¡Hola a todos!

Esta será una serie de historias independientes dedicadas a Natsu y Lucy. Cada capítulo explorará el lado más desconocido o inusual de uno de los dos.

Los capítulos se irán turnando. En este mostraré una faceta desconocida de Natsu, y en el otro una de Lucy. Y así sucesivamente. Y es que, como digo en el resumen, nunca dejamos de aprender cosas nuevas de la gente que conocemos.

Natsu y Lucy no deben ser la excepción ¿cierto?

¡Espero que les guste! ^^


1

El Lector

Si había algo que Lucy podía afirmar de Natsu, es que este no era precisamente un intelectual. No había que ser un genio para darse cuenta de que los libros y el mago de fuego eran una combinación imposible, por no decir terrorífica. Y la relación de Natsu con los libros no se había vuelto precisamente mejor desde que este había conocido a Lucy.

¿La razón? Pues el mismo Natsu se la había insinuado en una ocasión.

-¡Luuuucy! ¡Siempre estás leyendo y nunca juegas conmigo!- se quejó el muchacho frunciendo el ceño y cruzándose de brazos. Lucy se volteó para mirarle con las cejas alzadas.

-Entonces vete a tu casa.

Natsu le ofreció su característica sonrisa canina.

-¡No quiero!

-¡Pues entonces te aguantas y me dejas leer!

Natsu hizo una mueca y, resoplando, se dejó caer sobre la cama mullida de su compañera. ¿Qué había de especial en los libros? No podían comerse, no se movían y tampoco se podía luchar contra ellos. Las pocas veces en que había cogido uno cuando había estado sumamente aburrido en la Alianza se había quedado inmediatamente dormido. De hecho, durante un tiempo el maestro incluso le había prohibido acercarse a la biblioteca del gremio tras quemar una estantería completa de forma accidental cuando tenía trece años.

Volteó la cabeza y se quedó observando la espalda de su compañera. Natsu suspiró. Lo cierto es que su aversión por los libros se había originado después de tener que sufrir las lecciones de Erza, cuando esta le enseñó a leer y escribir correctamente. Probablemente esos fueran los tres días más atroces de su vida. Natsu se estremeció al recordarlo.

Nope. Nunca volvería a tener una experiencia similar.

Mientras más alejado se mantuviera de los libros, mucho mejor. El fuego y el papel nunca podrían hacer buena combinación. Natsu cerró los ojos y, bostezando como un felino, se acurrucó en la cama de su compañera, cerró los ojos y se puso a dormir.


Cuando Natsu despertó, la luz anaranjada de un atardecer otoñal se deslizaba desde la ventana, derramándose cálidamente sobre la alfombra de la habitación. Natsu se incorporó, restregándose los ojos, y murmuró:

-Lucy, tengo hambre.

Pero su compañera no estaba por ninguna parte.

Parpadeando sorprendido, Natsu se levantó de la cama y se dio cuenta de que Lucy había dejado una nota sobre su escritorio. Natsu la leyó:

Natsu, salí a comprar unas cosas. Volveré en tres horas. Si quieres puedes tomar una ducha ¡Pero no rompas ni quemes nada o le diré a Erza que te de una paliza!

El muchacho se estremeció. Aquella amenaza era suficiente para disuadirlo de hacer cualquier tontería. Mientras se preguntaba cómo le estaría yendo a Happy en aquella misión que tomó junto a Wendy y Charle, Natsu se puso a pasear por el departamento de su amiga, aburrido.

Volvió nuevamente a la habitación y sus agudos ojos repararon inmediatamente en un cajón entreabierto. Muerto de curiosidad –y con una sonrisa maliciosa- se agachó para abrirlo. Sin embargo, el cajón no contenía ropa interior sexy, sino un montón de carpetas rosadas en las que Lucy había escrito títulos con plumón negro. Natsu eligió una al azar y leyó:

''La Doncella y el Dragón''

Motivado por la palabra "dragón", Natsu se sentó y abrió la carpeta. Era un folio de varias hojas escritas a mano, con letra pequeña, pero legible. Natsu sonrió. La letra de Lucy era muy hermosa. La suya, por el contrario, siempre había sido un desastre.

