Disclaimer: Como se presupone, nada de esto es de mi propiedad, sino la escena del capítulo 4 (¿era ése? Nu me acuerdo bien n.n'), no habría sido lo que fue y no me habría quedado con ganas de más n.n'

Notas de la autora: Bueno, mi primer fic de Kuroshitsuji. Ligeros toques de shonen-ai y centrado en el niño bonito n.n'

Sirviente

Se encontraba sentado en el gran sillón del despacho. Se veía diminuto en el gran asiento y tras el gran escritorio. Aunque fuese el cabeza de familia de los Phantomhive, no dejaba de ser un crío de doce años, y como tal se sentía muchas veces.

De cara al público él era el encargado de dirigir la empresa juguetera de la familia Phantomhive y el actual representante del título nobiliario. Pero de puertas para dentro, él era el perro de la Reina, uno de los encargados en la sombra de hacer que las normas y las leyes se respetasen entre las capas más altas de la sociedad.

Estos eran títulos y trabajos que él trataba de cumplir y llevar a cabo en los mejores términos posibles... aunque muchas veces, pese a que nunca se atrevería a reconocerlo en voz alta, sentía que la situación le quedaba grande. En esos momentos se alegraba de poder contar con la ayuda de Sebastian.

Sabía de sobra que si Sebastian le era fiel como un perro era porque no le quedaba más remedio. Él había hecho un pacto con el Diablo para encontrar al asesino de su familia y vengarla, y Sebastian era el arma mediante la cuál podría llevarlo a cabo. ¿El precio por ello? Algo muy típico, su alma, pero qué le importaba a él si, de todas formas, su alma ya la habían arrancado y destrozado el día en que asesinaron a sus padres...

Día tras día se obligaba a recordarse que Sebastian estaba con él por obligación, para llevarse su alma en el momento de su muerte... pero resultaba tan doloroso en ocasiones el tener que reconocer esto... puede que para Sebastian no sea más que un trabajo, pero para él, es el punto de apoyo que lo ayuda a no hundirse en el mundo de locura y autodestrucción que lo rodea...

-Señor, aquí le traigo una taza de Earl Grey acompañada de una tarta Charlotte-dice Sebastian quien acaba de irrumpir en el cuarto y de interrumpir sus pensamientos.

-Ah, vale, gracias. Si no tienes que decir nada más, puedes retirarte-contesta Ciel mientras coge la taza de té.

-Con permiso-. El mayordomo abandona el cuarto.

Si, Sebastian sólo era un sirviente, un perro fiel a sus órdenes hasta que cumpla su cometido. Y eso no debería olvidarlo nunca. No sino quería sufrir.

Lunes 10 de Noviembre de 2008

Aroa Nehring