Iba caminando por el oscuro y húmedo callejón. Su paso era más bien rápido. Volvió a revisar la hora en el reloj de mano que le regaló su esposa; tenía veinte minutos para llegar a casa antes de que sea navidad.
Debido a la impaciencia de su hija, Rosie, de cuatro añitos, decidieron adoptar la tradición de abrir los regalos a las doce de la noche, y no a la mañana siguiente.
Traía el regalo que le daría a su hija debajo del brazo derecho, pero estaba sumamente incómodo de esta manera; traer una enorme caja envuelta bajo el brazo no es algo fácil. Sabía que no debía haber aceptado esa misión en navidad; después de todo, no era nada tan grave, solo se trataba de una misión de reconocimiento; ir a revisar el antiguo lugar en el que una banda, que ahora estaba tras las rejas de azkaban, habían planeado sus ataques durante cinco años. Solo querían asegurarse de que el lugar no haya sido visitado por algún otro delincuente, pero no era nada que no se hubiese podido hacer mañana. O, como le insistió su esposa, podría ir cualquier otro que no tuviera una mujer y una hija esperando en casa para cenar y abrir los regalos con él.
Pero aquí estaba, corriendo para llegar, al menos, a los regalos, y entregarle el suyo a su pequeña. Creyó que la misión sería rápida, pero jamás pensó que el lugar resultaría sí haber sido saqueado; aunque eso era lo que menos importaba. Su sensible hija seguro estaba llorando por no haber cenado con su padre, y llorará aún más si él no llega a casa con su regalo.
Cruzó corriendo la calle, esquivando un auto. Hermione seguro estaría consolando a Rosie justo ahora, a pesar de que ella sea igual de sensible que su hija y tenga las mismas ganas de llorar.
Él también quería llorar. Esta era la primera navidad que habían escogido pasarla en su casa en vez de la madriguera, y ya lo había arruinado. Y para empeorar la situación, el único regalo que le tenía a su esposa era un libro. ¡Un libro!
Hermione es la mujer más importante en su vida, junto a su hija; la persona que más ama, además de su hija; quien siempre lo hace sonreir, con ayuda de su hija; la que le regala los mejores momento, en compañía de su hija; la mujer que siempre soñó, de quien estuvo enamorado desde que era un niño, la mujer que le regalo a su Rosie... ¿y él solo le regala un libro?
Es cierto, ella ama los libros, pero todos le regalan gordos y antiguos tomos, o novelas muggles de romance. ¡Él es su esposo, carajo!
Ese libro se lo compró porque, apenas lo vio, supo que le gustaría; pero pensaba hacerle otro regalo, uno con más sentimiento. Es que ha estado muy ocupado últimamente, entre el trabajo y comprarle regalos a su enorme familia... ¡Pero nada de eso lo justifica! él debió haber puesto al amor de su vida por sobre todas esas cosas. Era un inútil, todo un imbécil. En momentos como estos, envidiaba al resto de los trabajadores que tenían vacaciones como Merlín manda.
Al fin, llegó a su amplia casa. Estaba muy orgulloso de haberles dado a su esposa e hija un hogar digno de las reinas que son. Se hubiese aparecido fácilmente, pero vivían en barrio muggle, y en su trabajo había aprendido a la mala que es mejor ser precavidos en cuanto subestimar a los muggles y exponerse ante ellos.
La nieve estaba arremolinada en el borde del tejado de su hogar. El dorado y plateado de las decoraciones que pusieron en familia brillaban en la noche, y la serie de luces navideñas iluminaba el jardín, repleto de muñequitos navideños inflables que Rose insistió en poner. Era la casa más bonita del barrio. Las luces verdes, azules y rojas alumbraban la puerta y la corona navideña colgada en ella. Por fuera, su hogar irradiaba un ambiente bastante navideño, pero estaba muy seguro de que por dentro el ambiente no sería igual; todo por culpa suya.
Dejó la enorme caja en el suelo y sacó de su bolsillo las llaves de su casa. Las puso y las giró, abriendo lentamente la puerta. Cuando ya estuvo completamente abierta, vio a Hermione sentada con Rose en sus piernas, ambas descansando en su sillón reclinable que se autorregaló. A pesar de que no permitía que nadie se sentara en su sofá, Hermione y Rose siempre fueron, son y serán la excepción a esa norma. De hecho, se le derretía el corazón de ternura al ver a su pequeñita jugando en ese enorme sillón, y se le encogía el corazón de amor cada vez que observaba a Hermione tapada con una manta leyendo en el sofá, a pesar de que ella misma insistió en que era un gasto innecesario.
Pero ahora, sin embargo, solo se le rompió el corazón al ver a su pequeña hija llorando en los brazos de Hermione, que la consolaba y besaba el comienzo de sus pelirrojos rizos. Su pequeña Rosie volteó inmediatamente a ver quién abrió la puerta.
"¡PAPI!" gritó con su hermosa voz chillona y abandonó el regazo de su madre para abrazar a su padre, que ya había entrado a la casa.
