Disclaimer: Harry Potter y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de J.K. Rowling, lo demás es resultado de mi imaginación.

Además quiero aclarar que esta historia contiene pequeños fragmentos de Harry Potter and the Deathly Hallows, que obviamente tampoco me pertenecen, estos son fáciles de identificar porque están resaltados en cursiva así:no al plagio…

Bueno después de esas necesarias aclaraciones quiero decir HOLA a todo aquel que se haya interesado por leer esta historia y desearle una ¡FELIZ NAVIDAD!, y por ultimo me resta decir que esta historia, para aquellos que han leído alguno historia mi antes, significa mi regreso a Fanfiction, un regreso que me he pensado y he decidido (en mi profile me explico mejor).

En fin, pretendo hacer esta historia, que es un regalo de navidad (y de cumpleaños muy atrasado) para Harry, una cosacorta de dos o tres capítulos, todo dependiendo de la recepción que tenga.

Bloody kisses

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Dulces diecisietes

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Estaba caminando por una larga carretera de montaña a la fría luz del amanecer. Muy por debajo, envuelta en niebla, se veía la sombra de una pequeña ciudad. ¿Estaba el hombre que buscaba ahí abajo, el hombre al que necesitaba tan desesperadamente que no podía pensar en nada más, el hombre que tenía la respuesta, la respuesta a su problema…?

Eh despierta.

Harry abrió los ojos. Estaba de nuevo tendido en la… ¿Dónde estaba la cama plegable que él y Ron habían extendido solo hacía unas horas? Se enderezó sorprendido. El sol no había salido aún y la habitación se encontraba envuelta en completa oscuridad. No podía ver más que formas borrosas.

Otra cosa que le sorprendió fue que unos segundos antes, mientras dormía, la cicatriz de la frente le había dolido y en ese momento solo sentía un ligero pinchazo en la cabeza, como cuando tienes jaqueca.

Se llevó la mano a la frente tratando de tocar su cicatriz, pero solo encontró cabello revuelto y una plana frente.

Estabas murmurando en sueños —exclamó alguien desde alguna parte del oscuro lugar.

La voz era ligeramente aguda, pero Harry lo atribuyó al reciente despertar, tenía que ser Ron.

¿De verdad?

—Si, "Ginny". Estabas diciendo "Ginny aquí no"—Ron se echó a reír mientras se acercaba a donde Harry estaba.

Harry no llevaba puestas las gafas; veía la cara de Ron ligeramente borrosa. Pero sin duda, había algo malo con él. Tal vez el temor de Fred se había hecho realidad y la poción multijugos tuvo efectos secundarios. Porque el chico frente a él era demasiado bajo y huesudo para ser su mejor amigo.

— ¿Estas bien? —preguntó Harry, que además estaba asombrado por el extraño humor de Ron, ¿era el mismo que no permitía que Ginny y Harry se besaran frente a él?

—Claro, ¡ah, sí! Feliz cumpleaños, Zopenco —exclamó y se lanzó sobre la cama donde Harry estaba acostado, justo en sus pies.

El primer pensamiento de Harry fue que Ron se había vuelto loco. Luego, como si una luz se hiciera, aparecieron en su mente y de forma desordenada los recuerdos de la noche de su salida de Surrey: la muerte de Ojo loco, la aparente traición de un miembro de la orden y la preocupación de los demás miembros porque entre ellos hubiera algún infiltrado usando poción multijugos. Un mortifago disfrazado.

Harry agarró la varita que se encontraba posada en una mesita de noche, que por cierto no recordaba para nada haber visto antes en el cuarto de Ron, y apuntó al menudo extraño, pero antes de que llegara si quiera a pensar en un hechizo, el extraño le arrebató la varita y se escabulló de la cama perdiéndose en la oscuridad.

—Ibas a hechizarme—reclamó la vocecita aguda— Aunque hayas cumplido diecisiete, a mamá no le agradará saberlo.

La puerta se azotó y Harry supo que el extraño lo había dejado solo.

Todo era realmente raro.

Si el extraño hubiese sido un mortifago, tuvo demasiados días para atacarlo y un momento antes le había arrebatado su varita, pero aun así no hizo nada. Debía averiguar que pasaba.

Harry buscó sus gafas, las encontró en la mesita y se las colocó sobre los ojos.

La habitación fue un poco más visible.

Era amplia, más que la cocina y el comedor de la madriguera juntos, y como el triple de tamaño que la habitación de Ron. Tenía, además, otras sustanciales diferencias, como las brillantes estrellas doradas del techo y la que parecía una cama individual al otro lado de la habitación, cerca de una ventana que estaba totalmente abierta dejando resplandecer la luz de la luna.

