Lleva un bolso de mano y una maleta algo pesada; sus instrumentos de pintura los enviará su mamá por Fedex o alguna otra compañía de esas que hacen comerciales para hacerte llorar. No puede comprender cómo puede dejar una ciudad e inevitablemente su vida bajo las especificaciones de una aerolínea. Mientras se chequea y le sonríe a la encargada por hábito, siente un momento de pánico al pensar en lo pesado que es su equipaje, cobran por el sobrepeso y puede que te hagan esperar más tiempo de lo normal y se quede sin asiento y termine en el que nadie quiere junto al baño o… Pero no, su equipaje está bien, es él el del problema.
Es su propio peso el que al parecer ha aumentado de repente, le sudan las manos y su pecho se oprime un poco más, siente calor en su cara y frío en las manos; y es ridículo porque eso que está sintiendo es sin duda un ataque de pánico. Las náuseas que no puede contralar, y cada inhalación es un cubo de hielo por la faringe. Trata eso de inhalar, exhalar, uno, dos, no función porque no sé si te has enterado… pero todo eso es una mierda cuando estás a punto de hacer un cambio de vida trascendental.
Piensa en muchas personas en ese momento, en Liberty Av., en el loft que acaba de dejar, en Brian Kinney. Y sus pies avanzan un poco hacia la salida. Una voz atraviesa la tormenta de pensamientos "pasajeros del vuelo 59 con destino a la ciudad de Nueva York…". Justin Taylor piensa en sus pinturas, en su mamá, en su hermana, en Daphne, en Debbie, incluso piensa en Emmett y Michael, pero sobretodo piensa en Brian Kinney, en la voz de Brian Kinney "es solo tiempo" y sin dudarlo más se dirige hacia la puerta de embarque. Al diablo con las náuseas.
