N/A:
Sorpresa! Otra historia para mi lista, xDD Esta es muy especial para mi, por que es de una novela que ando escribiendo, así que se PROHÍBE el plagio, ya que dentro de poco tendrá CopyRight :p (obviamente con personajes diferentes, xD) Hay varias cosas que quiero mencionar antes de permitirles que disfruten de este fic:
1. No me he cambiado al IR xDD Sé que muchos se sorprendieron por mi publicación a dicho fandom, pero soy una escritora que le gustan los retos, escribir cosas diferentes (como este fic) y decidí hacerlo. No creo que vuelva a escribir, al menos no por ahora, de ese fandom, pero NO me cambien de fandom, xDD
2. Este fic es TOTALMENTE diferente a mi estilo de escritura. Suelo escribir en narración de la 3ra persona, pero me encanta escribir en 1era persona cuando el personaje es tan badass como lo es Hime en este fic. Los personajes tontos, delicados y muy dulces me joden escribirlos en 1era persona, así que suelo irme por la narración xD
3. No abra romance por los primero capítulos. Si buscan un fic chessy y todo color de rosa, este no lo es. Orihime ni siquiera está enamorada de Ichigo al comienzo (sí, es IH). La temática es apocaliptica, asi que no esperen a Orihime siendo buena y dulce.
4. Es un fic AU y contiene un sinfín de OOC. Orihime tiene ciertos partes en su personalidad que le recuerdan al manga, pero es casi inexistente. Es una chica que ha vivido una vida dura y ha ido cambiando poco a poco.
5. Por último, es un fic catalogado M no por contenido sexual, sino por el contenido violente y de palabras fuertes. Otra cosa, todos los capítulos serán largos :p y esto es dedicado para una competencia en la comunidad de autores de fanfiction en Facebook. Si ellos no hubieran creado tal evento, jamas hubiese subido este fic (=
DISCLAIMER:
Bleach NO me pertenece, es propiedad de Tite Kubo. (por fin podré decirlo!) Esta historia SI es de mi completa propiedad. TODO es mío, incluso la nueva personalidad de Hime, así que cero Plagio, tampoco se podrán realizar adaptaciones, etc...
Disfruten ;)
DAYS LIKE THIS
Por Killerqueen04
CAP I: THE VERY BEGINNING
Sin duda alguna, este es uno de los peores días de mi vida. Aunque… creo que todos mis días son malos, ¿Qué más se puede esperar de un mundo repleto de cadáveres ambulantes, que te persiguen con deseos de masticar tú preciosa carne? Urgh, nada es peor que eso.
Déjame contarles algo, cuando yo era pequeña, siempre soñaba con el día en que los cadáveres resucitarían y vendrían a matar a las personas. Mi hermano mayor siempre se reía con eso, sin mencionar a mi grupo de amigos. "¿Muertos que caminan?, ¡Joder, cría, que tú imaginación no deja de sorprendernos!" solía decir Sora, mi hermano mayor. Y en cierta parte tenía razón, ¿muertos que caminan y matan? ¡Por favor!
Ojalá pudiera decir lo mismo ahora. Y ojalá encontrara a mis amigos y a mi hermano, para decirles que mi sueños tenían razón… probablemente puedo ver el futuro o alguna de esas mierdas que decían en la televisión.
De hecho, ahora mismo tengo una visión. Sí, estaré en mi casa, saboreándome el último paquete de oreos que encontré en el desmantelado, horriblemente oloroso y abandonado supermercado. ¡Ahh, como saborearé esas malditas oreos que casi me cuestan la vida! Casi estuve a punto de morir en medio de ese estúpido supermercado por un descuido mío.
La primera regla general para sobrevivir, ¡nunca te descuides! Ellos quizás no son rápidos, tampoco son inteligentes y mucho menos saben saltar cercas, pero sí pueden tomarte desprevenido. El problema, además de un ataque descuidado que puede acabar con tú vida, es que ellos andan en su mayoría en grupos masivos. Es muy raro encontrar uno solo. No sé si es que aun siendo esas asquerosas cosas les queda el rasgo humano de socialización, (joder, ni siquiera hablan) pero la cosa es que todas las veces en las que me he tenido que enfrentar a ellos (o salir corriendo como alma que lleva el diablo) pues andan en grupos de cinco a grupos de cincuenta.
Créeme, no es nada gracioso encontrarse con cincuenta de esas cosas.
La cosa es que hoy fui al supermercado que está a unos treinta minutos de mi casa. Los supermercados que están cerca de mi hogar ya están desbastados, los pocos sobrevivientes se llevaron todo lo que encontraron a los llamados 'puntos seguros'. Aunque creo que el nombre de 'seguro' no le cae, teniendo en cuenta de que fueron los primeros en caer en medio de este cataclismo. Verán, los caminantes son atraídos por el olor a carne fresca y por los ruidos que hacen sus presas. Sí, has acertado, nosotros somos sus presas. Y como es de suponerse, un lugar repleto de personas histéricas provocando tanto ruido que puede escucharse hasta la China, pues las probabilidades de atraer caminantes son de mil a cero, a favor de los caminantes.
Y eso fue lo que ocurrió. Una noche (creo que fue la segunda desde que montaron el campamento 'Punto Seguro') llegaron un centenar de esas hambrientas cosas. Yo ni siquiera sé de donde salieron tantos, pero la cosa fue que llegaron y acabaron con todo. Esa noche, yo me resguardé en el baño del segundo piso de mi casa (luego de haber cerrado las puertas y las ventanas) junto a Tsubaki, mi leal y a veces demasiado amargado perro. Nunca podré olvidar el ruido de las balas en medio de la noche, tampoco los gritos de agonía y desesperación… parecía el infierno desatado en la tierra.
Y prácticamente lo es.
