AmarTeDuele.

Escritopor: Mara Loneliness

Resumen:

Una leyenda...

Una aventura...

Y una maldición...

La tripulación de sombrero de paja se lanza en una aventura ignorando las advertencias que hay alrededor, las consecuencias serán desastrosas; pero en medio de la oscuridad brilla una esperanza: "el amor."

¿Realmente podrá el amor nacer, florecer y sobrevivir en medio de tanta muerte?

"Amar es arriesgarse a que no le quieran,

esperar es arriesgarse a sentir dolor,

intentar es arriesgarse a fracasar,

pero hay quearriesgarse,

porque lo más peligroso en esta vida es no arriesgar nada."

Leo Buscaglia.


Rango:NC-17 (No menores de 18 años).

Categoría:ONE PIECE.

Personajes:Mihawk, Sanji, Zoro.

Tipo: Yaoi (relaciones homosexuales).

Géneros: Acción, Angustia, Drama, Romántico.

Advertencias: Lemon, Tortura, Violación.

Capítulos: 31 capítulos y 1 epílogo.

Completo: Sí.

Primera publicación: 28/mayo/2007 ( )

Última publicación: 27/septiembre/2007 Edición: julio de 2015.


Notas del fanfic:

Basado en el universo del anime de One Piece.

One Piece y sus personajes son propiedad de su autor, Eiichiro Oda.

Este material es expuesto sin ningún fin lucrativo o comercial.


Aclaraciones:

Esta historia tiene lugar antes de la saga de Java y después de la saga de la niebla arcoíris.


CAPÍTULO 1.

Una Noche Inesperada.

Despacio comienzo en tu boca,

despacio y sin quitarte la ropa.

Mi cama no merece tu cuerpo,

virgen como el amazonas...

mucho para un lobo cazador,

pero ideal para el amor. [...]

"Primera vez", Ricardo Arjona (fragmento).


Aquella aventura los había dejado bastante impresionados, en especial al joven capitán. Esa niebla misteriosa había sido un lugar muy divertido, pero ahora debían buscar una isla para reabastecerse de provisiones. Habían pasado sólo un par de semanas, pero la comida ya escaseaba en la pequeña carabela, más que nada por el insaseable apetito de Luffy y sus saqueos nocturnos al frigorífico.

Nami decidió que era hora de comprar otro aparato de refrigeración con cerrojos, cómo le había pedido Sanjikun tiempo atrás, así que en la siguiente isla no sólo se reabastecerían, sino también comprarían el aparato nuevo.

Era ya medio día y Zoro estaba entrenando en el castillo de popa, había terminado con las enormes pesas y se secó el sudor con una toalla para tomar las pesas más pequeñas y ejercitar sus brazos y bíceps únicamente.

Escuchó un ligero ruido desde las escaleras, miró de reojo sin dejar lo que hacía.

— ¿Qué quieres cocinero idiota?

— ¡Marimo estúpido! — Respondió al insulto —. Vengo a decirte que ya está la comida — le informó dándose la vuelta, irritado —, pero si quieres que Luffy se lo acabe todo, por mí está bien — le indicó bajando las escaleras y levantando un brazo despreocupadamente, cómo despedida —. Imbécil — murmuró.No recibió insulto de respuesta, pero no le sorprendió por lo quedo que había dicho lo último. Ese maldito espadachín lo cuando trataba de ser amable con él terminaba insultándolo, no es que le importara si lo insultaba o no, simplemente no le parecía que fuera tan mal educado y grosero con todos, aunque en aquel momento lo que más le irritaba era que estaba demasiado al pendiente de él, aun sin querer hacerlo terminaba mirando por la escotilla de la cocina cómo entrenaba, cómo resbalaba el sudor por su espalda haciéndolo lucir tan...

Sacudió la cabeza, irritado. Era ridículo que pensara en aquellas cosas, a él le gustaban las mujeres. Aunque debía aceptar que el marimo era muy atractivo.

Soltó el humo,iracundo. No se explicaba porque pensaba en aquellas cosas, quizás sólo era que llevaba demasiado tiempo sin estar con una mujer. ¡Sí! Debía ser eso. En cuanto llegaran a una isla buscaría una linda chica para pasar la noche. No tendría que pasar por eso si su pelirroja no lo despreciara siempre, suspiró profundamente antes de entrar a la cocina.

