Drabble que participa en la actividad del grupo de 'Zona Hero.' Cuarto día, edades diferentes.
Bakugo Katsuki, diecisiete años, Aoyama Yuuga, veinticinco años. Vecinos y se podría decir que amigos de infancia. Entonces… ¿en qué momento Katsuki empezó a sentir algo más? ¿Y por qué? Katsuki era atlético, valiente y sobre todo… no se consideraba homosexual. Pero cuando su corazón palpita al ver su sonrisa… ya no puede decir lo mismo, si era homosexual o heterosexual, un oso o un puto gato, no le importa. Lo único que tiene claro es que sus latidos son irregulares cuando él se acerca a hablarle de esa manera tan dulce, con su mirada tan tierna y preciosa sonrisa.
—¡Katsuki~! —Le saluda una tarde, cuando llega del instintuto. —Tu mamá me dijo que iba a salir, así que ven a cenar a mi casa.
—Pero yo cocino, tú no sabes hacer una buena comida picante.
—P-Pero…
—Ahg, te haré algo aparte sin tanto picante.
—¡Eres el mejor! —Era costumbre para ellos, desde que tienen memoria, Yuuga besa su mejilla y junta sus frentes. Siempre tenía que controlarse para no besarle, para no atraerlos a sus brazos y no dejarlo ir.
—Ya lo sé. —Ríe con suavidad, entrando a la casa del chico. Los padres de Yuuga se habían mudado hace tres años, por lo que vivía solo. —Soy el número uno.
—Eres el primero en mi corazón.~ —Le regala un guiño coqueto, antes de ir a la cocina.
Respira hondo, esa clase de comentarios tenían un sabor agridulce. Pero no podía negar que le gustaba su compañía, le gustaba su voz, su risa, incluso si mantenía un amor que, al parecer, no era correspondido. La cena pasa sin muchos contratiempos, su saco y maletín han terminado en el sofá, mientras ellos preparan la cena. De vez en cuando sus ojos buscaban los ajenos, pero cuando escuchan el sonido de un pequeño y intruso, él salta a sus brazos.
—¡S-Sácalo! ¡Sácalo! No dejes que esa cosa me toque.
Él ríe ante su actitud.
—No puedo sacarlo si estoy cargándote, —vuelve a reír— te dejaré aquí. Y me desharé el intruso, tranquilo. Deja de temblar. —Lo sienta en el moledor, acariciando su espalda unos momentos para darle la tranquilidad que ha perdido.
Él lo deja marchar, aunque ninguno de los dos quería separarse, pero mientras más rápido sacara al ratón, más rápido podría volver. Y aunque era un pequeño escurridizo, fue capaz de llevarlo fuera y librarse… por el momento. Lava sus manos antes de regresar con el chihuahua tembloroso que dejó en el moledor.
—Ya, no hay más intrusos.
—¡Ni siquiera sé cómo entró aquí! ¿Qu-Qué tal si hay más?
—No creo que eso ocurra. —Se arriesga, ¿qué más daba? Se posiciona entre sus piernas, pasando sus brazos por su cintura, él tiembla y él queda encantado. —Y si pasa, estaré aquí para protegerte.
Se miran fijamente, con la respiración agitada, los latidos irregulares y el deseo en el aire. Yuuga vuelve a sonreírle, y él siente como se le suben los colores.
—Eres mi héroe. No sólo por esto, desde siempre. Siempre has estado ahí para salvarme.
—Y tú eres el mayor… —Ríe. —Quiero protegerte.
—Hazlo.
La distancia se acorta… y el beso tan esperado por fin llega.
