Cariños que duelen

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Por

Kuraudea

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Capítulo 1

•Mariposa•

[Trunks x Pares]

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«Tiene la mariposa cuatros alas; tú tienes cuatros versos; ella al girar, resbala por las flores; tú por sus labios, resbalas al girar»—Salvador Ruela.

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—¿De ahora en adelante podrá seguir?—pensó al verle despertar a su lado en aquella oscura habitación de su frío departamento.

Al clarificar su visión, y después de algunos parpadeos, observó el rostro de la mujer prohibida para él. En ese estado de serenidad y sábanas blancas pensó en lo afortunado que era su amigo por tenerla.

—Hola, hermosa…—dijo en media voz a la mujer mariposa: resplandeciente de color, de alegría y espontaneidad.

Ella contestó al instante:—Hola, Trunks...

Al escuchar lo florido de su voz, descubrió que no tenía una definición exacta para su vida. La palabra «felicidad» era un término que dejó de experimentar desde hacía años, pues el aroma a cigarrillos, cafés amargos y horarios estrictos (debido a su trabajo) fue el detonante de que todo su mundo cobrará un color gris. ¿Y se supone que era él el de la vida perfecta? Las tres décadas estaban justo en su parte media, pues sus 35 años comenzaban a cobrar factura en algunos aspectos de su vida personal. Solo, sin pareja estable, y como única meta de vida: sacar adelante la empresa familiar.

Entonces se acercó a ella y besó sus labios con el sabor tóxico de la traición; era tan amargo y reconfortante a la vez que dolía demasiado. Dolía porque le gustaba, dolía porque nunca pensó que en ella encontraría un sabor auténtico de felicidad: un amor sencillo, un amor de verdad que se entregará a sus brazos por ser él y no por ser el famoso empresario. Aquella mujer que por mucho tiempo fue el punto medio entre Goten y él; la testigo de sus risas, de sus bromas y de sus malos ratos. Pues donde estaban Goten & Pares, estaba él.

—Es tiempo, Pares...—susurró en sus labios, luego acarició su mejilla con algunos hilos de cabellos castaños.

—No puedo…—contestó mientras que con la sábana cubría sus pechos; ambos se miraba a los ojos—¿Qué va ser de ti?—preguntó angustiada.

—¿De mi…?—mostró media sonrisa aunque su mirada era triste.—Yo estaré bien, no te preocupes. De alguna u otra forma saldré adelante.

—Pero…

El joven azul negó con la cabeza, quería hacerla entrar en razón. Sin embargo, pese haber recibido lo compartido de sus labios y la mitad de su amor, agradeció—En verdad me hiciste mucho bien—frotó lo afilado de su nariz en el rostro femenino.

Ella tomó su mano, luego la besó—Entonces gracias por haber confiado en mí. De verdad me duele mucho estar en este punto, Trunks…—sus ojos brillaron.

—Pares, no llores por favor. Todo tiene que segur su curso. Y lo acepto, así tiene que ser, ¿me escuchaste?

—Sí…—asintió despacio.

Fue así, que supieron que esa sería la última vez que estarían piel a piel, pues pronto se verían en el festejo de nupcias en donde él tomaría de nuevo el rol de amigo y ella el de señora de Son. Por ello, le ayudó a recostarse mientras que de un jalón suave la sábana desaparecía mostrándose así los relieves de su feminidad. Se sumergió en su cuerpo seguro de lo que haría y se sació de su vientre con fuerza; jadeaba y gemía al compás del moviendo violento de su pelvis. Quería recordarla por siempre, enredarse en su pecho, buscar de nuevo las estrellas en su piel y empalagarse del polvo de mariposas: la droga mágica que llenó de color algunas de sus noches. Mientras sus cuerpos deliraban de placer, recordó la escena en donde sus miradas chocaron de forma especial.


—¿Otra vez fumando, Trunks?—preguntó la castaña quien salió a hacerle compañía en el balcón. Esa noche se encontraban en Paoz en las acostumbradas reuniones familiares. El punto de reunión fue en la casa de la Señora Milk.

