Se levantó tranquila aquella mañana de agosto, como siempre lo hacía desde que habían comenzado las clases; pesadamente logró salir de la cama y dejar de lado el acolchado que, al mirarlo, la incitaba a faltar al instituto para quedarse allí durmiendo toda la mañana protegida del frío. Con mucho esfuerzo se dirigió al baño y abrió la ducha para relajarse y de la mejor manera posible empezar su día. Su agotador día.

Cuando volvió a la habitación envuelta en una toalla notó como el frío se sentía muchísimo allí, ni siquiera quería imaginarse como era en la calle.

Terminó de cambiarse y notó algo extraño esa mañana; era nublada como muchas otras y eso no era lo diferente. La casa de enfrente. Esa enorme mansión que desde niña estuvo en construcción frente a su casa.

Esa casa… Su sueño era una casa como esa, gigante, luminosa, con paredes de vidrios que dejaba ver el interior y ya todo amoblado. Y pensar que durante años había estado abandonada sin nadie trabajando en ella, sin los dueños visitándola diariamente para ver cómo iba avanzando en la construcción. Nadie. Y hace poco menos de un año volvieron a comenzar todo y se encontraba ya lista en la espera de alguien, de alguien que todavía no se animaba a estrenarla, a vivir allí.

Recordó que una vez vio a un niño jugando en ella junto a una mujer que parecía su madre y estaba más que segura lo era y a un hombre de unos… Cuarenta años en aquel entonces. Ella estaba sentada en el pórtico de su casa jugando con su hermano, sin dejar de observar al pequeño niño con mucha curiosidad.

En un momento se dio vuelta… Unos ojos celestes la observaron a ella con felicidad, con tristeza, con emoción y con desolación. Como si se encontrara solo y necesitara a alguien a su lado… Alguien que lo apoyara. Juró, con apenas siete años, no olvidar la mirada de ese pequeño niño que la había hipnotizado con esos hermosos ojos y su cabello negro como la noche. Y todavía no lo hacía, diez años después.

¿Elena? – golpearon la puerta mientras una cabeza se asomaba al mismo tiempo que ella se daba vuelta. - ¿Estás lista para ir al colegio?

Sí Jeremy, enseguida bajo a desayunar. – él le sonrió cerrando la puerta tras de si. Oyó como bajaba las escaleras y dándole una última mirada a la casa, salió de la habitación.

¿Nunca vas a dejar de observar la casa, verdad? – tenía un tazón con cereales frente a él y no dejaba de mirar a su hermana moverse ágilmente por toda la cocina.

Sólo es intriga Jer… Todavía me acuerdo la vez que vimos a los supuestos "dueños" desde ese día no volvieron a aparecer.

Bueno, entonces estás de suerte porque por lo que parece la casa está lista para estrenarse. Ayer el arquitecto encargado de la obra cruzó la calle para mirar desde la puerta de nuestra casa cómo había quedado todo y comenzamos a hablar. Me dijo que ésta semana vendría el dueño.

¿El? Entonces esa familia quizás no eran los dueños de casa…

O quizás sí Elena y el hombre viene a vivir solo. O el hijo… No lo sabemos, hay muchas posibilidades. – contestó – Lo que me interesa ahora es no llegar tarde al colegio, necesito que te apures. Stefan va a llegar en cualquier momento a buscarnos. – terminó su desayuno y dejó todo en el fregadero para luego, cuando volviera a casa, lavarlo.

Una bocina se escuchó en la calle y junto con Jeremy salieron a recibir a Stefan quien los esperaba sentado en su auto con un gesto de completa tranquilidad. Sus ojos verdes ocultos tras sus lentes aviador y una sonrisa segura.

Mystic Falls… El pueblo que la había visto nacer, crecer y ser quien era ahora. Atravesar miles de etapas difíciles y una de las peores, la muerte de sus padres en ese accidente en el puente.

Lo recordó y no pudo evitar como una lágrima, sólo una porque no iba a ponerse a llorar allí, bajó por su rostro marcando un camino por toda su mejilla hasta su mandíbula donde cayó a un precipicio. Un precipicio emocional, como lo había descrito ella meses atrás.

Decenas de conocidos, miles de desconocidos, gente por doquier cruzaban los pasillos de la escuela para no llegar tarde a ninguna clase; se despidieron en la entrada principal y cada uno salió en busca de su casillero y luego, de la clase correspondiente del jueves, del extraño jueves.

Historia, la primera de la mañana.

-Mi favorita – ironizó. Se sentó en una mesa pegada a la ventana, no prestó atención durante muchas clases y ésta no iba a ser una excepción. Los profesores jamás le decían nada… ¿Qué podían decirle? Todo el mundo estaba más que enterado de su tragedia y la veían "ahogada en un sentimiento depresivo del que no saldría sin ayuda de un psicólogo" como tantas veces le habían dicho cuando la llamaban a hablar sobre su comportamiento. Y no era así. Recordaba a sus padres, inmortalizaba cada recuerdo feliz que tuvo con ellos, pensamientos, sobre todo, sentimientos de felicidad y alegría. Los recordaba como a ellos les hubiera gustado que los recuerde. Pero estaba bien, sus amigos la habían ayudado a salir. La unión que tenía con su hermano la había ayudado a salir. Lo que los demás dijeran eran opiniones absurdas.

