Aclaración: Este NO es un fanfic de larga duración, sino una serie de relatos cortos ambientados en Ocarina of Time y Majora's Mask. Sus personajes son los de ambos juegos, si bien Link y Zelda son los principales en muchos de ellos

Disclaimer: Si TLoZ fuera mío, Sheik aparecería en todos los juegos :D

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Su espada corta penetró rápidamente el corazón de la criatura oscura que tenía delante suyo, y la sangre brotó en un largo chorro que cayó en las inmaculadas sábanas blancas. Los ojos carmíneos se abrieron de par en par por unos segundos antes de morir, pues había sido compasiva y la herida le mató en pocos segundos, casi sin dolor. Giró y bloqueó la espada de un Stalfos con tal maestría que el ser la quedó mirando por algunos instantes; no fueron suficientes para perdonarle la existencia y su intento por capturar a una inocente. Esta vez sin piedad, pateó su escudo para desequilibrarlo y lo lanzó a la chimenea prendida donde su escaso ropaje se incendió antes de que la mujer desconectara su calavera del resto de su esqueleto con una certera estocada.

-¡Zelda!-Miró hacia atrás en su desesperación y vio a la niña acurrucada en la cama, mirando la sangre que manchaba sus pies, sangre que no era propia sino de un ser que había vivido escasos segundos antes. Sus ojos celestes, normalmente cálidos y serenos, eran ahora dos pozos donde el terror y la sorpresa se estaban haciendo cada vez más presentes. Impa no se molestó en llamarla por su título formal, ya no estaban en condiciones de eso: Hyrule estaba cayendo esa misma noche.- Zelda, reacciona… ¡Por las diosas, niña, despierta! –Cerró la puerta y arrastró un librero para bloquearla y aún Zelda no parecía volver al mundo de los vivos. El cabello claro tapaba parte de sus facciones, dándoles sombra y haciéndolas parecer más las de una niña perdida. La Sheikah optó por dar unos pasos hasta ella y remecerla fuertemente: Entonces la princesa lanzó un fuerte grito y se tapó los oídos, el rostro oculto en las rodillas.

-¡Es un sueño, es un sueño, es un sueño! ¡Tengo que despertar, es de mañana y esto nunca pasó!-Su voz se quebró.- ¡No quiero oír! ¡No quiero saber nada de sus estúpidas palabras!-Impa se quedó estática por unos instantes, incapaz de ignorar sus profundos sentimientos por Zelda y el dolor que le producía el verla en ese estado. ¿Acaso tan terribles eran sus pesadillas, que eran similares a la realidad? Dejó la espada en una silla y la abrazó con fuerza pues comprendió que ya sabía… El Rey había muerto pocos minutos atrás sin que ella pudiera hacer nada y esa pequeña niña, hermosa y frágil, ya conocía el destino de un antiguo héroe.

-Shh… Zelda, no puedo darte consuelo ahora, pero sí algo de esperanza… Recuerda todos tus sueños, no solo el que pronosticaba esto.- La niña murmuró que no quería, que dejaran de hablarle, e Impa comprendió que en realidad oía las voces de las diosas en esos instantes de terrible dolor.- Zelda, mi niña, por favor vuelve. Necesito que estés aquí para ayudarte y así salvar Hyrule. Por favor… Zelda… -No había reacción y su propia voz se quebrantó al notar los ojos de la niña más extraviados que antes, mas sumidos en un mundo oscuro al que no pertenecía.

Hizo lo único que se le ocurrió. Su padre, un reconocido guerrero que había servido al Rey, le había enseñado una melodía tan antigua que una gran parte de sus notas se habían perdido en el tiempo; gracias a las diosas, lo que existía de ella era aún útil para calmar los espíritus agobiados. Pertenecía al Templo del Espíritu, que los Sheikah resguardaban desde tiempos inmemoriales. La tarareó y luego canturreó la canción de cuna de la Familia Real; así lo hizo durante unos minutos y la niña regresó lentamente, a veces perdiéndose y a veces volviendo, al mundo terrenal.

-Impa… Él viene. Viene a buscarme… -La Sheikah dobló la sábana para que Zelda no viera la sangre de nuevo y la vistió con presura pero sin olvidar ningún detalle, incluso el gorro que escondía sus cabellos rubios, algo característico en la Familia Real. Apenas terminó, Zelda se metió bajo la cama y sacó una caja de piedra.- La robé antes de que él lo hiciera, solo por si acaso… -Al abrir la caja, Impa vio por primera vez el objeto más preciado por la Casa Hylian, el símbolo de una nueva esperanza para su país. Azul como el cielo de verano, podía percibir su poder y las vibraciones del aire a su alrededor producto de la Ocarina del Tiempo.

-Princesa Zelda, juré resguardar tu vida y no fallaré ahora. Pero debes confiar en mí y en mis decisiones sin cuestionar ninguna… ¿Entendido?-La niña asintió mientras apretaba la Ocarina del Tiempo contra su pecho. Impa notó que sus ojos aún estaban repletos de lágrimas pero la pequeña se esforzaba por no derramarlas en un intento desesperado de mantener la cordura. Sin demorar más, sacó una delgada cuerda de su cintura y un gancho que ató a esta. La lanzó al exterior, específicamente a una torre que había preparado desde el nacimiento de Zelda, y se enganchó con facilidad a ella.-Afírmate de mis hombros y cintura, deberás ser fuerte ahora. Cuando te pida bajar o esconderte, lo harás.-La niña asintió e Impa le ayudó a subir a su espalda.