Como atraído por una fuerza invisible, Harry caminó hacia la ventana. Se asomó sólo un poco, ante el temor que le causaba el ver lo irregular de la madriguera y sus cuatro pisos desde esa habitación, para su sorpresa el suelo estaba más cerca de lo esperado.

— ¿Como rayos…?

La maldición murió en sus labios, frente a él, en la rama del árbol más cercano, estaba parada una hermosa lechuza blanca— ¿Hedwig...? ¡Hedwig...!

La lechuza voló hacia él, hasta colocarse en su brazo. Harry la miró sorprendido. Era idéntica, tenía que ser Hedwig. Aunque la única forma de verla es que estuviera muerto.

—Hedwig, hola amiga.

La acarició con entusiasmo, mientras el cielo oscuro y estrellado era sustituido por el tenue azul de la alborada.

—Cielo, aun no te haz vestido—murmuró una dulce voz a sus espaldas.

Harry se volteó aun con Hedwig en su brazo, y lo supo, había muerto y ni siquiera recordaba como fue. ¿Estarían Ginny, Ron, Hermione y los demás bien?

— ¿Estas bien, Harry?—dijo la voz, mientras su dueña, una pelirroja de ojos verdes iguales a los de Harry, se acercaba a él—Tu herma…

— ¡Hadi!—exclamó una vocecita al estrellarse contra sus piernas, y ante el impacto Hedwig salió volando despavorida por la ventana— ¡Hadi cumpe anos!

La pequeña masa de cabello pelirrojo se restregó contra él, haciéndolo perder el equilibrio y caer sobre su espalda. Un par de estruendosas risas se extendieron por la habitación.

—Vamos Edward deja a tu hermano, los demás también queremos felicitarlo.

Harry separó al tal Edward de él. Era un pequeño como de cuatro años, cabello pelirrojo y ojos verdes un poco más opacos que los de él, que reía con un timbre gracioso que Harry jamás en su vida había escuchado, aunque no había tratado con muchos bebés como para comparar.

Viéndose solo, el niño corrió hacia la puerta de la habitación y se perdió por el pasillo.

Cuando Harry se enderezó la mujer pelirroja se lanzó a sus brazos, para apretarlo en un cálido abrazo. Harry se paralizó de la impresión, ante la casi-desconocida tibieza del abrazo. Le pareció recordarla vagamente de algunos recibidos de la señora Weasley, pero este era más que reconfortante y maternal.

—Feliz cumpleaños, mi bebé—murmuró la pelirroja mientras lo soltaba.

Nuevas risas resonaron en la habitación.

— ¡Bebé! —exclamó la vocecita aguda que Harry había escuchado antes, ese menudo pequeño de cabello oscuro, ojos cafés y risa picara que estaba recargado en el marco de la puerta era el mismo extraño que le había arrebatado su varita esa mañana—Tremendo bebé, mamá.

Una niña un poco más baja que el extraño, de cabello pelirrojo y ojos azules, tan parecida a cierta pequeña Weasley que Harry simpatizó con ella desde que la vio, golpeó con fuerza al niño en la coronilla.

—No seas bobo, Charlus Emerick Potter—dijo la niña pasando del niño de cabello azabache y acercándose a Harry—Hoy es el día de Harry, déjalo en paz. Felicidades Harry.

La niña lo abrazó un segundo por la cintura e inmediatamente lo soltó.

—Que encantadora, mi pequeña Violetta ¿no crees Harry? —dijo la mujer, que sin duda era Lily Potter, su madre.

La pequeña Violetta sonrió a Lily como respuesta, mientras Harry no atinaba a hablar.

¿Qué estaba pasando? ¿Había dicho Charlus Potter? ¿Todo era parte de un hechizo? ¿O estaba soñando? ¿En que momento despertaría de ese raro sueño?

Lily seguía esperando la respuesta que Harry estaba muy lejos de poder dar, pero para suerte del moreno no tuvo que hablar.

— ¡No quelo, papi!

El estridente grito infantil fue seguido por el estruendo de un portazo.

Harry vio a las otras tres personas mirar con detenimiento la puerta abierta, como si pudiesen atravesar la pared y ver algo en la habitación de enfrente.

— Su padre ¡cuando aprenderá!—exclamó Lily con cansancio, a lo que Charlus y Violetta rieron divertidos—Iré a ayudarle con Eddie, los espero en media hora para desayunar, no tarden.

