Waazzaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!
Pues he aquí el nuevo proyecto en el que me vi involucrado luego de que andaba bien al pedo hahahahahaha Entonces, me fui a dar una vuelta por "Retos a la Carta" y hacía ya mucho tiempo que no escribía nada allí, así que le dije a Mely: "Che, escogéte una tabla y la hago" y que escoge la de los Dioses Olímpicos. Aaahh!! Me la puso difícil, al principio no se me ocurría nada, pero puego la Musa vino, en una visita expres y me dio la idea. Así la desarrollé y ojalá les guste. La historia consta de once capítulos y cada uno de ellos versará de un dios diferente.
Enjoy.
Disclaimer: Sakura Kasugano es propiedad de Capcom y es mía en fantasías. La utilizo en esta historia sin fines de lucro y con el debido respeto.
Sakura y los Dioses
Capítulo Primero
(Hermes)
La tierra se abrió.
Y el cielo también.
El mundo permaneció dividido delante de Sakura. Ella se quedó petrificada. Recordaba haber escuchado de fallas en algunos puntos del mundo, donde las placas tectónicas se conectaban unas con otras. También había escuchado de los agujeros en la capa de ozono, pero aquello delante de ella no era ni lo uno ni lo otro.
El espacio entre las mitades del mundo era de más o menos tres metros. La arena cerca del abismo, aparecido por obra de alguna divinidad aburrida y enferma, no caía por el borde, se mantenía al igual que el mar a la izquierda Sakura. Las olas espumosas seguían llegando a la playa, empapando los pies de quienes se atrevían a caminar cerca del mar.
Sakura miró hacia el cielo azul. Su mirada acompañó a una gaviota que planeaba en la corriente de aire desde el este, dirigiéndose hacia la franja que había partido en dos al cielo. Sakura quiso gritarle para que se detuviera, para que diera la vuelta y no fuera absorbida por el agujero en el mundo.
No lo hizo, no pudo hacerlo. Su cerebro estaba demasiado ocupado intentando no volverse loco por la impresión del mundo dividido.
La gaviota llegó a la franja del cielo y desapareció, apareciendo de inmediato al otro lado, como si la franja no estuviera ahí.
Hasta ese momento, Sakura se percató de que nadie más en la playa había notado la división del mundo, sólo ella.
¿Qué significaba eso?
Tal vez estaba demasiado ebria y estaba alucinando.
No, claro que no. No había tomado alcohol en por lo menos seis meses.
Estaba volviéndose loca entonces. Los golpes de las peleas pasadas le habían provocado, al fin, un daño cerebral irreparable.
Pero hacía mucho que no peleaba. Desde que había ingresado a la universidad toda la emoción de las peleas y las causas justas, se habían terminado.
Pero entonces, ¿qué era?
"Ven, Sakura."
¿Podría ser que estuviera dormida?
"Sakura. Ven, Sakura."
Tal vez fuera eso. Se había quedado dormida, vencida por el cansancio en medio de su búsqueda y ahora estaba soñando con la Franja. El sol debería estarla cocinando y eso explicaría el zumbido en su cabeza. ¿La voz que la llamaba? Alguien que intentaba despertarla.
"Ven, Sakura."
Eran palabras muy extrañas para intentar despertarla. Aun así, Sakura no podía despertar. Estaba demasiado cansada y preocupada para querer o intentar despertarse.
Sin embargo, todo parecía muy real. Sentía el viento pegándole la ropa al cuerpo y alborotando sus cabellos cortos. La Franja, a pesar de ser algo imposible, tenía algo de real que le provocaba escalofríos.
"Ven ya, Sakura."
Oponiéndose a la voz de su razón, la cual chillaba dentro de su cabeza para que se alejara de allí, Sakura caminó hacia la Franja. Estaba segura de que le pasaría lo mismo que a la gaviota.
A un paso de introducirse en la Franja, dudó por una milésima de segundo. Su razón gritó enloquecida. Sakura no se detuvo y cayó hacia el cielo.
Viajó por un túnel lleno de olores nuevos, todos ellos desconocidos y exquisitos; dulces, agrios y salados como el mar. Su boca se llenó de todos ellos y los ojos le indicaban que los colores que miraba tendrían texturas fascinantes. La piel probó un sinfín de colores brillantes y oscuros, colores que atravesaban su cuerpo con una calidez y una frialdad indescriptible. Su cerebro fue bombardeado por todos estos impulsos sin sentido y no lo soportó.
Sakura se desmayó.
Cuando despertó, era de noche. Estaba recostada en la suave frescura de un césped como de seda. Tan delicado como los pétalos de una rosa. Se incorporó un poco, mirando alrededor. La cabeza le dolía y su vista era borrosa, con el tiempo se ajustaría. Estaba en un claro que brillaba por el rocío bañado de plateada luz de luna, una luna enorme que no tenía mares oscuros y cráteres con forma de conejo. Era una luna que casi no tenía cicatrices del impacto de meteoritos en su rostro pálido. Alrededor de la luna, por todo el cielo, había estrellas muy brillantes; azules, rojas, amarillas y blancas. Sakura no pudo reconocer ninguna de las constelaciones. Ni siquiera a Orión, que era la más fácil de localizar.
