InuYasha no me pertenece.


Almas olvidadas

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Capítulo I

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Llegué a mi casa y fui directamente al baño. Era extraño como el día podía comenzar perfectamente y arruinarse en un solo momento. Ya me sentía de nuevo en ese pozo profundo y obscuro del cual a veces sentía que nunca saldría, del cual sentía se cerraba cada vez más sobre mí y no había escapatoria alguna, pero en el cual no sabía cómo entraba.

Quité las sandalias bajas que llevaba puestas al igual que toda mi ropa; la sensación de estar atrapada en mi propio cuerpo aumentaba a medida que iba avanzando en dirección a la regadera, y sentía que cada vez esta se alejaba más de mí. Cuando logré tomar la llave y girarla, sentí como el agua contrastaba en temperatura con mi cuerpo.

Yo estaba helada.

Llevé mis pálidas manos a mi rostro y retiré los mechones mojados de mi negro cabello luego de estar un rato bajo el agua tratando de calmarme, sin evitar enfocarme en las extrañas y finas cicatrices que estaban en mis muñecas, las que no sabía cómo me había hecho. Estaba hecha un asco por dentro y lo peor era que ni siquiera entendía por qué. No entendía por qué sentía que yo no era la que vivía en mí. No sabía por qué a veces me levantaba en las noches llorando sin ni siquiera recordar si había tenido una pesadilla. Lo peor de todo era que este dolor era solo mío... nadie lo conocía. Nadie sabía nada. Nadie lo entendería tampoco porque no lo sabría explicar.

Diría que mi vida ha sido buena pero, no lo recuerdo. He estado sola desde los catorce años cuando me desperté en la sala de emergencia de un hospital luego de un accidente que no recuerdo, que nunca entenderé la razón o motivo del por qué me ocurrió a mí, luego de unos días en ese hospital sin que nadie fuera a buscarme. Solo había conmigo un certificado de nacimiento que parecía falso pero que tomaron como el único madero de salvación para saber quién yo era, ahí estaba mi nombre, mi fecha de nacimiento y los nombres de quienes habían sido mis padres, pero no había más nada conmigo; ese papel fue el que me mantuvo medio cuerda hasta que cumplí la mayoría de edad y pude salir de las garras del gobierno y su cuidado. Desde ahí, he estado sola durante todo este tiempo y me las he apañado como he podido.

Pero no con esto. No con esta bestia que vive dentro de mí y que no conozco.

El agua pasó por cada centímetro de mi cuerpo y comencé a tallarlo con la esponja. Sentía asco. Sentía repulsión por mí misma. Hasta por el suelo que estaba debajo de la planta de mis pies estaba asqueada. El jabón líquido comenzó a cubrir mi piel, mi rostro, hasta mi cabello. Pero por más que intentaba, no sabía qué era lo que quería limpiar, aun así, seguía pasando la esponja hasta que mi piel se tornó rojiza, pero eso solo avivaba mi malestar.

—Kagome, ¿Estás bien?

La suave voz llegó luego de dos golpecitos en la puerta de madera. Me detuve con la esponja a medio camino de mi estómago y luego hice un repaso mental de mi entrada a la habitación. Había ignorado a Kaede y había corrido directamente al baño, sin cerrar puertas y sin decir nada. Seguro estaba preocupada.

—Estoy bien, Kaede. Solo estaba algo acalorada.

Que mentira tan patética, estábamos cerca del invierno y había mucho frío.

—Te prepararé un té.

—Gracias.— Le dije con voz baja, pero sabía que me había escuchado.

Kaede era una de las pocas personas con las cuales me gustaba hablar, era como la abuela que no recordaba si había tenido. Ella vivía en la habitación que estaba al frente, ya que no se le podía llamar apartamento. Era un edificio residencial con unas habitaciones que hacían las veces de 'hogar'. La mía tenía una pequeña sala, un pequeño comedor-cocina, la pequeña área de lavandería, dos pequeñas habitaciones, la cual una utilizaba para estudiar y por último, el baño. Era todo lo que podía permitirme con un trabajo de medio tiempo y una beca escolar. Sin embargo, no eran del todo horribles, eran habitables.

Bajé mi vista a mis manos nuevamente y las cicatrices me embelesaron. ¿Cómo me las hice? ¿Qué clase de niña fui que ya a los catorce años tenía estas marcas en mis muñecas? ¿Traté de suicidarme? ¿Era eso? Por más que lo pensaba sentía que esa no era la respuesta. Yo no sería capaz de atentar contra mi vida ni la de los demás.

Salí de la ducha y tomé una toalla, sin preocuparme si mojaba el suelo, total, vivía sola y no necesitaba cuidar las cosas por alguien más. Vi como ya la taza de té humeante estaba sobre la mesita de comedor, al parecer me había quedado mucho más tiempo en el baño del que pensaba. Me lo tomé mientras miraba por la ventana hacia el atardecer rosáceo y naranja que se dejaba caer sobre la cuidad, así como las gotas aun caían de mi cabello mojado. Era increíble como ahora me sentía en calma, cuando hace una hora me sentía completamente rota.

En esto se basaban mis días.

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Hay varias maneras de pasar desapercibida en la universidad si eres una persona de pocas palabras como yo.

Una, nunca entres a ningún club, ni siquiera a uno de nerds como el club de matemáticas.

Dos, nunca te acerques o hagas amistad con un grupo grande de personas, todos hormonales e idiotas.

Tres, siéntate al final del salón.

Cuatro, vístete en tonos poco llamativos.

Y cinco, no tengas buenas notas.