Yo no fui al 'punto seguro' gracias a mi hermano Sora. Yo, teniendo solo diecisiete años en aquel entonces (cumplí los dieciocho hace un mes) pues pensaba que lo mejor, ante una emergencia mundial como esa, era irme con el resto de mis vecinos. Mi hermano es científico, así que él fue enviado a buscar dos semanas antes del cataclismo por la ONU. Según me dijo por teléfono, la ONU había mandado a buscar a todos los científicos del mundo, en una movida desesperada de detener lo que había surgido en una central radioactiva en Rusia.
Lamentablemente ellos no pudieron hacer nada. El virus se había dispersado y al final…
…al final hubo caos, muertes, sangre y más muertes.
"Orihime, escúchame" aun recuerdo la voz de mi hermano. A pesar de que no le estaba viendo, yo podía sentir que él estaba nervioso. Lo imaginaba con sus ojos grises llenos de preocupación, mientras que sus dedos se enredaban en el cable que conecta el teléfono a la línea eléctrica. Siempre que lo llamaba un cobrador o él iba a comunicar algo difícil o preocupante por vía telefónica, él hacía lo mismo. "Van a ordenar a que todos los civiles vayan a un campamento llamado 'Punto Seguro'. No vayas" no era una súplica, tampoco era un consejo. Mi hermano me estaba ordenando a no ir a ese campamento.
"Pero Sora, todos los vecinos están diciendo que es lo mejor que se puede hacer. Nadie sabe lo que ocurre con ese virus. Hermano, dicen que es parecido al virus del A1H1N1* pero nadie está seguro. Hoy cuando tomé el tren para regresar a casa, vi como sacaban a un muchacho por comenzar a toser de manera escandalosa." Ahh, yo siempre fui tan inocente. Claro, no tenía idea de que una explosión radiactiva en una central de Rusia podía provocar el fin de la humanidad. Una chica de diecisiete años no piensa en eso. Pensamos en cuando tenemos examen o cuando es el próximo concierto de nuestro artista predilecto. También pensamos en chicos. Nada más.
Mi hermano chasqueó la lengua. "No le hagas caso a nadie, Orihime. Esto…" no sé si había sido mi imaginación o algo por el estilo, pero yo podía jurar que mi hermano estaba conteniendo las ganas de gritar y llorar. A pesar de que soy menor que él (sólo por ocho años) yo le conozco bien. Se cuando él está preocupado triste o si se siente desesperado. En ese instante, yo supe que él estaba a punto de tener un desgaste emocional. Algo malo estaba por suceder… o ya había comenzado a suceder. "Hime, escúchame muy bien. Pase lo que pase, prométeme que tú vas a luchar hasta el último instante." Ese fue el momento donde yo comencé a llorar como una idiota. No tenía idea de que estaba pasando, pero escuchar a mi hermano mayor decirme que debía luchar, sólo significaba que las cosas estaban feas, muy feas. "Hime, yo debo irme, hay otros colegas que esperan para llamar a sus familiares. Sólo te diré tres cosas: no PS, Rikka está en la azotea y YIPT. Buena suerte" dicho esto, él finalizó la llamada. Imaginé que estaba siendo observado o algo por el estilo.
Sora y yo solíamos hablar en claves. Cuando éramos pequeños, nuestros padres eran, en ocasiones, algo violentos. La única forma de consolarnos y comunicarnos de forma segura era por medio de las claves. Utilizábamos la primera letra de la palabra o simplemente le colocábamos nombres a los objetos y así nadie se enteraba sobre de que estábamos hablando.
PS no era otra cosa más que el 'punto seguro'. Él no quería que yo fuera a ese maldito lugar. Y yo le cumpliría. Rikka… cuando él mencionó a Rikka, yo supe que todo esto no se trataba de un simple virus de gripe. Si fuera un virus, mi hermano no me hubiese pedido que buscara a Rikka, su pistola 9mm. Rikka fue el regalo que le hizo mi padre a mi hermano Sora en su cumpleaños número dieciocho. Fue antes de que ellos dos (mis padres) fallecieran en un accidente de tráfico. Sora siempre había sido un chico envuelto en las ciencias, las matemáticas y el estudio en general. Mi padre no quería un hijo así. Papá deseaba un hijo que fuera deportista, mujeriego y que manejara una buena arma. Mi hermano no era lo que él deseaba. Cuando Sora cumplió los dieciochos, en vez de regalarle un libro de ciencias (mi hermano deseaba la última edición del manual de botánicas) le regaló a Rikka, en un perfecto y hermoso estuche que contenía 6 cargadores. La cara de mi hermano esa noche no tenía precio.
Pero hay que sacar el lado bueno de ese terrible, pero muy útil, regalo de mi padre. Rikka me ha salvado la vida en más de cinco ocasiones.
YIPT significaba 'Yo iré por ti'. Mi hermano vendría por mí y yo iba a esperarle.
Aquella noche, cuando llamé a Sora, observé la CNN mundial y me dispuse a amontonar sobre la mesa del comedor todo lo que tenía en casa. Me llevé una gran decepción al ver que solo tenía dos bolsas de patatas fritas, cinco latas de comida de perro, seis latas de leche y un par de latas más. En conclusión, con eso no iba a sobrevivir ni una semana. Para mi defensa, sólo tenía a Rikka y sus seis cartuchos, una sombrilla vieja y un bate de madera de beisbol. Tenía defensa y ataque, lo que no tenía era comida.
Recargué todos los enseres eléctricos que pude, suministre el depósito de agua y busqué los ahorros de Sora y los mios. Tenía suficiente dinero como para hacer una muy buena compra.
Esa noche, dejé a Tsubaki encerrado en la casa, no deseaba que le fuera a pasar nada malo mientras jugueteaba por la urbanización. Fui al supermercado más cercano y para mi desgracia, estaba repleto. Habían demasiadas personas, todas con un mismo fin: buscar alimentos y reservas. Allí encontré a Kurosaki Ichigo. Esa fue la última vez que le vi.
