NA: Otra vez yo con otra historia como si no estuviera hasta el cuello con trabajos de final de semestre y mi calificación dependiendo de ellos. Me gusta vivir al límite como pueden ver.
Vengo a invadir una vez más el fandom; advierto que es mi primera vez dedicándole una historia larga a los nórdicos (o dedicándoles algo en general) así que sean gentiles conmigo, me ha costado jugar con ellos pero les he agarrado cariño y espero respetar sus personalidades, si notan algo fuera de lugar no duden en hacérmelo saber.
En fin, espero disfruten de este fic y sus líos amorosos, que a veces cuando no estoy matando personajes, convirtiéndolos de deshechos humanos o haciéndolos gemir como perras me gusta crearles bonitas comedias románticas que sin más objetivo solo buscan robar sonrisas. Gracias y espero les guste este primer capi.
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APPLAUSE
Cruzando la calle te encontré
-¡Y… uno dos tres cuatro!-
La escultural instructora comenzó el conteo de los tiempos a la vez que la pista de hip-hop comenzaba a sonar desde las bocinas empotradas en las cuatro esquinas del discreto estudio de baile tapizado de espejos. Era el momento de brillar de Mathias el cual apenas escuchó el primer bit de la canción dejó que su cuerpo tomara posesión por sobre su mente, guiados simplemente por el ritmo de la música procurando coordinar sus pies y manos llevando la cuenta para no cometer ningún error.
Segundos después esto ya no era necesario, toda su anatomía se movía de manera automática, los tiempos se habían ido al carajo y ahora solo disfrutaba del vibrar de la música a la vez que sus pies, brazos y todo él respondía casi por instinto al ritmo, era como si supiera los movimientos exactos a realizar en el momento justo, tanto que ni siquiera se molestaba en mirarse al espejo. A la hora de bailar todo se desvanecía excepto la música y la energía que corría por sus venas y desbordaba por sus poros.
Escuchaba sus pies chocar contra el piso, sus manos dar palmadas en ciertos pasos, el rechinar de la suela de sus zapatos deportivos sobre el suelo de madera, su respiración mezclaba con la melodía de fondo, muy a lo lejos la voz de la coreógrafa inyectando más energía a sus alumnos; mientras algunos fruncían el ceño tratando concienzudamente de seguir la coreografía contando entre dientes, Mathias se daba el lujo de sonreír y soltar risas cuando viraba su cuerpo sobre su propio eje y continuaba con un movimiento de su cadera para seguir con los pasos que había memorizado en tiempo record y se habían convertido en parte de sus reflejos, ya no pensaba solo lo hacía escuchando a lo lejos las correcciones de la chica que iban para alguien más, no para él… él era bueno en lo que hacía, era más que bueno, dominaba el baile y la pista como nadie más... bueno tal vez excepto una persona que era la única capaz de hacerle competencia, pero eso no le importaba en ese momento.
Todo se resumía a él, su cuerpo y la música, el sudor que escurría por su espalda, el latir desbocado de su corazón por el ejercicio y sus músculos contrayéndose conforme a cada movimiento que era el idioma que se hablaba en su mundo; no había necesidad de palabras innecesarias, solo se necesitaban los pasos del baile… hasta que de un momento a otro, con una orden tuvo que salir de su efímero mundo.
-¡El turno de las chicas!- ordenó la instructora.
Con movimientos fluidos los muchachos hicieron paso a las mujeres y a pesar de no seguir bailando Mathias movía su cabeza al ritmo de la música y sus pies hacían algún movimiento discreto.
-Elizabetha no nos va a dejar parar hasta que quememos el suelo- comentó entonces Tino, usando la manga de su sudadera para limpiarse el sudor y parándose a un lado de Mathias que soltó una risa entusiasta bastante común en él.
-Por mí no hay problema, puedo incendiar lo que sea con este cuerpo ardiente- dijo con arrogancia el danés dando una vuelta sobre las puntas de sus pies y terminando con una pose de galán, su mano bajo su barbilla y una sonrisa pícara haciendo reír a Tino.
-Tus chistes son cada vez peores- le dijo su amigo más bajito también rubio y de ojos obscuros a lo que el ojiazul hizo caso omiso encogiéndose de hombros.
-Oh no… ahí va otra vez- comentó entonces Tino viendo a Feliks bailar junto con el grupo de chicas.
Por alguna extraña razón el ojiverde se sabía también de memoria la parte de las mujeres y claro, la bailaba igual de bien que cualquier otra de las chicas, el mismo Feliks podría decir que lo hacía incluso mejor que ellas a pesar de ser hombre.
-¡Alto alto!- interrumpió entonces la coreógrafa deteniendo la música.
-Feliks ¿Cuántas veces tengo que decirte que tú tienes que bailar con los chicos?- preguntó la joven castaña de ojos verdes que en ese momento llevaba su largo cabello sujetado en una coleta alta al igual que Feliks el cual aparte llevaba un montón de sujetadores rosa chillante para no dejar escapar ni una sola hebra de sus dorada mata.
-Pero Lizzy cariño, ósea como que ¿qué importa? Bailo mejor que todas ellas juntas, deberías agradecerme el hecho de que les ayude con mi sola participación- dijo entrecortadamente tratando de recuperar el aire.
-Cuando dejes esa actitud de diva desubicada y te salgan un par de pechos lo considerare- le respondió con autoridad Elizabetha, la coreógrafa y dueña del estudio de baile Little Floor
La discusión entre ambos se alargó y al parecer todos los alumnos disfrutaban con esas pequeñas luchas de egos y autoridad así que mientras ellos discutían acerca de que tan injusto era que un hombre no pudiera bailar las partes designadas para una chica, Mathias prefirió concentrar su atención en la ventana.
Lo agradable de aquel discreto estudio era la enorme ventana que daba a la calle y al edificio vecino. Tres de las paredes de aquel lugar tenían espejos de cuerpo completo que abarcaban toda la extensión de los muros y luego estaba ese ventanal que se suponía debería ser una pared más pero Elizabetha había decidido dejarlo así para que los transeúntes los vieran bailar y tal vez algunas personas se animaran a inscribirse.
Mathias se recargó en el barandal superpuesto y parecía que solo estaba viendo el paisaje citadino desde aquel último piso del edificio pero no era así, en realidad miraba a sus vecinos.
El edificio contiguo era un conservatorio de artes, o mejor dicho de música. Siempre veía desde las ventanas a los alumnos con ese aire de esnobismo ensayando con sus elegantes instrumentos; desde el piano hasta el violonchelo, la tuba, el clarinete, el arpa y claro el indispensable violín… y justamente un violín en especial era tocado por una persona en específico, siempre en aquella aula con ventanas con vista directa a Little Floor.