Harry siguió a Lily hasta que salió de la habitación.

Era más hermosa, cariñosa y cálida de como la había visto hacía tres años en el torneo de los tres magos; aquella representación que surgió de la varita de Voldemort no le hacía justicia a la mujer que acababa de abandonar la habitación.

—Además ahora puede usar magia en casa. Ten Harry.

Violetta le entregó su varita, que sabe Dios donde traía guardada, Harry la aceptó distraído.

—Que lista eres Pixie —exclamó Charlus— ¿En verdad crees que Harry hechizará por ti?

—No me llames así, Augurey.

— ¿Por qué me dices Aug…esa cosa?

— Oh, se me olvidaba que no conseguiste más que un regular en tus notas de Cuidado de Criaturas Mágicas, y eso porque le agradas al profesor Hagrid. ¿No sabes por que te llamó Augurey?— el niño alzó la barbilla mientras negaba con la cabeza un gesto que Harry reconoció como propio, la niña sonrió—Un Augurey parece un buitre pequeño y desnutrido, que además llora cuando llueve. Que te recuerda ¡Mami, Papi que miedo esta tronando!

—Ven para acá Pixie.

Charlus corrió tras Violetta por toda la habitación, brincaron sobre la cama, pasaron cerca de un librero—tirando varios tomos de libros de Quiditch, del colegio y un libro llamado Cuentos de Beddle el barbaro, en el proceso—para terminar dando vueltas alrededor de Harry.

—Eh…niños—murmuró Harry, pero los niños no le hicieron caso— ¡Charlus, Viole…!

La mano de Charlus jaló del pijama café que Harry llevaba puesto haciéndolo dar una vuelta de 90 grados, y cuando el pequeño intentó agarrar a su hermana del cabello, Harry decidió que ya era demasiado.

— ¡Levicorpus!

Harry jamás pensó que el primer hechizo legal que usaría, al cumplir la mayoría de edad, sería precisamente ese que su padre había vuelto tan famoso en sus años de colegio.

Los niños se alzaron sobre sus pies, quedando suspendidos en el aire con aspecto gracioso. El largo cabello pelirrojo de Violetta le cubría la cara mientras la parte posterior del pijama de Charlus había cedido hasta atorarse en su cabeza, al parecer de Harry ese pijama era más de su talla que del menudo niño.

— ¡Esto es genial Harry! —gritó Violetta—Recuerdo cuando mamá lo hizo contigo.

— Ayúdenme, no puedo ver nada—se quejó Charlus revolviéndose en su pijama.

—Deja de lloriquear, Augurey.

— ¿Mamá lo hizo conmigo…?—era la primer frase completa que Harry se atrevía a decir, y sintió que él que hablaba era un desconocido que poseía su voz.

—Me estoy mareando.

Charlus había desistido su intento de quitarse el pijama, para llevarse las manos a la cabeza.

—Yo también, será mejor que nos bajes Harry.

Ante la petición de los niños Harry pronunció el contra hechizo y los pequeños azotaron contra el suelo.

—Eso fue emocionante…Auch, ¡¿Por qué me pegas?

La pelirroja se levantó con gracia del suelo, dejando a su hermano tirado en el piso y sobándose la cabeza, donde le había golpeado de nuevo.

—Por mentiroso, hace un momento estabas a punto de llorando—dijo Violetta y salió de la habitación.

Charlus se disponía a seguirla cuando una presión en su espalda lo detuvo, Harry lo sostenía fuertemente del cuello del pijama.

—Hey hermano, tranquilo, arruinaras tu pijama—murmuró Charlus, Harry alzó una ceja, su pijama, con razón le quedaba grande al menudo niño— No te enfades me la puse porque no tenía ninguna limpia, pero me la quitaré en un momento.

—Puedes quedártela—dijo Harry al soltarlo— tu hablaste de Ginny ¿sabes donde está?

Charlus miró a Harry como si se hubiese vuelto loco.

—Harry ¿de cuál porquería muggle fumaron a noche? —preguntó con repentina seriedad—No debiste hacerles caso a los gemelos, son unos tontos. Espero, sinceramente, que mamá no se de cuenta de tu estado, eso arruinaría tu perfecta fiesta de dulces diecisietes. Ven vamos a desayunar, si nos tardamos más, ya sabes.

El niño caminó hacia la puerta, murmurando maldiciones contra el par de locos pelirrojos que aun le debían el dinero de una apuesta sobre el último juego de las Arpías de Hollydhead contra los Puddlemere United, donde él había acertado sobre que los Puddlemere United ganarían aunque las Arpías de Hollydhead conseguirían el record de posesión de la Quaffle…Harry escuchó parte de su monólogo mientras admiraba la casa, asombrándose a cada paso que daba.

