Ship: Hannigram. Esta ship es canon, confirmada por el guionista, confirmada por los actores. Es un amor platónico, muy tenebroso, oscuro y rozando lo macabro...

Los personajes no me pertenecen, este fic está basado en la serie, los personajes no los he creado yo, son de la serie de novelas de Thomas Harris.

Advierto que este fic contiene violencia, contenido sexual, spoilers de todas las temporadas de la serie , además, puede resquebrajar tu mente.

Avisadx quedas...


"Las hojas del otoño han caído, con su dulce vals melodioso, bailando silenciosamente, con elegancia, en el aire, danzando cuál desenfrenada ménade en éxtasis. Bailan las pardas, marrones y rojizas hojas, que caen al suelo, se unen a la tierra y la alimentan. Las hojas vuelven a la tierra, de ella brotó el árbol que les dio la vida."

Eso había sido escrito por el doctor Lecter, con su mejor estilográfica, con tinta de sepia, de manera extremadamente pausada y tranquila, de manera meticulosa, lo había escrito todo en su cuaderno más valioso, donde anotó el progreso y los problemas de su paciente estrella, Will Graham, el hombre de cabellos rizados, ojos color gélido ponto y frío mirar. Había sido capturado, tras vomitar la oreja de su supuesta hija, pronto saldría, su inocencia había sido demostrada. Lo peor, es que volverá, que sabrá lo que había pasado, lo que había sucedido, lo que tenía que haber olvidado.

Sabría que él le había introducido de manera brusca y algo animosa, la sonda, le había colocado la oreja en el estómago. Lo sabría. Le miraría a los ojos, esos marrones ojos, color chocolate, el color más oscuro. Los crímenes que había cometido se reflejarían en sus iris, Mischa asesinada y demacrada, yaciendo en el suelo, siendo devorada y todos los crímenes que había cometido.Sabría que él le había colocado la oreja con la sonda de manera cariñosa quizás. Sabría que con su mirada, el comprendería todo. Había sido tan fácil controlar a este dulce muchachito, sabía como utilizarle a la perfección como jugar con su mirada, con su cuerpo… Sabía que él, en este macabro juego del crimen, había encontrado a alguien afín, alguien igual a él. Deseaba ver sus ojos gélidos color ponto, de frío mirar, su piel pálida, algo amoratada bajo los ojos, sus labios suaves, dulces como un caramelo. Y él deseaba observarle, tocar sus suaves rizos marrones, acariciar su suave cara, sentir su respiración, oler su aroma dulzón, escuchar los latidos de su corazón, sentir el calor que emana. Recordaba cuando en alguna que otra noche, había acariciado al joven con suavidad y delicadeza, con gentil manera, deseando que ese momento durara siglos, años, no sólo unos cuántos minutos. Y esperaba, en su butaca, cómodo, deseando verle entrar por la puerta, sabiendo la rabia que él tendría, el odio quizás que descargaría sobre él. Gracias a él, había sido encarcelado injustamente, recordaba su cara, cuando le amenazó en la cocina, con la pistola. Recordó el miedo en sus ojos. Ese miedo que le petrificaba, ese miedo que le oprimía como si le hubiesen puesto nieve en las costillas, ese dolor indescriptible, ese sentimiento de dolor absoluto, de sentir como ese algo frío se clavaba en sus costillas fuertemente, desgarrándole. Y escuchaba en su mente su respiración agitada, no de excitación, si no de puro terror. Lo había descubierto todo en aquella cocina.

Lo sabía todo, sabía demasiado. Había ido demasiado lejos. Pero el FBI le atrapó. Injustamente lo confinaron a una inmunda celda, lejos del sol, lejos de la luz, aburrido, comiendo horrible bazofia. Mientras, el doctor disfrutaba de la compañía de Alana, de sus elegantes cenas, de su exquisita comida, mientras Will, comía su asqueroso puré de patatas pasado.

Y al final, él salió de la celda, le liberaron. Y huyó, no quiso volver. Pero volvería, volvería a junto de su doctor. Sabía que era necesario. El día llegó.