A Ron siempre lo inundaba una ternura y un amor por Rose cada vez que oía la palabra 'papá' salir de su pequeña boquita. La levantó en sus brazos y la apretó fuertemente contra su pecho.
"Te extrañé mucho, cariño" dijo él, secando las lagrimas de sus rosadas mejillas.
"¿Por qué tardaste tanto?" preguntó en un puchero, elevando su azul mirada, hacía unos ojos idénticos a los de ella, pero con mucha más experiencia de vida. Ron casi quiso matarse al ver a su pequeñita así de triste. "Mami dijo que estabas ayudando a que los malos y feos dejen de molestar a las personas buenas y bonitas; como yo" terminó la pelirrojita, con una sonrisa, a pesar de las lágrimas aún presentes en su rostro.
Ron sonrió. Esa era su Hermione de siempre, haciéndolo quedar como un héroe frente a su hija, cuando ella debería estar odiándolo por trabajar en lugar de pasar las navidades con ella. Ron le dirigió una cálida mirada a Hermione, recibiendo una sonrisa por su parte. "¿En serio? ¿Eso te dijo mamá?" le preguntó a Rosie, devolviéndola al suelo y agachándose para quedar a su altura.
"Sí" sonrió ella. Ya no caían lágrimas de sus ojos y una hermosa sonrisa se extendió en su carita. "Te estaba esperando para abrir los regalos" dijo.
"Eso está bien" sonrió Ron; "porque tengo que entregarte el tuyo" dijo y, luego de apreciar el rostro de alegría de su hija, se puso de pie y entró la enorme caja, cerrando la puerta detrás de él.
Su pequeña sabía que no era el libro muggle que tanto le había pedido, pero su rostro no abandonaba la felicidad. Ron sabía que no se iba a decepcionar al intuir que no era un libro, su hija es demasiado humilde y agradecida para eso; ella aceptaría lo que sea.
"¡Ponló con los demás!" pidió la pequeña, señalando el resto de los presentes.
"Como lo pida la gladiadora" obedeció Ron, utilizando ese apodo que Rosie amaba. Todo comenzó con un libro romano que Hermione le leyó a los dos años, Rosie quedó tan maravillada con el trabajo de un gladiador que exigió que la llamaran ' La gladiadora', y ahora ese era el único apodo que aceptaba. Nadie podía llamar 'princesa' o 'señorita' a La gladeadora. "Ábrelo de los últimos" pidió Ron. Luego, Rose asintió y comenzó a escoger cuál regalo abriría primero.
Mientras Rose continuaba en su dilema, Ron se sentó en el espacio que Hermione le brindó en su sofá. Puso un mechón de su alborotado cabello detrás de su oreja y se fue acercando lentamente. Podía sentir la entrecortada respiración de ella en su rostro, y ella, en un repentino ataque de pasión, lo tomó por las mejillas y unió sus labios en un beso donde él demostraba todo el amor y la culpa que sentía.
"¿Cómo te fue?" susurró luego del beso. Él negó con la cabeza, alejando sus rostros.
"No hablemos de eso ahora" dijo. Ella estuvo de acuerdo, y no pudo evitar abrazarlo.
"Te extrañé mucho" habló desde su pecho. El calor y olor que desprendía Ron, sumado a la presión de sus brazos en su espalda, lograba emborracharla.
"Y yo a ustedes" suspiró Ron. "Lamento mucho no haber estado para la cena" se disculpó él. Los rizos de Hermione le hacían cosquillas, esa sensación le encantaba. Podía sentir el aroma del mismo perfume que le regaló en quinto año. Había adoptado el hábito de comprarle la misma fragancia cada dos meses, para que no se le acabara. Amaba tanto la combinación del perfume con el aroma natural de su piel, es algo único, igual que ella.
"No te preocupes por eso ahora" dijo ella, elevando la mirada. "Disfruta el momento" pidió. Él supo que ella tenía razón; ya se había perdido mucho de lo que pudo haber sido un grandioso día, no pensaba arruinar ni un segundo más con sus sentimientos de culpa.
"No debieron esperarme para los regalos" dijo luego de escuchar los 《Primero este. ¡NO! mejor este. ¡Ay! quiero este para después》 de su hija "Ya sabes que si me retraso tres horas más de lo previsto podría llegar hasta el día siguiente"
"Se lo dije a Rosie" afirmó Hermione, dejando castos besos en su mejilla sin afeitar. "Ella dijo que, si era necesario, abriría los regalos mañana, solo si tu estás con ella" contestó.
"¡YA! ¡Abriré este primero!" dijo Rose, elevando el regalo de Harry y Ginny.
"Bien" le sonrió Ron "Ábrelo" Rose no se hizo de rogar, y comenzó a batallar contra el envoltorio.
"Es sorprendente que no pueda esperar hasta la mañana siguiente para abrir un regalo, pero que sea capaz de esperar todo un día solo por abrir un regalo frente a mí" le dijo a Hermione.
"Pues, a mí no me sorprende" opinó ella "Rose te ama mucho" dijo, mirando con ternura a su hija.
