Dsiclaimer: Nada es mío, sólo el argumento de la historia y algunos personajes que aparecerán más adelante.
Nota: Este fic está situado después de la guerra de invierno, y Renji es el nuevo capitán de la 5.
Nota 2: Letra en cursiva= flash-back.
Una vez más tuvo que detener su caminar. Había caído de nuevo. La enfermedad la había ido consumiendo poco a poco, hasta el punto de caer cada cinco pasos. Pero él siempre estaba a su lado para ayudarle a ponerse de pie, en todo sentido.
Le tomó suavemente el brazo para pararla, pero ella se zafó.
– No, Shiro-chan...
El chico se agachó a su lado y notó lágrimas en sus mejillas.
– Mírame – dijo ella, con la voz ronca –. Soy patética. Ya ni siquiera puedo caminar por mí misma – cerró los ojos con fuerza y golpeó débilmente el suelo –. ¡Ya no puedo hacer nada por mí misma!
Estos ataques de ira y tristeza ya eran pan de cada día, desde hace cinco meses, cuando ella había regresado. Le secó las lágrimas y la abrazó por la cintura, mientras que ella, sollozando, le echaba los brazos al cuello y ocultaba la cara en su hombro.
No le gustaba verla así. Lo detestaba. Él se había jurado e intentaba protegerla de todo, pero ¿cómo luchar contra una enfermedad? ¿cómo levantar la espada y luchar por ella contra algo abstracto?
El único indicio visible de la enfermedad de Hinamori era ella misma. Sus ojos febriles, su piel translúcida, su cabello opaco, sus labios resecos.
Simplemente todo le había parecido todo tan rápido...
Ya no soportaba el papeleo. Y su Teniente no ayudaba mucho en este caso. Había desaparecido... otra vez. Seguramente estaría en la División tres, cinco o nueve, con Kira, Renji y/o Hisagi, bebiendo y pásandola de lo lindo, mientras él se encerraba en su oficina firmando papeles o haciendo reportes de esto o aquello durante toda la tarde.
Suspiró y tomó el primer papel del montón. Pero no iba ni en la tercera palabra cuando algo le llamó la atención.
– Ese reiatsu...– murmuró.
Hacía más de tres meses que Hinamori, en compañía del capitán Kurotsuchi y varios miembros más de las divisiones cinco y doce, había partido a Hueco Mundo para una compleja investigación, y no había sabido nada de ella desde entonces.
Pero no podía estar equivocado. Había pasado demasiados años a su lado como para reconocer su energía espiritual. Hinamori había llegado a la Sociedad de Almas.
Sin darle más vueltas al asunto, se puso de pie y se encaminó rápidamente a la salida. Pero al deslizar la puerta, chocó con un par de enormes pechos.
– ¡Taichooooooo!
Hitsugaya, velozmente, salió de la ''trampa mortal'' en la que se encontaba y frunció el ceño.
– ¿Se puede saber en dónde estabas? – se cruzó de brazos.
– ¡Por supuesto!
Silencio.
– ¿Y bien? – a Hitsugaya se le marcó una peligrosa venita en la frente.
– ¡Estaba en la División cinco!
Hitsugaya se mostró muy interesado de pronto.
– ¿Sí?
– ¡Sí!
Esperó a que su Teniente hablara, lo cual no sucedió.
– Y... ¿estabas con... Abarai?
– ¡Oh, sí! Estuve un buen rato conversando con Abarai-taicho.
Hitsugaya se dió cuenta de que, dijera lo que dijera, su Teniente no iba a decirle nada sobre Hinamori. Suspiró y dijo:
– Y bien... haz el papeleo. – Pasó al lado de Matsumoto, caminando a paso rápido.
– ¿A dónde va, Taicho?
– Eso no te incumbe.
Caminó tres pasos por el pasillo y sintió una mano que tiraba de su haori.
– ¡Matsumoto!
– No vaya, Taicho.
– ¿Qué?
– No vaya a ver a Hinamori.
Hitsugaya se sorprendió y dejó de forcejear.
– ¿Qué dices? – se volteó y encaró a su Teniente, que se había puesto muy seria de pronto.
Matsumoto le hizo una seña a su Capitán para que volviera a entrar a la oficina. Una vez allí, se sentaron frente a frente.
Rangiku hizo una pausa antes de hablar.
– Taicho... mucha gente murió en Hueco Mundo.
A Hitsugaya se le cortó la respiración y comenzó a sudar frío.
– ¿Hi... Hinamori...?
– ¡No, no Taicho! – lo tranquilizó Matsumoto –. Ya he visto a Hinamori.
Hitsugaya se relajó. Por un momento creyó que Momo...
– A lo que voy – continuó su Teniente – es que todos los fallecidos fueron víctima de... una extraña enfermedad – Matsumoto miró al suelo.
– ¿Enfermedad?
– Así es.
Hubo otra pausa.
– ¿Y... Hinamori? – preguntó Hitsugaya.