Esperaba en la sala de espera, serio, vestido con un abrigo verdoso oscuro, un sweater confortable negro, con unos pantalones oscuros y unos zapatos de igual color., con sus rizos negruzcos, despeinado. Miraba una revista sobre arte y decorados cuando el doctor abrió la puerta, repeinado, enfundado en su traje nuevo, marrón y con rayas blancas y rojizas, con una una camisa color perla, brillante, con un chaleco del mismo color que el traje. Llevaba una corbata roja, a conjunto con todo.

-Pasa, Will.-dijo, tranquilo, mientras hacía un gesto, calmando todos sus deseos.

El muchacho se sentó en su sillón, lentamente, miró al doctor, que también se sentó, mirándole con curiosidad.

-Muchas personas me dijeron que usted sería malo para mi. Muchas voces se levantaron cuando dije de volver a su consulta, doctor. Muchas personas dijeron que todo esto sería lo peor. Todos piensan que debería cambiar de doctor. Todos piensan que soy un caso demasiado extraño para usted, que usted no sabe manejar la situación y ayudarme. Pero Jack, insiste en que la terapia será buena, que me curaré de esto, que resolveré el puzzle si mi mente está en términos correctos. Dice que todo lo que haga será de crucial importancia. A Alana no le importa que venga a su consulta, aunque prefiere venir sola aquí a pasar el rato, ¿verdad? Seguro que a la luz de las brasas de la chimenea todo parece tan idílico como siempre. ¿Acaso le ha contado nuestro pequeño y oscuro secreto? ¿Acaso ella sabe lo que intenta ocultar? Dijo usted que esto no era un problema, que no debíamos ocultarnos. Pero luego se cansó de jugar conmigo y me tiró a la basura como a un mal juguete. Y así hará con ella. Pero a mi me encerraste, me confinaste a una patética celda. Mientras estaba con Alana, yo sufría, yo me transformaba. Yo fuí atormentado por más y más pesadillas. Algo malo crecía dentro de mi. Estaba allí por su culpa. Desde que le conocí, mi historial se ha corrompido cada vez más. Maté al padre de nuestra hija en esa cocina y sé que su voz estaba al otro lado del teléfono, sé que usted era la mente maestra, sé que usted es el culpable de todo. Gracias a usted me metieron en la cárcel. Porque lo descubrí todo aquél día. Comprendí lo que Garret Jacob Hobbs me decía con su último aliento… ¿Lo ves? ¿Lo estás viendo? Sí, en esa cocina lo logré ver. Le vi a usted. Usted es el ciervo negro que me acecha, es usted esa cosa que aparece en mis pesadillas, que me atormenta cuando consumo el acto con Margot.. Es usted… ¡Qué sólo quiere arruinar mi vida por conocer sus crímenes! Sólo quiere destruirme, seguir manipulándome… -decía, con rabia, con furia ciega, con todo lo que quería decirle desde hace mucho tiempo a su ya no tan querido doctor.- Es usted horrible, doctor, es un asesino, es lo peor, es escoria, ¡ojalá no le hubiese conocido ese estúpido día!. Ojalá nunca Jack me hubiese designado este caso. Ojalá Alana no caiga en su jueguecito estúpido. Alana me quería. Pero tenía que conformarse con usted, vamos, ¿¡Qué artimaña usó para atraerla a su tela de araña!? - soltaba, angustiado, sintiendo un dolor en su pecho, sintiendo como algo le retorcía el corazón, notando los temblores de su cuerpo y su voz. Se había levantado del asiento, sin saber como ni cuando.

-Will, cálmate. Frederick Chilton te está usando para intentar arruinarme. Intenta hacernos daño, hazme caso. No le creas, te está mintiendo, Will. Te miente de mala manera, él es el que te manipula, no yo. Tranquilo, vuelve a sentarte, cálmate. Respira.-contestó de manera tranquilizadora Hannibal, mirando de manera tranquila al joven, que seguía de pie, inmóbil.

-No. No me ha mentido. Recuerdo como me introducía la oreja en la garganta, recuerdo esas oscuras noches con usted. Usted me ha cambiado. He cambiado a peor. He empeorado. He sido parte de su diseño todo este tiempo. Me ha utilizado todo este tiempo, como un peón más-gritaba, encolerizado, temblando, dándole un ataque de ansiedad terrible, gimoteando levemente, sintiendo la fría mirada del doctor.