Mathias se quedaba embelesado mirando al muchacho de cabellos platinados que siempre llevaba ese curioso broche en forma de cruz para sujetar su cabello, lo que le daba una apariencia un tanto andrógina sumada al aire misterioso que le rodeaba en el momento en que su ojo derecho era sombreado por la parte de su flequillo que no era sujeto por el broche.
La rutina era siempre la misma: El chico llegaba, saludaba al profesor de porte intimidante, sacaba su violín de su estuche, uno de madera obscura, tomaba el arco de este, se ponía en posición y era en ese momento cuando Mathias sentía un agradable escalofrío erizarle la piel.
El muchacho en cuestión enderezaba su espalda tan recta como un alfiler dándole una imagen solemne, ponía el violín entre su hombro y su mentón, tomaba aire profundamente o eso parecía al ver como se le hinchaba el pecho en un momento dado y cuando parecía que comenzaría a tocar el violín con frenesí… era todo lo contrario… el arco apenas y acariciaba las cuerdas y los ojos azul metálico del muchacho se enfocaban en las cuerdas y se tornaban fríos y ausentes pero en medio de esa ausencia había algo de belleza… como si estuviera sumergiéndose en una melancólica soledad mental que resaltaba los rasgos delicados de sus ojos helados, sus dedos largos se paseaban por el brazo del instrumento y a pesar de no escuchar la música Mathias se sentía espectador del más asombroso derroche de arte.
-Vamos a empezar otra vez- La voz de Elizabetha lo sacó por segunda vez de su ensimismamiento, Tino le dio una palmada en la espalda para que pusiera atención.
-Se te van a salir los ojos uno de estos días- le dijo el muchacho también viendo al lugar en donde Mathias siempre solía perder su mirada.
-Perra- escucharon entonces a Feliks murmurar mientras tomaba su lugar designado después de la discusión con la castaña.
-Es tú culpa por querer ser Beyoncé con pene- le criticó Mathias burlándose del ojiverde también preparándose para empezar desde cero la rutina.
-Ósea es que es como que súper obvio que esa mujer necesita que su hombre le caliente la cama o al menos comprarse un vibrador- comentó enfurruñado el ojiverde sacándole una risotada a los otros dos nórdicos que gracias a ello captaron la atención de Elizabetha.
-¿Tienes otro comentario que hacer Feliks?- preguntó la castaña cruzándose de brazos con una mirada amenazante.
-Solo decía que ya sé que te voy a regalar para navidad- respondió en voz burlona el ojiverde.
-¿En serio? Esperaré con ansias aunque aún falten nueve meses para navidad- respondió ligeramente molesta –Ahora a bailar, desde el principio- les dijo a todos los alumnos mientras se dirigía al estéreo para repetir la música.
-En serio le voy a regalar un consolador de este tamaño- siguió diciendo Feliks poniendo sus manos en paralelo dejando una gran distancia entre ellas haciendo alusión a un enorme vibrador, Mathias y Tino solo alcanzaron a reprimir otra risita en el momento justo en que la música comenzó a sonar de nuevo.
El danés de ojos azules dirigió una última mirada a la ventana viendo al chico del violín siguiendo con lo suyo y antes de retomar su atención al baile pensó.
Quiero que tú me mires a mí ahora… y la música comenzó.
-Profesor- llamó Lukas cuando bajó su violín al terminar de interpretar la pieza para llamar la atención del profesor Berwald el cual parecía más interesado en el edificio vecino.
El mencionado profesor dio un saltito al escuchar a su alumno llamarlo. Berwald, se acomodó los lentes intentando ocultar su expresión avergonzada que más bien parecía una tremendamente intimidante, era como si fuera a golpear al muchacho por haberse atrevido a llamarlo.
-Ah… disculpa…- solo eso dijo el hombre que frente al piano revolvía un montoncito de partituras.
-Estás muy distraído estos días- señaló Lukas con voz monótona e inexpresividad en su rostro dirigiendo sus ojos al lugar a donde segundos antes Berwald miraba tan atento encontrándose solamente con ese triste estudio de baile en donde un montón de jóvenes bailaban de manera rara, o al menos a Lukas le parecía rara la manera en como sus cuerpos se movían como si no tuvieran huesos bajo sus pieles y de vez en cuando hacían movimientos como si de robots se tratasen… no le veía la hermosura ni el estilo a eso aunque parecía que se divertían bastante, sobre todo el chico más alto de todos los ahí presentes, un rubio de cabello alborotado que vestía ropas deportivas rojas (varias tallas más grandes al parecer) y sonreía como un chiquillo mientras su cuerpo se movía siguiendo un ritmo que Lukas no escuchaba ni mucho menos entendía.
-Perdón- volvió a decir el de lentes echando una mirada de soslayo al estudio de baile, esta vez él fijaba sus ojos en otro rubio de rasgos casi infantiles que parecía estarse esforzando por seguir el compás de los pasos marcados por la coreógrafa, de vez en cuando fruncía el ceño dando la impresión de que estaba poniendo más esfuerzo en lo que hacía.
-No sabía que le gustaran ese tipo de cosas- volvió a comentar el chico del broche en el cabello captando la atención de Berwald que sintió su cara calentarse al darle otro significado al comentario del joven.
-Ese tipo de baile- especificó el menor señalando con el arco de su violín la ventana.
-Ah… no… no me gusta- respondió con aquella voz grave Berwald desviando la mirada a todos lados por fin concentrándola en las partituras. –Continuemos, estábamos…-
-Shubert, sonata para violín número dos en La menor- contestó Lukas dándole la vuelta a sus propias partituras soltando un suspiro casi inaudible mientras Berwald asentía con la cabeza y hacía tronar sus dedos antes de dirigirse al piano como acompañamiento.
Lukas volvió a ponerse en posición, como era su costumbre enderezó su espalda pero esta vez antes de comenzar a tocar dirigió una última mirada a los chicos que bailaban al otro lado tan ajenos a él y por una milésima de segundo sus ojos chocaron con los del chico vestido de rojo que al dar una vuelta inevitablemente cruzó miradas con él.
Mathias se detuvo en el instante mismo en que sus iris azules miraron directamente a las de Lukas sin embargo cuando se detuvo y volvió a verlo este ya estaba totalmente concentrado en su violín y en sus partituras.
-¡Hey hey Mathias! ¡¿Por qué diablos te detienes?!- le espetó Elizabetha cuando el muchacho rompió con la armonía de la coreografía.
El muchacho volteó asustado por el tono enfadado de la joven que tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados.
-El amor de mi vida estaba mirándome- contestó el danés con una sonrisa estúpida en su rostro que hizo a la castaña enarcar una ceja y después llevándose una mano a la cara cuando todos prorrumpieron en risas por la excusa.
-¡Cállense y repitan todo desde el principio!- ordenó la joven y esta vez se escuchaban quejas y reclamos.
-Agradézcanle al enamorado- agregó la joven señalando a Mathias que por ello recibió más de una mirada hostil junto con uno que otro empujón.
