Hola hola, antes que nada saludar, me presento soy Arrghh! Un gusto conocerles, aquí les va mi primer fic de Hetalia, disfruten.

Recuerden: Ni Hetalia ni ninguno de sus personajes me pertenecen, sino que todos los derechos pertenecen a Hiramuya-san~!

Capítulo I

Corría el año 1920, y en las frías calles de Nueva York, un joven de unos 17 años corría cogido de la mano de un pequeño de unos 13, ambos jadeantes se detuvieron en una esquina para tomar aire, el lugar estaba oscuro, era perfecto para esconderse.

-Nos quedaremos aquí, Alfred. Es lo más seguro que tenemos por ahora – Comentó el mayor hacia el niño, el aludido abrió un poco más sus ojos azules y exhaló una bocanada de aire.

-Bien Arthur pero… ¿Por qué tenemos que huir? – Cuestionaba el menor, tomando asiento en un bote de basura que estaba volteado.

Por un instante no supo que decir, la situación actual era un enredo de cosas que ni él entendía. Era todo su culpa, el los había metido a ambos en semejante lío y ahora… ahora el único ser amado en su vida estaba corriendo peligro, siendo un completo inocente.

-Yo… lo siento tanto Alfred, te prometo que pase lo que pase tú estarás a salvo, aunque me cueste la vida – Habló el rubio de ojos color esmeralda, tenía una mirada decidida, lo que sorprendió al niño por un momento, hasta que reaccionó antes las palabras de su "hermano mayor".

-Arthur por favor, no digas tonterías ahora, eres lo único que tengo… -Alfred agachó su cabeza, no pensaba separarse de él, desde que sus padres habían muerto solo quería morir, hasta que llegó él… ese inglés quien le extendió la mano y le cuidó como su propio hermano y le amó como su propio hijo. A ambos les había costado estar donde estaban, seguir sobreviviendo a pesar de sus cortas edades y por ello había madurado quizás un poco más rápido, aunque aún mantenía sus sueños infantiles.

Arthur por su lado era alguien que había abandonado sus sueños hace tanto… Su único pensamiento se situaba en la actualidad y en el embrollo que se había metido. Le costaba todos los trabajos posibles poder enviar al pequeño Alfred a la escuela, quizás él no tuvo la oportunidad de estudiar, pero no por eso Alfred no lo haría… él definitivamente era una promesa y se iba a encargar de que saliera adelante como tal.

Se asomó hacia la calle, y suspiró disimuladamente. Hace no mucho se había metido en un trabajo del cual ahora se arrepentía enormemente. Se había metido con la mafia, nada peor y ahora su vida y la del niño peligraban ¿qué debía hacer? ¿Huir hacia otra ciudad? El dinero no alcanzaba, sencillamente estaba atado de manos.

-Maldición- Murmuró más para sí mismo, aunque igual el pequeño volteó a verle. Arthur intentó tranquilizarle con una sonrisa, hasta que un sonido en medio de aquel silencio le sobresaltó.

-¡Arthur! ¿Dónde estás?- Unos pasos se oían cercanos, como el de varias personas, entonces un hombre pasó frente al escondite de los jóvenes.

- ¡Robert! - Exclamó Arthur con el alivio notándose en su rostro, mientras que la mirada de Alfred se ensombreció… Robert, ese hombre siempre estaba presionando a Arthur y odiaba eso. Cuando creciera, se propuso, le haría pagar por todas aquellas veces que hizo llorar de frustración a su Arthur.

Robert se acercó a Arthur y posó una mano sobre su hombro, comenzando a hablar.

-Ya sé donde podemos ir… no nos encontrarán, aunque están buscándonos por todas partes, me sorprende que nos dieran tanta importancia. – El hombre volteó para encontrarse visualmente con otros dos hombres justo detrás de él, los cuales asintieron, Robert continuó – Arthur, trae a Alfred buscaremos un escondite y luego les sacaremos de aquí… Vamos- Haciendo una seña con la mano, les indicó a los jóvenes que le siguieran.