-Will, cálmate y siéntate. Será lo mejor, vamos, hazme caso.- le repetía, sin resultado.

-Me ha utilizado, he dormido en su alcoba al igual que Alana, he visto a la Bestia que me atormenta cuando estaba con Margot ¡Todo por su culpa, doctor Lecter!-decía mientras todo su cuerpo y voz temblaban.

-Basta ya, Will, dejate de formalidades, intenta calmarte, vamos, ¿acaso no recuerdas la confianza que teníamos?- esas palabras le sentaron al jovencito como una puñalada en el corazón.

-Pare usted, doctor, deje de mentir, ¡deje de mentir y confiese!.-contestaba mientras intentaba sacar su arma.

-Will, deja el arma. ¿Acaso no aprendiste de lo que pasó en las cocinas?- preguntó Hannibal, mirándole fijamente.

-¡Cállate y confiesa!-contestó cortante mientras levantaba el arma.

-Te ordeno que ceses… O cesaré esto por ti.- tras levantarse, el doctor se acercó al muchachito, asustado y tembloroso. Le agarró una mano y la otra, de la pistola, la agarró fuertemente, tirando la pistola al suelo, dejando a Will todavía más desprotegido.

-¿Qué pensabas? ¿Matarme?, sería inútil. El diseño sigue creciendo dentro de ti, Will. Tú eres parte esencial de este.

-Lo has admitido… Sabes como funciona….

Sentía el pobre chico el dolor de las muñecas inmovilizadas, que poco a poco enrojecían más y más. Y sentía las ganas de moverse y golpear al doctor. Y lo intentó, se liberó una mano e intentó golpear el semblante serio y sombrío del doctor. Fracasó. El doctor le acercó más y más. Estaban cada vez más juntos. Sentían sus respiraciones, la del pobre chico estaba tan agitada que costaba no oírla.

-Te estás portando muy mal. No debería importarte quién duerma conmigo, ni qué haga yo en tu ausencia. Esto no va bien. Deberías sentarte y tranquilizarte, tal y como llevo repitiendo todo este rato…-reiteraba, con sorna y algo de cansancio, marcando su territorio.

-No… No… No puedo… Doctor… Lecter… Lo qué me ha hecho… Está en mi cabeza… Quiero vengarme… Quiero que sufra lo que yo sufrí… Quiero que sienta la empatía de la que carece… No lo entiende… Nunca lo entenderá.-se justicaba él, respirando fuertemente.

Y le intentó saltar al cuello, arañar su fina piel, en un arrebato de locura desesperada, horrible, horrenda. El doctor profirió un aullido, tras apartarse. Su paciencia había llegado a un límite. Decidió tomar las medidas desesperadas. Y así fue. Agarró a Will por las muñecas, justo cuando volvió a atacarle. Lo llevó hacia su pecho, intentando golpearle y dejarle dolorido. Le golpeó en el pecho y este gimió de dolor. Le agarró de un brazo y le arrastró por toda la casa, hasta el dormitorio. Una mezcla de terror y pasión existía en el ambiente. Él estaba enloquecido por la rabia ciega que había acumulado. Lo tiró en la cama. Mientras él intentaba reincorporarse, Hannibal sacó la caja negra…. Con suma rapidez, sacó de ella unas esposas e inmovilizó al enloquecido hombre. Y estaba en la cama, retorciéndose. Antes de haberle puesto las esposas le había sacado el abrigo y lo había tirado al suelo. Contemplaba las formas del cuerpo del joven bajo el jersey, sus suaves curvas, la semirrecta de su mandíbula, la línea de sus caderas… Will le miraba con esos ojos de cordero, gritando, aullando de manera incomprensible, en su locura, gritaba, rompiendo el silencio. Chilloteaba cada vez más débilmente, sintiendo como su garganta se secaba. Y seguía tirado en la cama. El doctor le miraba, rígido, muy tranquilo.

-¿Cómo puede estar tan tranquilo después de todo esto? ¿¡Acaso no tiene remordimientos!?- preguntaba, esperando una respuesta que nunca llegaría.

-Voy a quitarte las esposas. Estate quieto.