"¡AH! ¡Mira papi! ¡Es un abrigo hermoso ¿Verdad mamá?" dijo la pequeña, exhibiendo el regalo de sus padrinos.
"Te quedará precioso, cariño" sonrió Ron.
"Abre otro" la animó Hermione, y la pequeña no perdió el tiempo.
"Las amo mucho" dijo Ron. "Y amo los momentos como estos"
"También yo" dijo ella, acurrucándose aún más en su pecho.
OOOOOOOOOO
Luego de unos minutos el piso de su sala de estar estaba repleto de papel de regalo y juguetes para Rosie. Ron y Hermione ya abrieron sus regalos, la castaña no se enojó con el regalo de Ron, pues entendía sus razones, además, no había nada que pudiera arruinar ese momento. Pero todavía faltaba la enormenorme caja de Rosie intacta debajo del arbolito. Por no decir que Hermione no ha entregado su regalo a Rosie ni a Ron.
"¿Ahora si puedo abrirlo, papi?" preguntó Rose, señalando la caja con un hermoso brillo en sus ojos.
"Sí, cariño, ábrelo" la animó Ron.
La caja era casi de la misma altura que Rose; ella rompió el envoltorio y lo lanzó al suelo. Emocionada, se puso de puntillas para ver lo que había dentro de la caja luego de abrirla.
Su sonrisa cambió por una mueca de desconcierto al ver lo que había dentro. Como no lograba alcanzar el interior, decidió empujar la caja hasta botarla en el suelo y así sacar lo que había dentro. Era otra caja, con envoltorio, cinta y todo. Le llegaba hasta el pecho, así que era más cómodo para ella.
"¿Qué es esto papá?" preguntó desconcertada la pequeña.
"Ábrela" fue lo único que recibió por respuesta.
Ella no perdió el tiempo, rompió ferozmente el envoltorio y abrió la caja. Dentro, había un montón de papel celeste. Ella lo saco todo, lanzándolo al piso; pensó que al fin descubriría su obsequio, pero solo vio otra caja envuelta.
"¡Ah! JAJJAJJAJAJJAA" comenzó a reír Rose, entendiendo el juego de su padre. Ron y Hermione se unieron a sus risas mientras la pelirroja continuaba rompiendo envoltorios, sacando papel y abriendo más y más cajas. Todo el hogar era un estallido de carcajadas, gritos y papel.
Hasta que finalmente, entre risa y risa, Rose saco una caja larga y algo angosta. Arrojó el envoltorio carcajeando y rompió la caja.
Sus risas se apagaron al ver lo que había dentro de la última caja.
"¡SIII!" gritó, levantando en el aire el libro muggle que tanto le había pedido a sus padres. Corrió con el libro hasta subir al regazo de su padre y se dejó abrazar y acariciar por sus padres, sin olvidar las risas.
"¿Te gustó tu regalo, gladiadora?" le preguntó su papá, revolviendo sus rizos.
"Si" chillo ella. "Papi, ¿mamá no te regaló nada?" preguntó la pequeña.
Ron alzó las cejas en dirección a una sonriente castaña. "No" contestó. "Y tampoco te regaló nada a ti" sonrió.
Ambos dirigieron una mirada de exigencia hacia Hermione, quien sonrió aún más. "Esta bien, esperen aquí, voy por sus regalos" dijo ella, levantándose del sofá y subiendo rápidamente las escaleras.
Regresó con dos regalos; mientras se sentaba, entrego uno a Ron, y el otro a Rose. "Ábranlos al mismo tiempo" ordenó. Ambos asintieron y comenzaron a abrir desesperadamente sus obsequios.
"¡SI SI SI!" gritaron los dos, al mismo tiempo, levantando ambos una camisa. La de Rosie decía 《¡Serás hermana mayor!》 Y la Ron decía 《¡Serás padre, otra vez!》.
OOOOOOOOOO
El pequeño cuerpo de su hija estaba dormido sobre su pecho, con el delgado brazo de su esposa rodeándolo. Él, con un bazo, apretaba a Hermione, y con el otro, abrazaba a su hija.
"¿En serio estás embarazada?" susurró para no despertar a su pequeña.
A pesar de la oscuridad, él supo perfectamente que ella rodó los ojos. "Ya te lo dije, Ron. Sí, estoy embarazada" sonrió.
"Es que... es increíble. Definitivamente ha sido el mejor regalo que recibí esta navidad" dijo él.
"De nada" rió ella.
"Lamento solo haberte regalado un estúpido libro, pero prometo que te conseguiré un regalo mil veces mejor"
"Nada de lo que diga te hará cambiar de opinión ¿verdad?" adivinó la castaña.
"Nop" dijo él. Luego de unos minutos de silencio apreciando el reconfortante peso de las dos mujeres que mas ama en el mundo sobre él, rompió el silencio. "Oye, Hermione" susurró. Ella musitó un suave y adormilado 《¿Mmm?》 y él dijo: "Esto es muy injusto".
Ella abrió los ojos y levantó un poco la cabeza "¿Qué es injusto?" preguntó, aún con la voz adormilada.
"Que yo no puedo regalarte un hijo"
