Nunca se arrepentiría
Aunque la voz de Matsuda sonara desesperada en el contestador automático, nunca le daría el lujo de ser quien le salvara. Ni a él, ni a nadie que no fuese Light. Se dice esto mientras que aspira el aroma de su propia piel, en vano buscando algún resto del sudor de su esposo, sobreviviendo a pesar de los años. Se conforma con la certeza de que él la está mirando desde algún lugar: necesita recordar que estuvo con ella, la tocó y le transmitió una décima parte de su magnánimo ser.
Es la única forma que conoce de experimentar alguna protección. Como cuando aún no se conocían, pero él ya la obsesionaba. Incluso desde antes que sus padres murieran, cuando Kira era a penas una luz que titilaba en la distancia y pocos sospechaban que se revelaría como el Gran Sol, centro de todo el Universo, fuente de todo calor: Misa fue de las pocas que se dieron cuenta.
De la paz que le inundaba el valor de que un ser superior estaba tomando las riendas del mundo, y todo para protegerle, le supera y no puede pretender que un tonto como Matsuda entienda: lo que es estar en los brazos de Dios.Y perder aquella gracia, ser expulsada del Edén por una palabra de más. Sin poder hacer nada al respecto. Excepto llorar y renunciar a su carrera en el mejor momento para guardar luto, desde luego. Es lo que una buena dama hace. Y nunca se arrepentirá de eso.
No es una promesa personal. No es una muestra de ego, nada más lejos del capricho. No es que se sienta triste por su fama apagada y piense que un intento de suicidio emblandecerá el corazón de la generación que alguna vez le idolatró.
Extraña a Light, justo como a sus padres, y al igual que cuando los perdió a ellos, le trae de vuelta con rituales. Hacer lo que hacían, pero sola. Hacer la cena, servir la mesa para cuatro personas en su departamento y hablarles en voz alta sobre su última sesión de fotos o clases en la Universidad, ensayando viejas escenas vividas con anterioridad, como si aún estuvieran calientes, como si aún esos fantasmas respiraran y pudieran responderle.
Dormir sin ropa para entregarse con más facilidad al Rey Muerte, su querido Light. Sólo él podía ser Kira y ella lo supo siempre.
Sus tacones quebrados descansan junto a la cama, como testimonio de la última vez que intentó alistarse para invitar a Sayu.A veces se cubre con una bata de seda negra (la misma que compró cuando pensó que se casaría) y sale descalza. Le cuesta mucho enfrentar al mundo anárquico sin Light a su lado, siquiera un número celular y mensajes que rara vez contestaba, ocupado como estaba en limpiar el mundo y evitar que le atraparan unos idiotas.
Ya no es la princesa de cuento, a menos que pensemos en una Reina viuda. Y sin heredero a su lado.
-Es extraño que no anheles producir nuevos organismos con Light.-Se había sorprendido el pervertido,cierta vez en la que bebían té, Misa desconfiada/encantada de probar sus dulces y el afamado Ryuzaki, con ese semblante...extravagante.
Misa se sentía como un ratoncito de laboratorio entonces. Al colocar las gotas de veneno sobre su lengua, sin embargo, las imágenes de las vivencias que tuvo junto a Light se metieron en los lugares más oscuros de su mente y fue imposible asirlas contra su pecho a medida que la vista se le fue nublando. Sólo podía recordar a ese depravado, con grandes sentimientos de culpabilidad que no acababa de comprender.
