Hola ¿Como están? deben leer esto para entender:
Si ya habían leído antes mi historia, bueno he decidió pausarla y re subir los cap. Como se habrán dado cuenta estaban llenos de errores y entre otras, cosas como por ejemplo que uno eran muy largos y otros muy cortos decidí unir algunos capítulos.
Por eso espero que les siga gustando esta historia
Para los nuevos:
Si se les hace difícil, entender el primer cap pueden leer primero el fic No me engañas, así tendrán una idea de lo que le pasa al hermoso de Mu.
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"Mu es sexy" pensamientos del personaje.
—Mu es sexy— comunicación vía cosmos.
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Piel de cordero
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Caminaba hacia la salida del santuario sin pensar que haría, seguiría un impulso o actuaria con sensatez, porque una cosa era ser impulsivo actuar si medir las consecuencias y otra era… bueno aun no tenía idea.
¿Qué haría? la buscaría ¿De qué hablaría? Ni siquiera sabía si le gustaba tanto para arriesgarse de esta manera tan absorto en sus pensamientos que ni cuenta se dio cuan salió de los límites del santuario, se detuvo en seco ¿A dónde rayos iba? Tenía que ser sensato, no había garantía que le encontrara. Cuando giro medio cuerpo dispuesto a volver se encontró de frente con Aioria que venía con un aire infantil y sonrisa traviesa e igual que él vestido de civil.
—¿Adónde vas Mu? Dime, te acompaño —le hablaba al tiempo que le pasaba un brazo por los hombros.
Mu achico los ojos ¿Que se traía Leo ahora? Aquí olía a gato encerrado, y eso no era bueno, para él, claro está.
—¿Que sucede caballero de Leo?
—Mu, no tienes que ser tan formal con migo ¡Somos como hermanos!
Hermanos, ahí estaba la palabra clave, era raro ver a Aioria lejos de su hermano ¿Por qué sería? si hasta pareciera que quería huir, ¿pero de qué exactamente?
—Aioria ¿quieres salir de santuario? ¿Dónde está Aioros no te estará buscando?
Aioria se quedo tieso en el acto, lo cual hiso sospechar aun más a Mu ¿Qué estaría pasando aquí? Cosa que no le importaba, él tenia sus propios problemas, pero lo que lo dejo desubicado fue la mirada acuosa de Leo.
—Mu. Aioros no me quiere, quiere más a Milo que a mí —lo dijo con una seriedad, que hiso dudar a Mu.
—¿Qué dices? Estás loco.
—¡Claro que no! Sabes, por culpa de Milo, MI hermano me ha sentenciado la ley de hielo —el labio de Aioria como que quería comenzar a temblar, Mu se sorprendió.
—Aioria… ¿Estás borracho?
—¿Qué? ¡Claro que no! No me digas que también estas del lado del alacrán.
—No, no estoy del lado de nadie ¿Podrías soltarme? Tengo cosas que hacer —reclamo ya que Aioria lo tenía bien sujeto por los hombros.
—Claro, claro, tienes cosas más importantes que hacer que escuchar a un amigo — Mu no caería en eso, ya tenía mucha experiencia con Kiki así que opto por evadirlo.
—No quiero que mal entiendas, pero… la verdad es que si…
Hubo unos segundos de silencio en los cuales se miraron seriamente, Aioria suspiro y sonrió de lado, miro al cielo con parsimonia lo miro de nuevo, no dejaría que lo ignorara.
—Bueno, está bien te cuento: lo que pasa es que Milo llego cuando mi hermano y yo charlábamos en su templo.
—Te dije que no quiero saberlo. Arréglatelas con tu hermano —Mu comenzaba a molestarse. Aioria hacia oídos sordos y seguía.
—Como te iba diciendo, llego haciendo señas extrañas, no le entendimos ni madres, hasta que utilizo su cosmos y pidió permiso para pasar.
—¿Aun no le ha levantado el castigo Shaka? —respondió interesado Mu.
—No, y eso me causo risa y pues... me burle de él, y el muy imbécil me ataco y obvio yo me defendí, entonces mi hermano me regaño y me dijo que no me dirigirá la palabra hasta que me disculpe con Milo.
—Sabes, tiene razón, no debiste burlarte de la situación de Milo.
—¡Tu también! Mal amigo, vete no quiero verte.
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Mu se quedo parado viendo como se alejaba Aioria y emprendió de nuevo la marcha replanteándose el nivel de madurez de la orden dorada. Llego a paso tranquilo al pueblo no tenía hambre no sabía que hacia ahí o como encontrar a esa chica ¿Qué le diría? Bueno, la verdad no sabía qué hacer, solo pensó que lo mejor era dejar que todo siguiera su rumbo.
