Disclaimer: Los personajes le pertenecen a ChiNoMiko y Beemoov, Battle Royale es creación Koushun Takami, yo solo los tomo prestados para mis fantasías ocasionales.
Rating: M
Advertencias: Todo el fic contiene escenas de violencia, lenguaje soez y muertes de personajes secundarios y principales, repito, esta vez con emoción, MUERTE DE PERSONAJE PRINCIPAL.
Capítulo 1: Castiel
With bleeding hands I fight for a life that's beat me down
Stand up and scream while the rest of the world won't make a sound
Still bleeding,still waiting
Falling from grace, you laugh in my face
But you are the one who will leave with the beating
Ungrateful-Escape the fate
Quedan 23 estudiantes
"Castiel, despierta"
Para Castiel todo era negro, turbio y ruidoso.
Quería mandar a callar a aquellos que parloteaban como si no hubiese un mañana, a ese que tenía a bien sacudirle el brazo, quien quiera que fuese.
"Castiel, vamos, despierta"
Si lo pensaba bien, había cierta desesperación en la voz que lo llamaba, y la conocía, era una chica y la conocía pero no podía estar seguro.
Se encontraba en esa especie de limbo entre el sueño y la consciencia, donde sabes que pasa a tu alrededor pero simplemente no tienes la fuerza para procesarlo.
Él odiaba estar en ese estado, hizo un esfuerzo y se puso a pensar, primero: ¿Dónde estaba?
Lo último que recordaba era el autobús, Sucrette sentada entre él y Lysandro, el dichoso viaje de fin de curso al que no tenía ninguna gana de ir pero al que al final había sido arrastrado.
Sucrette.
Y después de eso ¿qué?
Le dio sueño, muchísimo, los parpados le pesaron como nunca y recuerda que creyó que aquello era anormal porque generalmente él tenía el sueño ligero, también le pareció extraño que Sucrette cayera rendida sobre su hombro cuando minutos atrás estaba dando brincos en su asiento de la emoción.
De hecho todos en el autobús parecían haberse quedado dormidos. Vale, suponiendo que la mayoría de sus compañeros eran niños consentidos y obedientes que estaban en la cama a las diez, aun así era extraño que todos decidieran quedar inconscientes al mismo tiempo, dejándose caer de forma tan descuidada, Alexy, por ejemplo, estaba prácticamente tirado en medio del pasillo.
Entonces le preocupó que al conductor le diera por seguirles la corriente, nada más lejos, él parecía estar bien, en realidad se veía más que despierto, también usaba una máscara de gas.
Extraño.
Pero al final no le importo porque él mismo se sintió ceder ante la somnolencia.
Abrió lentamente los ojos, finalmente venciendo al sopor que lo envolvía.
Por un momento creyó que había vuelto al instituto.
Pero no, aquella habitación obscura no tenía nada que ver con la brillante aula a la que asistía cada día, se trataba de un salón de clase, sí, pero las ventanas parecían haber sido cubiertas con alguna especie de lona negra y las mesas eran individuales.
Sucrette estaba acuclillada junto a su asiento, a la altura de su cara. Ella era quien le había estado sacudiendo, tenía los ojos muy abiertos y una expresión cercana al horror.
Castiel miró alrededor, de hecho, casi todos usaban el mismo gesto, hablaban unos con otros a chillidos histéricos pero solo los más osados se habían atrevido a separarse de sus asientos, entre ellos Sucrette.
Giró la cabeza y ahí estaba Lysandro, con un aspecto ligeramente preocupado pero manteniendo la compostura, Nathaniel, detrás de él, permanecía con la vista fija en la mesa y cara de haber chupado limones.
— Su, vuelve a tu asiento, aún no sabemos que está pasando—dijo Armin, claramente incómodo, sentado delante de él. La chica asintió y después de dirigirle una mirada nerviosa regreso a su lugar y joder, estaba muy lejos, al otro lado del salón.
Entonces Castiel se dio cuenta, estaban sentados en orden alfabético, así se suponía que debía ser siempre pero al final Farrés les dejaba hacerlo como quisieran porque, según él, para aprender tenían que estar en un ambiente cómodo y que era más cómodo que estar con tus amigos.
Lysandro, a su lado, buscó su mirada, cuando lo consiguió se dio un par de golpecitos en el cuello, y por fin lo notó, un collar. No, no era un nuevo accesorio victoriano, porque él también lo tenía, lo mismo que Armin e Iris.
Lucho con el un rato pero era imposible, parecía adherido a su piel. Ya no solo estaban encerrados en un aula cutre, ahora también tenían una maldita pieza de metal pegada al cuello.
¿Pero que mierda estaba pasando?