Era el mismo panorama de siempre, Luffy y Usopp peleaban por la comida, Chopper y Nami hablaban tranquilamente y Robin leía un libro a ratos entre bocado y bocado, él se sentó en su lugar y se sirvió algo de vino en una elegante copa, y otra vez no pudo evitar mirar por la escotilla cómo Zoro se acomodaba la faja y las espadas para ir a comer. Ese hombre era tan descuidado para todo, parecía que lo único que le importaba eran sus espadas, eran con lo único con lo que tenía cuidado. Suspiró de nuevo antes de beber un sorbo de su vino, ¿Por qué no podía dejar de observarle? Esa situación ya estaba empezando a cansarlo.

Zoro entró con calma a la cocina y se dirigió a su lugar de siempre, pasando por detrás de Sanji, con calma se desató las katanas y las colocó junto a sí. Iba a comenzar a comer, pero notó la mirada del cocinero sobre él.

— ¿¡Qué te pasa cejas afeminadas!? — escupió, incomodo por la manera tan extraña en que Sanji no había dejado de mirarlo desde que entró. No era la primera vez que lo veía mirándole, pero en esta ocasión se había sentido de lo más extraño — ¿¡Qué demonios me miras!?

El rubio siguió mirándole unos segundos sin reaccionar.

— ¿¡Y quien dijo que te estoy mirando cabeza de moho!? — Se defendió al fin — ¡Sólo te atravesaste en mi campo de visión!

— ¿¡A quien le llamas "cabeza de moho", cocinero pervertido!? — se levantó furioso el espadachín, lanzando un sablazo que el rubio detuvo con una pierna.

— Han comenzado de nuevo — murmuró Usopp mientras negaba con la cabeza, mientras Chopper y Luffy lo secundaban. La pelirroja había comenzada a temblar de rabia, ¿es que acaso nunca podía cenar sin que esos dos quisieran matarse?

— ¡YA BASTA! — Gritó Nami levantándose y golpeándolos en la cabeza. Luego volvió a sentarse con calma —. Desembarcaremos mañana a primera hora en la isla de Eris — les informó —, ahí nos reabasteceremos y nos prepararemos para un largo viaje.

Sanji y Zoro se levantaron del suelo, y este último comenzó a comer ignorando a la pelirroja, mientras el rubio la veía con ojos en forma de corazón.

— No hay otra isla a varios meses de camino— explicó meditativamente —, o al menos eso leí en los libros de navegación de Arabasta.

— ¡Oh, Namichan está hermosa cuando se pone seria! — canturreó.

El espadachín lo vio de reojo, irritado.

« ¿Cómo puede ser tan estúpido? » Se preguntó, aunque a veces no entendía por qué le molestaba tanto la atención que ponía el imbécil de Sanji en la bruja pelirroja.

— ¿La isla de Eris? — preguntó Chopper, curioso.

— Es una isla con vasta vegetación de todo tipo — le respondió Robin sin apartar la vista de su libro —, pero lo más interesante que hay ahí, es el "Lago de Diamante."

— ¿Lago De Diamante? — preguntó Nami con los ojos en forma del símbolo de Bellis.

— Es una vieja leyenda, señorita navegante — le respondió cerrando el libro —, se dice que la isla tiene un lago enorme, cuyo fondo está cubierto de diamantes de todos tamaños. Es protegido por una larga dinastía de guardianes, lo cuales deciden si alguien es digno de verlo y enriquecerse con sus tesoros — explicó —, pero la última persona que aseguraba haber estado ahí murió hace más de 30 años.

La pelirroja se sentó decepcionada.

— Pero si hablan de eso, quiere decir que existe — comentó Luffy después de tragar todo lo que tenía en su plato — ¿verdad?

— Es posible — le sonrió Robin.

— ¡Entonces está decidido! — Se levantó entusiasmado — ¡Buscaremos el Lago De Diamante!

— ¡SI!

Todos se ilusionaron, en especial Nami, puesto que no había logrado sacar nada de la niebla arcoíris. Era una buena oportunidad para hacerse de más riquezas.

La noche cayó demasiado rápido para su no terminaba de preparar la cena cuando escuchó a Luffy gritar que estaba ó irritado sin dejar lo que hacía. Giró la cabeza hacia la escotilla, pero el espadachín no estaba entrenando, debía estar dormido en la cubierta del barco, o en el camarote limpiando sus malditas katanas.