Se sentó en la banca donde la había visto. Un suspiro salió de sus labios, lo cual ya era común que lo hiciera ¡Por Athena! ¿Por qué sentía el acelerar de su corazón cuando su recuerdo venia a su mente? Tomo sus cabellos y los tiro hacia atrás, miro el cielo, debería de ser como la una de la tarde ¿Que estaba haciendo? Era una locura, no la iba a encontrar por arte de magia, había pasado cerca de una hora en la banca cuando ya no aguanto más.
Camino de regreso al santuario. Oyó a unos hombres piropear a una mujer, unos eran vulgares, otros muy elaborados, él era curioso, aunque no le demostrara, por lo que dirigió la vista y se quedo sin respiración ¡Era ella! Tan hermosa como en sus sueños, iba súper cargada de mandados, de inmediato frunció los puntos de su frente. Esos descarados se atrevían a piropearla, pero ninguno se dignaba a ayudarla con las bolsa que se notaba le pesaba mucho sin pensarlo más se dirigió a la chica, cuando se paro frente a ella con una sonrisa bailando en sus labios. Ella le miro desconfiada.
—Buenas tardes señorita, mi nombre es Mu. No quisiera ser entrometido, pero… —la miro a los ojos— me encantaría ayudarla —comento señalando las bolsas—, se ve que esas bolsas pesan.
—No es necesario, se lo agradezco —quiso pasar de lado, pero Mu no era de los que se rendían fácilmente.
—Insisto, como hombre no me permitiría dejar que una señorita cargue con tanto peso, permítame —Mu extendía su mano.
—Me está diciendo que soy inútil o que no puedo con algo tan simple como los mandados —pregunto muy seria. Sus ojos color miel relampaguearon, que lejos de intimida a Mu, solo lo cautivaron más. Por suerte Mu tenía el don de la elocuencia.
—Claro que no, jamás le ofendería, pero es que no encuentro otra forma de que me permita unos momentos de su compañía, por lo que le ruego acepte. Le prometo que no tengo malas intensiones.
La chica se sonrojo y solo extendió unas bolsas a Mu, no es que le tenía mucha confianza, solo que en serio ya no aguantaba las bolsas, y la forma de hablar del chico le agrado, pero nada mas eso.
La chica soltó un suspiro cansado cuando le cedió los mandados, en verdad que pesaban esas bolsas, pero le consolaba que faltaban pocas cuadras para llegar. Ese hombre la ponía nerviosa por alguna extraña razon.
—Se lo agradezco señorita…
—Amelia, mi nombre es Amelia.
—Mucho gusto. Como ya dije mi nombre es Mu y dígame ¿A dónde se dirige?
—Trabajo en el comedor de mi madre y me envió por los ingredientes faltantes para la cena.
—Entiendo, espero no le desagrade mi compañía.
—No para nada, se lo agradezco, solo que hoy en día es muy raro recibir ayuda de los demás.
—¿En serio? Pero en mí siempre podrá encontrar alguien dispuesto a ayudarla.
—¿De verdad? —el chico asintió— Te tomo la palabra —añadió con una sonrisa picara de sus labios carmín.
Y nuevamente el pulso de Mu se acelero. No sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo, bueno ambos lo estaban haciendo.
—Claro que sí, eso me aria feliz.
—Y dígame, señor Mu…
—Por favor, dígame solo Mu, no soy tan viejo —la risa de Amelia le produjo cosquillas en el estomago al carnero.
—Claro, Mu ¿Es de por aquí?
—Si, en realidad vivo cerca.
—No lo había visto antes, ¿es nuevo en el pueblo?
—No, lo que pasa es que no salgo mucho.
—¿Enserio? —aunque el pueblo no era pequeño, Amelia no le creía. Ese sujeto no pasaba desapercibido fácilmente.
Repentinamente se detuvieron, en realidad él se detuvo, ella solo le imito. En lo que más, por no decir que en lo único que había reparado Amelia era en lo larga y bien cuidada melena de Mu. Era muy inusual además de hermosa.
—Parece que no me cree, señorita Amelia.
—-No. Para nada —agrego nerviosa— mira es ese de la esquina —informo ella.
—Es un restaurante grande.
—Si, es muy concurrido y estamos cortos de personal, por lo que generalmente me envían a mí por cada cosa que falta o necesiten, no son muy organizados que digamos.
—¿Enserio, solo la envían a usted?