La hora del almuerzo. Ese momento del día en que los alumnos se mueven como insectos desesperados por los pasillos intentando llegar al comedor antes de que sea tarde. Antes de que ya no haya más comida. Era imposible intentar comprender el porqué de esa desesperación diaria, era ilógico en cierto punto.

Pidió su almuerzo y pagó, recorrió con la mirada todas las mesas y encontró a sus amigos sentados en una, reservándole un lugar.

-Hola. – saludó apoyando su bandeja en la mesa, contagiándose de la felicidad que irradiaban sus rostros. Una perfecta sonrisa se le formó. - ¿Cómo están? – esperó, estúpidamente, que se turnaran para contestarle y así no tener que forzarla a intentar escuchar lo que cada uno quería decirle. Y el ruido de todas las personas a su alrededor tampoco ayudaba. Levantó la mano haciéndolos callar. – Recuérdenme no preguntar cómo están cuando estemos todos juntos, jamás logro escucharlos. – contestó haciéndolos reír.

-¡Tengo noticias de sus misteriosos vecinos! – pronunció Caroline sacándola de sus pensamientos. – Aparentemente el que viviría ahí sería el hijo de Giuseppe Salvatore: millonario, dueño de empresas en todos los rubros y propiedades… Uno de los fundadores de Mystic Falls. Según lo que me dijeron, el hijo, tiene diecinueve años y es… Es algo así como un símbolo playboy. Todos los comentarios que me llegaron es que es perfecto, sacado de un cuento. Hablando físicamente. – Elena sonrió. Caroline y su manera peculiar de sólo fijarse en lo físico y lo superficial. – Así que creo, Elena, que Bonnie y yo vamos a estar en tu casa mucho tiempo.

-¡Caroline! – exclamó.

El resto del día se pasó normal, Stefan no pudo llevarlos devuelta a su casa y Caroline fue la primera en decirle que ella podría llevarla, o casi gritarlo de la emoción al sólo imaginarse que quizás su nuevo vecino estaría allí.

Era como si hubiera adivinado.

Eran las tres de la tarde y Caroline doblaba en la esquina de Elena, se pudo ver estacionado en el amplio garaje dos autos, un Camaro de Chevrolet nuevo de color amarillo. Y un Audi R8 gris. Del Audi bajaba un muchacho alto de cabellos negros… No pudieron verlo de frente pero se quedó allí parado como esperando a que el auto de Caroline se estacionara para que pudieran verlo. Sólo él estaba en la casa.

Elena bajó sin poder quitarle la vista a su nuevo vecino… Apenas se dio vuelta recordó todo lo que había sentido al ver esos ojos azules. Esos ojos azules diez años más tarde.

Pudo admirarlo en su perfección, en su completa perfección tal y como Caroline lo había descrito.

Pero sus ojos era lo que más llamaba su atención, esta vez fríos sin ninguna muestra de sentimiento de ningún tipo, sólo frialdad e indiferencia. No mostró ninguna sonrisa al verlos a ellos allí… Pero cuando sus ojos conectaron, cuando su marrón y el azul chocaron sintió como le temblaron las piernas y todas sus defensas bajaron, y como en él algo cambiaba, su mirada le había recordado algo. Sin esperar más se dio la vuelta ingresando por la puerta negra de su nueva casa.

-Cínico. – dijo Caroline como comentario. – Pero sexy. Elena tengo que irme, ya vi a tu nuevo vecino y es mucho más atractivo en persona. Luego hablamos. – subió a su auto y se marchó de allí, dejándola parada en la puerta y Jeremy detrás de ella, esperando a que entrara. Dio un último vistazo y se marchó de allí sin antes ver que su vecino estaba paseando por el living de su casa por los grandes ventanales que abarcaban todo el ancho y alto de la pared de la sala de estar. Lo demás no le parecía extraño, había notado durante meses la decoración del lugar: sillones de cuero negro, una alfombra, un piano y muy buen gusto para la pintura… LCD en la pared y una barra de tragos en una esquina del salón muy buen ubicada. En el piso superior… Una ventana balcón y desde afuera vio como todo el interior de la casa tenía un falso balcón en el piso de arriba que funcionaba como pasillo de comunicación entre las habitaciones.

Pasó el resto de la tarde sentada en el pórtico de su casa leyendo, hasta que algo interrumpió su interesante lectura. El vecino abría la puerta de su casa y salía vestido completamente diferente a como lo había visto bajar de su auto. Ahora llevaba puesto un buzo gris, un joggin negro y unas zapatillas deportivas especiales para correr.

-Deportista – pensó mientras no dejaba de observarlo estirar los músculos y prepara la música en su iPod. Él ya la había visto sentada allí leyendo mientras mordía su labio y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, que sin esfuerzo logró tapar. Le dedicó una última mirada y notó que también lo estaba observando… Seriedad completa en su rostro al ver sus ojos, le recordaban tanto a ella. Empezó su trote ágil y veloz y se perdió calles abajo. Ella siguió con su lectura.

-¿Elena? – llamó Jeremy – Veo que vas a estar acá todo el tiempo hasta que te canses de ver al nuevo vecino ¿no?

-No, siempre supiste que me encanta leer y mucho más acá afuera. El chico nuevo no tiene nada que ver. – se estaba enfadando con Jeremy y más por mencionar todo el tiempo que algo le pasaba con el nuevo.

-Bien, solamente quería decirte que Matt va a venir. Tenemos que hacer un trabajo para la escuela… ¿No hay problema?