— El programa—escupió Nathaniel, apretaba los dientes y los puños, probablemente intentaba no ponerse a gritar. Alguien rio.
Ahí fue cuando Castiel se percató de que no era el último en la fila, lo usual, si no que detrás de él había un sujeto con pintas de guapillo, de esos que usan gafas obscuras en interiores con el único propósito de joder, o a lo mejor fardar, pero jodían.
Y se reía, con un brazo doblado sobre el estómago y el otro cubriéndose la cara. Sintió ganas de darle un puñetazo, en especial cuando descubrió quien era, no recordaba su nombre pero le conocía, vivía en el área y le gustaba acosar a Sucrette.
Lo habría hecho si las palabras de Nathaniel no lo hubieran atontado.
El programa. Imposible.
Todo adolescente de quince años sabía que era el programa, a Castiel se lo habían enseñado en cuarto o quinto grado, cada año escogían una clase, los estudiantes tenían que matarse entre sí, el ganador obtenía una pensión vitalicia y una tarjeta autografiada por el dictador. Menuda recompensa, ni siquiera la pensión vitalicia era atractiva, según esto, se encontraban en el país más prolifero, tanto en población como en riqueza, incluso si se conformaba con terminar la preparatoria sería capaz de encontrar trabajo en alguna fábrica y vivir como un ser humano decente.
O eso le decían.
Como sea, nunca había pensado demasiado en ello. Claro que a veces cruzaba su mente, en especial cuando alguna chica llegaba al instituto hecha un mar de lágrimas porque el Programa se había llevado a su hermano o a su primo, todos conocían a alguien que conocía a otro alguien cuyo familiar lejano tuvo que participar en el Battle Royale, era lo normal.
Año tras año (podía ser en cualquier momento) las noticias anunciaban que clase, de que escuela, había sido elegida para ir al Programa, publicaban los perfiles de los participantes y abrían una plataforma de apuestas, podías llamar para apoyar a tu favorito, como en cualquier reality show.
Él mismo, cuando tenía trece años, había apostado diez billetes grandes a favor de una chica porque era guapa, al final ella gano, para sorpresa de todos, pero cuando salió de la montaña, la ubicación de ese año, ya no era ni la mitad de lo hermosa que era cuando entró, pero igual sonreía.
Castiel recuerda que esa sonrisa no parecía reflejar felicidad, si no demencia.
Nathaniel era imbécil, el Programa era imposible.
Que sí, que siempre estaba la posibilidad pero, dicho a lo bruto, las probabilidades de que te tocara ganar el sorteo eran las mismas de que te arrollara un auto.
En especial ellos, que vivían en una de las prefecturas más grandes.
Y, a ver, que no te levantas cada mañana pensando en si un auto te va a matar o no, sabes que puede pasar pero lo sobrellevas, se te olvida porque tampoco es algo seguro. Y vives tu vida.
Pues lo mismo con el Programa.
Por eso, cuando cumplieron quince y comenzaron a planear su estúpido viaje de fin de curso a ninguno se le paso por la cabeza que iban a ser elegidos, nunca esperas que te pase a ti.
Dieron por hecho que estaban a salvo.
Un hombre entro al aula, era regordete y bajito, de edad madura, bien podría ser el amable vendedor del bazar que se encontraba a la vuelta del instituto pero la insignia que colgaba de su pecho indicaba una profesión menos inocente y su relación con el gobierno.
Dio un par de palmadas y todos se callaron, mirándolo fijo.
—Bienvenidos, antes que nada, mi nombre es Louis, pueden llamarme profesor— sus ojos adquirieron un brillo extraño— O mejor dicho, tienenque llamarme profesor.
Algunos se removieron en sus asientos, nerviosos, pero nadie se atrevía a hablar, esencialmente porque a saber donde estaban, podrían haber tenido un accidente de tráfico y estar inconscientes o quizá los había secuestrado un grupo de traficantes de órganos, últimamente era muy común.
Pero el Programa no, imposible.
— ¡Vaya! Que clase tan tímida, bueno, deben estar ansiosos por conocer su situación y a mí no me gusta dar rodeos, vayamos al grano, están aquí para matarse los unos a los otros— Abrió mucho los brazos, como si quisiera abarcar a todos en un solo abrazo.
— Su clase ha sido seleccionada para el programa de este año— la sonrisa de su cara era tal que sus ojos desaparecían, parecía creer que les estaba dando la mejor noticia de sus vidas.
Castiel contuvo el aliento, joder, no, el maldito Programa no.
Las probabilidades eran las mismas de ser atropellado.
Había más gente que se moría de un infarto.
Alguien gritó.