¿Por qué le preocupaba lo que ese imbécil estuviera haciendo?

No le encontraba sentido a aquello, de pronto, un día despertó y el marimo era su prioridad. Ni siquiera se dio cuenta por qué pasó, además, Zoro era un hombre muy raro, en Alubarna fue el único que no espió en el baño de chicas cuando Nami se destapó... el sólo recuerdo lo hizo ruborizar... ¿Por qué él no se habría asomado?, era cierto que todos terminaron debiéndole dinero a la pelirroja, pero hasta Luffy dijo que había valido la pena.

Sacó una gran bocanada de humo de su sistema y continuó cocinando, le prometió a la morena un postre de fresa, así que aún le quedaba mucho por hacer.

La cena fue lo mismo de siempre, peleas, gritos, algunos golpes, y al final todos terminaron riendo y bailando en la cubierta por la nueva aventura que tendrían al día siguiente en la isla de Eris.

Finalmente pasada la media noche todos se fueron a dormir, menos Zoro por que le tocaba guardia, así que con la última botella de licor subió por la malla hasta el mirador del mastelero, donde siguió bebiendo por otro rato, no le preocupaba la cantidad de alcohol que había ingerido, ya tenía cayo para eso, aunque en momentos volvía la vista a la cocina, cuya luz seguía encendida. No le gustaba admitir lo mucho que disfrutaba ver aquella silueta moverse a través de las cortinas. Bufó irritado, dando un largo trago a su botella. Seguro se estaba volviendo loco.

Pasaron por lo menos dos horas cuando se le terminó el licor y se levantó, la luz de la cocina aún estaba encendida.

« Ese cocinero idiota.» Empezó a bajar por la malla un poco irritado.« Seguro olvidó apagar la luz. »

Una vez abajo, se dirigió a paso lento al interior, pero cuando abrió la puerta no esperaba encontrar al cocinero dormido ahí, y con una botella de vino vacía y la copa a la mitad.

Se masajeó el cuello ligeramente incómodo, tendría que despertar al rubio para que se fuera a la cama. Se acercó despacio y le colocó una mano en el hombro.

—Oye, Sanji... — le llamó con voz queda moviéndolo un poco — Sanji, despierta...

El rubio se quejó y lo apartó, aún estaba dormido y mascullaba cosas que para el peliverde eran incomprensibles, o eso creyó.

— Me gusta... tanto... — las palabras del rubio salieron en un jadeo cadencioso, que provoco que al peliverde se le subieran los colores al rostro.

— ¡Oye idiota, levántate! — gruñó. Esta vez agitó a Sanji con más fuerza. Había sentido un choque eléctrico en la columna, y lo menos que necesitaba era que ese idiota se quedara ahí, jadeando dormido.

— ¿Eh?... ¿Qué?... — balbuceó el cocinero, estaba adormilado. Se incorporó ligeramente y observó el lugar por un momento tratando de reconocerlo, finalmente su vista se posó sobre la copa de vino a la mitad que estaba frente a él. Suspiró al recordar: se había metido a limpiar la cocina y se descubrió mirando al espadachín subir el mástil, y aburrido de sus propias e incomprensibles reacciones se había sentado a beber para tratar de entender que le estaba pasando.

Se incorporó por completo y trató de levantarse, pero se le enredaron las piernas y tropezó. No estaba borracho, pero no acostumbraba beber más de un par de copas, se le habían entumecido los nervios.

Cuando ya veía muy cerca el suelo sintió que algo se enredaba en su cintura y lo sujetaba, se volvió a ver que era y su mirada se topó con la de un confundido Zoro.

— ¿Estás borracho?

Aquel leve contacto disparó algo en su sistema. Una ó que se le aceleraba el pulso y que el pantalón estaba apretándole en la entrepierna. Se separó del peliverde de inmediato, totalmente descompuesto por la reacción de su cuerpo. Había estado tan cerca de su rostro, que por un segundo pensó que si no se alejaba rápido, acabaría besándolo. ¿Pero qué clase de hetero se imagina besando a otro hombre?

— Por supuesto que no, idiota — espetó sacando un cigarrillo y encendiéndolo con manos temblorosas. Debía calmarse de una puta vez, estaban a un día de desembarcar, ¡carajo!