Aquella fue una de las tantas exhaustivas prácticas de Elizabetha así que no era raro que cuando se ponía en esa actitud le apodaran "la Nazi", la mujer se ponía peor que una fiera si te atrapaba haciendo mal un movimiento o si descoordinabas con alguien aunque fuera una milésima de segundo, solo le faltaba una fusta para castigar a aquellos que no siguieran con minuciosa precisión los pasos.
Así que tras dos horas y media todos cayeron en el piso rendidos rogando piedad.
-No sean exagerados. Dense un aplauso por su patético esfuerzo de hoy- les dijo a todos sus alumnos la castaña que con una dulce sonrisa aplaudía, gesto que no combinaba para nada con su comentario.
Unos aplausos vagos y débiles se escucharon por todo el salón mientras todos intentaban retomar el aliento a excepción de dos chicos que ahora se dedicaban a estirarse para enfriarse el cuerpo. Uno de ellos era Mathias, el otro era Alfred F. Jones, se podría decir que el rival del danés.
-¿Cuánta estamina tienen ustedes en el cuerpo? No puedo creer que aun estén tan frescos- se quejó Tino viendo a los chicos que efectivamente, tan frescos como lechugas hacían sus ejercicios de enfriamiento.
-Ósea como que no confundas Tino, eso no es estamina, a eso se le llama tener demasiada testosterona acumulada por la completa falta de sexo- dijo Feliks entonces que desparramado en el suelo intentaba tomar fuerzas para levantarse.
-¿Y tú porque todo lo tienes que relacionar con algo sexual?- preguntó Alfred yendo hasta su maleta que dejó en una esquina del estudio para quitarse sus molestos lentes de contacto y ponerse sus lentes normales.
-Todo gira en torno al sexo Alfie, ahí tienes a Mathias que se emboba masturbándose mentalmente con "el amor de su vida"- dijo el ojiverde riendo ganándose una ligera patada por parte del danés y escuchando una risa burlona de Alfred que se ponía su chamarra de cuero y se colgaba su maleta al hombro.
-Bueno, en eso tienes razón aunque a mí me convienen tus problemas de cama y tu autosatisfacción sexual porque así puedo seguir siendo mejor que tú- dijo Alfred ahora dirigiéndose a Mathias riendo estruendosamente haciendo que Mathias se levantara.
-Lo de hoy fue solo un desliz Jones, todos sabemos aquí que nadie es mejor que yo- le dijo el danés viendo desde arriba a Alfred, en momentos así se alegraba de ser tan alto, aunque si el americano fuera unos centímetros más largo ya lo hubiera alcanzado
-Elizabetha no piensa lo mismo y su palabra es ley- dijo el otro rubio acomodándose los lentes y encogiéndose de hombros.
-En eso tiene razón- intervino Elizabetha que estaba escuchando la amistosa discusión.
Alfred se sonrió triunfante y se despidió de todos dándole una palmadita de consolación a Mathias que no se lo tomó tan bien, odiaba más que cualquier otra cosa no ser el número uno.
-Las personas con talento son increíbles- comentó Tino que ya se recuperaba por fin viendo con admiración a Alfred que ya se iba junto con Mathias que guardaba sus cosas y también empezaba a abrigarse.
-Como que Tino baby no hagas esos comentarios, el único talento que esos dos tienen es el de discutir acerca de quien la tiene más grande y ya- decía Feliks quitándose todos los pasadores del cabello desatándolo dejándolo por fin suelto; se puso su sudadera afelpada de color rosa junto con una bufanda tejida antes de salir.
-Nos vemos después y cuida que tu amigo no se gane ser sodomizado por Elizabetha la siguiente clase- le recomendó a Tino despidiéndose de él con un beso en la mejilla también se despidió de la misma manera de Mathias y finalmente de Elizabetha, con quien olvidaba todas sus peleas y desacuerdos apenas terminaba la clase y se volvían de nuevo mejores amigos.
Era una dinámica peculiar la que los miembros del Little Floor llevaban. Cuando eran horas de práctica y la música sonaba más allá de ser un grupo que cooperaba se podía sentir un ambiente competitivo, no se tenían piedad a la hora de demostrar quién era mejor mientras la pista estaba invadida por todos, pero apenas todo terminaba eso se olvidaba y volvían a ser todos amigos que podían hablarse, sonreírse e incluso aconsejarse. Lo mismo pasaba con Alfred y Mathias, a pesar de que a la hora de bailar eran acérrimos enemigos cuando esas dos horas y media de práctica o los minutos de coreografía llegaban a su final de nuevo eran solo amigos comunes y corrientes.
-Niños apúrense por favor, tengo que cerrar este lugar antes de las cinco- les apuraba Elizabetha que también dejaba suelto su largo cabello castaño y lo cepillaba intentando hacerlo ver presentable, incluyendo en su peinado un broche con forma de flor.
-¿Puedo quedarme a practicar un rato mas?- preguntó Tino esperando que la joven le diera permiso pero en lugar de ello la chica se llevó las manos a la cadera, mala señal.
-Tino ¿Crees que puedo dejarte completamente solo en MI estudio?- preguntó ella.
-Entonces quédate también, me ayudaría mucho eso- dijo el de ojos obscuros juntando sus manos en un gesto de plegaría pero Elizabetha echo a reír.
-Claro que no, yo si tengo una vida. Si Mathias, aunque no lo creas tengo una- agregó cuando vio al danés a punto de hacer algún comentario al respecto así que este volvió a cerrar la boca.
La castaña terminó de arreglarse el cabello y de paso se perfumó mirándose al espejo pasándose la brocha de su brillo labial humectando sus labios dándoles un bonito y natural color rosado.
-Vámonos chicos y ni lo pienses Tino, no te vas a quedar aquí- volvió a decirle al muchacho que soltó un lánguido resoplido por verse derrotado.
-¿A dónde tienes tanto apuro de ir? Es raro en ti- dijo Mathias a que esperar a que su amigo terminara de tomar sus cosas para salir los tres juntos de ahí.
-Voy a ver a mi novio por supuesto ¿Si saben lo que eso significa verdad? Tal vez alguna vez en su vida han tenido algo parecido- les bromeó Elizabetha sabiendo que los dos chicos estaban prácticamente obsesionados con el baile y solo Mathias últimamente había mostrado interés por otra cosa que no fuera eso, y justo ese día había dado prueba de aquello al mencionar al "amor de su vida".
-Deja de juntarte tanto con Feliks, se te está contagiando su cruel sentido del humor- le pidió Mathias haciendo reír a la joven que tras apagar todas las luces y asegurarse de que no olvidaba nada cerraba la puerta con llave.
-Lo siento, no era mi intención sonar tan como él, pero es verdad eso de que voy a ver a mi novio, hoy celebramos cinco años de bello noviazgo- les contaba Elizabetha soltando un largo y romántico suspiro.