— Esto no es posible— Amber se levantó de forma tan brusca que la silla se tambaleo—Mi padre es el secretario general de las fuerzas armadas de la nación ¿Cómo es que han elegido la clase en la que estoy yo? ¡Es ridículo!
Su rostro parecía estar a punto de estallar, roja y jadeante no se veía asustada, como cualquier otro, pero cegada por la rabia y es que ¿Cómo mierda se habían atrevido a ponerla ahí, a ella?
Incluso había olvidado mencionar que no estaba sola, sino con Nathaniel.
Louis asintió de forma paternal y se cruzó de brazos, tal como hacía Farrés cuando buscaba responder alguna duda de la clase de historia, porque él siempre los tomaba enserio, por mucho que la pregunta fuese un estúpido y obvio intento de broma.
— Verás, es justo eso lo que intentamos medir: Todo el mundo nace igual, el trabajo de tu padre en el Gobierno de la nación no te otorga a tiningún derecho a privilegios especiales. Escuchen todos, las circunstancias más allá de su control, como su cuna de nacimiento, no deberían determinar lo que son, pero si sus propias capacidades y medios. Así que, señorita Amber ¿cierto? Si pretendes convencernos de que eres alguien especial ¡gana el juego!
Amber se derrumbó en su asiento, como si le hubiesen drenado la energía de segundos atrás, Louis sonrió complacido.
—Sus padres ya han sido informados, les desean la mejor de las suertes, abrazos, besos y que los hagan sentir orgullosos, excepto aquellos que están agradecidos de deshacerse de sus vástagos, ustedes saben quiénes son.
Iris miraba de un lado a otro, buscando a alguien que le explicara la situación o que le dijera que se trataba de una broma, Karla parecía al borde de un colapso nervioso y Violeta definitivamente se había echado a llorar.
Todos parecían confundidos, perdidos.
¿Y como no estarlo? Matarse entre ellos, imposible, muchos se conocían desde que tenían memoria, ¿Cómo vas y le metes un tiro a la persona que hacía pasteles de tierra contigo?
Melody alzó la mano, muy digna y correcta hasta cuando le decían que bien podía morirse esa noche, y como no, después de todo era la delegada femenina de la clase. A lo mejor tenía una razón bien fundamentada para que los dejaran salir de ahí, ella siempre hacía esa clase de cosas, ayudar al grupo cuando podía.
Sin embargo, a veces uno tenía que elegir ayudarse a sí mismo antes de pensar en el grupo, al parecer esa era una de esas veces.
— Disculpe, profesor—Louis alzó las cejas, expectante— No creo que yohaya hecho algo para merecer el estar aquí, toda mi vida me he comportado conforme a las reglas del gran Dictador.
El hombre suspiró y se acarició la frente con cansancio.
— Aun no creen que esto les esté pasando a ustedes ¿verdad?— hizo una seña e inmediatamente tres hombres enfundados en el uniforme del ejército entraron al aula cargando un bulto grande, una bolsa negra, el ambiente se impregno de un olor a azufre.
— Quizá un pequeño aliciente visual conseguirá despertarlos.
Los primeros de cada fila reaccionaron antes que todos, Priya gritó enloquecida y Jade comenzó a tener arcadas, después de unos nauseabundos segundos se escuchó el chapoteo del vomito contra el suelo. Castiel podía olerlo pero no le importó.
Primero un coro creciente de voces, el ruido de sillas arrastrándose y los chillidos posteriores inundaron el aire.
— ¿Qué es?
— ¿Por qué gritan, que pasa?
A pesar de ser uno de los últimos tenía una buena visión de lo que ocurría. Dentro de la bolsa se encontraba el profesor Farrés, o lo que quedaba de él.
Lo primero que se notaba era que le faltaba la mitad de la cara, las gafas puestas de cualquier manera sobre un globo ocular que miraba ausente al techo, una masa grisácea salpicada aquí y allá, Castiel supuso que eran sus sesos, tal vez su brazo izquierdo también se había ido.
— El profesor Farrés se oponía a muerte a que esta clase participara en el juego, yo le advertí que si continuaba con esa desagradable actitud tendría que encargarme de que no saliera de aquí siendo ni la mitad de lo que había sido—soltó una carcajada y continuó— Como pueden ver soy un hombre muy textual.
Castiel se obligó a espabilar, era real, no una broma o cualquier otra mierda, iban a obligarlos a destriparse unos a otros. Era real.
Ahora la cuestión importante era: ¿Qué iba a hacer?
Miro al otro lado del salón, a Sucrette. La chica mantenía la vista fija sobre la interesantísima superficie lisa de su mesa, las manos le temblaban pero su expresión era dura, tenía el ceño fruncido y los labios presionados en una línea recta.
Castiel sabía que ese gesto lo reservaba para cuando quería hacerse la dura.