Ichigo es (o fue) mi compañero de clases, desde el jardín de niños hasta el primer semestre del último año. Es uno de mis amigos, no cae en la categoría de mejores amigos por qué no llegamos a ese nivel, pero si éramos amigos. Los compañeros de clase y los amigos se saludan en las mañanas, se prestan material y se ríen de los chistes de otros, ¿verdad? Pues sí, somos amigos.
Mi compañero era diferente a todos los demás chicos del salón de clases. Él poseía el cabello del color del atardecer, mantenía muy a menudo su ceño fruncido y era bastante serio con el resto de la clase. Éramos muy pocos los que podíamos cruzar palabra con él y recibir una respuesta educada y amistosa.
Él es un buen chico. O lo era.
La familia Kurosaki, según me dijo él en medio de la larga fila, se iría a refugiar en su casa de campo en Osaka. Era bastante protegida, con una gran cerca que impedía que algún intruso se colara en ella. El camino estaba lo suficientemente alejado de la civilización como para que el virus (fuera lo que fuera) llegará allá. Además, tenía dos pozos de agua, un río cerca y una pequeña granja.
Joder, eso sonaba como el paraíso.
Ichigo me dijo, de manera muy seria, que yo debía acompañarlos. Rukia y Renji, dos de mis compañeros de clases, también irían. Pero yo no podía. Mi hermano vendría por mí y así se lo hice saber. Lo lamentaba mucho, pero yo esperaría a Sora.
La familia Kurosaki, junto a Rukia y a Renji partió ese día. Yo les dije adiós desde la puerta del supermercado y luego regresé a casa. Las calles estaban demasiado aglomeradas como para continuar por allí. En ocasiones me parecía irónico el hecho de que el primer mandatario estuviese diciendo que todo estaba bien, que debíamos estar en calma, cuando lo primero que él hacía era enviar a las fuerzas armadas. En mi trayecto a casa, vi más de una decena de camionetas del ejército, repletas de soldados con sendos rifles, aparte de ver a lo lejos dos helicópteros merodeando la ciudad.
Ese fue el último día de normalidad.
Yo, al llegar a mi casa, cerré todas las ventanas, puertas y cualquier lugar que dejará visibilidad para el interior de la casa. Yo estaba sola y no deseaba que ningún ladrón fuese a entrar a mi hogar en medio de ese caos. Me encerré en la habitación de mi hermano Sora en el segundo piso de la casa, donde estaba la segunda y más vieja, televisión de la casa. Mi perro (en ocasiones mi mejor amigo y en otras mi peor enemigo) se encerró conmigo y en uno de sus ataques casi inexistentes de ternura, se durmió junto a mí. Esa noche, vi por primera vez como el mundo que yo conocía se iba a la mierda.
El virus (o lo que fuera que fuese) había llegado a Norteamérica. Las noticias y las estadísticas no eran nada alentadoras. A eso de las tres de la mañana, la noticia de que los Ángeles y Atlanta habían caído y eran zona perdida, me despertó. No había sobrevivientes en esos dos estados (o al menos eso decían). Los helicópteros del noticiario tomaron las primeras imágenes y lo que yo vi me provocó no solo perplejidad sino ganas de llorar. Las imágenes eran impactantes, en especial las de Los Ángeles. Los edificios estaban envueltos en llamas, el humo llegaba al cielo y reclamaba la ciudad como suya. Era un completo infierno.
Al pasar las horas, comenzaron a llegar más y más noticias trágicas del cataclismo mundial. Rusia ya no existía. Tampoco Alemania, Francia, España, Portugal y Dinamarca. Unos cuatro mil habitantes de China habían recurrido al suicidio colectivo y otros se habían comenzado a lanzar de los techos de los edificios, y todo estaba en imágenes. Al llegar el mediodía, Hawái sucumbió, igual que Washington, Denver, México, el Caribe, la mitad de Sudamérica y New York.
Ya no había nada.
Al final, el noticiario de Tokio TV interrumpió la señal. El primer mandatario obligaba a todos los ciudadanos a irse con los militares a los 'puntos seguros'. Había uno en Okinawa, Tokio y dos más en otras dos provincias que no recuerdo bien. Ahí había iniciado todo.
Aterrada y aferrada a mi perro, escuché como los camiones del ejército evacuaban la urbanización. Yo apagué la televisión y me quedé en el más profundo silencio. Mis vecinos me gritaban desde el portón del jardín cerrado con candado. Yo no respondí y al final ellos creyeron que yo me había marchado. Ellos se fueron. Cuando tuve el suficiente valor para asomarme por una rendija de la ventana (la había cubierto con maderos la noche pasada) observé que todo estaba en profunda calma. No había nadie allí y a pesar de que todo estaba sumergido en el más profundo silencio, mi corazón no dejaba de palpitar de forma brusca. Yo tenía miedo, mucho miedo.
Ese silencio no es el que se suele pedir cuando uno lee o estudia algo o cuando uno simplemente quiere descansar. Era ese tipo de silencio que provoca que los vellos de la nuca se paren y que un escalofrío recorra la espina dorsal. Un silencio cortante e indeseado.
En ese preciso instante, yo me percaté de la seriedad del asunto. No había nadie. ¿A quién recurriría si ocurría algo? Mis amigos no estaban. Tatsuki se había ido a Okinawa de vacaciones dos semanas antes de que todo esto ocurriera. Ichigo se había marchado a Osaka junto a su familia y a Renji y Rukia. Sora estaba en la sede de la ONU en New York…y New York había caído…
Yo no sé como corrí tan rápido ni como marqué el número que Sora me dejó para llamarle en caso de una emergencia, la cosa es que lo hice. Lo marqué seis veces y la línea estaba ocupada o dañada. ¿Él estaba bien? ¡Él tenía que estarlo!