-¿Aun sales con ese chico que estudia música en el conservatorio de un lado?- preguntó Tino y Elizabetha asintió con su cabeza con una gran sonrisa en su rostro.
Mathias se detuvo de pronto al escuchar esto pero inmediatamente después fue hasta la morena y puso sus manos en los hombros de la chica que pareció asustada por la mirada de psicópata que el nórdico estaba poniendo.
-Liz… eso significa… ¿qué has podido entrar a esa escuela?- preguntó el ojiazul apretando los hombros de Elizabetha que tras un quejido se zafó de él.
-Obviamente, no necesitas ser alumno para entrar, solo tienes que pedir un permiso y ya- decía ella retomando su camino y ahora a Mathias le brillaban los ojos de manera sospechosa, esta vez pasó su brazo por el hombro de Tino que sintió un escalofrió… algo estaba planeando…
-Oh Tino querido amigo, yo sé que tú eres bueno y…-
-Ni se te ocurra- le interrumpió entonces el finlandés al otro que se quedó con la frase a medias y después hizo un berrinche.
-¡Ni siquiera me dejaste terminar!- reclamó Mathias sin soltar a Tino que suspiraba volteando a verlo.
-No es necesario, ya sé que me ibas a pedir que fuera contigo a esa escuela para ver a tu adorado violinista. No te acompañaré, no voy a ser cómplice de un acosador en potencia además tengo que practicar apenas llegue a casa- le dijo terminantemente Tino quitándose gentilmente el brazo de Mathias del hombro.
-En primer lugar no soy ningún acosador, soy un observador empedernido y en segunda ¿Qué clase de pésima actitud es esa Tino? Tienes cara de ser ese amigo incondicional y gentil al que todos recurren por su bondad, mírate esa carita de ángel que tienes, debes ayudarme- decía el danés intentando alcanzar al otro rubio que iba a un lado de Elizabetha bajando las escaleras de emergencia del edificio pues el elevador llevaba siglos sin ser reparado.
-No te dejes llevar por mi cara, no soy tan bondadoso como parezco- le dijo Tino y Mathias casi se le iba encima abrazándolo por detrás.
-Oh Tino te juro que si me ayudas practicaré contigo todos los días hasta que mi cuerpo quede tullido y mis articulaciones queden destrozadas, vamos por favor~- decía alargando de manera infantil el por favor.
-Ayúdalo antes de que empiece a ofrecerte su trasero- le recomendó Elizabetha saliendo por fin del edificio sintiendo una brisa gélida golpearles de lleno la cara.
-¿Eso funcionaría? Bueno Tino, tú y yo hemos sido amigos mucho tiempo pero si te interesa una probada de mi pues no me molestaría hacerlo, solo no te lo tomes tan personal, sabes que estoy enamorado de otro- dijo Mathias llevándose las manos a las mejillas y batiendo sus pestañas como si fuera una colegiala virgen.
-¡No me interesa tu cuerpo!- chilló Tino con la cara colorada por el comentario y queriendo que se lo tragara la tierra cuando algunos transeúntes lo escucharon.
-¡Ya! Está bien, te acompaño pero ten en cuenta que te voy a cobrar el favor- le advirtió el mas bajito a lo que el danés sonrió abiertamente.
-¡Gracias, haré lo que quieras!- le dijo y ambos fueron hasta la esquina del semáforo para cruzar la calle e ir a ese misterioso edificio vecino, o al menos Mathias lo veía misterioso, tan misterioso como la persona a quien había estado observando religiosamente desde la primera vez que lo vio parado en ese salón completamente solo tocando el violín, como una especie de comunión entre él y la música producida por el instrumento, a quien jamás pudo quitarle los ojos de encima, mucho menos posarlos en alguien más.
Mathias daba saltitos emocionados cuanto más se acercaban al edificio y cruzaban las verjas encontrándose con algunos alumnos que llevaban en sus estuches sus instrumentos y otras cosas además de ir conversando entre ellos comparando partituras y casi hablando en clave por los términos musicales que usaban.
El danés, del que sobresalía su cabeza por ser más alto que muchos de ahí, miraba a todos lados esperando ver al chico que le había robado más de un suspiro y supuso seguiría en ese salón en donde siempre lo veía.
Llegaron hasta la entrada volteando a todos lados notando que no difería mucho de una escuela normal.
-¿Y dónde pedimos el permiso?- preguntó entonces Tino a Elizabetha pero antes de siquiera contestar Mathias se aventuró a correr por uno de los pasillos.
-A la mierda el permiso, ya estamos aquí- dijo el danés dejando atrás a los otros dos.
-¡Oye, espera no puedes andar por ahí como si nada!- le regañó el finlandés yendo tras él esperando detenerlo pero su amigo ya iba demasiado adelantado.
Corriendo como un poseso Mathias miraba a cada lado del pasillo, asomándose entre las pequeñas ventanas de cada salón esperando encontrar de pura casualidad al susodicho muchacho, sin embargo entre más corría, más se convencía de que debería estar en el salón del último piso así que buscó las escaleras y cuando por fin las encontró fue de dos en dos peldaños para apresurarse.
Habiendo llegado por fin, un poco agitado por el ejercicio, volvió a asomarse por cada salón; la mayoría ya estaban vacíos y a pesar de las paredes insonorizadas se podía alcanzar a escuchar el rumor de un violín… la tranquila melodía de las cuerdas cantando se colaba por un resquicio de la puerta entrecerrada y ahí estaba su espalda… su cabello casi platinado y por supuesto sus finas manos tocando el violín.
El estremecimiento de Mathias se hizo más intenso al abrir sigilosamente la puerta y escuchar por completo la pieza; no la conocía pero la melodía se le antojaba melancólica, triste, era como el llanto del mismo violín y pareciera que su intérprete trataba de consolarlo pero esto solo hacía más triste e intenso ese sentimiento de pesar en las notas.
A pesar de que era algo que a muchos pudo haber deprimido a Mathias le provocó una instantánea fascinación, el cómo solo un conjunto de notas podían hacerle sentir esa mezcla de sentimientos sobrecogedores le pareció algo que solo un par de manos virtuosas podrían lograr… definitivamente ese chico frente a él era especial.
El músico se detuvo abruptamente dejando una nota a la mitad y haciendo que un sonido chillante se desprendiera de las cuerdas del violín al detenerse en seco; el joven se dio la media vuelta al sentir la mirada del intruso.
Lukas se volteó cuando vio desde el reflejo de la ventana a alguien cerca de la puerta, sus ojos inmediatamente chocaron con otro par de azules que brillaban embelesados; en instantes reconoció esa cara y esos ojos, eran los del muchacho del salón de baile vecino.
Se quedaron en silencio un momento, Lukas esperaba que el intruso se disculpara por irrumpir en el salón sin permiso, pero esto jamás pasó, ni siquiera cuando el violinista carraspeó para llamar su atención, el otro tenía una cara de idiota que ni a golpes se la ibas a poder quitar.
