Disclaimer: H.P. no me pertenece. Le pertenece a J.K Rowling


Ser un Slytherin

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Tienes que decidir

si te quieres enamorar del presente,

o si te vas a ir con mi pasado.

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Aunque se suponía que Draco había aceptado su lugar en la nueva historia, el día que había sido liberado de su contrato y los juicios después de la guerra se había terminado, se sintió extraño. Para empezar, por alguna extraña razón, Potter había atestiguado en su favor y en el de su madre, por lo que el castigo de Draco por participar en esa guerra se redujo a terminar sus estudios en Hogwarts y ayudar en su reparaciones. Además de una cantidad enorme de dinero como compensación a los daños a las familias y al Ministerio. Tenía que estar bajo ordenes de la nueva directora y no podía meterse en ningún problema, a costa de pasar su arresto domiciliario en Malfoy Manor durante dos años; pero al menos, McGonagall le dejaba salir a Hogsmade y hacer su vida normal, o lo más normal que podías cuando habías sobrevivido por segunda vez a Voldemort.

Otra razón por la que se sintió extraño era porque después de siete años no tenía que lidear con ningún trabajo extra o meta en la vida que le mantuvieran enfocado en algo, sino que estaba a la deriva por primera vez y podía relajarse. No tenía que perseguir a nadie para asegurarse que estaba bien, y tenía solo el estrés de los exámenes, lo que lo hacía sentirse como un estudiante más en esa escuela.

Además, por alguna razón, a un mes de terminar su contrato, después de ese día en Hogsmade en el que descubrió a Potter mirándole a lo lejos, éste había dejado de mirarlo con ojos desconfiados y le miraba como si Draco fuese algún desconocido.

Cada vez que sentía que alguien lo estaba mirando, ese alguien era Potter. Mientras leía, mientras desayunaba, hacia sus pociones, o lanzaba encantamientos, la mirada de Potter estaba sobre él, así que Draco se alejaba de él rápidamente, porque estaba seguro de que acercarse a él era la forma más rápida de faltar a su condición de mantener un perfil bajo.

Fue un día, después de haber salido de pociones, que el moreno se separó de sus amigos y corrió hacia él, que Draco no pudo evitar recordar aquellas veces que Harry, su Harry, era quien salía completamente solo de las aulas y Draco lo alcanzaba, llamándolo ... que se detuvo inmediatamente y esperó. Como lo había hecho cuando Harry lo llamaba después de clases.

En aquellos tiempos, a pesar que todos los gryffindors veían con desagrado la escena, Draco resplandecía y sonreía, porque el chico frente a él le gustaba y con solo verlo, su corazón de león se alegraba.

Ahora, Draco ya no sonreía así.

No creía poder volver a hacerlo.

-Potter-exclamó tranquilamente al verlo pararse frente a él, y Potter hizo el mismo gesto que hacía Harry como meciéndose ligeramente cuando estaba nervioso. Solo que, para su sorpresa éste Potter se sonrojó y jugó con su cabello evadiendo su mirada. El otro Potter, Harry, rara vez se sonrojaba en público. Draco tenía que esforzarse mucho para ver sus mejillas rosadas y recibir abrazos cariñosos. El otro Potter, Harry, era calmado, serio... no gritaba para nada a menos que estuviera muy enojado. O desesperado... como cuando vio a Draco frente al Lord. Era tan cerrado que al mostrar solo sus expresiones a él, lo hacía sentirse único en el mundo.

-Malfoy-exclamó mirándolo tímidamente y el corazón de Draco dolió al mirar esos ojos verdes, porque su corazón y sus sentidos estaban jugando con él y le hacían creer que Potter tenía esa mirada de cariño en él. Sus ojos se humedecieron con rapidez y, jadeando, el rubio se limpió con la manga de su túnica y abrazó sus libros, bajando la mirada. -¡Draco!-exclamó con fuerza Potter al verlo reaccionar así- ¿estás bien?

Draco no respondió. En cambio, empezó a caminar rápidamente y se ocultó en el salón más cercano.

Ya no era un gryffindor, sino un slytherin, se repitió.

Y ese no era Harry, el slytherin, era Potter, el gryffindor.

Draco ya no era valiente, optimista y testarudo.

Él era un slytherin, podía controlarse a sí mismo. Era ambicioso, calculador y astuto.

Por supuesto, decirlo, era más fácil que hacerlo.

No había nada de astucia en seguir enamorado de alguien que no estaba enamorado de ti.