La clase se hundió en silencio, los que se alejaron de su asiento ya habían vuelto para petrificarse en su silla.
Excepto Peggy, la segunda de su fila, la misma que Sucrette.
Peggy que permanecía parada y miraba a Louis con algo parecido a la histeria.
Peggy que no tenía ningún problema con meterse a la sala de profesores si eso significaba conseguir información para su siguiente premisa, que luchaba a capa y espada porque cambiaran el menú de la escuela a uno vegetariano y se compraran balones sintéticos, que defendía la libertad de expresión, un tabú en la República.
Que aunque no lo pareciera, tenía un sentido de la moralidad más alto que los demás.
— El profesor Farrés era un buen hombre—susurró con los puños apretados.
— ¿Bueno? Demasiado tolerante para su propio bien, si me lo preguntas, le gustaba mirar hacia otro lado ante la conducta delincuente de esta clase, solo hay que ver la vestimenta de algunos de tus compañeros—miro directamente a Castiel y Lysandro.
— ¿Cuál es el propósito de todo esto? No tiene sentido ¡¿Es que solo lo están haciendo para divertirse?!—peligroso, estaba comenzando a alzar la voz, Castiel habría querido decirle que se callara pero no parecía encontrar las palabras.
— Peggy déjalo ya— masculló Sucrette.
— Ustedes, todos los cerdos que están en el gobierno, ¿es que vernos volándonos los sesos los unos a los otros les parece divertido?
— ¡Maldición Peggy, cállate de una vez!— Definitivamente no iba bien, ya no solo Peggy estaba gritando, también Sucrette, aunque Louis mantenía la sonrisa amable tatuada en el rostro ahora había cierto brillo perturbador en sus ojos, como si esperara algo.
— ¡Solo esperen, escribiré el mejor artículo sobre este estúpido país y su maldito juego! ¡Los expondré a todos!
Louis hablo con una extraña voz, demasiado suave, como si pretendiese calmar a la chica, pero también parecía divertirse.
— Mira Peggy, lo que estás haciendo en este momento es declarar tu oposición al gobierno—alzó las manos en un gesto conciliador— Como reportera debes saberlo, uno debe responsabilizarse de sus palabras ¿no?
Todo paso muy rápido pero al mismo tiempo lento, ya saben, como cuando un instante se congela, puedes ver todo lo que está ocurriendo, lo sabes y quieres gritar y pedir que se detengan pero tu cuerpo no consigue seguirle el paso a tu mente, entonces te quedas congelado e impotente, como un viaje en la montaña rusa.
Sí, eso, era como un jodido viaje en la montaña rusa.
Peggy continuaba con la verborrea verbal, gritaba, se quedaba sin aliento y seguía. Louis sonrió enseñando los dientes, movió la mano hacia su bolsillo trasero y dijo:
— Otra cosa que el querido profesor Farrés no te enseño, deberías haber sabido mejor ¡En clase no se habla!
Lo último lo soltó en un alarido tal que todos saltaron en sus asientos, ya no sonreía.
Y lanzó una cosa brillante hacia Peggy, al principio Castiel creyó que se trataba de una tiza, como en las películas, que equivocado estaba.
Todo paso en un segundo, Peggy se tanteo el cuello, boqueaba, buscando el aire que ya no podía conseguir, finalmente cayó hacia atrás, como un muñeco.
Una navaja del tamaño de la palma de su mano le atravesaba la tráquea.
La mayoría se contuvo de gritar o hacer cualquier ruido significativo, los más desesperados se conformaron con cubrir sus sollozos con la palma de su mano y encogerse sobre sus pupitres, tratando de esconderse del horror que los rodeaba.
La realidad.
Excepto ella, Sucrette que bien podría ser valiente o estúpida, que si no se controlaba iba a acabar justo como Peggy.
La chica salto de su asiento como impulsada por un resorte y se arrodillo junto al cuerpo de Peggy, trato de detener la hemorragia presionando alrededor de la herida, era inútil, uno de los soldados apuntó su arma hacia ella.
No, como Peggy no, si llegaba a ocurrir Castiel no iba a ser capaz de soportarlo.
— Consiga ayuda para ella— alzó la mirada hacia el hombre y trago saliva con esfuerzo, como si el mero hecho de dirigirle la palabra le asqueara— Por favor.
— Ah, tú eres Sucrette ¿verdad? Vuelve a tu asiento si no quieres que este amable caballero vuele en pedazos esa linda cara tuya.
— Por favor— repitió, cada palabra dicha lentamente, tratando de ocultar la rabia que sentía— Se está muriendo, necesita un médico.
Louis suspiró pesadamente y se dirigió al soldado.