-¿Se te ofrece algo?- preguntó por fin Lukas sin evitar la frialdad en su tono, bajó su violín para clavar sus ojos en los de Mathias que tragó saliva. ¡Hasta que escuchaba su voz! No podía creer lo profunda que era. Siempre que lo veía desde el otro lado imaginaba una voz delicada y suave casi femenina, pero era todo lo contrario, bueno, era una voz suave pero había una profundidad casi autoritaria en ella que hizo que un agradable escalofrío invadiera sus piernas y rodillas.
-Una cita contigo- respondió con toda naturalidad el danés después de su lapso de enamoramiento.
Lukas enarcó una ceja sin parecer realmente afectado por la respuesta del otro, después soltó un suspiro de cansancio y sin decir nada solo se dirigió a guardar su violín.
-¿Qué me dices? Tú y yo, un café o una película en algún autocinema bajo la luz del atardecer… suena bien- decía Mathias viendo al otro que tranquilamente y con toda parsimonia ordenaba sus partituras, cubría el teclado del piano y se disponía salir de ahí.
-Debes tener mucha confianza en ti mismo o muy poca dignidad para venir a invitar a un completo desconocido a una cita sin siquiera estar seguro de que es gay o que le interesen los hombres- dijo Lukas saliendo de ahí esperando que el otro no lo siguiera pero el más alto lo hizo.
-Confío en mi gaydar- contestó Mathias con una sonrisa pícara refiriéndose a ese mito urbano de los chicos gays y su radar para detectar a otros.
-Por el bien de la poca dignidad que te queda voy a fingir que no escuché ese comentario y no, no me interesa salir contigo- dijo Lukas yendo unos pasos adelante del otro ojiazul que lo seguía como un pollito a su madre.
-Hey vamos, no te haré nada malo a menos que tú lo pidas- dijo agregando una risita pícara.
-Gracias por decírmelo, ahora me has convencido completamente de alejarme de ti- dijo Lukas caminando por el pasillo a lo que Mathias dio unos pasitos apresurados para intentar quedar a su lado.
-Bien, empecemos mejor desde el principio ¿Vale? Me llamo Mathias, tomo clases en el estudio de baile que está a un lado de aquí y la verdad es que llevo mucho tiempo observándote desde la ventana, siempre que tocas el violín te estoy viendo y sin quererlo me has interesado- dijo un poco avergonzado el muchacho, incluso un sonrojo tímido se asomaba por sus mejillas haciendo que el otro se detuviera por fin y una vez más le clavara los ojos encima, otro incontable estremecimiento invadió al más alto.
-¿Es en este momento cuando tengo que sentir miedo o debo esperar a la parte en donde me confiesas que me grabas mientras duermo y robas mi ropa interior?- preguntó de nuevo con ese tono gélido el músico haciendo que el otro se forzara a sonreír. El mundo estaba lleno de gente sarcástica y cruel… mundo bastardo.
-No, nada eso…- contestó el danés rascándose la nuca –Solo me gustaría saber un poco de ti, cómo te llamas, cuántos años tienes, cuanto tiempo llevas estudiando música, si eres uno de esos hispters que se creen superiores por usar más sarcasmos que palabras amables y parecer un bastardo insensible… no sé ese tipo de cosas- dijo agregando lo último como una pequeña revancha por el abuso verbal de antes.
Lukas rodó los ojos con enfado y aun cargando su violín se cruzó de brazos alzando de nuevo sus delgadas cejas.
-Está bien- contestó de pronto el noruego y un halo de luz y esperanza llenó a Mathias.
-Me llamo Lukas, tengo 21 años, estudio música desde los 10 y sí, soy uno de esos hispters que usamos el sarcasmo como un dispositivo de autodefensa ante la gente que no parece entender el significado de una clara negativa, ah y también para ser un bastardo insensible… adoramos eso ultimo- dijo con una brevísima sonrisa que en cuestión de instantes se borró para seguir con su camino esperando que el tal Mathias ya hubiera entendido de una vez por todas que no quería una cita con él.
Por segunda vez Mathias se forzó a sonreír para seguirlo otra vez. Tal vez para Lukas era algo normal que tras el poco tacto en su trato el muchacho se diera por vencido, lo tomara por un hijo de puta creído y se iría de ahí para ya jamás volverlo a ver y después hablar mal de él con sus amigos y cosas así. Pero Lukas no sabía que Mathias no era para nada un tipo normal, no era un masoquista que disfrutara ese tipo de maltrato, para nada, era el tipo de persona que cuando ve un reto lo saborea y hace hasta lo imposible por superarlo, en esta ocasión, Lukas se acababa de convertir en dicho reto y Mathias amaba ganar.
-Creo que ya sé porque te comportas así conmigo- dijo el danés metiendo sus manos a sus bolsillos caminando unos pasos detrás del noruego que se mordió la lengua para no soltarle una grosería, eso no iba con su estilo.
-Diablos, ya te diste cuenta que no me interesas en lo absoluto. Perdona si te rompí el corazón- dijo el peliplata haciendo reír al otro.
-Yo no tengo el corazón roto, tú si- dijo el danés y el otro por fin se detuvo volteándose en instante.
-¿Disculpa?- preguntó Lukas.
-Lo que quiero decir es que yo no te intereso porque a ti te gusta alguien más, para ser más específico sería ese tipo de lentes y cara de matón; por lo que veo a veces desde la ventana podría apostar que es tu maestro- dijo Mathias viendo por primera vez una reacción por parte del otro que dio un saltito y parecía ponerse nervioso pero en cuestión de segundos recobró la compostura respirando profundo.
-No sé de qué me estás hablando- dijo el noruego comenzando a caminar más rápido pero a Mathias le bastó con dar un par de zancadas para alcanzarlo de nuevo y ponerse frente a él cortándole el paso.
-Eres pésimo diciendo mentiras aunque eso te aumenta puntos de ternura- le intentó alagar Mathias embelesado aunque el otro no pareció tomar esto como un cumplido pues solo frunció ligeramente su entrecejo.
-No estoy mintiendo, es más, ni siquiera sé de donde sacas esa estúpida idea de que me gusta Berwald- contradijo Lukas y un ligero temblor se alcanzó a escuchar en su voz al mencionar el nombre del profesor, cosa que no pasó por alto para Mathias quien se inclinó un poco para quedar a la altura del músico y de paso acercarse un poco más a él, haciendo que este diera un pequeño paso hacia atrás.
-Sé bien que te gusta porqué lo miras de la misma manera que yo te miro a ti- le confesó Mathias al otro muchacho que pasó a dibujar una expresión de ligera sorpresa en su rostro, apenas perceptible, incluso sus mejillas pálidas se ruborizaron ligeramente dándole un poco de brillo a su cara.