El peliverde levantó una ceja encrespado, ¡estaba preocupado por él y lo que recibía era un insulto! Dejó la botella vacía en la mesa y se dirigió a la salida, lo que menos necesitaba era aguantar el mal humar de un hetero sin mujeres.

— Entonces podrás llegar solo al camarote — comentó con acento burlón al pasar junto al rubio.

El cocinero no era consciente de lo que su amigo acababa de decir, lo único que podía hacer en aquel momento era estar al pendiente de sus propios sentidos, de cómo cerró los ojos al inhalar el aroma del espadachín que pasaba junto a él, de cómo un estremecimiento recorrió su espina dorsal y un choque de excitación termino por dispararse en su miembro.

Sujetó la mano de su nakama y le dio una leve patada que lo hizo perder el equilibrio. Él tampoco pudo sostenerse, de modo que ambos cayeron al suelo, él sobre Zoro, con ambas piernas a los lados, quedando sentado sobre las caderas del moreno.

Rápidamente apartó el brazo de Zoro que había sujetado, y lo alzó por encima de la cabeza de este para tratar de inmovilizarlo.«Como si realmente pudiera.» Se dijo burlón. No tenía idea de que estaba haciendo exactamente, pero ya que había comenzado seguiría hasta el final, o hasta que Zoro lo apartara de un puñetazo, lo que pasara primero.

Zoro se puso rojo hasta las orejas, en especial cuando sintió la entrepierna excitada del rubio sobre la suya, que con el contacto comenzó a cobrar vida. Su corazón se disparó.

— ¡Qué diablos haces! — Gritó y trató de sacarse, pero el rubio le sujetó el otro brazo sometiéndolo por completo — ¡Suéltame cocinero pervertido! — Exclamó aterrado al ver como el rostro del rubio se acercaba peligrosamente al suyo, acompañado de la mirada más lujuriosa que había visto en su vida — ¿¡Qué demonios vas a...!? — pero no pudo terminar la pregunta porque los labios del cocinero aprisionaron los suyos en un beso, abrió los ojos como platos incrédulo de lo que estaba sucediendo, entonces comenzó a revolverse debajo del rubio, pudo sentir como el cocinero subía sus dos brazos atrapándolos con una sola mano por encima de su cabeza. Él era más fuerte que el rubio, pero en ese momento no era capaz de pensar con claridad porque no daba crédito a nada de lo que pasaba.

Sintió la mano libre de su amigo recorrerle el pecho por encima de la camiseta blanca, entre abrió los labios para espetar, pero el rubio aprovechó para introducir su lengua en ellos y comenzar a recorrer cada centímetro de su boca. No sabía que le pasaba, pero sentía que un calor inmenso se apoderaba de él. Su corazón estaba como loco, y sabía que estaba sonrojado, pero no pudo evitar estremecerse cuando la mano del rubio apartó la faja y comenzó a recorrer sus pectorales apartando la camiseta hacía arriba, poco a poco su voluntad comenzó a fallarle y sintió como respondía al beso muy en contra de su orgullo, pero ¿Quién podría resistirse a un experto beso de "el cocinero del amor"?

Sanji sonrió satisfecho al notar el efecto que estaba teniendo en el espadachín, cuando entre abrió los labios metió su lengua mientras su mano bajaba sensualmente por su pecho y su abdomen hasta toparse con la faja, la cual apartó despacio para abrirse paso entre la tela, y sonrió más para sí mismo al notar como el peliverde se estremecía cuando sujetaba entre su meñique y su anular uno de los duros pezones. Sintió como poco a poco, Zoro comenzaba a corresponder a su beso, y comenzó a separarse lentamente, notando como medio levantaba la cabeza y seguía sus labios inconscientemente.

Lo miró. Tenía los ojos apretados y las mejillas ligeramente sonrojadas, sus labios estaban entre abiertos, invitándolo a continuar, se veía tan hermoso... tan... perfecto... Bajó lentamente, apartando un poco más la camiseta, y depositó un suave beso en el pecho del peliverde, sintiendo cómo se estremecía completamente con aquel contacto. Entonces sacó su lengua, y la pasó por la cicatriz que atravesaba su pecho arrancándole el primer gemido.