Arthur rápidamente cogió la mano de su hermano, apretando de ella con suavidad, dándole a entender que todo estaría bien. El pequeño no dijo nada, solo mantuvo la mirada firme, al parecer si estaban en graves problemas, nunca había visto a Arthur tan nervioso.

Todos abordaron un pequeño auto, y Arthur situó a un muy avergonzado Alfred sobre sus piernas.

-¡Arthur! ¡Estoy lo suficientemente grande como para ir en mi propio puesto! No soy un niño… -Hacía de sus típicos pucheros, esos que su hermano tanto adoraba y le daban ese característico toque infantil.

-Lo sé, Al. Pero ¿entiendes que no cabríamos entonces? –Le comentó divertido, viendo la reacción del niño al percatarse que el mayor tenía razón.

Después de un par de minutos llegaron a un sector abandonado, lo que supuso Arthur era una fábrica que había dejado de funcionar por la crisis económica. Los jóvenes entraron de la mano, seguidos por los hombres, se situaron junto a unas grandes máquinas que llamaron la atención de Alfred y provocó una sonrisa en el rostro de Arthur. Seguía siendo un niño, y debía protegerle… a toda costa. Siguió pasando el tiempo y el chico de ojos verdes no se atrevía a preguntar nada, se lo había advertido, no tenía derecho a preguntar. Pero el miedo le invadía, el miedo de que le apartaran de su lado a su querido hermanito, tragó saliva mirando de reojo a Robert.

No tuvo tiempo ni de pestañear, y un flash instantáneo iluminó por unos segundos el lúgubre lugar, pero la luz no venía sola, si no que le acompañó un sonoro tiroteo, y frente a los ojos de Alfred y Arthur, uno de los hombres que les acompañaban fue perforado por cientos de balas en un lapso tan corto de tiempo, que lucía como un sueño, un extraño sueño y más que nada, una pesadilla.

-¡CORRE, MALDICIÓN, ALFRED! – Gritó desesperado Arthur, poniendo su mano sobre la espalda del más pequeño, indicándole que se agachara y ambos se echaron a correr, hacia donde les llevaran sus pies, solo debían salir de allí.

Cuando ya habían salido del lugar, ambos de la mano ahora y agitados intentaron recobrar la calma, Alfred alzo la vista hacia el frente, y la luz de un auto le cegó por un instante. Arthur, que se hallaba aún mirando el suelo pestañeó, esperando lo peor.

-Somos la policía, suelten cualquier arma que lleven – Les indicó un uniformado, apuntándoles con un revólver, mientras los chicos solo pudieron alzar débilmente los brazos, aún shockeados por la escena anterior, y sumisamente se acercaron a los policías, los que se encargaron de esposarlos y meterlos a uno de sus autos.

No supieron que pasó con el resto, solo podían sostenerse firmemente de las manos mientras eran llevados a la comisaría. Los policías estaban serios y callados, nadie decía nada, y Arthur ya no podía demostrarle seguridad a Alfred, no tenía idea de que pasaría de ahora en adelante.

-Por favor, se los ruego, es solo un niño… Él no tiene nada que ver… -Suplicaba el rubio de ojos verdes, estaba sentado en un cuarto con iluminación tenue, su labio, inflamado y manchado de sangre le dolía, aún así… seguía hablando con convicción, suplicando.

-Sí, de ello no te preocupes… El chico estará en buenas manos, pero tú… tú. Jm, déjame decirte que no tienes un buen futuro… -El oficial escupió las palabras, mirando al jovencito por sobre su hombro. Arthur estaba sollozando ahora, lo sabía, lo tenía claro, nunca se había visto futuro y lo más seguro sería que moriría luego de un par de años en la cárcel, era débil y tenía solo 17 años, nada estaba a su favor. Solo le quedaba rogar por Alfred, y velar hasta el último de sus días por su bien.

Mientras, en otra habitación otro oficial cogía del brazo al pequeño de ojos azules. Guiándolo a uno de los autos.