El más bajito desvió la mirada a todos lados antes de prepararse a enfrentar al sonriente danés que internamente estaba muriéndose de emoción o algo parecido.
-Si estás tan seguro de eso entonces date por vencido conmigo; ya lo has dicho tú, me gusta alguien más- dijo Lukas dando un paso hacía un lado para seguir con su camino pero una vez más Mathias se lo impidió riendo con una carcajada.
-No quiero- solo contestó Mathias y le sonrió de oreja a oreja irritando al otro que sin poder evitarlo soltó un gruñido.
-¡Entiende, me gusta alguien más, deja de molestar!- exclamó el noruego apretando sus puños y después llevándose una mano a la boca apenado de haber gritado.
Lukas no era del tipo de persona que alza la voz como si nada, es más, era bien conocido entre sus compañeros por su temple de acero y el hecho de que parecía nunca alterarse y si alguien alguna vez lo había escuchado gritar era porque se habían atrevido a tocar su violín sin permiso.
Mathias parpadeó un par de veces un poco descolocado pero se volvió a sonreír con esa frescura que lo caracterizaba.
-No estás saliendo con el cara de terrorista entonces aún tengo oportunidad contigo- respondió el danés, parecía empecinado en hacer explotar al otro nórdico quien respiró profundo antes de responderle.
-¿Y si te digo que salgo con alguien más?- preguntó Lukas.
-Aun así intentaría hacer que salieras conmigo, es más, aunque supiera que estás casado con cuatro hijos y un perro seguiría aquí parado pidiéndote que salgas conmigo. Realmente me importa un bledo si te gusta alguien más o si estás enamorado de otra persona, voy a hacer que te enamores locamente de mi- dijo Mathias irguiéndose y hablando con completa seguridad en sí mismo. Lukas ya no sabía si sorprenderse por esos niveles de autoconfianza o enfadarse aún más por esa actitud arrogante.
-¿Nunca has escuchado esa frase que dice "si amas a alguien déjalo ir"? Deberías seguir ese consejo- le dijo finalmente Lukas que ya no tenía ni idea de cómo lidiar como ese tipo.
-Dios mío, esa frase es tan patética ¿qué clase de marica dijo eso?-
-Mario Benedetti-
-Pues ese Benedetti era un marica-
Lukas se llevó una mano a la cara para intentar entender como alguien podía ser tan idiota… oh, la humanidad y sus niveles de estupidez todavía insospechados.
-Si amas a alguien no lo dejas ir, todo lo contrario, te aferras a esa persona con todo lo que tienes así te desgarres los brazos impidiéndole irse… si esa persona aun así se va y no regresa, no es porque no haya sido tuya, sino porque fuiste tú quien no la amó lo suficiente- agregó Mathias y esta vez su rostro se tornaba un poco más serio, sorprendiendo por incontable vez en esos breves minutos a Lukas.
-Además- empezó a agregar Mathias –Si te haces novio de ese tipo que tienes por profesor harían una pareja horrorosa, no van para nada juntos, mejor quédate conmigo, te verás mejor a mi lado- concluyó arruinando el bonito ambiente que se había formado sin embargo antes del que noruego pudiera decir o hacer otra cosa Mathias se despidió.
-No vemos después, no hagas planes para mañana, iremos a tomar algo juntos tú y yo- le dijo despidiéndose ondeando su mano y haciendo el moonwalk antes de darse media vuelta e irse prácticamente corriendo, a veces saltaba en medio de su carrera y si se aguantó las ganas de reír y gritar era porque no quería arriesgarse a que lo tomaran por un intruso loco, aunque bueno… Lukas ya lo tomaba por eso.
Ahora tenía que buscar a Tino el cual a su vez también estaba en su busca.
El muchachito rubio de ojos marrones andaba por los pasillos muriéndose de la vergüenza cada vez que le preguntaba a algún alumno si habían visto a un loco hiperactivo irrumpiendo en sus salones y solo le decían que fuera escaleras arriba; digamos que Mathias y su peculiar atuendo rojo sangre junto con la carrera que había pegado pues no pasaban muy desapercibidos.
Tino iba por cada salón alzándose de puntillas para ver entre las ventanillas de las puertas con la esperanza de encontrar a su amigo, se mordía las uñas nervioso y murmuraba un montón de torturas e insultos para el otro nórdico. Desesperado finalmente Tino optó por escapar de la escuela y dejar morir solo al danés, si, que a él lo sancionaran por andar metiéndose al conservatorio sin permiso.
Decidido a esto el rubio se dio la media vuelta para emprender la huida con pasos rápidos que pretendían ser discretos pero definitivamente no lo eran pues más de uno volteó la cabeza al verlo casi correr soltando groserías en finlandés.
-¡Espera!- el chico sintió que su corazón se detenía cuando una voz profunda le ordenó detenerse y para colmo una mano grande le atrapó la muñeca frenándolo en el acto.
-¡Yo no fui!- chilló Tino cerrando con fuerza los ojos antes de encarar a la persona que le hablaba y que lo soltó instantáneamente por esta reacción aunque cabe destacar que quien lo detuvo ya estaba algo acostumbrado a provocar esto en la gente.
-Oh, disculpa, no quise asustarte- dijo esa misma voz terriblemente gruesa que hablaba con un acento un poco difícil de entender.
Tino abrió lentamente uno de sus ojos y deseó no haberlo hecho cuando se encontró frente a él a un hombre ¡Enorme! Tenía cara de asesino serial y no parecía tener buenas intenciones a pesar de haberle dicho que no era su intención asustarlo.
Ese peculiar personaje era Berwald el cual al contrario de lo que su rostro demostraba (lo que parecía ser un instinto asesino tatuado en sus facciones) en realidad por dentro estaba trepado en una nube de azúcar con querubines custodiándolo ¿La razón? Estaba justo frente al chico que jamás pensó hablarle y que solo veía como algo platónico.
Es curioso pensar que Berwald y Mathias tenían una cosa en común y por supuesto esa era la de aquella costumbre de acechar con sus ojos a personas que solo veían desde una ventana de un edificio contrario.
Berwald no recordaba con exactitud en que momento fue que posó su entera atención en Tino, tal vez fue una de esas muchas noches en las que se quedó en el conservatorio practicando y vio una lucecita en el edificio vecino, la que daba al estudio de baile y vio ahí a un chico que llevaba quien sabe cuántas horas practicando una coreografía de hip-hop. El muchacho estaba empapado de sudor, ya tenía la cara roja y se tiraba en el piso por largos minutos antes de seguir practicando; después de eso verlo todos los días en sus clases de baile se convirtió en habito y paulatinamente en algo parecido a un enamoramiento a pesar de jamás cotizar la idea de solo hablarle… era demasiado tímido. Si señoras y señores, Berwald con toda su facha de terrorista, era una de las personas más tímidas e introvertidas que podrán llegar a conocer.