Zoro no pudo evitar estremecerse cuando sintió que el rubio besaba su pecho con tanta suavidad. Siempre se imaginó que debía ser un amante delicado y devoto. Abrió los ojos de golpe al recordar la situación en la que se encontraba, pero, cuando iba a quejarse y a apartar al cocinero, sintió la tibia lengua de este rozando su piel. Fue algo tan inesperado que cuando quiso darse cuenta ya no pudo reprimir el gemido que emitió. Se oyó tan lascivo, que no pudo contener el rubor que le cabrío el rostro.

— Suéltame... — pidió en un susurro, pero lo que recibió fue otro lengüetazo en su abdomen que lo estremeció— suéltame... — volvió a pedir, sino con convicción, sí con obstinación, porque sus palabras y su cuerpo habían dejado de estar de acuerdo desde hacía unos momentos — Idiota... ah... — se le escapó otro gemido cuando el rubio aprisionó un delicado botón entre sus dientes — esto... no es... — sus palabras se perdieron en su garganta, porque optó por morderse el labio inferior para ahogar los gemidos que estaban por salir de su boca cuando el rubio comenzó a mordisquear su pezón, y luego bajó lentamente a sus caderas para acariciar su excitada entrepierna por encima del pantalón. Zoro no pudo controlar su cuerpo, que se tensó por el placer, y se sacudió deleitado por el escalofrió que le recorrió la espalda, haciéndolo arquearla ligeramente.

— Tranquilo— susurró el rubio levantando ligeramente el rostro para verlo —, lo haré despacio— entonces, comenzó a bajar el zíper del pantalón del espadachín, quien abrió los ojos y lo miró aterrado.

— Detente... imbécil... — volvió a pedir cuando sintió que aquella mano empezaba a introducirse en su pantalón.

El cocinero le lamió el cuello haciéndolo estremecer una vez más, le encantaba tenerlo así,a su merced. El indomable Roronoa Zoro estaba siendo vencido, deliciosamente vencido.

— Voy a ser delicado— prometió hablándole al oído con voz cadenciosa—, sólo déjate llevar — le mordió el lóbulo —, sé que también lo deseas.

— No... — Zoro se resistió tratando de apartarse —ah... — sin embargo, su cuerpo deseaba hacerlo por encima de su propia voluntad.

Se estremeció cuando la mano del rubio comenzó a masajear su miembro.

— Suéltame...

Pero Sanji no lo soltó, sino qué, lo besó otra vez con fuerza. Sintió que el peliverde no oponía resistencia, más bien al contrario, Zoro estaba respondiendo a las caricias de su lengua de inmediato, devolviéndole aquel beso. Comenzó a deshacer el agarre en el que lo tenía "aprisionado", y bajó la mano hasta el moreno rostro, acariciando con suavidad su mejilla, inesperadamente sintió las manos del peliverde enredarse en su cuello de modo que profundizó aquel beso.

Zoro acarició la espalda del rubio con timidez y lentitud. Aquello le encantaba, esta así con el rubio era algo que nunca se había atrevido a imaginar, pero de algún modo temía que fuera sólo una treta para burlarse de él.

Sanji sujetó aquel rostro entre sus manos, separándose lentamente de él para poder mirarlo. El peliverde tenía los ojos cerrados con suavidad. El cocinero sonrió con fascinación ante aquella visión tan exquisita y erótica, era fascinante ver al poderoso Roronoa Zoro tan vulnerable, rendido ante él.

Zoro quiso resistirse, lo deseó... pero no cuerpo había dejado de obedecerlo, su voluntad lo había abandonado.« ¡Maldición!» Renegó mentalmente y comenzó a corresponder el beso con inexperta lentitud, había dado varios besos antes, pero aquello simplemente lo sobrepasaba. Sintió como el rubio lo soltaba del agarre, y aunque una voz en su cabeza le dijo que lo apartara y saliera de ahí, optó por ignorarla; sujetó la rubia cabeza con frenesí, profundizando aún más el beso, para luego bajar las manos por la espalda del cocinero, lo sintió separarse de él con suavidad y suspiró fascinado por todas las emociones que lo recorrían, emociones que nadie había provocado en él antes. Abrió los ojos despacio y miró la sonrisa satisfecha del rubio, eso lo volvió un poco a la realidad, de manera que lo empujó con fuerza, lejos de él.