Se puso de pie, mirando alrededor. Los árboles que rodeaban el claro también eran desconocidos para ella. Lo único que se le hacía familiar era la oscuridad del cosmos y los dientes de león esparcidos por el claro que se mecían con la brisa.
- No te asustes -le dijo una voz tranquila y suave que llegó desde todas partes. Sakura sintió que las piernas le temblaron al escucharla. Era una voz… fascinante, hermosa. Divina-. En este lugar estás a salvo.
- ¿Quién eres? -preguntó Sakura mirando a todas partes-. ¡Muéstrate!
Como respuesta, la brisa se detuvo. Los dientes de león apuntaron hacia las estrellas y el silencio provocó un zumbido en los oídos de Sakura. Escuchó pasos detrás de ella. Se giró levantando los puños, lista y dispuesta a pelear de nuevo.
- Cálmate -le dijo el hombre. Calzaba guaraches y llevaba un pantalón de algodón blanco. En la mano derecha llevaba un largo bastón y en la izquierda una cantimplora. Tenía el musculoso torso desnudo y su cabeza era protegida por un sombrero de paja. Cuando Sakura le miró el rostro, se supo enamorada de él. Su corazón, junto con su razón, había sido arrebatado por las facciones suaves y hermosas de aquel hombre que se presentaba ante ella como una visión de un paraíso que ella no merecía-. No voy a hacerte daño y no es a mí a quien buscas.
Sakura bajó los brazos. La belleza de aquel hombre la había dejado completamente desprotegida.
- ¿Quién eres? -volvió a preguntarle, intentando recuperarse y mantenerse alerta. No lo consiguió, al menos no del todo.
- Yo soy Hermes -dijo el hombre abriendo los brazos como si quisiera que Sakura corriera hacia él para abrazarlo-. Dios de las fronteras.
- ¡Claro! -dijo Sakura, intentando no lanzarse contra él para amarlo en medio de aquel claro. Logró contenerse y recuperar un poco de su sentido común. Se cruzó de brazos y colocó el peso del cuerpo sobre un pie-. Y yo soy la virgen María.
- No, tú eres Sakura Kasugano.
- ¿Quién te lo dijo?
- No necesito de nadie para saber las cosas. Soy un dios.
- Claro, ¿cómo no se me ocurrió? -dijo Sakura dándose una palmada en la frente-. Si eres un dios, entonces…
- Kei -interrumpió Hermes con voz tranquila-. Cuando te traje aquí, estabas buscando a tu amiga Kei.
Sakura se puso tensa. A lo mejor el tipo no era un dios, pero sabía de Kei y con eso se había ganado toda su atención.
- ¿Sabes dónde está? -preguntó.
- Por supuesto que lo sé.
- Dime.
- No puedo hacerlo, te he ayudado demasiado al traerte aquí. No quiero meterme en problemas.
Sakura lo miró con una ceja arqueada.
- No comprendo. ¿Por qué me ayudaste entonces?
- Nosotros los dioses somos inmortales hasta cierto punto -explicó Hermes-. Lo único que necesitamos es que alguien tenga fe en nosotros. Si nuestros nombres son olvidados, entonces morimos.
Sakura guardó silencio, razonando las palabras de Hermes. "No fe, no dios", lo resumía todo.
- Entonces -dijo Sakura-. Me ayudaste a llegar aquí… ¿para no morir?
- Exacto. -replicó Hermes sonriendo. Al verlo, Sakura dio un paso hacia atrás sin darse cuenta. La sonrisa del dios la cautivó por completo y supo que ahora ya podía morir en paz. Nada le hacía falta.
- ¿Qué lugar es este? -preguntó Sakura luchando consigo misma para apartar la mirada de la radiante sonrisa de Hermes.
- Es un lugar sagrado -dijo Hermes-. Es en este mundo donde los dioses vivimos.
- ¿Moriré por estar aquí?
- Tal vez.
Sakura se estremeció. Hermes no era de los que se andan con rodeos, ¿eh?
- ¿Cómo voy a encontrar a Kei? -preguntó mirando alrededor.
- Busca a Prometeo. Al parecer no entiende la lección por más que sea castigado y tal vez te ayude.
- ¿Dónde está?
- En el Inframundo -respondió Hermes. Sakura sintió un temblor recorriéndole todo el cuerpo-. Ve hacia el sur -indicó Hermes señalando con su bastón-. Debes tener mucho cuidado, no todos los dioses son tan bondadosos con los humanos.
- Bueno, muchas gracias. -dijo Sakura emprendiendo el camino hacia el sur.
- Espera -la llamó Hermes, acercándose a ella-. Llévate esto -le dijo extendiéndole la cantimplora. Sakura la tomó dándole las gracias-. Ve con cuidado. -le advirtió otra vez.
- Claro que sí -sonrió Sakura-. Ahora ya tengo un dios que me acompaña. -le dijo guiñándole un ojo y echó a correr.
Hermes la vio partir con una sonrisa en los labios, sintiendo que ahora ya podía morir en paz.
1743hrs
28/12/09
**Dedicado especialmente a mi Maldita Zely**
«-( H.S )-»™