Lloré como una niña pequeña y desconsolada, me dejé caer al suelo y abrace (a la fuerza) a Tusbaki, lo único que me quedaba en el mundo. Me quedé dormida allí y me desperté al otro día, sin fuerza para levantarme. Allí me quedé, sin comer ni hacer nada más que abrazar a mi perro y mirar el suelo de la casa. Sora tenía que estar bien… ¡Él me había dicho que me buscaría!
Diciéndome a mi misma que todo estaría bien, que Sora vendría por mí, encontré las fuerzas necesarias para colocarme de pie, ir a ducharme y luego preparar la comida para Tsubaki y para mí. Sora iba a estar bien, yo lo sabía. Lo sentía en mi pecho. Él vendría por mí.
Al caer la noche, decidí apagar todas las luces e irme a encerrar a la habitación de Sora. Ya no había señal televisiva en vivo. Todo era programas repetidos. Animes seguidos por programas de concurso y noticias repetidas. Una y otra y otra y otra vez. Recostada en la cama, acariciándole las orejas a Tsubaki y viendo la televisión que se encontraba en 'silencio', escuché el ruido. No fue en mi casa, gracias al cielo, sino que fue en la calle. Fue un quejido. Un horrible y escalofriante quejido.
Tsubaki (¡Dios bendiga a ese perro!) se quedó calladito a un lado mío. Apagué la televisión y me quedé en la profunda oscuridad y con una lentitud digna de una tortuga, me acerqué a la ventana y busqué al causante de ese ruido. Para mi sorpresa, observé la figura de un hombre. Caminaba muy lento y yo podría jurar que por la forma en que caminaba, él debía tener un par de huesos rotos en sus piernas. Prácticamente arrastraba los pies, mientras gemía de forma fuerte.
Mi alma se me fue a los pies al descubrir una cosa más. Él no estaba solo. Trague seco al ver a otros caminar tras de él (ni siquiera podía contar cuantos eran, pero realmente eran muchos). Todos gimoteaban y caminaban a paso lento y torpe. Yo no sabía que erran, pero mis instintos me gritaban que no permitiera que ellos me viesen. Y yo siempre sigo mis instintos, porque están ahí por algo, ¿no?
Respiré hondo y con gran cautela me alejé de la ventana, tomé a Tsubaki por el collar en su cuello y me fui a encerrar junto a él en el baño.
¡Esos eran muertos! ¡Muertos que habían revivido! ¡Eran caminantes! ¡Oh por Dios! ¡Oh por Dios! ¡OH POR DIOS!
Luego de haberme internado en silencio con Tsubaki en el baño y escondernos en la tina, los dos nos quedamos allí por muchas horas. No sé en qué momento ocurrió ni a qué hora fue, pero yo escuché a lo lejos las detonaciones. No creo que hayan sido del 'punto seguro' teniendo en cuenta de que este estaba bastante apartado de mi vivienda. Yo tengo (y siempre tendré) la sospecha de que esas detonaciones provenían de un grupo de sobrevivientes que se resistieron a ir con los militares al campamento. ¿Sí están vivos? Lo desconozco.
Hay muchas cosas que no conozco. No sé cómo preparar una comida normal que no incluya pasta de judías rojas, tampoco sé por qué surgió todo esto. En los noticiarios (antes de caer la señal televisiva) dijeron que era por culpa de una explosión de una central radioactiva en Rusia, pero yo no lo sé. Hay muy pocos sobrevivientes y están regados por ahí, tratando de sobrevivir cueste lo que cueste. Igual que yo.
Respiré hondo antes de colocarme el cinturón de seguridad, luego se lo coloqué a Tsubaki, quien me miró enojado porque yo le estuviera colocando tan ofensivo objeto en su cuello. —Lo lamento, amigo. No sólo son los caminantes los que pueden provocarte la muerte— bufé. Los caminantes están ahí, en espera de que tú te rindas y ellos puedan tomar ventaja y eliminarte (o convertirte); pero ahí afuera también está la muerte 'regular'. Ya sabes, esa que fue relegada cuando llegaron los caminantes. Infartos, accidentes de tráfico, envenenamiento involuntario o accidental… cosas como esas.
Así es la vida ahora. Vives, creces, mueres y te conviertes en un caminante.
Encendí el vehículo y comencé a conducir de regreso a casa. Mis manos temblaban como gelatina Jell-o y mi corazón palpitaba de forma estruendosa. Unas gotas de sudor recorrían mi espalda, igual que los escalofríos. Creo que esto es lo que siente toda persona que estuvo a punto de morir y sobrevivió por un milagro de Dios…o de Budá… o de Alá… o de Aslan… o quien quiera que este allá afuera.
Mi mente no dejaba de traerme ese instante tan terrorífico para mí. Aun puedo verlo con claridad en mi mente, ver como se abalanzaba dispuesto a matarme en medio del supermercado.
Todo estaba tranquilo. En esa zona rara vez se veían caminantes, parece ser que ellos prefieren los edificios y el medio de la ciudad, y el supermercado está bastante alejado de todo eso. Y eso es bueno, al menos para mí.
El supermercado solo recibía luz gracias a la luz solar que se colaba por las ventanas. La energía eléctrica había cedido hace unos tres meses atrás, así que podrán imaginarse el olor del supermercado. Carne, pollo, pescado, leche y lácteos podridos. Argh, no pude evitar el vomitar tras de una de las antiguas vitrinas que contenían bebidas alcohólicas. Ahora no hay nada allí, excepto una botella de ron vacía y mi vomito. Eww.