— ¿¡Se puede saber qué haces, idiota!? — le preguntó agitado y respirando pesadamente, aunque trató de sonar enfadado, los jadeos de su respiración se lo impidieron. Esa maldita sonrisa de suficiencia le había bastado para sentirse como un imbécil. ¿Qué se supone que esperaba?

El rubio se levantó y le sonrió mientras se acercaba a gatas a él, de manera seductora.

— Te hago el amor— le respondió con esa sensualidad innata que lo caracterizaba.

El espadachín casi sintió como si su corazón quisiera salirse de su lugar, retrocedió un poco, pero la pared de la cocina le impidió alejarse más.

— ¿Asustado? — le preguntó el cocinero divertido, haciéndolo sonrojar más de lo que ya estaba.

— Por supuesto que no,¡idiota!— se defendió enfadado, pero no trató de apartar al rubio cuando alcanzó su altura y acercó su cara a la suya otra vez, dejándose besar de nuevo.

El cocinero sonrió satisfecho cuando el espadachín entre abrió los labios invitándolo a entrar, y no se demoró en hacerlo. Introdujo su lengua con deleite y masajeo la del otro chico haciéndolo gemir en medio del beso, y aunque el peliverde se esforzaba en corresponder del mismo modo, el rubio pudo notar lo toscode sus besos. Se separó un poco y le sacó la camisa y la faja por encima de la cabeza para luego recorrer la cicatriz en su pecho con la yema de los dedos, ya lo había visto sin camisa cientos de veces, pero en aquella ocasión, todo era diferente.

Zoro detuvo aquella mano, nervioso, siempre andaba sin camisa por el barco, pero en aquella ocasión se sintió demasiado incomodo, se sentía tan poco atractivo con el cuerpo lleno de heridas y cicatrices que quería que el rubio dejara de verle.

Sanji levantó el rostro para verle la cara, y comprendió lo que estaba pasando por su mente, así que depositó un suave beso en sus labios, lleno de dulzura.

— Me encanta tu cuerpo — susurró jadeante —, tan firme, tan masculino — pudo notar el rubor que llenaba la cara del moreno.

Comenzó a besarle el pecho, bajando poco a poco hacia su vientre, cuando iba a llegar a la entrepierna del espadachín sintió que una fuerte mano le sujetaba del cabello, levantó la vista para mirarle, estaba nervioso.

— Relájate — le pidió besando su abdomen —, te va a gustar.

Zoro tragó saliva.

Entonces Sanji liberó la firme erección del peliverde y avanzó despacio, respirando sobre ella con deleite antes de pasar su lengua por toda su extensión. Pudo sentir como Zoro se tensaba con aquel contacto, y lo hizo una vez más, provocándole espasmos al precioso moreno. Observó el miembro con cuidado, era bastante grande, y por un momento dudó que cupiera en su boca, pero lo introdujo dentro de sus labios con suavidad y comenzó a chuparlo como si fuese una paleta, degustándolo como un fino platillo recién preparado. Era la primera vez que hacía algo así, pero estaba en su naturaleza satisfacer a sus amantes, y aquello había sido lo único que se le había ocurrido.

Zoro sintió como se tensaba su cuerpo por el placer que lo estaba recorriendo, y cerró los puños con fuerza manteniendo las manos en los costados, mientras sentía como su cuerpo se convulsionaba por el goce que el cocinero le estaba propinando. Finalmente dejó escapar un ronco gemido, sintiendo como algo fluía desde su interior para deshacerlo en una violenta sacudida.

Abrió los ojos despacio al darse cuenta de lo que acababa de pasar, sin poder controlarse había terminado sobre el rostro del rubio, este levantó la cara y le regaló una sonrisa, pero él se volteó a otro lado avergonzado.

— Yo no... — intentó disculparse, pero el rubio le sujetó el rostro obligándolo a verle. Ya se había limpiado el rostro, aunque aún se podían ver rastros del semen del peliverde sobre él.

— Esta bien — le dijo con dulzura —, no me importa.

El peliverde se aferró a su cuello y lo besó en los labios. Había un sabor diferente, pero igualmente embriagador en ellos, y se sonrojó al entender lo que era, estaba degustando su propio semen; pero a pesar de saberlo no deshizo el beso.

