Esto no era fácil, había sido enviada a la Tierra por mi seguridad. Distintos ropajes, distintas costumbres, distinta forma de utilizar el lenguaje... me fue difícil adaptarme.
Entonces SHIELD me encontró y me acogió, pero lo que no esperaba era que pocos meses después vinieran a buscarme.
Estábamos todos juntos en el "salón" del avión viendo una película cuando dos hombres vestidos con capa aparecieron frente a nosotros.
-Majestad- se inclinaron ante mí.
Me levanté y esquivé la mesa para quedar frente a ellos.
-No os humilléis- les pedí.
Conocía a esos dos hombres desde siempre, sus familias habían apoyado a la mía desde hace generaciones. Ellos se levantaron.
-Majestad, traemos malas noticias- dijo uno de ellos.
-¿Los Kree han vuelto a atacar el planeta?- pregunté ante la sorprendida mirada del equipo.
-Sí, pero esa no es la mala noticia que nos ha hecho visitaros- dijo el otro hombre-. Vuestro hermano ha muerto.
Eso me calló como una losa, ¿mi hermano estaba muerto? Me alejé de ellos hasta poder mirar por una de las pequeñas ventanas del avión.
-¿Cómo fue?- pregunté con un nudo en la garganta.
-En batalla, mi señora. Habéis de volver y reclamar el trono. Vuestro hermano ha muerto sin descendencia.
-Sé que siempre habéis sido un hombre de Estado- dije tragandome las lágrimas y girándome para mirarlo a la cara-, pero recordad que ha muerto un Rey.
-Eso no detendrá al Duque de Xaxa Montis de hacerse con la corona, y lo sabéis- me contestó.
-Mi hermano ha muerto, el Rey ha muerto. Habrá una semana de luto, es lo que manda la tradición y es lo que deseo que se haga.
-Entiendo sus deseos, majestad- dijo el otro hombre-. Pero habéis de entender que el reino está en guerra y que una semana de luto podría haceros perder el trono, e incluso la cabeza.
-Vuestro hermano no hubiera querido que os dejaseis matar por tradiciones, majestad.
-Skye- dijo Coulson al fin-, ¿Que está pasando?
-¡Un poco más de respeto cuando hable con mi Reina!- exclamó uno de los dos hombres llevando las manos a su espalda, la cual estaba bien guardada en su cadera.
-¡Condes!- le advertí.
-Lo siento, mi señora- dijo dando un paso atrás.
-Coulson... tengo mucho que contaros.
-Mi señora, no creo que sea el tiempo de...- comenzó a decir el Condes, pero yo le interrumpí.
-Si tanta prisa tenéis haced llamar a mis damas, si he de ser coronada no puedo hacerlo con los ropajes de otro planeta. Haced que traigan de sobra, tanto de hombre como de mujer. Si ellos lo desean quiero que vengan conmigo.
-Mi señora, no creo que llevar a gente de otros planetas a su coronación sea lo más indicado- me dijo el otro hombre, el marqués.
-¿Cuál es el motivo?
-Sabéis que no será bien aceptado.
-Nada de esto será bien aceptado. Hace setecientos años que una mujer no reina en nuestro planeta, y no por falta de nacimientos. La Tierra está protegida por Asgard, fiel aliado de la corona, mientras que el Duque se vale de los Kree para ascender al trono. Los Kree son los responsables de la masacre hace cien años y las criaturas que llevan aterrorizando a nuestro pueblo un milenio. Que se atreva a criticar que yo lleve terranos a mi coronación y el pueblo se levantará en armas contra él.
-Ahora recuerdo por qué estoy dispuesto a apoyaros como mi reina- dijo el Marques.
-Aun así- continuó el Condes-, tras lo ocurrido con los Kree el pueblo puede temer a los visitantes.
-Dudo mucho que el pueblo tema a los terranos, no os ofendáis- dije dirigiéndome al equipo en lo último-. Hace poco que han pasado el panorama intergaláctico.
-Triunfantes contra los Chitauri.
-Chitauri y Kree, ambos enemigos de nuestro planeta.
-De acuerdo- se rindió al fin-. Prepararemos todo.
-Gracias, podéis marchar.
El Condes se fue, pero el Marques se quedó.
-¿Y bien?- preguntó May.