— Bueno ¿serías tan amable de ocuparte del problema?
Con un simple asentimiento de cabeza el soldado tiro del gatillo.
¡Bum! Era la primera vez que oía un disparo, no sería la última.
Castiel sintió como perdía los papeles, a ella no, podían tomarlo en su lugar, a cualquiera menos ella.
— Ya está solucionado ¿no? Tu amiga está completamente muerta— entrecerró los ojos, su voz adquirió un tono peligroso.
— Siempre he dicho que las perras con boca grande solo sirven para una cosa. Ahora,— el arma se dirigió de nuevo hacia Sucrette— Tienes un minuto para volver a tu sitio, lo mismo va para usted, señor Castiel ¿Qué hace mirándome como si me fuese a saltar al cuello de un momento a otro?
Pero Castiel no escuchaba, lo único que sabía era que había algún imbécil por ahí apuntándole a Sucrette como un arma, que ella solo estaba ahí, con la cara salpicada de sangre, viendo el cráneo destrozado de lo que alguna vez fue la chica más cotilla del instituto.
Ni siquiera lloraba.
Y si no hacía algo rápido iba a perderla, iba ser lo mismo que Peggy.
No podía permitir eso.
— ¿Están sordos o que?— exclamó Louis.
Se podía decir que sí, Castiel solo veía rojo y no podía hacer más que considerar la mejor manera de deshacerse de aquellos soldados, de Louis, más rojo, a lo mejor podía matarlos a golpes.
A todos menos a ella. Un segundo soldado apunto su arma hacía él. Podían llevárselo en su lugar.
Joder, iban a acabar como Peggy y no podía hacer nada, esencialmente porque de un momento a otro se sentía incapaz de procesar un solo pensamiento coherente, todo se reducía al mero impulso, a la ira que sentía.
Seguro su destino no habría sido tan prometedor de no ser por una voz tranquila que rompió la tensión del ambiente.
— Disculpe, profesor—Lysandro tenía la mano alzada y una expresión en blanco, como cuando le pedía a Farrés que le recordara cual era el tema que habían estado viendo durante tres clases seguidas— Parece que Sucrette se encuentra en shock y le es imposible volver a su asiento por si misma, me preguntaba si podía ayudarla.
Al principio Louis frunció el ceño pero después asintió, recuperando su buen humor.
— Ah, un caballero, adelante.
Lysandro se levantó y avanzó hacia Sucrette, quien lo miraba entre ida y aturdida, igual que Castiel, a medida que se aproximaba a ella saco un pañuelo pulcramente doblado de su bolsillo, se inclinó sobre la chica y enjugó su rostro, tomándola delicadamente por la barbilla.
Luego susurró un suave "Vamos" y paso las manos por debajo de sus axilas para ayudarle a levantarse.
Ella apenas y se movía pero al menos parecía estar volviendo a sus sentidos.
Antes de volver a su asiento, se detuvo junto a Castiel y poso una mano sobre su hombro empujando hacia abajo, ahí notó que estaba medio levantado, el albino le dedico una mirada significativa mientras negaba levemente con la cabeza.
Lysandro siempre conseguía permanecer impávido, siempre sabía que decirle, aun sin palabras. En esa mirada había un "Calma, ya está bien, contrólate"
Y eso hizo, Castiel se dejó caer en su asiento y apretó los puños, no debía conseguir que lo mataran, al menos no hasta que Sucrette estuviese completamente a salvo.
— Bueno, debemos tomar esto con optimismo— dijo Louis mirando despectivamente el cuerpo inerte de Peggy— Había más chicas que chicos, una menos, eh, muchachos.
Puso los brazos en jarras y solo entonces Castiel noto el ridículo chaleco amarillo que se cargaba ¿Cómo alguien tan mal vestido podía ser tan intimidante?
— Ya que estamos en eso, un hecho relevante, el cincuenta y un por ciento de los ganadores del Programa han sido chicas, incluido el juego del año pasado ¿sorprendente? Para nada, las apariencias engañan, no hay nada más filoso que la lengua de una mujer, si saben a lo que me refiero—guiñó el ojo, Castiel comenzaba a sentirse realmente enfermo de sus chistes— Así que este año muéstrenme un poco del sexo fuerte ¿entienden? No se fíen de las damiselas, ¿Quién sabe que va a hacer la señorita delegada o miss simpatía cuando llegue el momento?
— Todos saben de que va esto ¿no? Van allá afuera, se matan los unos a los otros y el último que quede puede irse a casa, como bonus tendrán una tarjeta autografiada por el Gran Dictador, genial, ¿no?— se rasco la barbilla y miro a la clase con interés, el muy cabrón se estaba divirtiendo, seguro, — Las reglas son muy sencillas, no pueden comunicarse con el exterior, estamos en una isla, no intenten salir nadando, les dispararan al acto ¿vale? En cuanto a como matar, eso lo dejo a su creatividad, no hay penalización de ningún tipo, así que no me decepcionen.