-Para nada. Ésta también es tu casa… - contestó y Jeremy volvió a ingresar a la casa… Seguramente estaría preparando algo para comer. – Bien, suficiente lectura por hoy. – se dijo a si misma y se levantó estirándose en el sillón. Notó que su vecino volvía corriendo rápidamente y se detenía en la puerta de su casa mirando su muñeca. Lo más probable era que estuviera midiendo cuánto tardó en correr. Observó que miraba al cielo y cerró los ojos, luego volvió a abrirlos y miró a su casa… Ella lo único que pudo hacer fue dedicarle una sincera sonrisa al verse descubierta observándolo. Notó que intentó devolvérsela y lo único que le salió fue una sonrisa de medio lado. Ingresó en su casa dejándola sola en su pórtico con esa sonrisa jamás devuelta. Pero por más que no se la hubiera devuelto se sintió inundada en una alegría absurda.

-Toda la noche se quedó sentada junto a la ventana de su habitación que daba con la habitación de su vecino. Él también estaba allí sentado observando el vecindario y a ella, cuando no lo veía.

Cruces de miradas, sonrisas cautivas, felicidad ilógica… Pero al fin y al cabo, felicidad. En un momento ninguno pudo apartar su mirada y fue entonces cuando le dedicó una sonrisa, la mejor de las sonrisas. Perfecta. Ella la respondió y le hizo un gesto para que se encontraran en la calle, a conocerse, no podrían estar el resto de la noche sonriéndose y mirándose… Aunque sí podría hacerlo, pero no desaprovecharía la oportunidad de conocerlo, de oír su voz y tenerlo frente suyo. Él bajó primero y la esperaba en la puerta de su casa por pedido de su vecina. Llevaba puesta una campera de cuero, una camisa gris oscura y unos jeans ajustados a sus largas y musculosas piernas… Y unos borcegos negros.

Ella tardó un poco más ya que buscó un abrigo y se miró más de tres veces en el espejo antes de salir y cuando abrió la puerta una fuerte brisa de aire se azotó contra su cara dejándola congelada… Él sólo sonrió al notar sus mejillas sonrosadas y toda la ternura que éstas le causaban. Cruzó la calle mirando a ambos lados y se encontró caminando tímidamente hacia él. Se sintió… Extraña.

-Hola. – saludó perdiéndose en su mirada. Él tardó en contestar por lo que agregó – Soy Elena Gilbert.

-Damon Salvatore. – contestó estirando su mano en señal de un saludo cordial. – Pero creo que ya nos conocíamos de antes. Recuerdo perfectamente el día en que vine aquí, hace mucho tiempo y vos estabas sentada en el mismo pórtico. ¿Es así verdad?

-Sí. Yo también me acuerdo. – susurró. Damon la miraba de reojo, examinando cada movimiento. Intentando que perderse en sus ojos no le doliera. - ¿Vivís solo?

-Sip. – contestó chocando ambas manos con sus piernas. – Me gusta la vida de soltero. - la mirada fría volvió a hacerse presente. Ella lo miró incrédula. Pero cuando volvió a mirarla toda barrera se rompió y por más que no quisiera una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, borrándola rápidamente. – Tengo que volver adentro, dejé algo en la cocina. Un gusto haberte conocido, Elena Gilbert. - ¿Era en serio? ¡Ella había ido a presentarse con él a pesar del frío y tan sólo eso le había dicho! ¿De verdad?

-Bien, adiós. – se dio vuelta sin mirarlo y cruzó la calle. Se metió en su casa pero sintió que él no paraba de estudiar todos sus movimientos.

A la mañana siguiente se levantó bien temprano para salir a correr encontrándose con Damon quien también tenía los mismos planes. Ella corrió por su vereda y Damon no se cruzó de calle tampoco. Hicieron el mismo recorrido sin dirigirse palabra pero sabiendo que se observaban a todo momento. A la vuelta llegó primero Elena y eso dañó demasiado el ego de Damon creyendo que, corriendo, era el mejor. Ella estiraba con una sonrisa de victoria y algo vanidosa en su rostro. Él frunció el seño y se metió dentro de su casa para ducharse y salir a dar alguna vuelta por ese "oloroso y estúpido pueblo de mala muerte" como lo había llamado semanas atrás de tener que mudarse. Claro que apenas vio a todas las chicas que vivían en el "estúpido pueblo" pensó que no estaba tan mal.

Vio a Elena en su cuarto… Cubierta por sólo una toalla. Intentó evitar todo tipo de imágenes que se venían a su mente. Dejó de mirar para no parecer obvio y ella, luego de un rato se dio cuenta… Para su suerte aún tenía puesta la toalla. Bajó la cortina y se cambió sin la penetrante mirada celeste de Damon.

Siguió observando por el balcón y un auto viejo se estacionó en la puerta. De él bajó un chico que le pareció algo estúpido a él, con unos anteojos de sol y una sonrisa de lo más patética que había visto en su vida. Un muchacho que había supuesto el hermano de Elena abrió la puerta y un muchacho rubio de ojos verdes salió de la casa, Elena fue la última en salir sin antes dirigirle una mirada a él y subirse al auto en el lugar del copiloto.