Sus ojos volvieron a posarse sobre el cajón repleto de carpetas, meditabundo.

-Así que estas son las historias que ha escrito Lucy ¿eh?- murmuró, sonriendo.

Muchas veces, Natsu le había pedido a su amiga que le leyera una de sus historias, pero esta siempre se había negado, poniendo mil y una escusas. El muchacho nunca había insistido demasiado porque, al fin y al cabo, no tenía demasiada paciencia con la literatura.

Pero aquellas eran las historias escritas por Lucy.

Y Natsu no podía dejar de tener curiosidad.

Así que, como no tenía otra cosa mejor que hacer, Natsu se recostó en la cama y se puso a leer. Rápidamente, y sin que él mismo se diera cuenta, el muchacho había caído dentro de la historia sin remedio.

Trataba sobre una rebelde princesa que, tras intentar huir del palacio en el que no se sentía amada ni feliz, fue castigada por su padre a permanecer en un antiguo castillo hasta que cumpliera dieciocho años, edad en la que su padre la comprometería con un pretendiente. Para que la princesa no se atreviera a escapar del castillo, este era custodiado por un temible dragón rojo. Al principio, la princesa se había lamentado de su desdicha, pero pronto descubrió que el dragón no era una criatura malvada y despiadada (aunque sí un poco pueril y destructivo)

Así, la princesa y el dragón de inmediato se hicieron amigos.

Un día, la princesa le confesó al dragón que no quería volver donde su padre el rey, por lo que este le ofreció sacarla de allí y huir lejos, a una tierra mágica llamada El Valle de las Hadas, de donde él provenía. La princesa aceptó y el dragón se la llevó. Durante el viaje, ambos vivieron divertidas y peligrosas aventuras. Cuando llegaron finalmente al Valle de las Hadas, la princesa besó al dragón y este se transformó en un apuesto príncipe de cabello color salmón. El príncipe le reveló que había estado bajo una maldición y que solo podría recobrar su forma humana si era besado por una mujer que le amara y no le juzgara por su temible apariencia.

Los minutos y las horas se deslizaron como un espejismo y, justo cuando Natsu acabó de leer, el muchacho alzó la vista y su nariz se crispó. ¡Lucy regresaba! Sobresaltado, el mago de fuego se apresuró a guardar la carpeta con la historia dentro del cajón. No quería tener que enfrentar la ira de su compañera si esta le pillaba leyendo sus cosas. Sin embargo, no pudo aguantar el impulso de sacar otra historia y guardársela en el interior de la chaqueta.

Justo cuando Natsu acabó de cerrar su cremallera, Lucy entró al departamento, cargando un montón de bolsas. Natsu la saludó un tanto tenso, con una nerviosa sonrisa:

-¡Hola, Lucy! ¿Te divertiste? ¿Quieres… quieres que te ayude a llevar las bolsas?

Lucy lo miró sorprendida. ¿Desde cuándo Natsu era tan amable con ella? La muchacha entornó los ojos.

-Natsu ¿qué has hecho?

-¡Nada!

-Mientes.

-¡De verdad! Yo… acabo de terminar de lee… de levantarme. ¡Hahaha!

La rubia comenzó a inspeccionar el departamento, y al no encontrar nada extraño, soltó una risita y Natsu suspiró ligeramente.

-Pues sí, todo está en orden. Me sorprendes, Natsu... ¿Acaso estás enfermo?- bromeó ella-. Ven, ayúdame a preparar la cena. No te daré de comer si no me ayudas.

Natsu estaba que se moría de hambre, pero no podía estar allí con la carpeta dentro de su ropa. ¡Lucy lo notaría tarde o temprano!

-Tengo que irme.

Lucy lo miró atónita.

-¿No te quejabas antes de que tenías hambre?