Las primeras cuatro las cumplía, pero la quinta definitivamente no podía. Para mi desgracia, yo era el mejor promedio de la universidad, por ende, era la cerebrito/rara, la que era extraña porque no hablaba con nadie y la que era virgen por su manera de vestir. Já, me daba igual.

Pero no era del todo una asocial que no hablaba con nadie, tenía algunas amistades con las cuales compartía el almuerzo, sólo que no eran amistades 'normales'. No era una chica popular pero para mí estaba bien. Mantener un perfil bajo de cierta manera me hacía sentir segura.

—Hola preciosura, ¿Otro lindo día para no usar rosa?

—Al parecer eso no aplica para ti. —Dije con una media sonrisa.

—No puedo privar al mundo de mi fabuloso sentido de la moda y belleza, deberías aprender de mí.

Rodé los ojos y me concentré de nuevo en sacar las semillas de mis uvas. —Gracias Jakotsu, pero no. Prefiero seguir siendo tu amiga a la que puedes acudir si tienes un funeral porque no tienes ropa negra.

Dejó su bandeja a mi lado e inmediatamente su perfume de mujer me embriagó. Para vivir en un pueblo alejado de la moral humana, Jakotsu siempre estaba vestido como para un desfile de modas. Eso era lo que me agradaba de él, no le importaba lo que pensaran de su exterior.

— ¿Y por qué estás destripando las uvas?

—Las amo, pero odio que sean tan pequeñas y de paso tengan semillas.

—Tu vida es un asco, Kagome. —Dijo, mordiendo su sándwich.

—Y la tuya es un vómito gay.

—Gracias, gracias. —Tocó su cabello haciendo un gesto propio de una dama de la realeza lo cual arrancó una carcajada de mí. Nuestro trato a veces era rudo, pero sabíamos que era en juego.

—Quiero reírme también.

Sango era prácticamente mi mejor amiga. Digo prácticamente porque de verdad no sabía casi nada de mí, sin embargo, yo conocía todo de ella. —No te pierdes de nada. —Le dije mientras la veía sentarse frente a nosotros y dejar su bandeja en la mesa.

—Kagome sólo me suplica por consejos de moda.

Comencé a escuchar lejanamente la conversación de ambos y me concentré de nuevo en mis uvas. Pensé cuando llegara a casa nuevamente. Casa, bah. Como si pudiera llamarse así. Pero... ¿sería igual que siempre? ¿Tendría nuevamente ese ataque de no-me-conozco? Porque sinceramente, ya estaba harta.

—Hay una nueva familia en el pueblo, ¿supieron? —Sango preguntó como si fuera una gran revelación, aunque ciertamente lo era. Nadie se mudaba aquí por voluntad propia. Nadie vivía en este pedazo de tierra olvidado a menos que fuera por obligación. —Bueno, no es una familia grande, solo mamá, papá e hijo. ¿Qué tal?

— ¿Por qué estás tan emocionada por eso? —Preguntó Jakotsu, exteriorizando mi duda.

—No lo sé, es que no recibimos nuevos alumnos aquí desde... nunca. ¿Cómo creen que sea?

—Un hijo de mami y papi. Aunque espero que esté buenísimo. Tengo tiempo que no recreo mi vista.

—Cállate, pervertido. —Intervine con una sonrisa, levantando mis ojos a él. —No quieres dejar para nadie.

—Entonces, ojalá sea horrible, para que no te guste ni a ti— Me apuntó con lo que quedaba de su sándwich— Ni a ti. — Le dijo a Sango.

—Bueno, bueno. No te sulfures.

La campana extrañamente poco ruidosa sonó y nos sacó de nuestra amena atmósfera. Volver al salón no era mi idea particular de diversión, pero era lo mejor que hacía en mi día a día. Aparte de trabajar.

El bajito profesor de literatura era una peste. Lo detestaba por el simple hecho de escupir mientras hablaba, pobres de los que se sentaban al frente. Las dos horas de clase transcurrieron con normalidad y mi jornada escolar terminó por ese día, así que me encaminé hacia mi trabajo.

Cuando llegué a la farmacia para cubrir mi medio tiempo, ya Ayame estaba lista para irse.

—Mi abuelo me está esperando, Kagome. Tienes café en la sala de descanso.

Si, ella era un amor.

Entonces, básicamente mi vida era: la universidad, la farmacia, pasear perros los sábados y a veces tener ataques de identidad y depresión. Fabuloso.

La campanita de la puerta sonó y esperé al cliente para atenderlo. Un chico de más o menos mi edad apareció en mi campo de visión, vistiendo una camiseta roja y unos jeans oscuros. Su cabello era negro como la noche, igual al mío. Me sorprendió cuando rápidamente buscó mi mirada y tuve que parpadear varias veces porque claramente vi como sus ojos pasaron de un color parecido al oro a un negro oscuro en unos segundos.

Luego me sonrió.


N/A: ¡Hola bellezas!

No saben lo feliz que me siento de estar de vuelta. Han pasado tantas, pero tantas cosas, que no sé como explicarlo. Pero tengo otra oportunidad y no la desaprovecharé, seguiré escribiendo y es por eso que les traigo esta nueva historia. Espero que les guste.

En cuanto a Descarado sentimiento, quiero continuarla, así que esperen noticias de mí pronto.

Entrando a la historia... tenemos una Kagome que a pesar de que es cerrada, hay algo que la perturba, vamos a ver quién acierta en qué es lo que le pasa. ¿Por qué está sola y por qué no recuerda nada? Preguntas interesantes.

Si les gustó, díganmelo en los comentarios, estaré actualizando seguidamente ya que me tiene muy emocionada.

Besitos.

Aranza.