Es momento de salir a algún lado o dentro de ésta casa voy a volverme psicópata. – fue a cambiarse los shorts que tenía puestos y se puso unos jeans ajustados al cuerpo y una camisa escocesa negra y blanca con cuadrillé pequeño. Unas Vans negras y tomó su campera de cuero, se subió en su Camaro y poniéndose sus lentes de sol aviador, comenzó a manejar por todo el pueblo en busca de algo interesante que hacer. Recorrió toda la zona en la que vivía que era bastante alejada del centro… Como una zona de casas grandes y de familia – según le explicaron. – Todo en éste maldito pueblo es de familia… Idiotas. – dijo. Encontró un bar abierto y entró… Una mesa de pool, un juego de dardos, y camareros sirviendo los tragos para todos los borrachos perdidos que ya no tenían vuelta atrás. Con una mirada de superioridad se sentó en la barra.

-¿Puedo ofrecerle algo? – preguntó un camarero.

-Un Bourbon fuerte, muy fuerte. Quiero perderme un poco y dejar de pensar que estoy viviendo éste pueblo. – su mirada aterrorizaría a cualquiera, el camarero no se atrevió a decir nada… El miedo que lo consumía era inexplicable. Trajo del mejor Bourbon que tenían y le dejó la botella junto al vaso. Siete tragos y todavía no perdía el conocimiento, pagó y se estaba por marchar de allí cuando una mujer llamó su atención. – genial. – se susurró. Ella lo miró de arriba abajo y se mordió un labio llamando su atención. Damon, con su mirada se encargó de seducirla mientras se acercaba a ella con ese andar felino y ágil. Apenas llegó frente a ella supo que ya la tenía a sus pies y con un simple hola bastaría para que se entregue a su cama. – Hola… - saludó con una sonrisa cazadora. – Soy nuevo en el pueblo y estoy algo perdido y me preguntaba si… No podrías mostrarme el lugar. – La morocha dueña de un cuerpo espectacular y de una falda que no dejaba lugar a la imaginación comenzó a caminar detrás de él y se subió a su auto. Sabía que no necesitaba que nadie le mostrara el pueblo… La llevó a su casa y la atrapó en su boca intentando abrir la puerta.

La arrastró contra todas las paredes de la casa mientras bajaba las cortinas de las ventanas para que nadie pudiera ver lo que hacía y apenas la acostó en su cama y la tuvo desnuda, la hizo sentir todo el placer que nadie le haría sentir jamás. Luego de dormirse se despertó al sentir como alguien acariciaba sus cabellos… Se levantaron juntos y ella recogió toda la ropa que había dejado desparramada por la casa. Damon se puso su jean y con el torso al aire salió a despedirla a la puerta de la casa encontrándose con que Elena y las amigas estaban sentadas en su pórtico hablando. Las tres al sentir que la puerta se abría miraron y su cara cambió totalmente al notar como despedía a su… "visita" con una sonrisa. Él las miró y se volteó engreídamente cerrando la puerta detrás de si mismo. Luego empezó a levantar todas las persianas y se sentó en el living bajo seis atentos ojos que no paraban de observar sus movimientos dentro de la casa.

Las tres seguían allí, mirando todo y deslumbradas por el cuerpo de Damon… El excelente estado físico.

A la noche Damon recibió un llamado no muy esperado…

-¿Qué? – respondió no muy alegre.

-¿Cómo te estás adaptando a tu nueva vida?

-No creo que sea algo que te importe. ¿Necesitas algo más?

-Damon…

-¿Necesitas algo más?

-Quiero que te comportes. En un mes van a celebrar la fundación del pueblo y somos unas de las familias fundadoras… Yo no voy a poder asistir por lo que vas a tener que ir en representación de la familia Salvatore. La señora Loockwood te va a dar todas las indicaciones a seguir apenas recibas la carta.

-Adiós. – colgó el teléfono de mala gana y se sentó en la silla del piano intentando que alguna melodía saliera, dejando libres sus dedos recorrer todo el teclado en busca de inspiración. La imagen de su mamá le vino a la mente, recordó cómo pasaba las tardes con ella y era feliz, cuando su mamá estaba él sentía confianza de si mismo y ahora… Ahora ya no tenía a nadie. Vagaba solo por el mundo con su auto y el dinero que su papá le daba. Se tiró sobre el teclado, recordando que faltaba poco para el aniversario de su muerte. - ¿Por qué me acuerdo de eso? ¿Por qué tuviste que dejarme? – gritó desesperado golpeando el teclado y aturdiéndose por el espantoso ruido que acababa de crear. Luego, su mente cambió de persona… Elena. Volvió a tocar mientras recordaba la calidez que sintió al mirarla y que ella le dedicara una sonrisa tan especial. Como su interior recobraba la vida que hace tanto había perdido. Una sonrisa se dibujó al pensar y escuchar… Volteó a mirar el pórtico y ya no había nadie. Las luces de la habitación de Elena estaban prendidas y tres sombras se traslucían. Fue a dormir, seguir pensando iba a terminar de quemar su cabeza.

Dos semanas pasaron y su casa era un desfile de chicas que llegaban a la noche acompañándolo y se iban temprano por la silenciosa insistencia de él a que abandonaran su casa. No había vuelto a hablar con Elena, si quiera se miraban, era como una rutina. Ella se levantaba y miraba por su ventana encontrándoselo allí preparado para correr, le respondía la mirada. Corrían juntos y no se hablaban, volvían y él pensando que algún día le ganaría ingresaba a su casa con su ego por el piso. Cuando Elena se iba a la escuela él le dedicaba una última mirada a ella y a su amigo de la sonrisa de idiota que se aparecía en su cara apenas Elena salía de su casa y lo recibía para llevarlos al colegio. Regresaba a la tarde y él despedía a su chica de la mañana ingresando a su casa bajo la mirada de Elena; le gustaba pensar que estaba celosa.