— Quizá crean que este juego no es justo. Pero ese término simplemente no existe en la vida real, a veces pasan cosas inesperadas, a veces nacemos mucho menos habilidosos que nuestros compañeros, en función de salir victoriosos hay que saber mantener el control, como manejar nuestras aptitudes y la ausencia de ellas. La vida se rige por el azar y a veces mera suerte, eso es lo que lo hace excitante.
Louis hizo una señal y el trío de soldados salió del aula para volver con varias mochilas grandes y negras de nylon.
— Van a irse de aquí uno a uno, antes de salir cogerán una mochila que contiene agua, comida, un mapa, una brújula y un reloj, también pueden llevarse el bolso que trajeron consigo. Ah, en cada mochila hay un arma, son completamente diferentes y puede tocarles cualquier cosa, eso agrega un nuevo elemento de azar al juego y lo hace completamente impredecible.
— Cuando salgan de las instalaciones son libres de ir a donde quieran excepto permanecer en la escuela, si pasan más de dos minutos aquí los matamos, cuando el último de ustedes ponga los pies afuera esto se vuelve zona prohibida. Habrán cuatro avisos diarios, a las seis y a las doce, mañana y noche, ahí anunciaré quienes ya hayan perdido el juego y las zonas prohibidas, sí, zonas prohibidas, conforme pase el tiempo habrá partes de la isla que quedaran cerradas, ya saben, para que no se dispersen demasiado, todo está perfectamente trazado y nombrado en su mapa, no se preocupen, pero si deciden quedarse ahí—tomo el aspecto de un niño emocionado en navidad, uno grotesco y chiflado
— Aquí es donde entran sus collares—sonrió enseñando los dientes y se señaló el cuello— Ese aparato es el resultado de la ultimísima tecnología desarrollada por nuestra República. Es cien por cien resistente al agua, anti choques, y no, no, no, no puede quitarse. No se quita. Si intentan arrancárselo…—Louis abrió lentamente su puño mientras gesticulaba un Kaboom,
— Explotan.
— Lo mismo pasa si se quedan en una zona prohibida… Ah casi lo olvido, veinticuatro horas sin ninguna muerte y los collares de todos explotan, nadie gana, sería… ¿Cómo se dice? Juego muerto— Estalló en carcajadas frente a su propio chiste, después de golpearle la espalda a uno de los soldados y que este le siguiera la broma claramente nervioso dijo— Lo demás se reduce a sus preferencias, algunos deciden irse por la vía del lobo solitario, otros encuentran fuerza en los números, a los que les sobra cobardía optan por esconderse y esperar lo mejor, lo último, aunque no está prohibido, no lo recomiendo, a esos siempre se los comen primero— sacudió la mano como si se tratara de un tema irrelevante y Li se encogió aun más sobre su asiento.
— ¿Alguna duda?—
Una mano se alzó, algunos de los alumnos a su alrededor soltaron un gritito de sorpresa, la verdad era que ni siquiera Castiel se había dado cuenta de su presencia: Otro extraño.
— ¿Cuándo empieza el juego?— Su voz era profunda y simple, sin emociones. Castiel notó como la espalda de Sucrette se tensaba ante el sonido pero en ningún momento intento girarse a mirarlo como los demás, quizá porque estaba sentada justo delante de él y habría sido un tanto obvio, o quizá no, la reacción había sido demasiado exagerada.
Juego. Él y Louis lo llamaban juego,como si hablaran de mero ganado, una pelea de gallos.
— En cuanto el primero de ustedes salga de aquí—Louis paseo la vista, aparentemente curioso frente a las caras confundidas de los estudiantes, luego pareció caer en cuenta y un brillo inundó su cara— ¡Vaya, casi me olvido! Tenemos dos nuevos compañeros, se transfirieron especialmente para este evento, háganlos sentirse bienvenidos, el nombre del caballero que alzó la mano es Viktor, el del joven al fondo es Dake.
— Ya que terminamos con las presentaciones, antes de iniciar tendremos una pequeña actividad— uno de los soldados colocó una hoja de papel y un lápiz en la mesa de Alexy— Las cosas se entienden mejor cuando se escriben así que haremos una especie de plana, esta hoja pasará por toda la clase, cada uno escribirá: En orden de sobrevivir, mataré, fácil ¿no? Luego anotarán: primero mataré a… seguido del nombre de alguno de sus compañeros. Lo siento pero ningún nombre puede repetirse y todos deben estar incluidos. Bueno, comienza querido.