Les expliqué como era el lugar en el que nací, como se inició una guerra de sucesión al morir mi abuelo y como esa guerra sigue siendo una de las más largas en la historia de mi planeta.
Les conté como fui educada para ser reina y como tras estar a punto de ser secuestrada a mis quince años, mi hermano, el rey, decidió enviarme a la Tierra.
-Bueno, el resto más o menos ya lo conocéis- les dije-. Aprendí a hackear y entré en la Marea Creciente, luego aparecisteis vosotros y hasta ahora.
-Hemos tenido una princesa en el avión- dijo Fitz sorprendido y yo sonreí negando con la cabeza.
-Os habéis convertido en personas muy importantes para mí y me encantaría que vinieseis conmigo. Sé que os pido demasiado, dejar vuestro planeta, vuestro trabajo, vuestras familias… no os presionaré para que vengáis, solo os lo ofreceré.
-¿Podremos volver a visitar a nuestras familias?- preguntó Jemma.
-Mientras lo que nos permite transportarnos a otro planeta siga en posesión de la corona no vería ningún problema.
-Yo voy- dijo Ward-. No me retiene nada aquí.
Le sonreí feliz y asentí.
-Si podemos volver, yo también- dijo Fitz.
-Y yo- siguió Jemma.
- A mí tampoco me retiene nada aquí si todos os vais- continuó Coulson-, así que mi decisión depende de la de May.
Esta le miró sorprendida.
-Iré- dijo en apenas un susurro debido a la sorpresa.
El Marques sonrió mientras compartíamos una mirada. Ya estaba mentalmente lista para volver.
Mis damas no tardaron mucho en aparecer cargadas con un gran baúl. Todas hicieron una reverencia.
Ni siquiera me acordaba de ellas. Todas mis damas fueron cambadas pocos meses antes de ser enviada a la Tierra, así que tampoco era tan raro.
-Podéis dar sus ropajes a los hombres, si necesitáis ayuda, pedidla- pedí y ellas lo hicieron y Coulson, Fitz y Ward me miraron con una ceja alzada-. Sé que es incómodo- les sonreí-, pero es necesario.
-Está bien- suspiró Coulson y los tres se fueron a sus respectivas habitaciones.
-Vosotras sí que necesitaréis ayuda- les sonreí como disculpándome. La ropa terrana era mucho más cómoda-. Venid dos con cada una de nosotras- les dije a mis damas.
Ellas obedecieron y en lo que me pareció una eternidad ya estábamos todos preparados.
-Por favor- me dijo Fitz separando el aparatoso cuello de la camisa que llevaba con su dedo índice-, dime que en tu planeta no hace calor.
-Mi planeta es unos grados más frío que el planeta Tierra, no te preocupes- le sonreí.
-Os acabaréis acostumbrando- les dijo el Marques.
-Puede que os mareéis un poco, a todo el mundo le pasa la primera vez que hace esto- les dije justo antes de que una luz nos envolviera.
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Al llegar Jemma casi vomita pero se contuvo al ver a gran parte de la corte esperándonos.
Ward dio un par de pasos hacia mí, seguramente para preguntarme algo, pero el Marques le frenó.
-Es la reina, en privado ella os ha otorgado libertades hacia su persona, pero en público habréis de comportaros como si lo fuera.
-Haced lo que hagamos nosotros- les dijo el Condes.
-Marques- le llamé.
Él se adelantó hasta quedar a mi lado.
-¿Sí?, mi señora- me preguntó.
-Caminad a mi lado- le pedí y vi como sus ojos pasaban de la sorpresa a la emoción-. Os lo habéis ganado.
-Gracias, mi señora.
Comenzamos a caminar entre mi pueblo y pude escuchar al Condes mandar callar al equipo hasta que llegamos a un altillo con un trono sobre él.
Un hombre comenzó a hablar en una lengua muerta del planeta (solo la aprendían unos pocos) y me entregó un báculo tras tocar cada uno de mis hombros con él.
Posteriormente yo tuve que arrodillarme con el báculo en mi mano y volviendo a pronunciar algunas palabras en aquella lengua muerta colocó la corona sobre mi cabeza.
Cuando volví a ponerme en pie lo hice como reina.