-¿Siempre vas a ganarme, verdad? – preguntó Damon mientras estiraba en su casa… Necesitaba hablarle y recordar el calor que sintió la primera vez que habló con ella.

-No lo sé… Hace mucho que entreno. Pienso en cosas que me motivan a seguir corriendo y a hacerlo mejor cada vez. Todos necesitamos una motivación. – contestó con una sonrisa y vio como él se acercaba a ella y se apegaba a su cuerpo mientras la observaba. Sintió que un mar celeste la desvestía dejándola completamente a sus pies.

-Yo ya tengo mi motivación. – notó su respiración cerca de su oído y el olor que Damon emanaba. Sus rodillas temblaron y no entendió cómo era que seguía de pie.

-Entonces no es muy buena porque sigo ganándote. – un deje de engreída se oyó salir de su voz. Él no supo qué contestar, sólo la miró de mala gana. Suspiró y abrió la boca para hablar sin pensar muy bien qué iba a decir, igualmente, lo dijo.

-¿Queres ir a tomar algo, Elena? Más tarde… Quiero conocer más a mis vecinos. – la dejó asombrada con lo que acababa de decirle. Ya que definitivamente jamás se esperaría esa pregunta de alguien con el que sólo había hablado una vez y no resultó como esperaba.

-Sí, porqué no. Primero tengo que bañarme – notó… ¿Satisfacción? ¿Acaso lo que los ojos de Damon reflejaban era satisfacción al acceder en ir con él?

-Sí, yo también pero… ¿Nos vemos a las ocho?

-A las ocho entonces… - ingresó a su casa y él se quedó esperando a que estuviera a salvo dentro de ella.

Fue a ducharse y por la ventana vio a Elena bailando al ritmo de la música que sonaba en su habitación; no era la primera vez que lo hacía, pero sabía, que sólo bailaba cuando estaba feliz por algo… Estaba seguro que era así. Verla con una sonrisa en su rostro que irradiaba felicidad, una contagiosa y quizás peligrosa felicidad.

A las ocho estuvo golpeando la puerta de los Gilbert… ¿Nervioso?

- Damon no seas idiota, no estás nervioso. – quiso convencerse de que no lo estaba. Miró otra vez su vestuario: una camisa gris claro, campera de cuero negra, un jean ajustado a sus piernas y unas Vans negras. Elegido a la perfección para resaltar sus ojos y que ella lo notara.

-Hola… - una grave voz lo hizo darse vuelta sabiendo que él no era Elena.

-Hola. Vengo a buscar a Elena. – respondió sin darle mucha importancia al muchacho, al hermano de Elena.

-Sí, lo sé… - extendió una mano esperando a que la aceptara – Soy Jeremy, el hermano.

-Damon. – contestó sin decir que era el vecino porque todos ya lo sabían. Por detrás de Jeremy apareció Elena y los ojos se le abrieron de la infinita sorpresa que le causo. Estaba hermosa, era hermosa y eso que no estaba muy producida: llevaba un jean azul que se ajustaba a la perfección a sus largas piernas y una camiseta manga larga blanca pegada al abdomen, una campera de cuero marrón y unos suecos que la hacían unos centímetros más alta dejándola a la altura de sus ojos. – Hola. – saludó con una sonrisa en sus ojos.

-¿Nos vamos? – no era capaz de despegar los ojos de ella; estaba tan… Tan… Perfecta. Jeremy ingresó a la casa luego de que Elena lo mirara pidiéndoselo. –

-¿Preferís caminar o ir en auto?

-Creo que caminar estaría bien… - empezó a moverse y sintió como Damon la seguía, observando cada movimiento que daba. - ¿Vamos a ir en silencio todo el camino? – estaba más que cómoda caminando en silencio pero, aún así, quería conocerlo.

-¿Hace cuánto vivís en éste pueblo Elena?

-Mi familia fue una de las fundadoras… Yo desde que nací vivo acá y jamás podría abandonarlo.

-Yo sí podría hacerlo y desde que llegué no dejo de pensar en irme. No pasó ni siquiera un mes de mi estadía aquí y ya no sé qué hacer. – volteó a mirarlo incrédula mientras seguía caminando de reversa… "Muy sensual" pensó.

-Eso es porque las únicas personas que conociste no son de las que prefieren mostrarte el pueblo. – él levantó ambas cejas algo sonrosado.

-Entonces vos podrías afirmar que en éste pueblo, que yo creo aburrido, hay algo interesante para hacer ¿o no?

-Hay miles de cosas para hacer… Sólo que tenías que conocer a las personas indicadas que supieran todo lo que Mystic Falls tiene de interesante.

-Podrías mostrármelo entonces. – le sonrió de medio lado.

-Eso mismo pensaba hacer Damon. – con atrevimiento le tomó la mano y comenzaron a correr alejándose completamente del centro del pueblo. Reían sin parar.

-¿A dónde vamos Elena? – preguntó curioso.

-Ya vamos a llegar y créeme, vas a arrepentirte de todo lo que pudiste pensar alguna vez de Mystic Falls. – lo arrastró hasta un puente que tenía una vista espectacular. La luna, alta en el cielo iluminaba sus rostros y el cristalino lago que los rodeaba. - ¿Qué me decís ahora? – sin duda el paisaje era perfecto.