Mientras caminaba y trataba de no dejar que las nauseas se apoderasen de mi, descubrí que allí había otro aroma. El olor a muerte. En medio del pasillo de los lácteos yacía un muchacho muerto. ¡Era horrible! Sus viseras estaban esparcidas por todo el pasillo y la sangre seca parecía pintura. Se parecía al proyecto que una vez realizó Sora para la universidad, él había representado el sistema digestivo utilizando plastilina para los órganos y pintura roja para la sangre. Doble eww.
Me aparté de la asquerosa y espantosa imagen y me dediqué a echar todas las latas (en buenas condiciones) que estuvieran por allí. Había encontrado cosas buenas, cosas como latas de comida para perro, comida para bebe (podría funcionar), sardinas, atún, entre otros.
Pero llegó lo único que había podido robar mi atención y mis sentidos en todos estos meses. El último paquete de las malditas (¡no, mentira, son benditas! ¡Alabadas y glorificadas!) Oreos.
¡EL ÚLTIMO PAQUETE!
Solté a un lado a Rikka y mi bolsa de víveres recolectados. Ese momento era especial. Ese momento era único y exclusivo para el paquete de oreos y yo, Inoue Orihime.
¿Tienen idea desde cuando yo no pruebo una maldita (¡no, son benditas!) oreos? ¡Desde antes del apocalipsis! Sora y yo solíamos comernos un paquete entero mientras veíamos algún programa de competencias o algún programa de la televisión norteamericana. Acompañábamos las oreos con el compañero perfecto: un vaso de leche.
No sé si eran las hormonas, pero yo estaba a punto de llorar. Ver unas oreos y recordar que el mundo no siempre fue un hueco repleto de mierda es bastante fuerte. La supervivencia es dura y te hace cambiar. No puedes ser suave, tampoco tonto. Tienes que ser fuerte, agresivo, astuto y muy listo si quieres sobrevivir. Solo sobrevivimos los que nos adaptamos aunque no lo queramos.
Yo quiero sobrevivir. Mi hermano dijo que vendría por mí.
Eso fue hace un año atrás y yo aun le espero. Yo he cambiado, me he vuelto fuerte, agresiva, astuta y lista. Yo sobrevivió porque sé que mi hermano vendrá por mí.
Pero hay momentos como ese, donde el sentimentalismo toma lo mejor de ti y… si, te jode. Te lleva directito a la muerte sin remedio alguno.
Cuando tomé el paquete de galletas en mis manos (y juraría que había escuchado un coro celestial) me moví lo suficiente como para verme reflejada en la nevera de los helados y ver al maldito caminante a unos cinco pasos tras de mí. Era un hombre de unos cincuenta y tantos años, su cabello era negro, aunque solo en un lado ya que le faltaba la mitad del cuero cabelludo. Se veía delgado, avejentado y horrible… en fin, como un cadáver sacado del video de 'Thriller' de Michael Jackson. Se movía a paso lento (de ahí saque la comparación con el video musical) y sus ojos amarillentos me observaban de forma profunda. Aparentemente los ojos se vuelven amarillentos cuando uno se transforma en una de esas cosas.
Yo grité, aunque la voz no me salió, así que mejor diré que abrí los labios e intenté gritar por ayuda. ¿Pero a quien quiero engañar? ¡Allá afuera no había nadie!
¡Mierda, mierda, mierda! Rikka estaba al otro lado, junto a la bolsa de víveres. Antes de que se acercara, arrojé por el piso al paquete de oreos, los que fueron a parar a un lado de mi bolsa. ¡Nadie se metería con mis oreos!
Y ese fue el problema, estaba tan sumergida en las jodidas oreos, que no lo vi acercarse. El caminante se abalanzó sobre mí y yo culminé con él en el suelo. Sobre mí. La cosa esa trataba de morderme, gritaba histérico y gemía excitado de tener una comida jugosa y fresca bajo de él. Lo tomé por el cuello y lo mantuve alejado, teniendo cuidado de que no fuera a morderme. No se dé donde saque la fuerza (sí, se que desconozco muchas cosas, ¿pero qué más puedo hacer? ¡No culminé la escuela!) y le pegué una patada en el estomago, lanzándolo lejos de mi. Era un cadáver decrepito, que no debía pesar ni unas ciento veinte libras, fue sencillo lanzarlo hacia atrás y provocar que se rompiese una pierna.
Pobre bastardo.
Busqué entre los escombros en el suelo, mientras el caminante se acercaba cojeando. Era una imagen casi cómica, si no fuese porque estaba a punto de morir. Encontré a ciegas un fino tubo de metal, que sospecho debió ser uno de los agarres de los estantes. Me puse de pie y sin pestañear ni duda un solo instante, se lo enterré en el cráneo, matándolo al instante.
Basta decir que yo parecía una niña de pre escolar que se había vertido sobre sus ropas un contenedor de pintura roja.
Tiré a un lado el tubo de metal y contemplé por unos instantes la imagen. Ese hombre probablemente tuvo familia. Quizás ellos también estén por ahí afuera, matando y comiéndose todo lo que encuentran.
La primera vez que maté, yo lloré a mares. Eso fue hace siete meses y creo (aun no estoy segura) que maté a mi profesora de matemáticas. Acepto que odio la materia, jamás se me ha dado, pero no por eso quería matarla. Ella era una buena profesora, siempre atenta y sonriente. Lo que yo me encontré fue un animal salvaje que deseaba matarme.
Y era matar o morir. Y yo escogí salvar mi pellejo y matarla a ella.
No es fácil matar y menos si eres como yo. Nunca maté una hormiga o algún insecto, tampoco había peleado en mi vida. Probablemente, si alguien hubiese previsto todo esto, hubiese pensado que yo iba a ser una de las primeras en morir. Yo también lo pensé la primera noche en la que ellos invadieron el mundo. Yo no era fuerte, lloraba muy a menudo y ni siquiera podía matar un mosquito, ¿cómo sobreviviría?
