En el Distrito 4 que pertenece a un país llamado Panem, viven un par de niños que como muchos en cada uno de los doce distritos tienen que vivir con la carga de que algún día, quizás sus vidas cambien gracias a los Juegos del Hambre que se realizan cada año después de que hubo una guerra.

Annie Cresta es una pequeña niña de 7 años, de cabello castaño y ojos verde oscuro, su padre es pescador y su madre se dedica a vender en el distrito. Es una niña muy risueña, inteligente y bromista, siempre le gusta ayudar a sus padres en lo que puede, aprendió a hacer redes desde muy temprana edad lo que ha ayudado a que el trabajo de su padre sea mejor. Finnick Odair es un niño de 9 años, un pequeño muy bromista, inteligente y algo vanidoso, tiene el cabello color cobre y sus ojos verdes hacen que destaque en todo el distrito. Al igual que Annie, su padre es pescador y su madre se dedica a los labores del hogar. Un día Finnick y su padre salieron a pescar, el niño iba con la idea de que tenía que aprender a hacer lo que hacía su padre, ya que de eso comen, y algún día cuando su padre muera, el tendrá que trabajar para ayudar a su madre.

–Papá, esto es aburrido-dijo Finnick-

–Finnick, necesitas tener paciencia para esto. Cuando menos lo esperes, los peces se acercarán y es cuando tú debes actuar.-dijo el Señor Odair-

–Pero papá, no hay nada-dijo Finnick algo aburrido-

–Sólo espera-dijo el padre del niño y se puso sus manos en los labios- Silencio-murmuro y señaló el agua donde pudieron observar unos peces-

El niño sonrió y le dio la red a su padre, el señor vio a su hijo con una sonrisa y ambos terminaron de pescar. Al atardecer, el padre de Finnick decidió regresar para preparar la cena mientras que el pequeño se quedó a nadar un rato. Todo estaba tranquilo hasta que pudo observar que una niña se estaba ahogando, rápidamente se metió al agua y comenzó a nadar tan rápido como podía hasta alcanzarla y llevarla a la orilla.

La pequeña estaba temblando y apenas y podía respirar por los nervios, el niño la abrazó para darle calor.

–Tranquila, tranquila. Aquí estoy-dijo Finnick- ¿Cómo te llamas?-preguntó-

–Annie-dijo la niña temblando por el frío que sentía-
–Tranquila, no te dejaré. Aquí estoy, te tengo.-repetía Finnick para calmar a su nueva amiga-

Finnick se levantó y ayudó a Annie a ponerse de pie y la cubrió que la toalla que el tenía. Ambos caminaron hacia la casa de Annie que estaba cerca de la de Finnick.

–Annie-dijo la madre de la niña- Oh gracias al cielo, que estás bien-dijo abrazando a la niña- Oh eres el pequeño Odair-dijo sonriendo-

–Él me salvó, mamá-dijo Annie-

–Oh querido, pasa. Ahorita le decimos a tus padres que estás aquí para que no estén preocupados-dijo la madre de la niña-

–No es necesario, yo me tengo que ir-dijo Finnick-

–No, ahorita voy por tus padres-dijo el Señor Cresta saliendo de la casa-

Los niños se sentaron, Annie ya estaba recien bañada y ambos estaban sentados en el sofá.

–Annie-dijo Finnick-¿Por qué no sabes nadar? Es extraño que siendo del Distrito 4 no sepas nadar.

–No es necesario, mis padres se dedican al comercio aquí en el Distrito-dijo Annie-

–Finnick, aquí están tus padres-dijo la señora Cresta-

–Fuiste muy valiente al salvar a Annie-dijo el padre de Finnick-

–Bueno, yo… Solo hice lo que cualquiera hubiera hecho-dijo Finnick encogiéndose de hombros-

–Bueno Annie, dale las gracias a Finnick-dijo la Señora Cresta-

–Gracias Finnick-dijo Annie-

–No es nada-dijo Finnick sonriendo y Annie le regreso la sonrisa-

La familia Odair se retiró de la casa de los Cresta, los niños no se imaginaron que desde ese día se volverían inesperables y que tiempo después su amistad se convertiría en algo más.