-Que es hermoso, Elena. – penetró sus ojos queriendo decir muchas otras cosas con esa frase. La habría desnudado ya cuántas veces con la mirada, quién sabe, pero ese sentimiento de sentirse vulnerable le encantaba.

-¿Qué queres hacer ahora? – preguntó cortando el contacto. No iba a dejarlo seguir avanzando sobre ella y tenerla tan fácil a sus pies, no quería ser una más… Pero ¿cómo resistirse?

-Vos sos la guía, se supone que tendrías que saber qué hacer. – se quedó pensando en algo para entretenerlo… Sólo observó el paisaje que los rodeaba y luego a él; su perfil era más perfecto que cualquier maravilla del mundo. Y ahora, ahora fue Damon quien no se resistió a tenerla ante él, así como estaba, con esa luz que la favorecía en tantas cosas.

-Creo que ya sé qué quiero hacer. – se acercó lentamente y colocó una mano en su mejilla, suavemente y acercándose a ella, rozando su cuerpo.

-¿Qué… - susurró sin ser capaz de terminar la pregunta al sentir que todos sus sentidos se ahogaban por tener a Damon tan cerca de ella. Su olor, sus ojos, el tacto… Le faltaba una sola cosa. Se siguió acercando, intentando resistir a besarla, pero su cerebro le falló y cerró todo tipo de distancia existente entre ellos y la besó, saboreando lentamente sus labios temiendo que fuera la última vez que lo haría. Recorrió la cintura de Elena y su arqueada espalda.

Sus manos se perdieron en el negro cabello de Damon, más desordenado de lo normal a causa del viento que chocaba incesantemente contra ellos helándolos.

Sentir sus labios sobre los de ella, sabían a… A chocolate, al más dulce y adictivo de los chocolates y fue especial, como si ese fuera su primer beso. No quería separarse de él nunca más, pero su anatomía lo requería. Volvió a mirarle los ojos y descubrió un brillo especial que jamás había notado, era felicidad y mostró una sonrisa al saber que se sentía feliz a causa de ella; ella era la causante de esa alegría repentina en Damon; esas ganas de vivir.

Se dedicó a observarla con detenimiento mientras que con sus suaves manos le acariciaba el rostro y acomodó un mechón de pelo que molestaba en su vista de Elena. Volvió a besarla dulcemente; entrelazó sus manos con las de ella apegándose más a su cuerpo. Pegó su espalda contra la baranda del puente y sus manos volvieron a bajar a su cintura… Elena ahora entendía porqué tantas mujeres caían en sus brazos, era imposible no hacerlo apenas lo veían y conocerlo… Si lo conocieran quizás no podrían separarse jamás de él.

Comenzaron a caminar tomados de la mano; no se conocían demasiado y ya sentían tanto por el otro.

-La casa comenzaron a construirla cuando yo apenas era un bebé. Mi mamá necesitaba un lugar tranquilo donde vivir y poder descansar en paz y mi papá no iba a ser capaz de negarlo… Ella estaba enferma y pensó que si quizás ella se distraía y estaba en un lugar más tranquilo que Nueva York, se recuperaría. – le contó respirando con tranquilidad y sintiendo como Elena reposaba su cabeza en su pecho y rozaba, sin querer o quizás no, su mano. – Con el pasar de los años mi mamá lo único que hacía era ponerse cada vez peor y eso que estábamos siempre en algún campo, pero seguía empeorando y la casa quedó abandonada hasta esperar a que se recuperara y pudiera ir a visitar la propia mansión que ella estaba encargada de diseñar y decorar; mi papá no quería que se hiciera algo que mi mamá no quisiera. Ella murió y nadie volvió a pisar éste lugar… Más que nada por el recuerdo que nos traía, a nadie le hacía bien. – reprimió las lágrimas. – Pero volvieron a comenzar cuando mi papá vio que la ciudad me estaba enfermando y comenzaba a caer en todo lo malo, hasta yo me di cuenta que era una persona que no quería ser… Pero terminé de entenderlo cuando visité a mi mamá un día en el cementerio y sentí como ella se decepcionaba de mí. Así que me convencí a mí mismo que venir acá no sería tan malo y cambiaría… Ahora estoy acá, buscando algo que me haga bien y me dé paz… Y me encuentro con vos, Elena.

-¿Coincidencia? – levantó su cabeza para encontrarse con la cara de Damon y una sonrisa en ella.

-¿Cómo es tu historia Elena? ¿Qué te ata a no irte de éste pueblo?

-Yo nací acá y toda la gente del pueblo me vio crecer, me conoce y me quiere tanto como yo los quiero a ellos. Pasé miles de momentos hermosos acompañados con toda la gente que quiero y valoro, y esa gente lo único que hizo fue apoyarme y hacerme saber que siempre iba a estar para mí.

-No comprendo.

-Mis papás murieron en un accidente de tránsito, Damon, hace un tiempo… Y sólo somos Jeremy y yo. – ella también reprimió las lágrimas.

-Lo siento. – la abrazó por la cintura apegándola más a él.

-Gracias. – el calor de su cuerpo se fundió con el de Damon – Esa es mi historia que a pesar de tener sus partes malas, tiene muchas buenas y va a seguir teniéndolas.

-Todos tuvimos que enfrentar cosas malas… Lo bueno es aprender a ser fuerte.