Pues amigo, existe algo que se llama instinto de supervivencia y es lo más hermoso que tiene el humano. ¡Te cambia por completo! Es duro al comienzo, pero si sigues tus instintos y tus reglas, sobrevivirás.
Yo lo he hecho. He matado decenas de esas cosas, pero he mantenido con vida a mi perro y a mí misma. Antes lloraba en las noches, vomitaba al ver el cuerpo y soñaba a todas horas con sus cadáveres… ahora creo que me he insensibilizado un poco. Solo vomito por el olor, no por las imágenes. Ya no lo pienso dos veces antes de romperle el cráneo y apenas lloro.
Yo he cambiado. Ya no soy la misma de hace siete u ocho meses atrás. La niña tierna que jamás maldecía y que no podía ni siquiera manejar el auto de su hermano sin comenzar a temblar y a lloriquear por tener miedo de atropellar a alguien. Ahora, sinceramente, no me importa pasarle las cuatro ruedas a un caminante por salvar mi pellejo.
¿Sueno egoísta? Probablemente, pero no me importa. ¡Yo espero a mi hermano y lo esperaré con vida! Yo no voy a caer, no me convertiré en una cosa de esas. Yo esperaré a mi hermano y aguardaré por tener noticias de mis amigos.
A veces, cuando trato de dormir, pienso una y otra vez sobre quiénes son los monstruos. Los verdaderos monstruos. Los caminantes matan porque su instinto (o sea lo que sea que tengan) así se los dicta. Matan para sobrevivir. Ellos no quisieron ser así. Nosotros, los humanos (los pocos que quedamos) también matamos para sobrevivir (que me perdone Dios, pero sé que allá afuera hay quienes matan por diversión) y fuimos los causantes de todo este cataclismo. Fuimos los causantes de nuestro propio fin.
El mundo no acaba. El planeta continua vivo. Las aguas del mar continúan siendo un misterio… profundo, claro, lleno de vida y salvaje. Los arboles y las demás plantas continúan creciendo, los yerbajos se cuelan entre las calles, proclamando lo que una vez fue suyo y nosotros le arrebatamos. Ellos borran a paso lento nuestras calles, edificios… nuestra historia.
El mundo no es el que culmina y tampoco es el que desaparece. Somos nosotros mismos, los humanos, los que provocamos nuestro fin. Nosotros mismos nos eliminamos.
Los que aun quedamos con vida, nos adaptamos. Ya sabes, como la evolución. Nosotros evolucionamos, nos volvemos fuertes, rápidos, astutos, inteligentes… matamos sin sentir nada. Queremos sobrevivir. Nos comportamos como en la era de piedra.
Tsubaki es lo único que me mantiene cuerda. Habló, lloró (algunas veces) y duermo con él. Es mi guardián, mi ángel de la guarda que me vigila y me protege. Somos un equipo y si uno de los dos falta… el otro no podría continuar en esta dura y asquerosa travesía llamada supervivencia.
Detuve el auto en medio de la solitaria carretera y me observé por unos instantes en el espejo retrovisor. Mi cabello castaño estaba largo, muy largo. Me llegaba a la espalda baja y mi flequillo me llegaba a los hombros. Estaba indomable y rizado, no podía darme el lujo de gastar energía (de mi planta eléctrica 'robada') en utilizar el secador de cabello. ¿De qué valía? ¡Nadie iba a verme! Mis ojos estaban hinchados y poseían unas feas ojeras en los parpados. Dios, estaban demasiado marcadas. No recuerdo cuando fue la última vez que dormí las ocho horas completas, creo que fue hace seis meses atrás…
El fuerte golpe en la ventanilla de Tsubaki nos hizo brincar a los dos. Mi perro ladraba a todo pulmón a la excitada caminante que nos miraba a ambos con grandes ojos amarrillos. ¿De donde diablos salió? Otra pregunta sin resolver.
Apreté el acelerador y deje a la hija de perra con las ganas de tener un buen almuerzo. Hoy yo no tenía ganas de morir. Y Tsubaki tampoco.
Recorrí a toda velocidad el tramo que me conducía a mi casa. Pronto oscurecería y yo no podía darme el lujo de continuar afuera. Mis manos temblaban, mi cabeza me dolía y no estaba en el ánimo como para tener que matar a otro caminante.
Los caminantes salen de día, pero es bastante raro verles. Aparentemente, a mis queridos (¡sarcasmo!) monstruitos les agrada más el libertinaje de la noche. Hacen un buen coro afuera de mi casa, bailan al ritmo de su lento caminar… en fin, hacen un gran espectáculo. (Sí, más sarcasmo)
Estoy casi segura de que si un alienígena o pie grande se presentaran un día frente a mi casa, yo no sentiría sorpresa alguna. Total, nunca he creído en ellos…
…ah sí, los duendes azules sí existen. Son malos los muy bastardos, pero existen. ¡Lo juro!
Me detuve frente a mi casa y presioné el botón para abrir la puerta automática del garaje. No había caminantes a la vista, pero sé muy bien que pronto llegarían. Esos cabrones tienen un buen oído y un excelente olfato. No suelo salir al jardín delantero y tampoco suelo salir de mi casa (he estado incluso tres semanas sin pisar el asfalto) pero esos caminantes suelen detenerse frente a mi casa en las noches. Yo creo que ellos saben que dentro de la casa, se esconde un pedazo de carne fresca y viva. Eso me provoca escalofríos y me produce insomnio. Desde hace mucho no he podido dormir como Dios manda, cuando cierro los ojos imagino que ellos entran a la casa y me toman desprevenida. Cuando me ducho, creo escuchar sus quejidos y sus pisadas. He tenido que comenzar a tomar unas pastillas para los nervios que encontré en una farmacia a unas cuatro calles de mi casa (allí tuve que matar a la cajera y al farmacéutico y correr como una demente al ver que venían cinco de ellos tras de mí) cuando buscaba un par de kits de primeros auxilios.