-¡Espere! ¿Dónde me lleva? No me iré sin Arthur, no señor! Suélteme ahora se lo exijo! –El niño como podía intentaba zafarse en un esfuerzo inútil.

-No podrás verlo nunca más, es una mala influencia, pero ahora te llevaremos a un lugar mejor… Tendrás una familia de verdad y no tendrás que vivir nunca más este martirio, niño- El hombre hablaba fuerte y golpeado, Alfred solo le miraba retador.

-No me interesa nada, yo ya tengo una familia, ¡Arthur es mi familia! – Como pudo se aguantó las lágrimas. ¿No volver a ver a Arthur? ¿Qué era eso si no el infierno? – Arthur… perdóname, yo… juro que vendré por ti – Susurró finalmente, viendo por la ventana como cada vez el lugar se hacía lejano, así como las posibilidades de volverlo a ver.

Por otro lado, Arthur era ahora llevado a una pequeña celda, y se mantuvo allí hasta el día siguiente, en que, esposado lo llevaron a la corte del lugar, el proceso fue corto, y obvio. Culpable, ni él sabía de qué, no tenía ni siquiera dinero para pagarse un abogado, solo agachó la cabeza con resignación, siendo llevado finalmente a la cárcel más grande de la ciudad.

Se bajó del auto, observando la imponente instalación, paredes altas y llenas de guardias por todas partes. Tragó saliva sonoramente. Era su fin, definitivamente, y el pobre Arthur solo podía temblar, mientras era guiado por las celdas, y los demás presos observaban expectantes. Obviamente llamaba la atención, era pequeño y menudo, de facciones finas, grandes ojos verdes, piel pálida y vistosas cejas. El guardia se detuvo frente a una celda que a primera vista lucía vacía, tenía una litera, y un pequeño cubículo que servía de baño, un lavamanos y un par de asientos. Entró al lugar, y las rejas se cerraron tras de sí. Llevaba apenas un día lejos de su querido Alfred, y ya le oprimía el pecho apenas pensar en su rostro. Pero estaría mejor, de eso estaba seguro.

-Vaya vaya, pero qué tenemos aquí… si es un petit petit cat- Una voz se oyó desde la litera, y Arthur se acercó hacia la misma, observando luego que sobre ella había un hombre. Aparentaba unos 20 años, cabello rubio sutilmente desarreglado, un poco de barba en su mentón y ojos azules penetrantes, lo vio relamerse los labios, y por alguna extraña razón aquel acento francés le irritaba levemente.

-Mi nombre es Arthur Kirkland, por lo que veo seremos compañeros de cuarto…- Habló hasta que fue interrumpido.

-Y por un largo tiempo mon cher, pero ya sabremos pasarla bien ¿no? ¿Cuántos años te han dado? Por cierto, soy Francis Bonnefoy, puedes llamarme Fran… Francis, como gustes, Arthie querido.

- Diez años –Respondió Arthur con desanimo –Y pensé que por ser menor de edad me perdonarían pero… Me equivoqué.

-Así son, querido mío… Saldremos juntos, es lo bueno. –Intentó calmarle ahora, bajando de la litera para poner una mano sobre su hombro. –Eres joven, y adorable… serás mi protegido ahora ¿sí? No dejaré que te pase nada, mon cher

Arthur lo miró con una ceja alzada, entre extrañado y divertido, pero en el fondo sintió tranquilidad, tal vez ese tal Bonnefoy estuviera loco, pero por ahora, era lo único que poseía y que además le ofrecía protección. Bajo los códigos de su propia existencia aceptó inmediatamente. Tal vez estos serían los 10 años más largos de su vida, pero haría lo posible porque no se fueran el infierno que en un principio, se había creado en su mente.

-Contuará-

Bueno, ese fue el primer cap de la que se viene será una gran historia, espero que les haya parecido interesante, bueno... la parte buena aún no comienza asi que, los que quieran que continue AFIRMENSE!

Se les agradece un Review para alguien que apenas empienza con estos de los fanfics.

LOVE PARA TODOS!