—Sí.—contestó mientras observaba el cielo repleto de estrellas—Este lugar es fantástico, no sé, me dan ganas de correr y perderme por ahí—rió.

—¿Perderte…?—preguntó al cerrar los ojos mientras recibía el oleaje con aroma de los altos Pinos de los bosques nocturnos. Si bien era muy de ellos el estarse riendo, lo que había dicho en ese momento le extrañó bastante al muchacho. Fue así, que sin titubeos, dijo—Tu ya estás perdido, Trunks Brief.

—¿Qué…?—el cigarrillo se escapó de sus labios y cayó al abismo. No le pareció para nada graciosa la afirmación.

—Tenemos tiempo conociéndonos y tú sonrisa luce cada vez más fingida. Tus pupilas cada vez son más opacas, ¿crees que no lo he notado? ¿Estás seguro de que eres feliz?.

El joven tras sentirse atacado, respingó—Ya basta.

—Ni siquiera lo reconoces, Trunks.

—Lo dices como si tú fueras hacer algo por mí. No entiendes nada de mi vida.

—Es porque estás vacío.

Irritado tomó a la mujer de la barbilla y le miró—Dije que ya basta.

Ella le miró firme, y dijo—Llénate un poco de color, ¿sí?—tras acariciar su mejilla se alejó poco a poco de él dejándolo paralizado.

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Después de esa aburrida reunión llegó de paso a un bar de la ciudad y bebió hasta no saber de sí mismo. Ella lo supo, por eso le siguió y desde el ventanal del establecimiento lo observó padecer su mal. No obstante, entró para ayudarle.

—Deja de beber, Trunks—le tomó de los hombros.

Con voz aguarrientosa, contestó:—¿Otra vez tu? ¡Déjame en paz!—sin embargo a cómo pudo lo sacó del bar; él molesto la empujó sobre una barda, le miró y dijo:—Conque llenarme de color, ¿eh?—pese a su estado de ebriedad media sonrisa se pintaba en sus labios.

—Tr-Trunks—Pares estaba con una faz pasmada. Pero fue así, que éste se prendió de su labios bruscamente: forcejearon. Pero él la contagio de su necesidad, de su falta de cariño y del amor que carecía. Cedió. La mariposa se aferró a su nuca y lo besó, sintió el fuego ardiente y palpitante del muchacho.

Estaba vivo. Tenía color.

Un color hermoso.

Un alma.

Con sus alas lo guió por largas noches, lo inyectó de color, de vida. Su mirada marrón le demostró que ambos eran criaturas de polvo, con defectos, y virtudes: pecadores. Pero al fin y al cabo: HUMANOS.


Cuando el acto culminó, un gemido sin filtros salió producto del placer; ella besó su sien aperlada.

—Gracias por darme un poco de tu luz—dijo entre jadeos con sus orbes azules más brillantes, con una sonrisa más sincera—Ahora…es tiempo de que vuelvas a tu árbol, mi mariposa.

Él la vio partir por siempre con un vestido blanco, y entre sus manos, llevaba la felicidad de su mejor amigo: el amor que realmente debería de cuidar. La mariposa después de haber cumplido con su misión, saltó de capullo y como si fuese una flecha, abrió sus alas para el hombre de negro.

Ella nunca le perteneció, lo sabía. Sin embargo se reprimiría de ahora en adelante, porque pese a que duró poco su aventura, la amó. Una cosa se curaba, sí, pero una nueva llaga yacía en su interior y no sabia si podría con ella, pero al menos lo intentaría. Ahora simplemente le tocaría la parte más difícil: callar y observar. Porque seguro seguiría con su vida aunque a la de ella estaría atado por siempre.

—¿Verdad que Pares se ve hermosa, Trunks?—preguntó su amigo feliz al palmear su hombro.

Éste sonrió y con un poco de culpa, afirmó—Por supuesto.

»Ella es hermosa.