El rubio comenzó a deshacerse del pantalón de su compañero, dejándolo totalmente desnudo. Deslizó una de sus manos acariciándole el miembro y los testículos, buscando su entrada, en la cual introdujo su dedo corazón con suavidad, tratando de provocar el menor daño posible. Sin embargo, a pesar de la intención, el otro hombre deshizo el beso con un gesto de dolor en el rostro.

— Relájate— le susurró al oído antes de morderle el lóbulo con sensualidad. Luego introdujo otro de sus dedos en el interior del moreno, el peliverde no se quejó en esa ocasión, aguantó el dolor sin decir una palabra y sin rechistar, eso excitó aún más a Sanji, quien sacó con lentitud sus dedos luego de masajear un rato dentro de él.

Zoro apretó los dientes y los puños manteniéndolos a los costados para aguantar aquella intromisión, su corazón latía con fuerza. Abrió los ojos instintivamente, inquieto, al sentir salir aquellos dedos de su interior, un sonido familiar llegó a sus oídos, y dirigió la vista al rubio ligeramente preocupado.

Sanji finalmente liberó su propio miembro del pantalón. Levantó la vista hacia el moreno y sus miradas volvieron a cruzarse. Zoro cerró los ojos de nuevo, preparándose para lo que sabía que iba a venir a continuación. Sanji lo observó, eso le encantaba, le fascinaba observarlo traspasado por el placer y el temor por lo que venía, pero lo que más le encantaba era que no se estaba quejando, que quería dejarlo disfrutar. Sujetó las caderas del espadachín y las levantó ligeramente para dirigir su miembro a la estrecha entrada, suspiró depositando un ligero beso en el pecho del peliverde, y finalmente empujó con fuerza hacia adelante introduciéndose por completo.

El espadachín abrió los ojos de golpe por el dolor y el escozor que sintió, pero apretó los dientes con fuerza para ahogar el quejido que trataba de salir de sus labios, no quería que el cocinero parase por pensar que le estaba lastimando, de modo que apretó otra vez los ojos, tratando de ocultar el dolor que se reflejaba en ellos.

El rubio, haciendo uso de toda su fuerza, tomó al espadachín y lo colocó sobre sí mismo, de manera que quedaron sentados, entrelazados. Con ternura tomó el rostro del peliverde y lo besó con suavidad, mientras uno de sus pulgares limpiaba la fugitiva lágrima que trataba de escapar de uno de aquellos ojos negros.

— ¿Estás bien? — le preguntó al oído, antes de comenzar a bajar una mano a las firmes caderas del otro hombre.

Zoro asintió con firmeza, tras abrir los ojos para mirar al cocinero.

Sanji usó su otra mano como soporte, para comenzar a moverse.

El peliverde se aferró a él con fuerza, cerrando los ojos una vez más. Estaba comenzando a perderse en todo aquello, sintiendo un dolor insoportable, algo que le quemaba y lo partía en dos.

— Oh, Zoro... — jadeó el rubio tras comenzar el bombeo —, estas tan estrecho... y caliente...

Los movimientos produjeron gemidos que se escapaban de la boca del cocinero. Sin embargo, en un momento se calló... algo había cambiado... se escuchaba un jadeo y las embestidas eran más cortas y profundas. La cabeza de Sanji se levantó, y entonces lo vio, los ojos de Zoro ya no estaban apretados, solo estaban cerrados, su cara estaba sonrojada con un tono carmín precioso, y su boca estaba entre abierta.

— Zoro...

Pero él no respondió, se encontraba concentrado en percibir todo ese mar de sensaciones que había comenzado a recorrerlo. De su boca brotaba un gemido que al principio era lento y débil, pero que poco a poco se volvió más claro y agitado.

— Sanji... Ah... Sanji...

Aun traspasado por el placer, abrió los ojos, y con fuerza arrancó los botones de la camisa del rubio para posar los labios en el pálido pecho, mientras se sentía bajar y subir sobre ese pedazo de carne que había estado partiéndolo momentos atrás. Su lengua se posó en el pezón del cocinero, y lo succionó tal y como antes lo hiciera con él, se movía a su ritmo ayudando en el fuelle, el dolor se había ido, dejando paso solo al placer.

— Siéntelo... ah... — le pidió Sanji con voz ahogada, aumentando el ritmo y la profundidad lo más que aquella posición le permitía —, sé que lo deseas...

Zoro gimió y se aferró a él con fuerza, sus piernas se cerraron enredándose en el cuerpo del cocinero, y le besó el cuello arrancando un gemido de su garganta.

