Yuri Katsuki había regresado a Hasetsu y Victor Nikiforov, pentacampeón del mundo, había abandonado por sorpresa la competición para ser su entrenador. Las tranquilas costumbres de la pequeña ciudad se habían visto alteradas por los entrenamientos de la pareja y la cantidad de prensa que seguía la curiosa historia. Entre estas novedades, las luces de la Escuela Okukawa seguían encendidas dos horas después del anochecer. Minako-sensei estaba ayudando a Yuri a recuperar la forma física que tenía en la final del Grand Prix.

—Puede que sólo sea una excusa para descansar —dijo la maestra en tono reflexivo.

—Por favor, no digas eso —suplicó Yuri—. Es lo que yo también sospecho.

—Decidiste seguir patinando, ¿no? ¡Tienes que aprovecharte de Victor! Bien, te haremos adelgazar —contestó con el tono alegre que la caracterizaba—. ¡Vamos Yuri, desde el principio otra vez! Aún te quedan fuerzas para un buen rato.

El patinador asintió e intentó relajarse a través de los movimientos, dejando que estos fluyesen por su cuerpo para calmar la mente. Reflexionó sobre las palabras de Minako, algo confuso. Aunque la llegada de Victor lo había hecho muy feliz, apenas pasaban tiempo juntos y sabía que era culpa suya. El entrenador ruso le ofrecía planes pero nunca los aceptaba. No es que no quisiera, es que no se atrevía. ¿Y si veía lo inmaduro que era? ¿Y si descubría que no estaba a la altura y decidía volver a Rusia? Aún estaba a tiempo de retomar la temporada y entonces todas sus esperanzas de volver a patinar en el circuito profesional se esfumarían. ¿Qué haría entonces?

Perdió el equilibro en medio de un sencillo pirouette, como siempre que tenía demasiadas cosas en la cabeza. Sonrojado, miró con inseguridad hacia Minako, que se limitó a sonreír con calidez e indicarle que empezase de nuevo el ejercicio, esta vez con más calma. Yuri hizo un esfuerzo para centrarse en el entrenamiento. Si quería que Victor se quedase, tendría que demostrar que valía la pena hacerlo, que podía ganar un oro. Era incapaz de explicarle cómo se sentía, pero bailar, patinar para él, eso sí podía hacerlo. Tal vez si se esforzaba al máximo, solo tal vez, se quedaría a su lado toda la temporada. Pero no lo haría para aprovecharse de Victor, no era eso lo que quería.

Así, tras muchos meses de dudas, Yuri quiso ser mejor, supo que podía ser mejor, superar las expectativas de su entrenador.

Un ballonné pas ejecutado con seguridad y belleza le indicó a Minako que había escogido las palabras adecuadas para su alumno. Yuri siempre había sido su favorito, le había costado mucho renunciar a un sobresaliente bailarín de ballet como para ver que sus inseguridades destrozaban una prometedora carrera sobre la pista de hielo. Haría todo lo que estaba en su mano para verlo brillar en lo más alto.

«Ganbatte Yuri, todos estamos contigo, solo tienes que abrir los ojos y verlo», pensó mientras lo despedía con un abrazo en la puerta.