Berwald se quedó callado mientras que en sus adentros estaba entrando en pánico. ¿Qué le digo? ¡Lo detuve sin razón! ¡Oh Dios, oh Dios, oh Dios no sé qué hacer!. Esas cosas eran las que su cabeza aterrorizada procesaba en ese mismo instante mientras que por fuera era una estatua viviente.
-Eh… di… disculpa por haber entrado sin permiso- gracias a todos los cielos fue Tino quien rompió el silencio a lo que Berwald negó efusivamente con su cabeza pues no gustaba de hablar, odiaba su voz tan gruesa y profunda que a veces sonaba más severa de lo que era su intención.
-¿Buscas algo?- preguntó Berwald de nuevo mentalmente se daba de golpes en la cabeza ¡Claro que buscaba algo, idiota! Si no fuera así no estaría ahí ¿Qué tan imbécil eres para hacer una pregunta tan estúpida?. Si… Berwald sin duda tenía problemas de confianza en sí mismo.
-Pues… algo así- contestó Tino con una risita tímida que hizo que al ojiazul se le enchinara la piel solo de ver esa mueca forzadamente feliz; oh por Jesucristo y sus estigmas, ese hombre era la encarnación misma de la ternura.
Berwald hizo como que se acomodaba los anteojos solo para cubrir su repentino sonrojo cosa que le dio un aire altivo e intelectual que hizo sentir un poco incómodo a Tino quien no estaba acostumbrado a congeniar con ese tipo de personas.
Se quedaron en silencio un momento, Berwald desviaba la mirada mientras que Tino miraba a todos lados moviendo uno de sus pies pues ya no había más tema de conversación. Eso se estaba tornando en uno de esos silencios nefastos que se dan cuando no te interesa otra persona y las charlas triviales sobre el clima han terminado.
Para romper con este ambiente ambos pensaron al mismo tiempo en decir algo lo que fue aun peor pues hablaron al unísono y se callaron también al mismo tiempo para dejar el otro continuara.
-Perdón ¿Qué ibas a decirme?- preguntó el siempre gentil finlandés de nuevo con esa sonrisa que terminó por desarmar al profesor que se sentía morir de vergüenza, no podía creer que su primer encuentro fuera así de patético y bochornoso.
-Ah… quería saber si estás interesado en clases de música- respondió el más alto intentando que su voz sonara menos golpeada y ruda. Falló olímpicamente.
A Tino le costó un poco de trabajo entender ese acento y después vio que en la pared de un lado había un gran poster en donde se anunciaban inscripciones para un nuevo curso en diferentes disciplinas de canto e instrumentos. El muchachito parpadeó un par de veces y después sonrió esta vez con más confianza.
-No, para nada- contestó a lo que el otro pareció ligeramente desilusionado aunque para su mala suerte esta desilusión pareció enojo a ojos de Tino -¡No es que no me guste la música, de hecho estudio baile!... no es exactamente ballet… ni tampoco se usa música clásica pero… pero…- decía Tino asustado poniéndose cada vez más nervioso rogando para que alguien fuera a salvarlo de esa situación.
-Entiendo- solo dijo Berwald para no soltar un "Sé que estudias hip-hop en el estudio de baile de enfrente, sé cuántas horas practicas al día, lo sé porque te he observado como un loco desde la primera vez que reparé en ti" de haberlo hecho seguro se gana una mirada aterrorizada y de paso una demanda.
El más bajito respiró entonces con más tranquilidad al no notar enojo en la intimidante voz del otro así que para intentar relajar un poco más el ambiente reparó en el estuche de violín y las partituras que el ojiazul cargaba.
-¿Estudias violín aquí?- preguntó con toda frescura señalando el instrumento; el otro pareció un tanto renuente a responder.
-Soy maestro- corrigió el más alto a lo que Tino abrió mucho los ojos.
-¡Pero si eres muy joven!- exclamó Tino –No quiero ser imprudente preguntándote tu edad pero no debes ser muchos años mayor que yo. Vaya… que sorpresa- dijo y volvió a sonreírse.
Disparos directo al corazón con balas de fragmentación, eso eran para Berwald las sonrisa de Tino, de hecho aún no podía terminar de concebir el hecho de que estuviera en ese momento hablando con el muchachito al que había mirado en secreto por los últimos meses.
Ese era el momento indicado para preguntarle su nombre, ya habían pasado el proceso de la charla incomoda y los comentarios de rigor, era hora del tan anhelado nombre… sin embargo apenas Berwald estaba a punto de abrir su boca alguien indeseado respondió su pregunta.
-¡TINO!- un muchacho bastante escandaloso y que de inmediato llamó la atención de todos los que estaban cerca del pasillo, gritó corriendo hasta el más bajito y lo atrapó en sus brazos como un amante que ve a su amada después de muchos años, incluso levantó del suelo al otro rubio unos segundos.
-Oh Tino, soy el hombre más feliz del mundo y todo te lo debo a tí, te amo- le decía el recién aparecido Mathias a su amigo mientras lo apretujaba en sus brazos haciendo que el otro casi se fuera de espaldas por su peso.
Adiós ilusión sabor caramelo y Cupidos desnudos que revoloteaban por el cielo, adiós bonitas palpitaciones cardiacas inyectadas de adrenalina y sazonadas con amor… Adiós recién conocido Tino que al parecer tenía pareja.
-Tranquilízate Mathias, te van a regañar- le decía el de ojos marrones a su amigo que no paraba de abrazarlo y darle de besos en la mejilla. Mathias aun riendo como idiota volteó a ver a quien acompañaba a su amigo notando en el instante que se trataba de ese indeseado profesor, esa persona con la que Lukas al parecer estaba encaprichado.
Mathias se separó un poco de Tino y enderezó su espalda notando con algo de desagrado el hecho de que Berwald era centímetros más alto que él y no se molestó en disimularlo, le dedicó una mirada rabiosa que más bien parecía la declaración de un reto.
Berwald pensó instantáneamente que se trataba de un novio celoso que al ver a su pareja en peligro solo estaba reaccionando como cualquier animal salvaje que presiente su territorio amenazado, así de retrasadas son las personas enamoradas.
-Disculpa por todo esto, nosotros ya nos vamos- dijo Tino jalando a Mathias que dio unos pasos en reversa sin quitar sus ojos retadores de Berwald que solo volvió a acomodarse los lentes mientras veía a los chicos alejándose, el más alto volvía a pasar su brazo por el hombro de Tino y le sonreía alegremente.
Los chicos rápidamente dejaron a Berwald atrás e intentaron hacer caso omiso de las miradas extrañadas de varios alumnos que los veían pasar, finalmente tras bajar varios escalones fueron a dar con Elizabetha que les dedicaba miradas asesinas mientras se cruzaba de brazos, acompañada por su novio, el muchacho de cabello obscuro, ojos violáceos, lentes y que llevaba un maletín retacado de partituras.
