Disclaimer: Tanto Los Juegos Del Hambre como sus personajes pertenecen a Suzanne Collins.
Este fic participa en el minireto de junio del Torneo Entre Distritos En La Arena, del foro Hasta El Final De La Pradera
¡Vamos Distrito 2!
Odio los 9 de junio. Siempre los he odiado y siempre lo haré. Es el peor día del año. Ese día no puedo salir de casa, porque la gente se dedica a apedrear a todo miembro de mi familia, gritándo insultos y palabras crueles. Son horribles.
Y también se dedican a lanzar piedras o, ladrillos, cubos de basura o cualquier objeto arrojable contra las ventanas de mi hogar. Una vez, cortaron los cables de la luz y nos pasamos una semana a oscuras, alumbrándonos con velas, como gente primitiva con pocos recursos.
Y durante la noche, es imposible conciliar el sueño. Parece que el resto de habitantes del distrito se turna para atormentarnos, reunirse junto a nuestra casa y llamarnos traidores, cobardes y cosas peores.
Siempre he estado dispuesta a salir de casa con mis cuchillos y convertirlos a todos en coladores, pero mi madre no me ha dejado. Y no entendía por qué, hasta que la otra noche le pregunté. Parecía un tema sensible, porque entre lágrimas y sollozos, mamá me lo explicó todo.
—Clove —me dijo— durante los Días Oscuros, todos los distritos luchaban por liberarse y emanziparse del yugo del Capitolio. Pero, el 9 de junio de aquel año, el ataque de nuestro distrito falló y se volvió en nuestra contra. Murió demasiada gente.
—Mamá —La interrumpí— entiendo lo del 9 de junio, pero, ¿qué tiene que ver con nosotros?
Mi madre sollozó.
—Los pocos líderes que quedaban decidieron investigar y —tubo un nuevo ataque de lloriqueos— descubrieron la causa del ataque fallido: un traidor. Tu bisabuelo.
Me dio la impresión de que el mundo daba vueltas. Sabía que en el Distrito 2 todavía había gente que hubiese preferido vencer al Capitolio, gente que detesta los Juegos y que detesta el sistema. Pero, me resultaba increíblemente estúpido que atacasen a mi familia por un acto de hace demasiados años. Me parecía estúpido que nos hiciesen sufrir por algo que hizo mi bisabuelo.
Y ahora, mientras recojo los cristales rotos de la ventana, tan solo puedo pensar en lo que más se valora en mi distrito: el honor. Quizás, si logro llevar algo de honor a mi gente, se tomaran la deuda de mi bisabuelo saldada y dejarán de atormentarnos el mismo día todos los años. Y solo se me ocurre una forma de hacerlo: los Juegos.
Decidido. El año que viene, me presentaré a los juegos, venceré, traeré honor y saldaré esa maldita deuda que ha arraigado en mi familia.
Sin contar con el disclaimer ni el aviso, ni la nota de autora, en total son 417 palabras.
¡Espero que os haya gustado!
