era mi mejor amiga, una tal Tootsie a la que yo creía era una chica con cara de hombre… luego resultó que mi novio me abandonó por mi mejor amiga, que en verdad era un papanatas disfrazado de mujer, que se inmiscuía en asuntos que no le interesan (la verdad, si me interesaban…). ¡Ahora soy el hazmerreír de la escuela entera!, ¡hasta el director se ríe en mi cara!, ¡hasta el conserje!
—Pero no tenemos conserje.
—Al diablo con eso.
—Oh, sí…—Fue mi culpa, lo reconozco, pero recibí mi castigo, ¡no saben cuántas horas me tomó perder de vista a Guaripolo!, y eso que ya me había sacado el disfraz…—Lo siento tanto, Patana.
—Ya no importa. —Me dijo y desvió la mirada.
—No les hagas caso a esos pelafustanes que se burlan de ti, Patanita, tú sabes lo que vales, no permitas que te hagan sentir menos.
—Ellos tienen razón. —Comenzó a llorar nuevamente—No soy más que una niña tonta e ingenua, que no se da cuenta de las cosas de verdad, que piensa que todo es color de rosa.
— ¡No, no, no!—Exclamé—Lo de Guaripolo sólo fue una mala decisión del pasado, a todos nos pasa, no somos perfectos. —Le puse una mano en el hombro y ella volteó—Tú no tienes la culpa de nada. Por favor, deja de llorar…
Pero vi que las lágrimas seguían escurriendo por cara, gotitas resbalan por sus mejillas y caían como una pequeña lluvia de llanto. Odiaba ver a Patana así, una chica tan alegre y optimista, llorando, y todo por un estúpido como Guaripolo. Me paré y no tengo idea de cómo reuní el valor, pero comencé a empujar despacio a Patana para no asustarla, meciéndola suavemente en el columpio que rechinaba de vez en cuando, ráfagas de viento comenzaron a pasar pero al parecer ninguno de nosotros sentía el leve frío, ella seguía allí, sollozando, mientras yo la mecía adelante y atrás en el juego, intentando tranquilizarla.
Así seguimos por un rato hasta que ella se calmó. Su voz ya no era temblorosa y sus lágrimas se secaron, ya tenía la mirada al frente y estaba más relajada, yo seguía con lo mío, como hipnotizado por su encanto.
—Mario Hugo…—Espetó por fin.
— ¿Sí?—Interrogué esperanzado.
—…Puedes dejar de hacerlo, ya me estoy mareando.
—Oh sí, disculpa…—Dejé de mecerla y me volví a sentar al lado de ella, Patana no era de las que decían las cosas que esperabas escuchar, eso la hacía un misterio, uno hermoso y desconocido.
—Bueno, gracias por acompañarme Mario Hugo, pero me tengo que ir. —Me dijo formalmente, y dejó el columpio dispuesta a irse.
—Pe-Pero, ¿no te puedes quedar un ratito más?
—Se hace tarde. Mi Tío Tulio me va a regañar. —Caminó para irse pero yo la agarré del brazo, impidiendo que huyera de mí.
—Patana… ¿qué te hice?—Alcanzo a decir.
— ¿Aparte de robarte a mi novio?
—Eso fue para prevenirte de él, para que supieras que no era para ti. Pero… yo me refiero a… que has estado muy distante últimamente…
Nos quedamos callados. Ella suspiró.
— ¿Por qué ya no salimos juntos al recreo como antes?, ¿te acuerdas cuánto nos divertíamos al jugar con tus muñecas?, ¿o haciéndole bromas al auxiliar Juanin Juan Harry?, ¡o cuando salíamos a reportear cualquier cosa!—Le hablaba mientras internamente hacía memoria de esos recuerdos, casi me daban ganas de llorar— ¿Qué te hice, Patanita?...
—Nada, Mario Hugo. Nada. —Me dijo seriamente—Sólo que han ocurrido algunas cosas que… son difíciles de explicar ahora…
— ¿Qué cosas?, puedes contarme si quieres.
—Son cosas de las que no me gusta acordarme. —Miró un rato al suelo, pensativa, luego volvió a subir la cabeza, yo aún la tomaba del brazo—Adiós Mario Hugo, debo de irme.
— ¡Patana esper…!
—¡ERNESTO FELIPE MARIO HUGO, DEBERÍAS DE ESTAR HACIENDO TU TAREA!
Carajo, mi madre, mierda mierda mierda mierda mierda mierda. ¿Por qué, cielo santo, por qué?. Mi mamá era un manojo de furia, casi me podía fulminar con la mirada. Del miedo solté a Patana y los dos nos quedamos mirando a la señora endemoniada en que se había convertido mi madre con temor, traté de decir algo pero las palabras no salían de mi boca, por el amor a las verduras, estaba en problemas.
— ¡Te me vienes para la casa ahorita mismo!, ¡muchachito malcriado!—Se acercó a mí y comenzó a halarme de la oreja.
— ¡Au, au, au!, ¡mamá, por favor!, ¡Patana nos mira!, ¡au!
—Oh, hola Patanita, que bueno es verte. —Le dijo con un semblante dulce al que Patana sonrió extrañada para no subirle más los humos, luego mi mamá se volvió a mí—En cuánto a ti Ernesto Felipe, ¡estás castigado!
Me despedí con la mano mientras que mi mamá me arrastraba para la casa hecha una fiera, mis cuarenta perros (creo que eran cuarenta, perdí la cuenta hace un tiempo). Mi madre me soltó al llegar al interior y me mandó a hacer la tarea.
Ahora estoy aquí, otra vez perdido entre los números y ejercicios algebraicos, deseando saber qué cosas no me quería decir Patana, mi madre estaba más despierta que nunca, así que no podría escaparme otra vez, pucha...
Mañana es día de escuela, así que tal vez logre averiguarlo. Patana hablaba muy seria, tal vez era algo muy malo o muy delicado. Quién sabe, pero lo investigaré mañana.
Mis párpados se cierran de a poco, una gran sensación de cansancio me invade, el álgebra me estaba dando sueño y tan sólo había resuelto poco... bueno, en verdad nada. Mi cabeza va cayendo al escritorio y los números se vuelven borrosos, el lápiz se me escapa de las manos cayendo al suelo pero el sonido que provoca lo escucho tan distante, todo se distorsiona cada vez más. Recosté la cabeza en el libro y dejé que el sueño me atrape, cerraba los ojos con lentitud mientras ya me quedaba dormido, todo se volvió negro…
…
Repentinamente sentí agua fría recorrerme el cuerpo.
— ¡Ahhhhhh!—Grité despertando.
—Ni se te ocurra quedarte dormido, que quiero ver la tarea terminada en dos horas. —Espetó mi madre saliendo de la habitación con una jarra vacía.
Y bueno, ya se imaginarán como voy a sufrir en dos horas, porque no entiendo nadita de los ejercicios de aquí. Creo que aprovecharé el tiempo… y me pondré a rezar.
