N/A: Escrito en un descanso de la gfgfgfggf biblioteca, por petición personal de rheacarlysse a la que se lo dedico con mucho amor y muchas flores. No te desilusiones, no hay nada explícito, pero seguro que te gusta el UST.

-¿Sabes? Desde este ángulo pareces más bajito.

Rossi rió por lo bajo, arrepintiéndose en seguida. Tal y como estaba, de puntillas en el suelo y con los brazos atados en cruz combándose por el peso de su cuerpo, sentía crujir las costillas cada vez que tomaba aire.

-Nada de eso, tú tienes más cuerda.

-Ah, te recuerdo que el modus operandi de este sudes nos señalaba hacia un amante del cuero –Hotchner podía hablar casi con normalidad desde su posición, permitiéndose un tono burlón-. Además, ¿no reconoces la diferencia?

-Nunca me lo había planteado.

Esta vez la contestación de Rossi fue interrumpida por una tos violenta, y cuando pudo volver a levantar la cabeza unas manchas de sangre le asomaron por la comisura de la boca.

Todo había ocurrido demasiado deprisa. Él y Hotchner revisaban un almacén abandonado que podría haber sido utilizado por un famoso asesino en serie que trataba a sus víctimas como ganado. Lo que no tenían previsto era que el asesino hubiese preparado trampas de caza para atraparlos y llevarlos drogados a su auténtico matadero.

Y ahí estaban, frente a frente, a dos metros escasos de distancia, atados con tiras de cuero a las múltiples argollas de un tétrico sótano a Dios sabe cuantos metros bajo tierra.

-¿Te encuentras bien? –Hotchner frunció el ceño perdiendo el poco humor de golpe.

-Si, claro. Creo que me ha roto un par de costillas, pero sobreviviré.

Los dos se miraron seriamente en medio del asfixiante silencio. La verdad era que no sabían qué pasaba en el intervalo de tiempo desde que las víctimas eran secuestradas hasta que encontraban sus cuerpos despedazados hueso a hueso.

-…pero por si acaso… –empezó Rossi.

-No. Nada de eso -Hotch añadió a su tono una nota de urgencia-. Escúchame, vamos a salir de aquí e ir directos a tomarnos una copa al primer bar decente que encontremos, ¿me oyes?

Rossi pudo leer desesperación y firmeza en los ojos de su compañero.

-¿Whiskey doble? –preguntó sonriendo.

-Claro. Y ahora solo resta esperar a que el equipo nos rescate.

En ese preciso momento, un hombre ataviado con un singular traje de verdugo y totalmente encapuchado, apareció blandiendo una fusta de mango metálico.