– Muchos se han contagiado, Taicho. Los llevaron a observación en el cuarto escuadrón. También llevaron algunos cuerpos a la División doce para investigarlos – en su silencio, Hitsugaya ataba los cabos sueltos mientras Matsumoto hablaba –. No parecía... ella, Taicho.
La mujer levantó la vista y miró a su Capitán.
– Saldrá de esta – Hitsugaya se puso de pie y se encaminó nuevamente a la salida.
– ¿Taicho?
– La conozco. Saldrá de ésta – repitió. Metiendo las manos en sus mangas, abandonó la salida.
Una vez sola, Rangiku derramó una lágrima.
– No tiene idea, Taicho – murmuró.
Las estrellas habían comenzado a salir.
Hitsugaya se había pasado toda la tarde en el techo de su División. Trataba de tranquilizarse y ganar tiempo para ir al escuadrón cuatro.
Sólo cuando la luna ya brillaba en lo alto, se puso de pie y, saltando de techo en techo, se dirigió hacia allá.
No sabría lo que se encontraría, pero tenía que ver a Hinamori a toda costa.
Una vez que Toshiro llegó a la entrada del escuadrón, una suave voz le llamó.
– Hitsugaya-taicho... lo estaba esperando.
Hitsugaya se giró y se encontró con la mirada de la capitana Unohana.
– ¿Puede acompañarme a mi oficina, por favor?
El peliblanco asintió y siguió silenciosamente a la mujer de la larga trenza.
– Tome asiento – le indicó Unohana, una vez que arribaron a la oficina del alto mando del escuadrón cuarto –. Necesitaba hablar con usted sobre el estado de la Teniente de la quinta división, Hinamori Momo.
– ¿Está bien? – preguntó, nervioso, el joven capitán.
– Cálmese y escúcheme, por favor.
Hitsugaya relajó el semblante y se sentó.
– No es fácil de explicar lo que está a punto de oír. Sólo le pediré que me escuche atentamente hasta que termine.
''A lo largo de los tres meses que estuvieron de misión en Hueco Mundo, un cuarto de la expedición murió sorpresivamente. Lamentablemente la comunicación con el capitán Kurotsuchi estaba totalmente cortada, por lo que nos fue imposible ubicarlo. Sin embargo, usted sabrá que la ambición del Capitán por sus investigaciones es y seguirá siendo mayor que la preocupación por sus subordinados, así que optó por quedarse hasta que terminara, a pesar de que muchos otros se habían contagiado, entre ellos, la Teniente en cuestión.
''Ahora bien, aparte de ella, poco menos de la mitad de los restantes se contagiaron de esta enfermedad que es totalmente desconocida en toda la Sociedad de Almas...
– ¿De qué se trata? – interrumpió Hitsugaya.
– Se trata de un microbio, que poco a poco va consumiendo los órganos internos del cuerpo.
''Ya me han llegado los resultados de la División doce y...
– ¿Cuál es la cura? – volvió a interrumpir Toshiro.
La Capitana puso un semblante triste y negó con la cabeza.
– No hay cura, Hitsugaya-taicho...
– ¿¡No hay cura! – el capitán se puso de pie, indignado –. ¿¡Cómo, por el amor de Dios, no va a haber una cura en toda la Sociedad de Almas!
– No la hay, Hitsugaya-taicho – prosiguió Unohana, tranquilamente y sin borrar la sombra de tristeza de su rostro –. Intentaron con todos los medios posibles destruir al microbio, sin resultados positivos.
''A lo más, podemos extender la vida del paciente, con el tratamiento adecuado...
– ¿Cuánto?
– No creo que sea...
– ¿Cuánto? – insistió Hitsugaya. Había cruzado los brazos sobre el pecho y cerrado los ojos, en un intento de calmarse.
– Cinco, o a los más seis meses.
Se acabó. El mundo se le vino encima. Iba a perder a su amiga de la infancia y a la mujer que amaba en seis meses.
– ¿Dónde... está? – preguntó con la voz temblorosa.
– Tercera puerta a la izquierda...
Antes de que Unohana dijera la última palabra, Hitsugaya había salido con un Shumpo de la oficina.
Cinco segundos después, entraba en la habitación señalada, y entraba sin tocar.
Hinamori estaba sentada sobre su cama, vestida con un kimono blanco. Sus ojos brillaban de fiebre, y la piel translucía a la luz, debido a su palidez.
– ¿Hitsugaya-kun? – preguntó, apenas lo vió entrar.
Él no contestó. Simplemente se acerco a paso rápido a la cama y la abrazó, impotente, como si de esa forma se quedara para siempre a su lado. Trataba de contener el llanto, debía parecer fuerte, al menos en frente de ella, por lo que apretó los dientes hasta que le dolieron.
Hinamori, lentamente, le correspondió el abrazo, a la vez que murmuraba, con la voz temblando:
– Hitsugaya-kun, voy a morir, ¿verdad?
OMFG!
Bueno, les cuento: este será mi primer fic largo... o eso espero. Ya es un poco más terrible... uhuhuhuuuu
Pero bueno, todo depende de ustedes, ¿prefieren el típico final feliz, o uno medio triste?
Gracias por leer!