El lugar era muy amplio, más que las casas de las zonas medias de Surrey, y la decoración una mezcla mágica y muggle, indudablemente inaceptable para personas tan normales como los Dursley y sus vecinos, Harry estaba seguro de no estar en Privet Drive o cualquier otro lugar cerca de los suburbios, más bien parecía estar en las afueras de la ciudad, donde las casas eran más grandes y rusticas.

Admiró las velas flotantes al final del pasillo, los retratos no mágicos de las paredes cercanas a las escaleras que mostraban gente, de sonrisa congeladas, que en su vida había visto—salvo el retrato de un matrimonio en el día de su boda que recordaba haber visto alguna vez entre las cosas de tía Petunia cuando limpiaba el desván— y los sorprendentes retratos mágicos, donde aparecían tanto personas conocidas como desconocidas.

Vio a su madre y a su padre tomados de la mano y señalando la que parecía la Torre Eiffel, un Harry de once años con el uniforme del equipo de Quidditch de Gryffindor y elevándose en la escoba, tres niños corriendo por un parque mientras un hombre moreno los seguía, y muchos retratos más. Pero la foto que más llamó su atención fue una de cuatro estudiantes de Hogwarts de pie unos junto a otros, sonriendo a la cámara. Con un sobresalto de placer, Harry reconoció a su padre, su alborotado cabello negro peinado hacia atrás como el de Harry, y él también llevaba gafas. Junto a él estaba Sirius, despreocupadamente apuesto, su rostro ligeramente arrogante mucho más joven y feliz de lo que Harry le había visto nunca en vida. A la derecha de Sirius, se hallaba Pettigrew, más de una cabeza más bajo, regordete y con los ojos llorosos, sonrojado por el placer de ser incluido en la más estupenda de las pandillas, con los muy admirados rebeldes que James y Sirius habían sido. A la izquierda de James estaba Lupin, aún entonces se le veía algo desarrapado, pero con el mismo aire de deleitada sorpresa de encontrase a sí mismo querido y aceptado… ¿o tal vez era simplemente que Harry sabía como habían sido las cosas y por eso podía verlo en el retrato?

Observó de nuevo la cara de su padre, encontrando en él esa expresión de desafío que había visto en Charlus esa misma mañana y en el propio Harry todos los días, era como la característica distintiva de los Potters.

Sonrió, que extraño era pensar que había más de un Potter.

—En verdad andas raro Harry—dijo Charlus deteniéndose a mitad de las escaleras para mirar fijamente a su hermano, como si pudiera leer en su cara lo que estaba pensando, pero por la forma en que arrugaba el entrecejo Harry estaba seguro de que no tenía idea de lo que realmente pasaba por la cabeza de su hermano mayor.

— ¿A que te refieres, Zopenco? —preguntó Harry mientras seguía bajando las escaleras, recordando el mote que Charlus había usado con él y, dándole un ligero golpecito en la frente, lo dejó atrás.

El niño inmediatamente lo siguió gritándole por haberlo golpeado.

En cuanto pusieron un pie en el vestíbulo, Harry descubrió un delicioso olor a pan y tocino, así que siguiendo su instinto caminó a la puerta más cercana, encontrándose con la cocina y la escena más perfecta que jamás imaginó ver.

En medio del lugar, sentado en una mesa redonda, se encontraba la imponente figura de James Potter con su despeinado cabello oscuro, sus anteojos redondos, un pequeño bulto pelirrojo sobre sus piernas y puré de coles en la cara, en lo que claramente era un fallido intento de alimentar al pequeño Edward.

Charlus estalló en carcajadas, haciendo que todos voltearan a ver hacia la puerta donde Harry y él se encontraban parados. Harry miró a James fruncir el ceño con severidad antes de soltar una carcajada.

—Feliz cumpleaños hijo— exclamó James mirándole, luego se limpió la cara con una servilleta que Lily le había mandado por medio de magia, para después, sin dejar de sonreír, agregar—Bien, como se tardaron, ya no hay desayuno para ustedes.

Harry se fijo en que su mamá estaba picando verduras a la muggle y al mismo tiempo hechizaba los trastes del fregadero para que se lavaran solos.

—Papá tiene razón, es la regla—la pelirroja los miró con maldad, estaba sentada al otro lado de la mesa frente a su padre y comía cereal con leche—Hasta la merienda chicos.