-¿Tuviste pareja alguna vez? ¿O sólo hubo chicas?

-Nop. Nunca dejé que nadie se acercara a mí si yo no los necesitaba… Sí, suena muy egoísta pero era así. A las pocas personas que dejé acercarse fueron las que más me lastimaron, además, después de la muerte de mi mamá nada fue lo mismo: me encerré en un traje de hierro que nadie pudo atravesar, principalmente porque no los dejé. Di una imagen de mí para que nadie se atreviera a acercarse. Buscaba a las personas para lo que las necesitaba… Las usaba y nunca me encariñé con nadie, no me lo permitía, nadie supo de mi historia ni esto que estoy contándote; sos la primera en años, Elena. – se sorprendió al enterarse de algo que jamás se imaginaría.

-No sé si sentirme halagada o qué pensar.

-Es un halago, un halago de lo más sincero. – confesó sacándole una risa. – Creo que es hora de volver. – se levantó mientras le extendía una mano para ayudarla a pararse, dejándola muy cerca de él; ocasión que no desaprovechó para robarle un beso.

-Hay que volver, Damon. – dijo con una sonrisa en medio del beso, pero volvió a besarlo… Iba a soñar con él, toda la noche.

-Volvieron caminando tranquilamente, ella le tomó la mano y lo acercó más a ella para sentir su calor en la fría noche.

Elena subió las escaleras del pórtico y él se quedó frente a ella parado en la vereda. Sólo se dedicaba a observarla y a tratar de no olvidar el sabor de sus labios durante toda la noche. Ella sonreía presa de la inmensa felicidad que la embargaba.

-Adiós. – dijo ella y él supo que tendría que dejarla marchar. – Nos vemos. – saludó con la mano. Y cuando estuvo a punto de esconderse tras la puerta de su casa, sintió como la tiraban hacia atrás desde la mano y unos labios se pegaban rápidamente a los de ella mientras le acariciaban la cintura.

-Adiós. – ahora sí, se separó de ella y esperó a que entrara en la casa para irse a la suya y no poder dormir durante toda la noche, porque no iba a hacerlo. Elena pegó la espalda en la puerta y llevó una mano a su corazón… El teléfono comenzó a sonarle y vio que era un mensaje: "Al final no fuimos a tomar nada, te espero mañana, a las nueve en el bar del pueblo. Que descanses. Damon." Miró por la ventana y lo vio en su sala de estar con el teléfono en la mano. Rápidamente contestó: "Mañana a las nueve entonces. Buenas noches. Elena." Volvió a mirar y él ya la estaba mirando por la ventana, le dedicó una última sonrisa y subió a acostarse en su amplia habitación.

Esperó durante toda la mañana encontrarse con Damon mientras corría, de ida y vuelta lo único que pensó fue encontrárselo, pero nada. Él no había aparecido. Cuando llegó lo vio caminar dormido por todo su living mientras se refregaba los ojos e intentaba despertarse de alguna manera. Ella se quedó parada observándolo y cuando él la notó, con un movimiento de cabeza la invitó a pasar. La recibió en la puerta y Elena la cerró luego de pasar, siguiéndolo por todo el living.

-¿Desayunaste? – preguntó mientras preparaba una jarra de café.

-Algo así… Tomé una manzana mientras me preparaba para salir a correr y nada más. – se sentó en la isla de la cocina mirando a Damon, quien estaba con el torso descubierto y no le importaba estar así frente a ella, dejándola admirar su abdomen trabajado al igual que sus brazos y su espalda; se imaginó rasguñando esa espalda mientras pronunciaba su nombre entre susurros. Alejó toda imagen de él de su cabeza y se concentró en que su mente no le fallara en cualquier momento.

-Yo no pude dormir muy bien que digamos. Intenté levantarme para ir a correr pero me quedé dormido… Creo que después de desayunar voy a volver a dormir. – le confesó observándola.

-¿Por qué no pudiste dormir?

-Por vos. – confesó mirándola. – No abandonaste mi cabeza durante toda la noche y cada vez que estuve a punto de dormirme, algo acerca de vos me hacía despertarme nuevamente. Y así toda la noche. – ella se ruborizó.

-Me siento culpable entonces y te pido perdón.

-No tendrías que pedirme perdón, no hay porqué. – mientras hablaban desayunaban… Entonces fue cuando vio el auto de Stefan estacionándose en la puerta de su casa y como Jeremy la buscaba en su habitación y seguramente le diría a Stefan que todavía no había vuelto de correr. Damon miró a su casa y notó que tenía que irse. – Creo que te buscan. – le dijo.

-Sí… Tengo que ir al colegio.

-Entiendo. Nos vemos hoy a las nueve…

-Hoy a las nueve. Adiós. – se levantó y salió caminando tranquilamente, diciéndose a si misma que no tropezara con nada porque no podría volver a hablarle a Damon de la vergüenza que tendría. - ¡Jeremy! – exclamó cruzando la calle. - ¡Perdón, pero Damon me invitó a desayunar cuando me vio estirar acá y entré! Me baño y nos vamos. – subió corriendo las escaleras y se metió en la bañadera mientras Stefan miraba con celos la casa de enfrente.

-Idiota. – murmuró sin que Jeremy lo escuchara. A los veinte minutos Elena bajó ya cambiada lista para ir a la escuela; Stefan la esperaba sentado en el auto y mirándola… Vio como le sonreía al vecino y éste le devolvía la sonrisa agitando su mano en señal de despedida. - ¿Elena, nos vamos? – la sacó de su embobamiento y corrió hacia el auto para subirse.