—Soy la menor de cuatro hermanos. Es obvio que siempre soy la sorteada.
Su sonrisa se borro cuando dio un tras pie y perdió el equilibrio tan solo cerró los ojos esperando la vergonzosa caída, ya que Mu iba embobado no reacciono tan rápidamente como lo aria, solo pudo estirar un brazo para sujetar a la joven lo cual logro, solo que la sujeto de donde no debía. Mu sentía algo blando y esponjoso en su mano, no podía ver que era por las bolsas que ambos llevaban y que el quedo a espaldas de la chica. Podía sentir los temblores de ella ¿Por qué temblaba?
Por otro lado, la versión de ella era muy diferente, ¡ese infeliz! Tan amable que se miraba, solo aprovecho el primer momento que se le cruzara para meterle mano, el muy idiota y todavía tan tranquilo, podía sentir la respiración de su pecho contra su espalda, el calor que emanaba, le gustaba no quería moverse y eso era lo que más le enojaba.
Se soltó rápido del agarre, dio media vuelta y le soltó rápido una bofetada, Mu la vio venir ya se lo esperaba, aunque fuera un accidente, era de esperarse, tan solo cerró los ojos, al instante sintió un pequeño calorcillo en su mejía ni si quiera le dolió.
—¡Idiota! ¿¡Como te atreves a meterme mano!? ¡PERVERTIDO! —grito lo ultimo a viva voz. Las personas cercanas les miraban con curiosidad. La chica recogía las bolsas que había soltado para cachetear a Mu.
—Dame mis bolsa —exigió la chica mientras extendía la mano, Mu muy manso y obediente se las devolvió.
—En realidad fue un accidente, solo quería evitar que se lastimara al caer —su voz tan suave y serena, logro atraparla por unos segundos—. Le pido mis disculpas si le falte el respeto —agrego Mu con una inusitada galantería, mientras inclinaba la cabeza en señal de disculpa con una voz tan profunda y varonil que le produjo escalofríos.
—¡Si claro!... adiós
Cuando Amelia vio los ojos de Mu se dio cuentas de tres cosas, una: anda no tenía cejas, dos: solo tenía dos puntitos que en realidad le quedaban bien y tres: tenía los ojos más hermosos que había visto ¿Cómo no noto esto antes? Fácil, ella no solía reparar en la apariencia de las personas, aunque hablaran con ella no se fijaba.
Los ojos verdes como esmeraldas la miraban con ensueño, pues no podría decir adoración, porque eso solo era reservado para su Diosa, aunque si, a ella, a Amelia la miraba con adoración, era bella e indomable, el cazador que se encontraba escondido dentro de él despertó, y quería casarla y domarla, en el buen sentido de la palabra.
—En realidad lo siento mucho, no sé como reparar el daño, se lo suplico dígame.
Lo vio a los ojos, parecía arrepentido ¡Joder que era lindo el tipo! y esa actitud tan sumisa, tan dispuesta, le gustaba, pues sabía que tan solo era una fachada, era un lobo con piel de oveja, no se miraba mala persona, pero, quería descubrir su verdadero ser. Siempre le gustaron los acertijos y lo difícil, ¿que se podía hacer? Así era ella.
—Yo… yo también lo siento, actué muy impulsiva y te agradezco que evitaras mi caída, pero si quieres ayudarme —Mu asintió—, puedes ayudarme a cargar los mandados cuando quieras.
Mu sonrió ¿Cómo no aceptar? El sabia que se estaba enredando más y más, pero era una atadura que no quería soltar, le gustaba ya vería como irían las cosas ¿Quien sabe tal vez el día de mañana se enamoraran?
—¡Claro que sí! se lo agradezco mucho ¿Cuando me necesita?
—Pues, salgo como a la misma hora de hoy ¿En serio quieres hacerlo?, no es necesario.
—Pero usted dijo… —el desconcierto se apodero del santo, solo estaba jugando con él.
—Sí, pero creí que te negarías.
—¡Yo soy hombre de palabra! Mañana aquí me tendrá.
Respondió con vehemencia, no se libraría de el tan fácilmente. Los ojos de Mu eran tan profundos, Amelia los observaba embobada, algo tenía este hombre que lo hacía tan distinto, era un hombre atractivo sin duda, aunque no tuviera cejas, aunque fuera tan extraño, tenía ese extraño magnetismo.
—Bueno, lo siento no quise golpearte —dijo acariciando la mejía de Mu, examinando la parte agredida.
