Esta historia fue escrita conjuntamente con mi amiga Len (starsdust). Algunos capítulos los escribió ella, otros yo, y unas pocas veces las dos participamos en distintas secciones de un mismo capítulo. No dejen de leer sus otros fics, en especial, los y las fans de Acuario y Escorpio.
En cuanto a este fic, la mayor parte del relato consiste en un flashback que remite a los años inmediatamente previos a la guerra santa narrada en Lost Canvas. Al comienzo debe tenerse en cuenta que se asume que Dohko y Shion son pareja desde hace un tiempo. Yo quería que el fic se llamara "La confesión de Dohko" pero mi amiga nunca pareció muy convencida.
Para comprender el argumento no hace falta haber leído más que hasta el capítulo 24 del manga, pero es mejor si ya se conoce a todos los caballeros de Lost Canvas porque Manigoldo de Cáncer, Dégel de Acuario, El Cid de Capricornio y unos cuantos otros también juegan roles importantes.
Saint Seiya The Lost Canvas y todos sus personajes fueron creados por Shiori Teshirogi y Masami Kurumada, y los fans les estamos agradecidos.
ATENCIÓN: El texto que sigue contiene BL, más conocido como yaoi, o sea, romance entre hombres. Es más, en el último capítulo hay LEMON (sexo explícito). Se aconseja abstenerse en caso de sentir rechazo frente a la homosexualidad. Están advertido/as.
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Parte 1: La rosa marchita
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Desde el amanecer de aquel día, Dohko había sido perseguido por un presentimiento ominoso. Las tropas de Minos se acercaban al santuario, y el santo de Piscis había descendido para enfrentarse a ellas.
Al atravesar el templo de Libra, Albafica había permanecido callado. Dohko sabía que debía mantener su distancia, pero había buscado su mirada. Los ojos de Albafica, de un celeste sereno, lo hicieron sentir lleno de añoranza e impotencia.
–Adiós, Dohko –dijo Albafica con una sonrisa, mientras se alejaba.
Más tarde ese mismo día, el cosmos de Albafica había desaparecido, y junto con él el de la amenaza a la que había combatido. El viento le trajo un pétalo de rosa y Dohko no pudo evitar ser asaltado por una sensación de vacío, aún cuando siempre había sabido que las pérdidas serían inevitables…
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Dos figuras se acercaban.
Dohko sintió que su corazón daba un vuelco al reparar en que una de ellas era Shion, quien cargaba a Albafica en brazos con expresión apesadumbrada. Se acercó precipitadamente a él. Albafica estaba cubierto de sangre, exangüe como una rosa marchita.
Shion levantó la vista. El rostro de Dohko estaba lleno de desesperación.
–Shion, ¿estás herido? ¿Qué estás haciendo? ¡Suéltalo!
–¿Qué…?
–¡La sangre de Albafica es venenosa! ¿Te has vuelto loco? ¡Déjalo donde está!
Shion se dio cuenta de que Dohko estaba en lo cierto, pero aún así no pudo evitar creer que su reacción era exagerada. ¿Cómo podía hablar de esa manera cuando Albafica acababa de morir?
Dohko avanzó hacia Shion en un intento de hacerle soltar a Albafica con un movimiento rápido que casi lo hizo caer. Shion, que lo había evitado con dificultad, no podía salir de su asombro.
–¿Qué te ocurre? ¿Esperas que lo deje allí tirado como si fuera un costal de basura después de lo que hizo por nosotros?
–¡Entonces déjame que lo lleve yo!
–¡Dohko!
–Debemos ir con el patriarca pronto, ¡es urgente! –interrumpió una voz infantil. Era Atla, el niño mensajero de Jamir que acompañaba a Shion. Hasta ese momento, Dohko no había notado su presencia.
–Shion, ¡tenemos que hablar! –dijo Dohko
Shion lo miró con pesar. Le dolía verlo tan consternado.
–Iré a verte en cuanto pueda. ¿Podrías seguir cuidando del templo de Aries entretanto?
Viendo que no había nada que hacer, Dohko tuvo que tragar su angustia y no pudo más que asentir. Atla y Shion siguieron su camino.
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De acuerdo a las noticias que Atla había traído, era posible que el sacrificio de Albafica hubiera sido inútil, ya que los espectros podían volver a la vida. Atenea mantenía una barrera de energía alrededor del templo que evitaba que éstos pudieran ser resucitados dentro de la misma, pero no sería posible derrotar a Hades quedándose dentro de ese territorio.
Shion se acercaba al templo de Libra, intentando no verse abrumado por el pesimismo. Dohko lo esperaba en las escalinatas. Parecía mucho más calmado, y le ofreció una sonrisa al acercársele.
–Shion, ¿estás bien? Espero que me perdones por lo que hice...
Al encontrarse con la mirada de Dohko, Shion olvidó por un momento sus preocupaciones. No podía culpar a Dohko. Albafica era el primer santo de oro en caer.
Entraron juntos al templo de Libra y Shion se dejó guiar hacia su lugar secreto. Los labios de Dohko estaban siempre llenos de calidez y ternura, y eso era lo que más necesitaba en aquel momento. Dohko permaneció muy cerca, apoyando su frente contra la de Shion. Parecía haber estado anhelando ese momento de intimidad tanto como él.
–¿De verdad estás bien? –preguntó Dohko en voz baja.
–Claro que sí… no tuve la oportunidad de luchar de verdad, aunque desearía haberlo hecho si con eso hubiera podido evitar lo que ocurrió con Albafica.
–No es a eso a lo que me refiero –una sombra de inquietud cubría la mirada de Dohko–. Estuviste en contacto… con su sangre…
–Mi piel no tenía ninguna herida. Tú sabes que en realidad no es tan fácil ser alcanzado por su veneno. Sin embargo, él siempre se mantiene lejos de todos… como si temiera dañar a alguien por casualidad.
Dohko sintió una punzada de dolor al notar que Shion hablaba en presente sin darse cuenta. Aunque cada vez Albafica se había ido recluyendo más, era difícil imaginar que no volvería a verlo. Había demostrado su valía en el campo de batalla y se había ganado el respeto que siempre había deseado, pero ¿a qué precio? Observó a Shion, sentado frente a él, y se preguntó si todos sufrirían el mismo destino que Albafica.
Shion, no quisiera que resultaras lastimado…
Shion se mordió el labio inferior. Aunque Dohko no había pronunciado esas palabras en voz alta, él había podido escucharlas. El sentimiento que le provocaban era agridulce. Apoyó una mano sobre la mejilla del santo de Libra, intentando encontrar en sus ojos el brillo pícaro que tanto le gustaba. Dohko sonrió levemente y esta vez habló en voz alta:
–Es cierto que Albafica era demasiado cuidadoso con respecto a sí mismo… pero hay una razón por la que actuaba de esa manera.
–¿Una razón?
–Ha llegado el momento de confesarte algo... Tiene que ver con el origen de la razón tras el comportamiento de Albafica.
–¿Te refieres al hecho de que entrenó en un ambiente que convirtió su sangre en venenosa?
–No... Como ya sabes, el temor de Albafica de contaminar a otros iba más allá de lo racional. Quiero que escuches esta historia, para que entiendas por qué llegó a ser así… y porque también me involucra a mí y es justo que la conozcas.
¿Recuerdas aquella vez hace unos años, cuando estuviste un largo tiempo fuera del santuario?
El santo de Aries, que lo miraba con atención, asintió. Dohko tomó sus manos entre las suyas y dejó que las imágenes de su mente fluyeran hacia la de Shion.
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Continúa en el próximo capítulo...