-No, no. ¿Seguro que estas esposas no se las puso a Alana en alguna noche desenfrenada?

El silencio del doctor, parecía no confirmar nada, aún así, el jovencito con sus rizos, despeinados, repetía lo mismo, insistiendo.

-Seguro que me pone en la misma cama en la que pasó todas esas noches. ¡¿A ella también le metió en la bañera?! ¡A ella también le besó sabiendo qué bestia se escondía bajo su piel! ¡Responda, doctor Lecter!

-Will, te estás pasando. Sólo por resguardar a alguien más en mi alcoba no debería resultarte tan malo. Tú has mantenido relaciones con Margot. ¿El heredero Verger va en camino?… O de momento sólo lo hacéis por puro placer… Seguro que sí. ¿Y qué? ¿Ves que me importe y que me vuelva loco?

-No… Déjeme ir, suélteme…

-¿Para qué? ¿Para que vuelvas a los brazos de Chilton y le cuentes toda nuestra historia? ¿O te olvidaste de contar los más oscuros detalles? ¿Verdad?.

Esas palabras pesaron, pesaron en el corazón y en el alma.

"Sabe mi debilidad, me ha analizado todo este tiempo, sabe como soy, sabe lo que haré, sabe cómo reaccionaré. Lo sabe. Recuerda nuestro oscuro secreto. Nuestro pútrido y negruzco romance en la oscuridad. Me carcome la idea de estar en la misma cama en la que sucedió todo esto."

-Te conozco, Will, no opongas resistencia al castigo, ¿quieres? ¿O tengo que visitar a Chilton y tomar un poco de sangre con chocolate?- dijo, algo melodioso, el doctor, mientras le quitaba las esposas.- Pensemos razonablemente.

-¿Es razonable que usted haya matado a todas esas personas?

-Yo no las he matado. ¿Crees que soy un asesino, Will?

- Sí. Usted les quitó la vida. Lo sé. Lo veo en sus ojos. Puedo ver las miradas de terror en ellos. Seguro que hasta llevaba un traje en la escena. El demonio siempre se disfraza.

-Eso es mentira. Deja a Chilton a parte y piensa con claridad…

-Lo he dejado a parte. Chilton no tiene nada que ver. Es usted, es usted quién hizo todo eso. Está en sus malditos ojos, doctor Lecter.

-¿De veras? Deja de tratarme de usted, hace que me sienta más anciano aún. Yo no he matado a nadie.

-Deje de mentir.

-Deja de calumniar sobre mí.- insistía el doctor, mirándole fijamente.

Se miraban en la oscuridad, la chimenea no estaba encendida. El gélido azul chocaba con el oscuro color chocolate. Querían dejarse de discusiones absurdas, fundirse en uno y volver, Will junto a sus perros, Hannibal a sus libros, aunque debería confesar, que él sentía el sentimiento de desear su compañía durante tendido rato.

Will intentó levantarse de la cama, jadeando suavemente, pero el doctor le retuvo un poco, le puso las manos en las muñecas. Y estaban, frente a frente.

"¿Acaso este amor prohibido nos carcomería más y más? Somos como Patroclo y Aquiles, hermanos de batalla, nos resguardamos del frío juntos, defendemos la misma causa. Pero mi oscuridad puede. Él lo sabe todo. Dicen que los ojos son el espejo del alma. Le he asustado sólo con la mirada. No temo a perderle, si le pierdo será durante poco tiempo… ¿Pero y si no? Le he dejado conocerme, pensaba que él sería como yo… Pero no. Mi obsesión con él, mi mala relación… Tenía razón Bedelia, cuando decía que yo estaba obsesionado con Will Graham, pero ¿y quién podría resistirse a no probar sus labios, dulces como la miel? ¿quién se resiste a este apetitoso festín?. ¿Me amará, sabiendo lo que mis ojos han visto? ¿Huirá conmigo? ¿Querrá venir a Florencia conmigo?."

Se seguían clavando los ojos, los marrones, desprendían un aura culpable, quizás con algo de miedo a una pérdida próxima. Los azules ojos del muchacho, que seguía tirado en la cama, notando el dolor de las muñecas, estaban apenados, tristes.

Lo sabía todo. ¿Y qué haría ahora?