Es toda una agonía el vivir sola. No hay a quien saludar o con quien ir al cine. Joder, ya ni siquiera salen películas. ¡Y yo que esperaba que Hollywood grabara la segunda parte de los Vengadores. Será para la próxima vida… si es que existe.
Estacioné el auto y las luces de la casa se encendieron. Las dos plantas eléctricas que 'tome prestadas' estaban funcionando de maravilla. Tsubaki y yo habíamos ido hace tres semanas atrás a una gasolinera y nos llevamos suficiente combustible como para que estas funcionaran durante dos meses sin problemas. En cuanto la puerta eléctrica se cerró, yo tomé a Rikka y salí del auto, dejando a mi fiel compañero encerrado en el automóvil. Ese perro es inteligente y valiente, pero yo no quiero que le ocurra algo. Prefiero morir yo a que le pase algo a mi fiel amigo.
Una regla básica e importante para sobrevivir es nunca, nunca, nunca ¡confiar! Aunque la casa o el establecimiento este cerrado, no entres sin precaución, nunca sabes lo que se esconde adentro. Los caminantes son torpes y en ocasiones se introducen en lugares cerrados sin querer y al final terminan con la vida de un civil que se descuido. Esto es una cadena. Te descuidas, te comen, te conviertes y mueres en mano de un sobreviviente. Fin de la historia.
Caminé con sigilo en el interior de la casa, buscando algún indicio de que la casa hubiese sido invadida por una criatura no deseada. No había nada fuera de sitio, pero eso no impedía que no hubiese alguien. Me quede en silencio y reduje mi respiración para así poder escuchar cualquier ruido que me indicara que allí había alguien.
Gracias al cielo, todo estaba en orden.
Revise todas las habitaciones, armarios, debajo de las camas, muebles, en el baño, la cocina, la sala y en la lavandería… no encontré a nadie. Coloqué a Rikka sobre la barra de la cocina y me dispuse a buscar a Tsubaki. En cuanto abrí la puerta, podría jurar que mi perro me había lanzado una mirada de indignación por haberle dejado allí adentro. Mi perro es de la raza Akita-inu* y su porte es sencillamente majestuoso. Adoro el aspecto de Tsubaki, es simplemente un encanto. Demasiado apuesto para un perro. Es grande, fuerte, cariñoso (en raras ocasiones) y me ha defendido de ataques de caminantes en un sinfín de ocasiones. Nunca ha mordido a un caminante porque yo se lo he prohibido. Sora me regaló a Tsubaki cuando yo tenía quince años y era solo un cachorro mimado y peleonero; unos amigos le habían dicho que este tipo de perros da buena suerte y son buena compañía para chicas como yo, que somos perseguidas por extraños cuando nos dirigimos a nuestra casa. Lo he ido entrenando poco a poco y he logrado el balance perfecto, después de todo él lleva en su sangre el deseo de defender a sus amos. Son silenciosos (a veces siento que me encuentro sola en mi casa) pero cuando ladran, más vale que le hagas caso, porque significa que algo anda mal.
La mirada de Tsubaki era como si quisiera decirme 'tonta humana, tengo un mejor olfato y una audición que te supera en todos los sentidos y aun así deseaste arriesgarte y no dejar que yo entrara primero a revisar' tendría que hacerle una muy buena cena y olvidar los vegetales para que él me perdonará.
Vaya, si alguien me escuchase en estos momentos juraría que estoy demente, que necesito irme a un psiquiátrico. Pero yo no estoy loca, al menos yo no lo creo. La soledad suele afectarte y cuando solamente tienes como compañía a un perro, pues comienzas a verle de una forma humanizada. Es difícil que él no pueda hablar, porque realmente extraño las voces humanas y una buena conversación. A veces desearía que él pudiera hablarme, pero luego pienso en lo extraño (y casi demoniaco) que sería eso y luego lo olvido. Los perros no hablan, pero si te escuchan. Para la mala suerte de Tsubaki.
—Ahh, eso es lo que hacía Tatsuki, Tsubaki. Ella me miraba de esa misma forma cuando yo no hacía lo que ella quería que yo hiciera y eso lo hacía muy a menudo— dije en voz alta. La última vez que había hablado en ese día habían sido hacían unos veinte o treinta minutos atrás. La última vez que hable con un humano fue con Ichigo en el supermercado, hace ocho meses atrás.
Esa fue la última vez que yo vi, sentí y platique con un humano vivo y sano. Con un amigo. Cuando me voy a dormir y realizo mis plegarias, me pregunto sobre como estarán ellos. Me niego a pensar que mis amigos estén convertidos en cosas como esas. Ellos eran fuertes, astutos e inteligentes, si yo he sobrevivido, de seguro ellos han pateado los traseros de miles de esas cosas sin problemas alguno. Yo siempre fue la chica que necesitaba ser rescatada. Cuando un chico comenzaba a hostigarme para que yo le pasara mi número de teléfono, cuando algún acosador me seguía a clases o a casa, siempre había uno de ellos allí para rescatarme. Una vez, Rukia le pegó un puñetazo a un chico que entró al baño de chicas para acosarme. Ella fue suspendida de clases y su hermano Byakuya estuvo muy molesto por la decisión tomada por el director. En otra ocasión fue Ichigo el que corrió con la misma suerte al darle una paliza a un chico de otra escuela que me llamó prostituta (en su sentido más feo y bajo)
En fin, ellos eran fuertes, eran inteligentes y eran todo lo que yo siempre quise ser, así que de seguro ellos estarían muy bien. Imaginaba a Tatsuki rompiéndoles los cuellos a los caminantes. Ichigo probablemente utilizaría alguna katana o algún bate de beisbol para romper sus cráneos… ellos estaban bien. Yo lo sé.