-Fue culpa de Mathias- dijo Tino apenas se acercaron a la chica señalando al ojiazul que solo sacó la lengua y ladeó la cabeza riendo inocentemente queriendo apaciguar la ira de Elizabetha la cual le correspondió la sonrisa aunque esta venia acompañada con esa extraña aura obscura que parecía rodearla.
La castaña se acercó al danés y sin previo aviso le dio un tremendo jalón a su oreja haciendo gritar al muchacho que sintió su oreja y cabeza ser jalada hacía abajo.
-No vuelvas a hacer eso jovencito, ¿A quién crees que vas a meter en problemas si entras a una escuela corriendo como desquiciado acosando a los alumnos?- dijo la ojiverde como si fuera una madre regañona haciendo que Mathias soltara quejidos.
-No te preocupes Elizabetha, a mí no me meterán en problemas, dudo mucho que la gente crea que le hablo siquiera a alguno de tus alumnos- respondió Roderich acomodando sus lentes en una actitud bastante agria y altiva comenzando a caminar mientras Elizabetha le dedicaba una última mirada venenosa a Mathias para después engancharse al brazo de su novio.
El danés tan solo se frotó su adolorida oreja y volvió a mirar al edificio, alzó la vista hasta la ventana del último piso y sonrió para sí mismo; estaba más que seguro de que mañana mismo conseguiría una cita con Lukas.
Cabe mencionar que Mathias es una de esas personas obstinadas que hasta no obtener lo que quiere no se detiene, para muchos es una cualidad admirable… para otros podría convertirse en un gran incordio, como por ejemplo para nuestro tranquilo Lukas, ese que no le había hecho nada malo al universo como para ser merecedor de aquel mal karma representado en un danés loco.
Al día siguiente justo en la hora que tanto Lukas como Mathias coincidían en horarios, Mathias llegó a Little Floor con una gran sonrisa en el rostro y un enorme rollo de papel en brazos; saludó a todos los que ya estaban presentes, saludó a Alfred chocando los cinco advirtiéndole que ese día le ganaría siendo el mejor bailando, saludó a Feliks que se estiraba, con un corto beso en la mejilla mientras que el otro apenas y le rosó la mejilla y finalmente fue hasta Tino que también hacía sus ejercicios de calentamiento.
-¿Aun no llega Liz?- preguntó el más alto viendo a todos lados cerciorándose de que la instructora no estuviera cerca.
-Salió un momento, creo que estaba peleándose con el dueño del lugar- respondió Tino escuchando unas risitas maldosas por parte de Mathias que le inspiraron todo menos confianza.
-Perfecto. Ven Tino- le dijo llevando al chico hasta una de las esquinas del estudio justo en donde comenzaba el ventanal, le extendió una esquina del gran rollo de papel para que lo sostuviera –Quédate aquí y alza bien esto- le pidió mientras que él tomaba el otro extremo e iba desenrollando el papel a medida que avanzaba hasta el otro lado del estudio. Lo que Mathias llevaba era un enrome letrero que puso frente a la ventana.
Por su parte Lukas llegaba también a su aula, tranquilamente dejó el estuche de su violín sobre una mesa, sacó sus partituras y se dispuso a afinar el instrumento; pasaba el arco lentamente por las cuerdas cerrando los ojos para concentrarse mejor y encontrar el tono perfecto, a veces abría los ojos solo para asegurarse de que estaba posicionando bien sus dedos y fue en uno de esos momentos en los que por mera casualidad miró al edificio de enfrente. Si Lukas ya era pálido, su piel pudo competir con el color del papel cuando vio el enorme letrero que estaba al otro lado de la calle y que decía:
¡Tomemos un café juntos!
Su sorpresa pasó a vergüenza y de vergüenza a indignación cuando vio que se trataba del intruso del día anterior que lo saludaba muy emocionado sosteniendo el letrero y otro muchacho que agarraba el otro extremo negaba con la cabeza de manera reprobatoria.
-PU-DRE-TE- Lukas articuló con su boca de manera exagerada para que el otro a la distancia pudiera entenderle pero al parecer esto no funcionó pues Mathias sonrió aún más ampliamente y como si hubiera predicho esta respuesta al parecer ordenó a Tino que enrollara un poco el letrero pues aún quedaba una parte del mensaje sin revelar.
¡No lo quitaré hasta que aceptes!
Decía en letras un poco más pequeñas pero aun con ello visibles, Lukas abrió la boca sorprendido por las precauciones que este había tomado y en respuesta estaba a punto de mostrarle su bonito dedo medio al danés pero no pudo hacerlo cuando escuchó en el pasillo la voz de Berwald saludando de manera cortante a algunos alumnos. ¡Si Berwald veía eso podría malinterpretarlo!
Lukas entró en pánico y a base de mímica le ordenaba a Mathias que quitara ese ridículo letrero pero este al otro lado negaba con la cabeza sonriéndose victorioso ¡ESE BASTARDO! Escuchando los pasos de Berwald cada vez más cerca junto con el murmullo de los alumnos, Lukas buscó desesperado una manera de hacerse comunicar así que en su desesperación fue hasta el estuche de su violín de dónde sacó un marcador, tomó sus partituras extendiéndolas y escribiendo con grandes letras en ellas para luego pegarlas al cristal.
¡Está bien, pero quita esa mierda!
Ese fue el mensaje que Lukas puso en una bien cuidada letra a pesar de haber sido escrito con prisa. Mathias desde el otro edificio dio un saltito de alegría y quitó el letrero volviendo a enrollarlo en el momento exacto en el que Berwald entraba al aula. Lukas bajó las partituras y las escondió tras su espalda ganándose por ello una mirada extrañada por parte de Berwald que por unos segundos volteó a ver a sus vecinos.
-¿Qué hace ese muchacho?- preguntó entre dientes en voz baja pero suficiente para que el otro ojiazul pudiera escucharle y desear poder atravesar el cristal y darle un buen puñetazo en la cara al danés ridículo que pegaba su boca a la ventana en una especie de beso.
-No tengo ni la más mínima idea- contestó Lukas dándole la espalda dispuesto a tomar de nuevo su violín y olvidarse de que había un estúpido tras sus huesos.
Berwald sin embargo siguió observando un momento más y no pudo evitar dar un saltito emocionado cuando Tino se percató de él y desde lejos ondeaba su mano en un saludo que este apenas correspondió alzando su mano.
-¿A quién saludas?- preguntó esta vez Lukas al otro que volvió a bajar la mano y se quedó tieso como una estatua.
-A… a nadie…- mintió el sueco esperando que el rojo en sus mejillas no lo fuera a delatar, pero así fue; su alumno el violinista rápidamente posó sus ojos azul metálico en el rubio que se reía junto con Mathias… después de todo tenía un rival.