Alexy se estremeció, probablemente habría preferido pasar inadvertido, cosa que por sí misma ya era extraña en el chico.
Después de mirar la hoja en blanco como si de un examen sorpresa de Delanay se tratase y de ser apurado con un gruñido por el soldado que tenía a solo un palmo de distancia, Alexy comenzó a garabatear rápidamente, como si no quisiera pensar en ello.
El sonido del grafito contra el papel era lo único que se escuchaba en la habitación.
Cuando la hoja llego a manos de Castiel ya había tres nombres escritos, el de Sucrette era el segundo, no era difícil adivinar quien lo había puesto ahí, Amber, y llamarlo karma o justicia divina pero alguien ya se había encargado de que ella apareciese en la lista, Armin había escrito su nombre de forma brusca y un tanto ilegible, pero ahí estaba.
Castiel se talló los ojos con cansancio, Amber era su primera opción y ya no estaba disponible, si era honesto consigo mismo entonces no tenía que buscar muy lejos para encontrar un segundo nombre que quisiera escribir: Nathaniel.
Le odiaba, eso no había cambiado, sin embargo había algo que lo detenía, cierta duda que le impedía mover la mano.
No eran los pasillos del colegio.
Porque no es lo mismo pelear con alguien en un lunes cualquiera de instituto, incluso golpearle y jurar y perjurar a gritos que vas a matarle, cuando al menos inconscientemente sabes que al día siguiente los humos se bajan y ahí queda la cosa, a constatarlo en papel, en el Programa, donde cabe la posibilidad de que al final tengas que hacerlo realidad, te guste o no.
Miro de reojo al delegado y sus ojos se encontraron, Castiel lo supo, habían estado pensando lo mismo.
Al final se decidió por el nuevo, Viktor, porque siempre es más fácil tomarla con alguien con quien no tienes nada que ver.
Louis por fin se había callado pero no parecía perderse movimiento alguno de los estudiantes, a veces reía por lo bajo o le cuchicheaba algo al soldado que tuviese a la mano. Cuando por fin terminaron recogió la lista y la ojeo, parecía un padre orgulloso.
El proceso fue rápido, no le permitieron a nadie extenderse o pensar mucho en ello, a lo mucho habían pasado siete minutos, pero al terminar el aura de la clase había cambiado, la mayoría le lanzaba miradas inquisitivas a compañeros y amigos, quizá preguntándose quien les había elegido a ellos o sabiéndolo por seguro.
Ese debía ser su truco, pasando la lista en orden no hacía falta mucho esfuerzo para descubrir quien había escrito tu nombre, entonces, de entrada ya desconfiabas de al menos una persona, luego seguían las dudas; ¿Qué tanto conoces a esos que dicen ser tus amigos? ¿Cómo sabes que no te van a apuñalar por la espalda a la mínima de cambio?
Y la certeza: al menos una persona estaba dispuesta a jugar, eso era todo lo que se necesitaba para mover el juego.
Habían caído en la trampa.
Por eso Louis no había abierto la boca, pudo decírselos, sí, pero había preferido que lo descubrieran a la mala, experimentando las palmas sudorosas y el nudo en el estómago, además del temblor que los acompañaba.
Que descubrieran todo lo que lo hacía real y que ciertamente no podían escaparse de participar.
— Bueno, ya hemos terminado con los detalles engorrosos, esto es lo último que tengo que decirles: Quizá alguno de ustedes siga aferrado a tonterías como la moral y aún no tenga ganas de jugar, adelante, solo recuerden que ya hay otros deseando participar.
— ¡Comer o ser comidos, mis queridos guerreros, la vida siempre ha sido esa clase de juego, ahora vayan allá afuera y encuentren si tienen lo que se necesita!
— Espero que todos estemos en la misma página, es hora de comenzar, muy bien, cada dos minutos uno de ustedes abandonará la clase, todo será en orden alfabético, una vez que hayan salido por esa puerta y girado a la derecha por el pasillo, encontraran la salida de la escuela. Ya se los he dicho, tienen que largarse inmediatamente. A los que se queden deambulando por el pasillo les pegaremos un tiro. Ahora, ¿por dónde empezamos?—Cogió una lista del escritorio y la ojeó por un instante, luego apunto a Alexy con exagerada alegría, como si fuese el ganador de un concurso— Alexy, estudiante número uno, fuera de aquí.
Alexy se levantó lentamente y tomo la maleta que había traído consigo, era enorme y de color azul eléctrico, al igual que su cabello. Ambos rebosaban alegría y decían a gritos que no pertenecían ahí, encajaban mejor con el viaje a la playa que habían planeado originalmente.