Violetta les hizo un gesto de despedida, por su parte el pequeño Edward se rió y les tiró a los pies el poco puré que quedaba en el platito. Harry se fijo en que el niño tenía buen brazo, quizás estaba viendo a un futuro cazador.

—Estúpida regla, no debería de aplicarse más—se quejó Charlus pateando suavemente el marco de la puerta.

Por primera vez desde que se aparecieron ahí Lily volteó a verlos, y Harry no reconoció en ella la calidez que había mostrado cuando lo abrazó. La mirada esmeralda era fría y desafiante.

Charlus retrocedió hasta colocarse tras Harry y murmuró un suave: —Lo siento.

—La regla no fue estúpida cuando me dejaron sin comer pollo frito la semana pasada—comentó James al parar a Edward sobre la mesa para poder limpiarlo—Y eso que solo llegué 5 minutos tarde, porque había estado trabajando con papeleo en el Ministerio. Así que lo siento chicos.

Harry escuchó a Charlus maldecir en voz baja, haciendo uso de ciertas palabrotas que solo había escuchado en la boca de Ron, y miró como Lily terminaba de preparar unos platos antes de voltearse hacia ellos.

—James, por ser hoy el cumpleaños diecisiete de Harry haremos una excepción—dijo la pelirroja mayor. James encogió los hombros en un claro gesto de condescendencia y Lily les indicó que se sentaran, Charlus sin perder tiempo corrió hacia la mesa y se sentó junto a su padre, Lily colocó los platos que traía frente a la silla donde Harry estaba por sentarse—Aquí tienes cielo.

Harry se sentó y miró el par de platos con atención, huevos revueltos con tocino y pan francés, perfectamente cocinados, se veían deliciosos.

—Gracias.

Miró a Lily sonreír.

— ¿Y yo que? —preguntó Charlus sosteniendo la cuchara con una mano y el tenedor con la otra.

—Dije una excepción—aclaró Lily antes de regresar a sus labores.

Charlus dejó caer los cubiertos sobre la mesa, James y Violetta estallaron en carcajadas y Harry comprobó que el desayuno estaba más que delicioso.

Cuando Charlus estaba a punto de comerse las coles esparcidas por la mesa del hambre que decía traer, Lily le sirvió un platillo recién hecho, pero antes le reclamó el haber golpeado la puerta, haberle dicho estúpida a una regla que ella había impuesto y haber maldecido.

Harry se sorprendió del buen oído de su madre; probó su último bocado y echó un vistazo a la cocina-comedor, todos se veían relajados y felices ¿así era tener una familia?

Un ruido molesto lo sacó de sus pensamientos.

¿Un timbre con el himno de Hogwarts? o eso le pareció a Harry.

—Ya llegó —murmuró Lily—guarden silencio, tal vez se canse y se vaya.

—Lily Potter, bien sabes que eso no pasará—comentó un sonriente James, que suspendiendo su infructuoso intento de darle una nueva porción de puré de coles al difícil Edward se volteó hacia Harry—Abre, es a ti al que viene a ver.

Harry sin entender a quien se refería—pero sin querer desobedecer a su padre—se levantó de la mesa y se dirigió al vestíbulo, cuando estaba cruzando la puerta alcanzó a escuchar la poco discreta voz de su madre.

—Ver a Harry, eso dice, pero la verdad es que solo es su pretexto para obtener comida gratis.

James soltó una carcajada, acompañado por la suave risa de Edward. Harry sonrió una vez más, sentía que no había hecho otra cosa desde que bajó a desayunar y eso empezaba agradarle. Trató de recordar otro momento de sus diecisiete años donde hubiese sido parte de algo tan natural y cálido, como es una familia, y lo único que se le vino a la mente fueron los efímeros momentos pasados con su padrino Sirius Black y los instantes familiares robados a los Weasley, que siempre lo trataron como un niño Weasley más.

Aun con la sonrisa en el rostro, abrió la puerta. Encontrándose con un porche vacío.

Algo andaba mal ¿era la parte del sueño donde todo se desvanece y aparece herido a los pies de Voldemort?

Si era así, solo deseaba que nadie lo viera morir, mucho menos Ginny.

Esperando cualquier cosa, cerró los ojos.

— ¡Harry ven ayudarme! ¡Cornamenta, pelirroja! ¡Alguien! —gritó una desesperada voz.

Continuará…


¿Qué les pareció?

No olviden decírmelo con un review...

nos seguiremos leyendo (otra vez Felices fiestas).

Bloody kisses