El santo solo atino a sonreír mientras la miraba fijamente. Ella noto que sus ojos por un breve instante se tornaron más profundos, más oscuros como un abismo. Ese hombre no era común y corriente de eso no había duda.
—No se preocupe no es nada —aclaro Mu, sosteniendo la mano de la joven y depositaba un beso en ella—. Nos vemos mañana, señorita Amelia.
—Claro, adiós Mu —¡rayos! En que se había metido, algo le decía que ese hombre no aceptaría un no por respuesta.
Mu la observo hasta que desapareció tras las puertas, él se marcho rumbo al santuario. Vio el cielo, tan solo eran como las cuatro de la tarde. Vaya que lo había hecho caminar la chiquilla, no lo había sentido, pues lo que para Amelia eran pocas cuadras, en realidad era como unas quince cuadras y el paso lento que Mu había impuesto sin que ella lo notara, se habían llevado un buen tiempo caminando. No la dejaría ir tan fácil, lo que había descubierto hasta ahora le gustaba, hermosa y con carácter.
No señor, le gustaba cada vez más, había logrado despertar algo en él, algo que ninguna lo había hecho hasta ahora, pues muchas habían saltado por su cama, cosa que jamás diría (porque un caballero no tiene memoria), pero ella, ella era diferente. Además, lo que había tocado le había gustado y mucho después de todo. La sonrisa que se apodero de sus labios, solo nos hace pensar en corre, corre caperucita que el lobo te va comer y si es en el sentido que están pensando.
—Al parecer Dios Eros te estás divirtiendo conmigo.
No hubo respuesta, solo una briza cálida que bailo con sus cabellos lilas, en definitiva esto había sido cosa del Dios. No le desagradaba, si así eran las cosas las tomaría como vinieran.
Se sentó a pasar el tiempo, ya se lo decía él, en aquel día cuando vio por primera vez a la chica, le pareció sentir un chispazo de cosmos divino, no lo sintió con hostil o amenazador, solo algo así como tranquilo y juguetón. Paso como una hora y media divagando, su mente no paraba de volver a vivir ese momento, su sonrojo, su furia, la suavidad de su mano, su sonrisa y por su puesto el calor de su cuerpo, la suavidad y redondez de su… no quería seguir recordando, no le convenía.
Rió un poco con su propia actitud, unos transeúntes miraron extraño al del sujeto que comenzaba a reír solo. Inclino su cuerpo recargando sus codos en sus rodillas, entrelazando sus dedos y apoyando su frente en sus puños, provocando que sus cabellos se resbalaran por unos de sus hombros. Esa sonrisa no se había borrado, permaneció así un momento y nadie más que una ardilla se dio cuenta que el hombre que estaba en la banca había desaparecido en cuestión de una fracción de segundo.
Ya había oscurecido cuando comenzó a subir las escaleras hacia su templo, donde Kiki lo estaría esperando y así era, ese diablillo.
Kiki quería respuestas, ese pequeño diablillo era un terremoto, pero así lo quería. Levanto su mano indicándole que se detuviera en el acto.
—No Kiki, no te responderé nada —esas habían sido las palabras detonantes para activar la curiosidad de Kiki aun más, aunque no hacía falta mucho para activarla.
En el transcurso de la cena, Kiki se removía en su asiento, parecía un resorte meciéndose en el mismo sitio. Él lo sabía, su maestro era un ser terco como ninguno ¡Pues se encontró la orna de su zapato! Kiki estaba dispuesto a averiguarlo, trataba de no ver a su maestro a los ojos, porque sabía que una mirada de Mu, solo eso era suficiente para hacerlo temblar y ponerlo quieto.
—¡Kiki! Deja de moverte y cena en paz ¿Acaso tienes chinches en el cuerpo? —Mu lo observaba, sabía que Kiki estaba impaciente por preguntar, pero no estaba de ánimos para soportar a su borreguito.
Que muy lindo era y todo, pero en cuando su maestro le daba la espalda, le salían cuernos como los de capricornio.
—No tengo chinches maestro.
—¿Entonces por qué te mueves tanto? —Mu se mordió la lengua el acto, le había dado la pauta a Kiki para preguntar cualquier cosa y no es que no pudiera mentirle al angelito, solo que no le gusta hacerlo.
—¿En serio quiere saber maestro Mu?
—En realidad no.
—Maestro Mu, usted me dice siempre que la curiosidad es solo un paso a la sabiduría ¿¡Por qué no me quiere dejar ser sabio!?
—Kiki, ser sabio implica muchas cosas y la prudencia es una de ellas, aprende Kiki a ser prudente. Hay veces que solo queremos que ciertos recuerdos sean solo para nosotros.