Primera clase del día: física.

Se encontró con Caroline en el pasillo y fueron hablando hasta sus casilleros:

Así que saliste en una cita con Damon. ¿Qué tal fue? ¿Cómo es él? – estaba muy intrigada acerca del chico.

-Él es… Él es perfecto Caroline, es bueno, atento, sincero, amable…-

-Cuando lo vimos no parecía eso.

-No todo es lo que parece… - una boba sonrisa se pintó en su cara, cosa que Caroline no tomó por desapercibida.

-¿Lo besaste, Elena? ¿Te acostaste con él?

-¡Caroline! – exclamó sonrojada. – No me acosté con él.

-¡Pero lo besaste! ¡Esa es mi amiga! ¿Cómo besa?

-No voy a contarte eso, pero es tan… Tan hermoso. Hoy nos vamos a encontrar a las nueve en el bar…

-¿Tiene músculos? ¿Cómo es su cuerpo?

-Está muy bien. – contestó al recordarlo hoy por la mañana.

-¿Te vas a acostar con él? – notó la mirada de su amiga y agregó - ¡Elena! No puedes decir que no porque jamás lo has hecho ni nada de ese estilo, ¿por qué no? Digo, ¿qué tiene de malo? No por acostarte con él significa que no pueden ser novios o sólo tener sexo y nada más…

-Ya escuché suficiente por el día de hoy, en serio, mañana puedes seguir diciéndome porqué no estaría mal acostarse con alguien a quien apenas conoces, pero por hoy me basta. – comenzó a caminar con sus libros en la mano y entró en el salón… Vio a Stefan allí sentado y a su lado, nadie, caminó hasta sentarse junto a él.

-Sé que decís eso, pero en el fondo lo deseas. – le gritó.

-¡Ey Stef! ¿Cómo estás?

-Bien, supongo… ¿Tú cómo estás, Elena?

-Bien. – por la mueca de felicidad que puso, supo que estaba más que bien.

-Me alegro… - un silencio y bastante incómodo para decir verdad. – Me enteré que anoche saliste con tu vecino… ¿Cómo se llamaba?

-Damon. Sí, salí con él… Fuimos por ahí.

-Yo… Elena…

-No, Stefan… Sé el testamento de siempre, lo sé de memoria. Porque cada vez que salgo con alguien, que quiero conocer a alguien, algo hay para decir… Y es más o menos así "Ten cuidado Elena, no quiero que nada malo te pase, te quiero demasiado como para que algo malo te pase y sentirme culpable por ser un idiota en no impedirlo" Ya lo sé Stefan y qué es lo que te digo siempre, que sé cuidarme sola, y que no tienes que preocuparte por nada. – en el fondo sabía que Stefan actuaba obligado por los celos que iban consumiendo su interior poco a poco hasta dejarlo vacío, desolado y en busca del amor de Elena, un amor que nunca llegaría a él.

-Sólo quiero que estés bien Elena… Quiero protegerte.

-No necesito que me protejas Stefan, sólo si te lo pido. Así que por favor no te metas en esto como hiciste en todas mis citas anteriores y por casualidades del destino – casualidades de lo más esperadas – aparecías allí y tú mismo organizabas una cita doble que nadie quiso hacer. Te lo pido Stefan.

-Está bien. – y como tantas veces le había tirado la verdad en la cara sin anestesia, tirándole un balde de agua fría que no estaba listo para recibir. El profesor ingresó y la clase comenzó. Luego matemáticas, el almuerzo y más clases hasta las tres de la tarde, horario en el que por fin se marcharía de allí hacia su casa… A quién sabe qué hacer.

-Gracias por traernos Stef. – agradeció Jeremy mientras Elena se metía en la casa… Damon estaba en la casa, pero no había señales de él por ningún lado y rezó, rogó a todos los dioses que ninguna chica saliera de su casa en éste momento con él semidesnudo. Y nadie salió de allí… En cambio, se lo vio a Damon paseando solo por toda la casa con un libro en la mano y un vaso con agua en la otra. "Hola." Escribió en un mensaje de texto desde su pórtico esperando el momento en el que lo recibiera, levantara la vista y la observara contemplarlo desde allí y pensando, vagamente, que la invitaría a pasar. Toda la secuencia que ya tenía memorizada, sucedió; la vio sentada allí y contestó "Hola, ¿cómo estás?" volvió a desaparecer por la casa con el libro en la mano "Bien, ¿descansaste?" contestó… Esperó y en menos de tres minutos ya tenía su respuesta "Sip, estoy como nuevo… ¿Queres venir?" ¿la estaba invitando a la casa? ¡La estaba invitando a la casa! Él, semidesnudo, ella con la conversación de Caroline aún en su cabeza y pensándola en toda la mañana… "¿No estás ocupado?" respondió insegura. "Para nada, estaba esperando a que llegaras… Si queres, vení" le contestó. - ¡Ey, Elena! Voy a salir hoy a la noche con Matt y Stefan… Ahora mismo voy a entrenar y no voy a volver. Nos vemos hermana. – se fue corriendo en dirección sur. Cerró la puerta de su casa con llave y cruzó la calle que la separaba de Damon. La conversación que había tenido por la mañana con Caroline no dejaba de dar vueltas por su cabeza.