-Es que… ¡es que prometí a Happy que lo esperaría con pescado!- mintió Natsu. Joder. Se le daba muy mal mentir. Pero Lucy no pareció sospechar nada. Ella simplemente le sonrió y revolvió su flequillo rosa con cariño. Natsu sintió una sensación curiosa en el estómago. Como si varias polillas revolotearan allí, escupiendo chispas.

Lucy, al darse cuenta de lo que acababa de hacer, se ruborizó y rápidamente se dio vuelta para que Natsu no le viera la cara. El muchacho sonrió y abrió la ventana, encaramándose sobre esta.

-¡Te veré mañana, Lucy!

-¡Usa la puerta!


Esa noche, Happy estuvo a punto de tener un ataque cardíaco cuando vio a Natsu recostado en su hamaca… ¡leyendo! El gato se quedó boquiabierto. Natsu lo miró y lo saludó.

-¡Hey, amigo! ¿Cómo estuvo todo?

-E… estás…

Natsu alzó las cejas, interrogante, y el gato azul lo apuntó temblando:

-¡No eres Natsu! ¡Eres un impostor!

Natsu replicó, echando chispas por la boca:

-¡No soy un impostor!

-¡Pero Natsu no lee!

El mago de fuego se pasó la mano por la nuca y articuló una sonrisa aniñada antes de decirla a su amigo, en tono de confidencia:

-Estoy leyendo una de las historias de Lucy.

Happy se sorprendió:

-¡Wow! ¿Donde las encontraste?

-Las tiene en uno de los cajones de su ropero. Creí que habría ropa interior, pero…

Happy resopló con una risita:

-Natsu, te has vuelto muy pervertido últimamente ¿eh?

Natsu enrojeció.

-¡Yo… yo no soy un pervertido!

-¡Fufufufu!

-¡No me compares con Gray o Loki, maldición!- pataleó Natsu.

-Pero… ¿de verdad las estás leyendo? ¡Wow! Deben ser historias realmente alucinantes si te has puesto a leerlas en serio, Natsu- comentó el gato.

-Pues sí- asintió el mago de fuego. Y añadió, entusiasmado:- De hecho, leí una cuando Lucy me dejó solo en su departamento y fue a comprar. ¡Era una historia increíble, Happy! ¡Y había un dragón rojo y…!

-¿Y había gatos?

-Bueno, no en la otra, pero sí en esta- sonrió Natsu alzando el folio de hojas-. ¿Quieres que la lea en voz alta?

Happy se emocionó:

-¡Aye, sir!


Esa noche y las que siguieron, Natsu leyó las historias de su compañera hasta altas horas de la noche. Cuando las terminaba, el muchacho simplemente se escabullía al departamento de Lucy, sacaba una carpeta al azar y se iba. Algunas eran más largas y le tomaron más noches, pero a Natsu ya no le importaba que extensión tuvieran. Porque, de un momento a otro, las historias de Lucy se convirtieron en una especie de adicción, como el fuego o las peleas en el gremio.

Natsu nunca habría pensado que leer realmente pudiera ser divertido. ¡Siempre había creído que los libros solo eran para tipos aburridos y demasiado inteligentes! Pero lo cierto es que el estilo narrativo de Lucy era muy atrapante y fácil de seguir.

Además, su amiga nunca escribía una historia parecida. Algunas eran de misterio, otras de aventuras y algunas de romance. Esas últimas habían hecho ruborizarse a Natsu en algunas ocasiones, abriendo ante sus ojos un mundo nuevo que desconocía. ¿Por qué Igneel nunca le había enseñado esas cosas?

En una ocasión, Natsu se había topado con un relato en el que él era el protagonista, lo que infló bastante su ego.

-Pareces más contento de lo común- comentó Lucy un día, mientras estaban compartiendo un rato libre en el gremio.

-¿Ah?

Lucy sonrió.

-¿Tuviste una buena pesca hoy en la mañana?

-Mmm, pues no. En realidad no pesqué nada. Happy estaba muy decepcionado- admitió Natsu.