— Zoro...

Pero el aludido lo calló con un apasionado beso, sintiendo que de un momento a otro no podría contenerse más. Su miembro había vuelto a cobrar vida, y se aferraba al pálido cuerpo del cocinero para que la diera la fricción que tanto necesitaba.

— Sanji... ah...

Su lengua recorrió el oído y el cuello del rubio, y toda la claridad y los deseos de esté por no acabar dentro de su compañero, se nublaron en medio del éxtasis.

— Zoro...

No existía nada, no existía nadie, todo había desaparecido alrededor de ellos, quedando sólo las sensaciones y un sentimiento que les hinchaba el pecho con una calidez que nunca creyó que sentirían.

— Sanji...

El clamor del peliverde lo enloqueció. Sabía que se lo estaba pasando bien, y que era feliz con lo que estaban haciendo, entonces le oyó gemir su nombre con una voz que jamás le había oído antes, y sintió que un líquido caliente bañaba su vientre.

Aquel gemido lo llevó lejos, porque él también estaba al máximo. El calor que sentía lo quemaba. Quería dejarlo libre. Sus acometidas se volvieron más profundas y rápidas, aniquilando su ser y aniquilando el ser de su amante.

El espadachín se estremecía y temblaba al sentirse al límite del placer, justo entonces el otro chico lanzó un gemido más parecido a un grito hondo y ronco, temblando al entregarse a un orgasmo violento.

Todo se detuvo, ambos se aferraron el uno al otro con fuerza. Lentamente el rubio lo recostó quedando sobre él para salir con lentitud y la mayor suavidad posible, aun respiraban agitadamente, pero su mente empezaba a pensar con claridad, a analizar lo que acababa de suceder. Observó el cuerpo debajo de él y se apartó con temple.

— Ve a ducharte — le dijo mientras comenzaba a abrochar su pantalón con manos temblorosas.

Zoro se incorporó ligeramente y lo vio, algo confundido tomó su pantalón y se lo puso con calma al tiempo que recogía el resto de su ropa.

— Tengo guardia — le recordó con voz aun jadeante — ¿recuerdas?

— Me encargaré de eso — sugirió mientras encendía un cigarrillo, había querido abrocharse la camisa, pero le faltaban algunos botones.

— De acuerdo — se levantó y observó al cocinero de reojo antes de salir de la cocina y hacer lo que le había pedido. Una sonrisa se dibujó en su cara mientras se alejaba, sólo con el pantalón puesto, el resto de la ropa en las manos y el cuerpo pegajoso de su propia semilla.

« Hacer el amor. » Pensó totalmente feliz y satisfecho. « Fue maravilloso. »

El rubio se quedó en el suelo un rato más, tratando de analizar qué fue lo que lo llevó a hacer aquello. No es que no lo hubiera disfrutado, de hecho, parecía que lo había disfrutado más que con cualquier mujer... Sacudió la cabeza, irritado ante aquel pensamiento, y se levantó.

« Sólo fue un "free". » Se dijo mentalmente. « No ha significado nada, ni para mí, ni para él.»

Se acomodó el traje y notó que estaba lleno de semen. Se quitó lo que quedaba de su camisa, y decidió bajar a tomar una diferente. Esa mañana desembarcarían y buscaría una buena chica para demostrarse a sí mismo que aquello sólo había sido un resbalón, un error que cualquiera podía cometer, además, no era que sintiera algo por el marimo ni nada, sólo era la falta de chicas... nada más.

Continuara...


Notas finales:

A quienes han leído hasta aquí y si esta historia les ha parecido familiar, les diré que si, ya la he publicado en otros sitios, inclusive he dejado el link de la versión original y primera publicación.

Estoy mudando mis historias a esta web por razones que no vale la pena mencionar, pero además de traerme mis fics para acá, estoy haciéndoles modificaciones y ediciones. La redacción es cien veces mejor que la original, además creo que el desarrollo de escenas e ideas esta mejor planteado en esta segunda edición.

La historia es, en esencia, la misma; simplemente he querido reescribir algunas escenas y corregir la gramática y la ortografía (que aunque es mejor que la primera versión, aun me hace falta pulirla más).

Si se animan a acompañarme en esta segunda edición, espero que disfruten la lectura.

Besos.