-Coulson- le llamé y él se adelantó hasta quedar a mi lado-. Te han dado una espada ¿verdad?
-Sí- dijo apartando su capa y mostrándomela.
-Sostenla en alto detrás del trono- le pedí.
El Condes y el Marques abrieron la boca para objetar algo, pero les mandé callar con una mirada.
Coulson hizo lo que le pedí y sostuvo la espada en alto, con el filo apuntando al cielo mientras yo me sentaba de espaldas a él en el trono real.
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-Majestad, no creo que haya sido buena idea poner a un terrano sosteniendo la espada de la justicia- me dijo el Condes una vez estuvimos solos en la sala principal de palacio, donde estaban ubicados los tronos la mayor parte del tiempo.
-Yo sé por qué lo ha hecho- le contesté.
-Estoy seguro de ello, majestad- dijo el Marques-. Pero no conseguimos ver sus motivos.
-Condes, ¿Dónde se suele colocar la espada de la justicia?- le pregunté.
-Frente al portador de la corona, majestad.
-Y dígame, Marques ¿Dónde la he colocado?
-Detrás del trono- me contestó, y pude ver como poco a poco comprendía mis actos.
-Lo entendéis- él sintió-. Pues explicadlo.
-Vos, al poner al terrano detrás vuestra, habéis querido decir que los terranos están sometidos a las leyes y penas de la corona, pero que a su vez, al hacer al terrano portar la espada de la justicia estáis indicando que nos solo están protegidos por las mismas leyes, sino que también por la mismísima corona.
-Exacto- le dije al Marque-, vos mismo me enseñasteis la importancia del simbolismo. Pero se le olvida algo.
-No lo entiendo, mi señora.
-Confío en estos terranos, y tomaré en cuenta sus consejos de la misma forma que tendré en cuenta los vuestros. Pero habéis de saber una cosa muy importante- les dije mientras que subía las escaleras que mantenían los tronos en alto y me senté en el que me correspondía-, tomaré en cuanta vuestros consejos, pero yo soy la reina.
-Nadie duda eso, majestad- dijo el Marques.
-Mi hermano, mi padre y mi abuelo fueron títeres a manos de los nobles. La corona reacia sobre ellos. Yo no seré un títere- dije mirando al Condes, el cual era la única persona de esta sala que siempre había sabido que deseaba reinar sin sentarse en el trono-. Yo reinaré por mi pueblo, no únicamente por los privillejados que habitan estas tierras. Mi reinado velará por igual por el pueblo, los nobles y los soldados. Pienso ser una reina justa para todos.
-Mi reina, ¿me permite irme? He de volver con mi familia- me dijo el Condes, el cual no parecía muy contento.
Simplemente sentí y él salió por la puerta como una flecha.
-¿Va a intentar quitarle poder a la nobleza?- me preguntó el Marques.
-Sé que no va a ser recibidos de buena manera, pero yo no me voy a dejar gobernar. Vos me educaste para ser reina, no una cara bonita sin una pizca de cerebro.
-Mi esposa está deseando veros- me sonrió el Marques. Yo siempre había vivido en su casa, fueron él y su esposa quienes me cuidaron, incluso había sido él el que decidió educarme para ser reina y no la esposa de un rey.
-Yo también tengo ganas de verla, aunque en estos instantes no puedo dejar palacio en estos instantes para ir a verla- le dije con pena.
-Ella lo entiende, está muy orgullosa de vos.
-Iré a verla en cuanto tenga un hueco, lo prometo.
-Eso la llenará de alegría, majestad.
-No me venga con esas, Marques. Vos me recibisteis como a una más cuando yo aun babeaba. En privado déjese de formalidades.
-Sois reina.
-Soy Skye, vuestra cuñada. Gamas me faltó nada en vuestra casa, ni cuidados, ni alimento, ni abrigo y los dioses saben que he recibido más cariño y consejo de vos y vuestra esposa que de mi padre y mi hermano. Os pedí que caminaseis a mi lado, como si fueseis mi propio padre, porque es lo que sois. Os necesito a vos- me giré un momento hacia el equipo, el cual observaba en silencio-, a todos vosotros para recordarme quien soy, por quienes he de luchar y jamás lograreis vuestra misión si comenzáis a tratarme como si fuera superior a vosotros.