-Porque eres un inútil, cerebro de flama- se burló Gray.

Natsu saltó de su asiento:

-¡A ti quien te metió en la conversación, princesa de hielo!

Gray esquivó su puñetazo, agachándose y sonriendo sardónico. Natsu escupió fuego:

-¡Ven aquí, Gray, maldito pusilánime!

Varios se giraron hacia Natsu con los ojos muy abiertos. Incluso Gray lo miró sorprendido, lo que le hizo bajar la guardia y recibir un puñetazo en la nariz. Levy, que había alzado la vista de uno de sus libros, le preguntó a Natsu estupefacta:

-¿Dijiste pusilánime?

Natsu la miró parpadeando, y sin comprender por qué todos lo miraban como si le hubieran salido tres colas, asintió. Lucy farfulló:

-¿ conoces esa palabra?

Natsu se cruzó de brazos.

-¡Por supuesto! ¿Cuál es el problema?

Lucy y Levy se miraron perplejas.

-¿Quién eres y qué has hecho con Natsu Dragneel?- se rió Macao, y todos se sumaron a las risas. Sin entender aun cual era el chiste, Natsu hizo una mueca y se sentó a la barra, enfurruñado.


Una tarde, mientras Natsu estaba en el gremio enseñándole a Romeo a hacer bromas con fuego, Lucy entró al Gremio con una mirada de muerte. Todos se tensaron. La maga celestial podía llegar a ser tan aterradora como Erza cuando se enfadaba, y al ver a quien estaba dirigida aquella furia, muchos se sintieron mal por Natsu.

Lentamente, los hombres que estaban cerca del mago de fuego empezaron a alejarse. Incluso Romeo se acobardó y Happy, sin preámbulos, emprendió la huida.

La rubia se plantó ante Natsu. El muchacho farfulló:

-L-lucy ¿te… te pasa algo?

Ella lo agarró del brazo y empezó a arrastrarlo a un sitio donde pudieran estar a solas. Varios ojos siguieron a la pareja entre divertidos y compasivos. Una vez que estuvieron en el patio trasero del gremio, donde estaban las piscinas, Lucy preguntó con una suave voz que estremeció a Natsu.

-¿Tú tomaste los escritos que tenía en mi cajón?

Natsu tragó saliva. ¡Mierda!

-S-sí, pero…

Lucy estalló:

-¡Lo sabía! ¡AHHG! ¡Esas eran todas mis historias, Natsu! ¿Sabes cuánto tiempo les dediqué? ¿Cómo es posible que no puedas tocar nada sin tener que destruirlo?

Natsu comprendió entonces que Lucy debía pensar que las había quemado. Intentó explicarle que en realidad las tenía en su casa, pero la rubia estaba fuera de sí.

-¡ERES HORRIBLE, NATSU! ¿Cómo pudiste?

Natsu se horrorizó al ver que Lucy estaba llorando.

-¡Lucy, yo…!

-¡NO! ¡No quiero escucharte! ¡No quiero verte ahora, Natsu Dragneel!

Dicho esto, la rubia dio media vuelta y echó a correr. Natsu estaba en shock. Sin embargo, una sensación de culpa y dolor envolvió su pecho. Sintiendo la garganta oprimida, Natsu salió del gremio ignorando las miradas interrogantes de sus compañeros.

"Maldición. Ahora Lucy me odia" pensó mientras caminaba hacia su casa. En algún momento, sintió el peso ligero de Happy sobre su hombro.

-Natsu…- murmuró el gato-. No me gusta verte triste.

El muchacho no se había percatado de que las esquinas de sus ojos se habían llenado de lágrimas. Se las secó rápidamente y suspiró, angustiado.

-No debí tomar sus historias- murmuró, bajando la vista.

-¿Y si vas a devolvérselas?- sugirió Happy.

-Lucy dijo que no quiere verme. Yo… no me atrevo a ir ahora. Ella piensa que las quemé.

-Bueno, a nadie le extrañaría.