—Que malo maestro Mu, eso es ser egoísta porque a mi parecer se deben compartir con sus seres querido —contestaba el angelito de Kiki.
—Kiki, ¡que sorpresa! No sabía que eras tan elocuente no sé si alegrarme o preocuparme —la risa de su maestro inundo el comedor, esa risa que para el pelirrojo le era tan reconfortante.
—Es malvado maestro Mu —respondió un enfurruñado Kiki, cruzando sus brazos sobre su pecho.
—Vamos no te enojes señorito, era una broma.
—Es muy cruel, y no me diga señorito no me gusta —agrego taimado.
El lemuriano mayor volvió a reír divertido —Claro, claro, lo siento.
—Entonces, me va a decir ya ¿Por qué tan sonriente?
—No —concisa y directa fue la respuesta de Mu. Mientras aproximaba su taza de té a sus labios, con un brillo divertido en sus ojos.
—Maestro Mu ¿Es que usted no me quiere? Por eso no quiere compartir sus alegrías con migo —kiki sorbía con la nariz.
—Querido Kiki, tú eres muy importante para mí, tú eres muy querido para mi, solo que no puedo decirte algunas cosas, por favor no llores —Mu se había trasladado a la par de Kiki y le limpia con su pulgar una lagrima rebelde.
—¡Entonces dígamelo! —Como por arte de magia el pequeño se había recuperado.
—Olvídalo pequeño —Mu como en muchas ocasiones había caído en una de las tretas del niño, pero esta vez no lo aria ¡No señor!
El santo se levanto, lavo sus platos y se enfilo a su habitación. Que día había tenido, Kiki se quedo en el comedor y Mu casi podía escuchar lo engranajes del cerebro del menor maquinando, no, en definitiva no se daría por vencido, pues como le dijo Shaka una vez: " la carrera no siempre la ganan los más veloces, sino aquellos que siguen corriendo" y en eso Kiki era un experto.
El aprendiz del santo no se rendiría. Ya en su habitación, se puso su pijama y se acostó en su cama, esta plácidamente cómodo cuando de repente como siempre sucede, se le olvido lavarse sus dientes, tiro la cobija con enojo y se dispuso a realizar la tarea.
Con fastidio se tiro a la cama, revolvió la sabanas, tiro la almohada. Para colmo ¡No podía conciliar el sueño! Se levanto bruscamente y se encamino fuera de su habitación, se encontraba frente de la puerta del dormitorio de Mu, con su almohada bajo el brazo, dudaba si en entrar o no, cuando se decidió a entrar pudo divisarlo fácilmente.
Mu dormía boca abajo con nada más que un pantalón de pijama, sus cabellos sueltos esparramados sobre sus hombros tersos, sobre su espalda fuerte y marcada, unos mechones resbalaban por sobre el brazo que colgaba de la cama, tenía su boca ligeramente abierta y su otro brazo bajo su mejía.
Kiki lo observaba desde la puerta, ahora que lo notaba (pero se había negado a creerlo) Mu era hermoso sin duda y muy poderoso, era todo lo que Kiki quería ser: fuete, valiente, agregando el aditivo de hermoso, su maestro no tenía dudas al saltar a la batalla, aunque siendo el primero de las casas zodiacales no es que tuviera mucha opción, pero por sobre todo era muy bondadoso, siempre con una sonrisa que te hacia estar en paz.
—Maestro Mu —lo llamo quedito y no hubo respuesta.
Ni modo, tampoco es como que quería despertarlo, lanzo la almohada al lado contrario de Mu que al estar pegada la cama contra la pared y Mu en la orilla contraria, Kiki tuvo que rodar por sobre Mu, rodo por la espalda de Mu, hundiéndolo levemente con su peso hasta que cayó al otro lado, el santo sonrió, no había por qué abrir los ojos (sabía que era Kiki), solo él se atrevería a utilizarlo como cama para rodar encima de él, solo él podría jactarse de eso y salir sin ningún rasguño. Una vez cáncer lo quiso hacer, según él era una broma y lo que paso después fue el santo de cáncer con un ojo morado, Mu tan solo negó con la cabeza aun en la misma posición.
—Buenas noches Kiki —salió como un suspiro de sus labios, el niño solo sonrió y se acurruco contra su maestro.
Así al fin Kiki se quedo dormido.
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He decidido hacer alguna pregunta en cada cap, pero no sé si serán respondida ya que no se si tomaran la molestia de responderlas, pero no se preocupen solo disfruten del fic.