Antes de coger la mochila proporcionada por el Programa y salir de ahí, miró a la clase por unos segundos, como si quisiese decir algo, lo que fuera se lo trago, quizá gracias a las miradas que los soldados y Louis le dirigían, después dio un par de pasos inseguros y desapareció por el pasillo.
Pensándolo bien, el Programa era injusto desde su mero inicio, si el primer estudiante en salir tenía por arma algo peligroso, como una ametralladora, entonces no le sería difícil simplemente esperar al resto frente a la escuela y deshacerse de ellos, en ese escenario sus opciones se reducían a ser asesinados por su compañero o por los soldados dentro del recinto.
Castiel agradeció mentalmente que el primero de la lista fuese un chico tan bueno como Alexy.
Pero la segunda era Amber y de ella no podía decir lo mismo. Aun así Castiel tenía sus reservas, no creía que la chica se dedicara a matar a diestra y siniestra en cuanto pusiera un pie fuera del colegio, después de todo ella también tenía un grupo de amigas por el cual debía preocuparse al menos un poco, de hecho, todos lo tenían, alguien en quien pensar antes de proponerse ganar el juego, imaginarse a Kim matando a Violeta o Armin a su hermano era imposible, él mismo no podía verse si quiera intentando dañar a Lysandro o a Sucrette.
Su teoría se confirmó cuando, al llamar a Amber, ésta toco levemente el pupitre de Charlotte al pasar, le había dejado una nota. Louis no pareció darse cuenta y si lo hizo no le importo en lo más mínimo.
Aun así, tal afirmación solo le daría tiempo, al final del día el ser humano es egoísta, lo había leído en uno de los textos que Farrés les había dejado: el hombre se preocupa primero por sí mismo, luego por su propiedad y al final por sus seres queridos, ese era su instinto natural y no iba a pasar mucho antes de que sus compañeros lo siguieran.
Tenía que elegir.
Cuando escuchó su nombre inspiro profundo, al menos quería salir de ahí luciendo seguro, demostrarle a Louis y todo lo que representaba que sí, lo estaban jodiendo pero igual no les tenía miedo.
Antes de salir se detuvo y buscó la mirada de Sucrette, tratando de no fijarse en Priya y Rosalya, después de todo solo uno podía volver a casa.
Su decisión era obvia, dura, pero obvia.
—Te esperaré allá afuera—soltó, la chica rehuía sus ojos, la vio apretar los puños y endurecer sus facciones.
— Castiel—respiró profundo— Lo que sea que haga… lo haré sola.
Por un momento sintió que estaba hecho de acero, ella no era así, sí, era posible que esa fuera su decisión pero Sucrette siempre le decía las cosas directo, mirándole a los ojos y sin titubeos.
No se lo trago.
— ¡Vaya! Parece que estamos ante una escena de amor no correspondido, querido Castiel, hay que saber lidiar con el rechazo, puedes tomar tu venganza allá afuera así que mejor comienza a mover las malditas piernas.
— Te esperaré—repitió, ignorando a Louis.
Al acercarse a la puerta el frío de la noche y la brisa fresca de la isla lo envolvieron, el olor salino del mar inundo sus fosas nasales. Habría sido un buen lugar para el viaje, sí.
Antes de salir se acarició la frente, sintió ganas de llorar.
El maldito Programa, imposible.
— Castiel, despierta—masculló mientras ponía el primer pie fuera del edificio.
Quedan 22 estudiantes
Notas:
Eso ha sido lo más largo que he escrito jamás, si has llegado hasta aquí te mereces un abrazo y un apretón de mejillas, enserio, gracias.
Ya sé que no es el tema más adecuado para estas fechas, decirme Grinch pero me nació.
Battle Royale es una novela japonesa, tiene un manga genial y una película que no lo es tanto, cuenta la historia de la clase 3B, que tiene la mala suerte de ser elegida para el Programa, una especie de experimento del gobierno en donde los obligan a matarse los unos a los otros. Si tienen la oportunidad leerla!
No pretendo hacer copia y pega de la novela sino poner al Sweet Amoris en la misma situación, aquí Jade y Dajan son parte de la clase, Dake y Viktor también participan. Espero que quede algo decente.
Y solo eso, gracias por darle una oportunidad al fic.
¿Alguien por ahí tan obsesionado con Battle Royale como yo?
Ah, por cierto: ¡Felices fiestas!
** Estoy editando el fic, cambiando todo al mismo formato y quitando las cosas que sobraban, eso incluye notas, advertencias y disclaimer (por cuestiones estéticas y porque siento que entorpecen la lectura), solo los dejaré en este capítulo, por favor leerlos para que no haya ninguna confusión :)
*Editado el 28/04/16
