Bueno, aquí les traigo un proyecto de literatura de mi colegio. Teníamos que elaborar una leyenda sobre algo de suramérica, yo lo hice sobre la Isla de Pascua (Chile)... Y me basé en la historia sobre Helena Ravenclaw y el Barón sanguinario, cambiando algunas cosas.. Y lo más importante.. con orgullo, digo que me saqué un diez.
Espero que les guste, y les recuerdo qué es una leyenda: "Una leyenda es una narración tradicional que incluye elementos ficticios, a menudo sobrenaturales, como milagros, y estos se presentan como reales"
Leyenda ficticia. - "Ojos que miran al cielo."
Un día muy frío un barco desembarcó en una isla deshabitada y desconocida por el hombre; en medio de la neblina una princesa bella bajó de la embarcación, pisando con delicadeza la tierra. Ella portaba en lo alto de su cabeza una brillante diadema que despedía destellos suaves de luz plateada.
El barco desanduvo su camino, dejando a la princesa en la isla sólo con la ayuda de la diadema. Y parecía poco, pero la joya tenía un curioso poder mágico: A quien posara sobre su cabeza ésa diadema, iba a estar dotado de una inteligencia sin igual.
Se decía que la princesa huía. Se escapaba de su madre, que era la verdadera dueña de la diadema mágica que ahora alimentaba el intelecto de la princesa; ésta había robado la diadema, impulsada por la envidia y la codicia que la corrompían, ser la sombra de su madre la había cansado. Su madre solía decir que una inteligencia sin límites era el mayor tesoro del hombre… Sin embargo, su hija tenía una rivalidad y orgullo sin límites además de inteligencia, y ahora, su madre la buscaba incansablemente por todos los rincones del mundo; pero aún no había buscado en la isla en la que su hija se encontraba sobreviviendo con mucho éxito.
Sin embargo, a mediados del siglo XII, la reina envió a la isla a un hombre que tenía una relación muy estrecha con la familia de la princesa: el Barón. Creía que sólo él podría traerla de vuelta con ella, ya no le importaba la diadema, sólo deseaba que la princesa volviera a salvo y pretendía que fuera el Baron el que lograra aquello.
El Barón, sufría diariamente luchando contra su extraña personalidad cambiante y su siniestra naturaleza violenta, pero, aun así, fue el elegido para la entrañable búsqueda de la princesa, porque el Barón profesaba por ella un gran y profundo amor.
Y así, una noche en donde las estrellas titilaban con esplendor, el Barón llegó a las tierras de la isla. Armado con un filoso cuchillo en su mano derecha, se internó en la incierta selva. Un sonido alertó sus sentidos de inmediato, y con sumo sigilo se dirigió en esa dirección. Ante sus ojos estaba la princesa, bebiendo agua de una hoja, tan cuidada y prolija como si nunca hubiera tenido contacto con la suciedad de la isla… Y coronando su oscura y larga cabellera, estaba la diadema, brillando con magnificencia. El Barón no pudo evitar intentar acercarse a ella, pero olvidó que debía de ser prudente y silencioso, y ante el primer paso, las hojas en el suelo crujieron bajo sus pies.
— ¿Qué haces aquí? —Inquirió la princesa, cuando se percató de la presencia del Barón. Sorprendida dejó caer la hoja en la que bebía.
—Huiste. Con la diadema. ¿Qué esperabas, que su madre la dejaría escapar así sin más? —Levantó una ceja y observó cómo la rabia inundaba las facciones de la princesa.
—No voy a volver. Mucho menos en tu compañía. —Lo miró despectivamente mientras retrocedía unos pasos, hundiendo sus pies en el agua y el fango. No podía creer que su madre lo enviara justamente a él.
—Va a venir, princesa, quiera o no. —Con un movimiento brusco y ligero, agarró a la princesa del brazo con fuerza desmedida.
Un quejido salió de la garganta de la princesa, y en ese momento comenzó el forcejeo entre ellos. Ella se negaba a irse con él y peleaba con todas sus fuerzas, y aun así, la diadema nunca cayó de la cabeza de la princesa, se mantuvo allí sin moverse ni caerse, inmutable. La princesa no tenía ninguna chance de escapar, pero la ira del Barón, producida por el rotundo rechazo de ella, hizo que él actuara impulsivamente. Sin siquiera planearlo, el cuchillo que el Barón sostenía en una mano atravesó el pecho de la princesa. Los ojos de la joven se abrieron de forma desmesurada, para luego relajarse hasta que la vida se fue de ellos.
—¡No…! —Murmuró él mientras sujetaba a la princesa con más delicadeza.
Sin quitar la expresión de incomprensión de su rostro, el Barón le quito el cuchillo y, aún impregnado con la sangre de la princesa, se lo clavó en el pecho… Llevándose así también su propia vida.
En cuanto ambos cuerpos cayeron al agua, y la diadema tintineó suavemente sobre el barro, una negra tormenta invadió el estrellado cielo, oscureciéndolo y dejando la isla en sombras. De forma gradual, la tierra comenzó a temblar, hasta que el movimiento se convirtió en sacudidas violentas.
El suelo se agrietó y de ésas grietas surgieron unas grandes piedras. Así permaneció la isla por unos cuantos días, sacudiéndose y con el cielo tan negro como el cabello de la princesa. Los temblores habían hecho que la diadema mágica se moviera lentamente; una mañana, la diadema cayó dentro de una de las grietas y de inmediato, comenzó a llover torrencialmente. La tormenta arrastró despiadados rayos sobre las piedras que antes habían dejado expuestas las grietas, haciendo extrañas esculturas sobre ellas.
El poder, indudablemente mágico, de la diadema había hecho cambiar el curso normal de la naturaleza, había creado inmensas estatuas de cabezas, algunas coronadas con otras rocas, simbolizando la inteligencia codiciada y el asesinato producto del amor no correspondido.
A través del tiempo, la isla fue llamada Mata Ki Te Rangi, que significa "Ojos que miran al cielo" a causa de la princesa y el Barón, que sus cuerpos habían caído posicionados mirando hacia arriba, hacia el cielo que se mantuvo en oscuridad absoluta por varios años.
Dicen que sus almas aún rondan silenciosamente la isla; La princesa intentando encontrar y recuperar la diadema mágica… Y el Barón cuidando de ella.
¡Espero que les guste y recuerden que los reviews siempre son bien recibidos!
— Mapple.