Mi hermano también debía estar bien. Él era un científico, había tomado clases de defensa personal y papá le había enseñado a manejar un arma (a mí solo me dio una clase) de seguro él estaba buscando la manera de viajar a Japón para buscarme. Yo confió plenamente en él y sé que dentro de poco él llegará a buscarme.
Mientras reabastecía la alacena (enserio, tenía como ciento cincuenta latas de sardina y ni siquiera me gustan tanto) puse una película en el DVD. No soy fanática de los vampiros, pero Crepúsculo era lo único en el video que estaba intacto y yo no la había visto. Tampoco Tsubaki la había visto, así que era un bono.
¿Enserio? ¿Desde cuándo los vampiros brillan bajo el sol? Ósea, yo soy una chica llena de imaginación que cree en el vudú, en los robots, en los duendes azules y en los fantasmas (no creo en el horóscopo ni en la lectura del tarot, nunca funcionan) pero es demasiado… ¿cliché? ¿Tonto? No sé, la cosa es que me parece absurda la idea de que un vampiro brille como si se tratara de un pedazo de topacio. Lo único bueno de la película era que la traducción a mi idioma era buena y que las canciones que le habían puesto como fondo también eran buenas. Aparte de que el vampiro también era apuesto.
¿Ellos también serían caminantes? He de suponer que la mitad de los actores norteamericanos viven en California, y dicho lugar calló al segundo día del cataclismo así que hay una gran posibilidad de que Bella y Edward sean caminantes. Solo espero que no brillen a la luz del sol.
Cuando terminé de ver la película (en ocasiones me parecía demasiado irritante, pero no había nada más) hice una cena sencilla y al final me llevé a Tsubaki al segundo piso junto a mí. Los dos nos encerramos en la habitación de Sora, apagamos todas las luces y nos subimos a la cama. Mi perro yacía al lado izquierdo mío, mientras que Rikka estaba en el lado derecho. Desde que todo se desató, siempre he dormido junto a Rikka. Mi cuerpo estaba agotado, mi cerebro me pedía agritos que dejara de pensar y que me fuera en el absoluto placer de dormir. Y estuve a punto de hacerlo…
…hasta que el primer quejido llego.
Ellos estaban por mi calle. No sé cuántos eran, estaba demasiado agotada y desanimada como para asomarme por la ventana, pero de seguro debían ser unos veinte. La semana pasada me sorprendí al ver a Chizuru, una antigua compañera, mendigar por las calles. Me provocó escalofríos y esa noche no deje de ver la escena donde Jack y Rose se despiden en el Titanic. Lloré y ahora que lo recuerdo, esa fue la última vez que dormí sin despertarme a media noche.
Los quejidos, el ruido de sus pies al caminar, el ruido de una cadena (parece ser que el virus llegó a la cárcel) no dejaba que mis ojos se cerrasen. Tsubaki ya estaba acostumbrado, así que se quedó a mi lado callado y con sus ojos atentos hacia la puerta. Él y yo formamos un buen equipo.
Me incorporé un momento y busqué a ciegas (chocando el dedo pequeño de mi pie con la pata de la cama) la mesa de noche. Sora solía dejar su reproductor musical allí y estaba casi segura de que cuando buscaba baterías para el control del DVD lo había visto allí. Lo busqué en silencio y luego de decenas de intentos fallidos por sujetarlo, al fin lo encontré.
¡Tenía la carga completa! ¡Eso era un milagro!
Me subí a la cama y volví a acostarme entre medio de Rikka y de Tsubaki. Me cubrí con las mantas y me puse los auriculares. Esta desobedeciendo una de mis principales reglas de supervivencia, no dejar de escuchar los ruidos, pero sinceramente mi cabeza me dolía y si yo continuaba escuchando esos quejidos enloquecería. No es nada fácil escuchar a todos esos antiguos humanos quejarse, gemir y caminar a la luz de la luna sin rumbo fijo. Se parecía a una escena de Halloween. Ya sabes, cuando los niños disfrazados de brujas, magos, vampiros, entre otros, caminan por el medio de las calles en busca de golosinas. Los caminantes caminan en grupos, pasan por todas las calles y continúan su camino hacia sabrá Dios donde. Son muy pocos los que se quedan frente a mi casa. Casi nunca son constantes, por lo que he visto desde personas conocidas hasta completos desconocidos pasar por aquí.
Presionando el botón de reproducción, me acurruqué a un lado de Tsubaki, quien recostó su cabeza de mi hombro, mientras yo acariciaba su pelaje. La canción favorita de mi hermano y mía, la que nos sabíamos de memoria, T'en va pas de Elsa, una cantante francesa, resonó. Al compas del piano y de la mágica voz de esa mujer, comencé a pensar en el futuro.
¿Sora vendría? ¿Él estaría vivo? ¿Él sería una de esas cosas? Las lágrimas comenzaron a recorrer mis mejillas mientras que un suave sollozo se escapaba de mis labios. ¡Yo quería ver a mi hermano y abrazarle! ¡Yo necesitaba que alguien me dijera que todo iba a estar bien, que sobreviviríamos! ¡Pero lo único que yo conseguía eran esos malditos quejidos!
Mientras lloraba, las imágenes de todas aquellas personas que conocí en algún momento de mi vida, llegaban a mi mente. Ichigo, Rukia, Renji, Tatsuki, Sora, Ishida, Sado, Chizuru… ya una de ellas había caído…
Mi cerebro no aguantó más y me obligó a olvidarlo todo y simplemente dejarme llevar al valle de los sueños. Teniendo como última imagen los ojos de mi leal amigo, me dejé caer en los brazos de Morfeo.
Ya mañana sería otro día y pasarían nuevas cosas.