Sacó un aro de acero que pasó por la cuerda antes de atar esta al dosel de la cama y, cuando lo usó para deslizarse rumbo a la torre, pudo oír el grito de salvaje ira que provino desde el castillo. Escuchó cómo la puerta de la habitación de Zelda se partía en miles de trozos cuando Ganondorf la traspasó en un arranque de poder mágico. La niña lanzó un grito que resonó en el aire por unos instantes y la Sheikah percibió que sus manos se soltaron… Alcanzó a afirmarla y cayeron en un montón de paja, Impa arrodillada y Zelda sostenida por la fiel mano de su compañera: La ira de Ganondorf la había alcanzado de formas que la Sheikah no entendía, y se veía alterada; pero no podía perder el escaso tiempo en preguntar qué era lo que sucedía. Niagash, su potro blanco, se acercó solícito en cuanto las vio correr hacia él. Montó a Zelda primero y luego se subió ella, la espalda de la niña pegada a su vientre para protegerla y evitar que cayera.

Apenas salieron de la torre, Niagash rompiendo la puerta también preparada para una escapatoria rápida, escuchó el galope rápido de otro caballo. Miró hacia atrás y se sintió palidecer: Un caballo negro y de horribles ojos escarlata les pisaba los talones, en él el Rey de las Gerudo montaba con una sonrisa demencial. Disfrutaba darles caza como si fueran animalillos asustados, eso Impa lo veía. Juró que un día lucharía contra él para derrotarlo, y que Zelda nunca caería en sus manos oscuras y sucias con la sangre de tantos inocentes.

-¡IMPA!-Zelda gritó y la mujer, gracias a eso, alcanzó a evadir a un transeúnte curioso. Lamentablemente no corrió la misma suerte con el caballo de Ganondorf y fue empujado por el caballo… Sin embargo, eso les dio apenas unos segundos de ventaja que la Sheikah aprovechó para lanzar unas nueces Deku que cegaron al caballo… Permitiéndoles unos segundos más. Sabía que todo se trataba de tiempo y que, mientras más ganaran, más podrían alejarse de Ganondorf.

-¡Zelda, sujétate bien y lleva al caballo!-La princesa asintió e Impa soltó las riendas para lanzar su espada a una de las gruesas cuerdas que sostenían el puente del castillo. Las diosas la ayudaban en esos momentos, porque eso bastó para cortarla y que la otra no resistiera y el puente cayera pesadamente. Tomó el control de nuevo y Zelda dio un respingo que le llamó la atención.

Cruzaban el puente, no quedaba mucho hacia la libertad. Sin embargo, Zelda se volteó rápidamente y lanzó algo… ¡¿La Ocarina del Tiempo?! ¿Acaso quería condenar a Hyrule a su destrucción, ella que tanto había luchado por defender ese objeto sagrado?

Entonces lo vio. Un pequeño niño de ropas verdes que se movió a un lado para que Niagash no lo aplastara, un hada que lo siguió y la Ocarina que cayó al agua. Zelda no estaba entregando su libertad, sino confiándola a otro ser, un pequeño niño. La princesa debía tener sus razones, pero Impa sintió cómo su interior se removía en un oscuro presentimiento de no sabía qué. Niagash relinchó y su galope se hizo mucho más rápido luego de eso, como si entendiera que debían escapar a la mayor velocidad posible… Ganondorf dejó de seguirlas por unos minutos en los que Zelda miraba hacia atrás constantemente, no sabía si por intentar ver a Link o temiendo que el Gerudo apareciera repentinamente.

-¡Impa, mira!-La Sheikah giró la cabeza y, cuando esperaba ver a Ganon galopando muy cerca, vio una figura en el aire… Se movía a su misma velocidad…

-¡KAEPORA, llévatela!-El ave soltó un fuerte "¡Hoot!" y giró el cuerpo para quedar encima de ambas, Zelda sin poder creer que el enorme búho le ofreciera sus patas mientras la miraba con sus grandes orbes celeste-verdosas.-Zelda, vete con él, yo distraeré a Ganondorf.

-Impa, ¡no te dejaré sola! No te irás tú también…

-Zelda, ahora eres un estorbo.-Esas duras palabras le hicieron ver a la princesa su actual condición y asintió, se aferró con todas sus fuerzas a las patas del ave y sintió un fuerte tirón que la elevó por los aires a más altura de la que quería aceptar. Quiso gritar, pero su instinto le dijo que era mejor no hacerlo y gimió brevemente. Kaepora emitió un sonido largo, como si intentara decirle algo que ella no podía entender, y giró la cabeza al oeste. Allí vio una mancha negra que se movía en la misma dirección que su guardiana.

"Diosas, por favor cuiden a Impa…"

Cerró los ojos con fuerza y retuvo las lágrimas que querían salir de ellos. Las garras de Kaepora asieron sus muñecas como si quisiera consolarla y siguió volando rápidamente al sur.

Lo más lejos posible del castillo donde un hombre viejo yacía, cadáver entre muchos, con la corona Hylian en un lago de sangre.