-Eso no me levanta el ánimo ¿sabes?


Al día siguiente, Lucy no asistió al gremio. Natsu la esperó hasta que las puertas se cerraron y Mirajane tuvo que echarlo. Ninguno de sus amigos sabía qué había hecho Natsu para enfadar tanto a Lucy, pero el mago de fuego tuvo un día fatal al tener que aguantar las miradas escalofriantes de Erza.

-¡Natsu! ¿Qué le hiciste?- exigió la pelirroja apuntándolo con una lanza.

-Y-yo… yo…- tartamudeó Natsu, con el rostro pálido.

Para su fortuna –y salud física- Mirajane intervino.

-Déjalo, Erza. Ya lo está pasando mal ¿no lo ves?

Erza exhaló un profundo suspiro y dijo:

-Sea lo que sea que hayas hecho, Natsu, tienes que pedirle disculpas a Lucy. Si no lo haces te arrancaré los ojos y la lengua ¿entendido?

Natsu se estremeció.

-¡Aye, señora!


Cuando Lucy entró al gremio el tercer día, vio a Natsu sentado desde una mesa. Se le veía pálido y temeroso. Ella intentó ignorarlo y hacer como que no había reparado en su presencia, pero Natsu le cortó el paso. Lucy iba a gritarle que la dejara en paz, pero se congeló al ver lo que su amigo llevaba en sus brazos.

Una enorme pila de carpetas rosadas.

La muchacha abrió mucho los ojos.

-Lamento haber sacado tus historias sin pedirte permiso, Lucy- dijo Natsu en tono solemne-. Pero… pero no me arrepiento de haberlas leído. Yo solo…

-¿Tú qué?- murmuró Lucy.

-¿Eh?

-¿Las… leíste?

Natsu asintió, un tanto avergonzado. Cerca de ellos, los miembros del gremio que observaban disimuladamente también expresaron reacciones de sorpresa. Levy se llevó la mano a la boca, abriendo mucho los ojos.

Lucy, de pronto, parecía haber olvidado como pronunciar las palabras.

Natsu añadió rápidamente:

-¡No podía dejar de leerlas, Lucy! ¡Eran increíbles! ¡Tú… tú eres increíble!- Natsu sonrió entonces-. Mi favorita es Los Laberintos de La Magia, pero también me gustó mucho La Campesina y el Dragón… ¿o era la princesa?... ¡mierda, olvidé cómo…!

Natsu sintió de pronto que unos brazos lo estrechaban con fuerza, lo que le hizo interrumpirse y soltar las carpetas. Ambos cayeron sentados en medio de un montón de folios desperdigados, pero a Lucy no parecía importarle. Ella… ¿estaba llorando? Natsu se horrorizó y agitó los brazos frenéticamente.

-¡Ah, Lucy… no llores…!

Sin embargo, Lucy lo miró esbozando una radiante sonrisa.

-¡Tú las leíste! ¡Las leíste de verdad!- exclamó ella sin dejar de derramar lágrimas-. ¡Yo… estoy tan feliz!

-¿Lucy…?

Ella se secó las lágrimas, sin dejar de sollozar y sonreír a la vez. Natsu estaba perplejo.

-Siempre… siempre creí que odiabas leer… pero tú leíste lo que yo escribí. Aparte de Levy, nunca nadie me había dicho que le gustan las historias que escribo.

-Yo...

-¡Lamento mucho haberme enojado contigo! ¡Por favor, perdóname! ¡Debí haberte escuchado!

Natsu sintió como su un enorme peso hubiera sido levantado de sus hombros.

-Con una condición- dijo el muchacho esbozando una sonrisa pícara.

-¿Cuál?

-De ahora en adelante, quiero leer todas las historias que escribas.

Lucy asintió, sonrió y, sin importarle que todos los estuvieran observando, volvió a abrazar a su compañero, quien se ruborizó ligeramente. Happy ronroneó:

-¡Se guuuuuustan!


Me encantaría saber sus opiniones :)