Disclaimer: Percy Jackson no me pertenece.
Prólogo
Las cosas en el olimpo no andaban demasiado bien-por no mencionar, una catástrofe-
Zeus acababa de descubrir que Poseidón había roto el pacto y tenía un hijo mortal, durante tres años había ocultado su existencia pero había cosas que no siempre podían ser un secreto. Tan pronto como se supo, convoco una reunión de emergencia del olimpo para ver que podían hacer para remediarlo.
Hasta ahora, la única opción no había sido muy apoyada.
— ¡De ningún modo tocaras a mi hijo! —exigió el dios de los mares, golpeando la punta del tridente con el suelo haciendo que un estruendo estallara en toda la habitación; las olas se agitaban en las costas de Nueva York sin que los dioses lo notaran debido a hallarse en el olimpo.
— ¡No puede cumplir los 16! —bramo Zeus, que sin intimidarse la electricidad inundaba el aire; una tormenta asolaba la ciudad. Una guerra de miradas se batía entre ambos hermanos, con la tensión palpable.
Los otros dioses, impasibles aunque algo inquietos; veían la disputa entre ellos. Entre los más molestos, destacaban Hera y Hades; Hera porque a pesar de las protestas de su esposo, este ya tenía dos hijos con la misma mortal, ya había discutido con el mismo sobre que el menor tendría que servirle a ella, aunque sin estar muy segura de como por el momento; Hades por otro lado estaba furico, tres de sus hijos habían estado en peligro de muerte-y una muerta-por la estúpida profecía y fue el único idiota en cumplirla, aunque no hablaría mucho debido a que dos de sus hijos seguían vivos y lo último que necesitaba era levantar miradas.
— Si me entero que has siquiera intentado lastimarle—amenazo Poseidón— me asegurare que tus hijos de ahoguen antes de lo que puedas agarrar tu rayo maestro.
— Poseidón…—le nombro con rabia, advirtiéndole con la mirada que no estaba jugando con el asunto. Pero por cómo le veía su hermano mayor, este tampoco.
Algunos de ellos opinaban que los semidioses deberían morir, siendo demasiado arriesgado que estos siguieran vivos. Otros en realidad preferían no tener que hacerlo, pero que entendían sino había un mejor Método. De todos ellos, Hestia; era la única que de ser por su lado prohibiría que dañaran a alguno, nunca había visto la pena de muerte como una solución y había creído que ellos eran mejores que los titanes como para recurrir a sus métodos. Sin embargo, ¿Quién haría que cambiaran de opinión?
La respuesta no tardó en llegar.
Una luz inundo la sala; seguido por un aire decrepito y fantasmal, como si de repente todos ellos fueran mortales y pudieran morir en cualquier momento. Donde se hallaba la luz, una niebla llego; de las puertas salieron tres ancianas ataviadas con túnicas clásicas de Grecia, con unos velos negro cubriéndolas. Tenían una mirada taimada, aunque en sus ojos parecían disgustadas; lo que solo puso aún más nerviosos a los dioses.
De inmediato, todos se arrodillaban. Los dioses solían ser muy presumidos, orgullosos y prepotentes; sin embargo nadie podría negar el poder de esas diosas, aquellas divinidades que eran capaces de alterar sus destinos inclusive. Nadie era tan idiota como para cuestionarlas. Muy pocas veces ellas intervenían, si venían era por algo importante.
— Mis señoras—hablo Zeus con cautela— ¿a qué se debe su presencia?
— Hemos visto a donde conducen los hilos—hablo Láquesis, aquella que se encargaba de determinar el largo de un hilo— Las opciones que tomen, no importan a donde vayan; la profecía se deberá cumplir sin importar lo que determinen en esta reunión.
Los dioses se miraron anonadados, intercambiando las miradas lo más casualmente posible; ¿Entonces todo este tiempo de no tener hijos fue una pérdida de tiempo? ¿Habían interpretado mal la profecía del oráculo? Nunca consultaron a las parcas por la misma porque normalmente, el tratar de saber demasiado del destino solo empeoraba todo; no obstante ellas no estarían allí sino lo consideraran necesario.
— Si matando a los semidioses no lograremos nada…—empezó Poseidón, que a pesar de su seriedad estaba alegre por dentro. No quería que su hijo muriera, ni siquiera matar a los hijos de su hermano-por rivalidades que tuvieran, no le gustaba tener que recurrir a eso-al menos si ellas lo decían, no se atreverían a tocarle un pelo a los chicos— ¿Qué opción tenemos?
Las mismas se miraron por un segundo, como si decidieran de verdad contarles. Ellas sabían que interferir solo podría enredar más las cosas; pero el futuro que habían predicho era demasiado horrible, un precio demasiado alto a pagar y demasiado dolor para inocentes que no se lo merecían. No, habían hallado un modo; por drástico que fuera.
— Un grupo de campeones de los 12 olímpicos originales—dijo Cloto, que era la que hilaba— Los hijos de los tres grandes serán básicos para esta misión, pero si los primeros olímpicos determinan unos semidioses quienes crean dignos de ellos; podrán evitar que Cronos gane esa guerra.
Al oír esa parte, se quedaron estupefactos; sobretodo Hades y Hestia. Ellos fueron parte de los primeros olímpicos, antes de que se les diera lugar a Hermes-que antes era solo un dios menor mensajero-y Dionisio-a quién se le dio lugar gracias a Hestia-por lo cual ellos no tendrían forma de interferir. Y aun así, por igual se preguntaban; ¿Cómo funcionaría eso?
— Pero, ¿Cómo podríamos determinar quiénes serían nuestros campeones? —inquirió Artemisa. Por su parte, podía escoger tranquilamente a una de sus cazadoras en ese momento y no habría problema; ¿pero y los demás? Ella era la única cercana a semidioses-técnicamente Dionisio tenía esa libertad, pero dado que no participaba en esto y su amor por los semidioses, tampoco valía de mucho-sin contar que algunas de ellas no tenían hijos mortales que pudieran usar como opción.
— Los entrenaran—hablo Átropos; ella determinaba la muerte, quizás era mejor que ella dijera esa parte para que ninguno se atreviera a rechistar— ustedes les cuidaran y les enseñaran lo que crean indicado. Al momento de la verdad, determinaran quién será aquel que vaya con su bendición.
— Pero la ley-
— Se tendrá que romper—sentenció Cloto— su ley del contacto con sus hijos mortales se quebrantara tanto para los hijos de los tres grandes como cualquier olímpico que decida que su campeón será un hijo suyo. Romano o griego no importará; si es que el fin del mundo desean evitar.
Todos ellos tuvieron un escalofrío al oír esa parte. ¿Romano o griego, era en serio? Claro, ellos solo tenían bipolaridad grecorromana cuando ambos bandos estaban en guerra, pero de resto aun romano o griego eran sus hijos. No les gustaba mezclar a ambos por mantener la paz, pero de ser necesario era mejor preocuparse porque el mundo siguiera en una pieza; los detalles siempre podrían ir después.
Hades por otra parte se hallaba pensativo. No quería sacar a Nico y a Bianca; en primera era un campeón, así que no podría traer a ambos con la excusa de que los entrenaría; separarlos tampoco era la mejor de las ideas, sin contar que si sacaba a ambos no podría esconder al otro demasiado tiempo antes de que se enterara Zeus y él era capaz de asesinarlos porque no cumplió su mandato. Necesitaba otra opción.
Que no tardo en hallar. Una hija suya, su única descendencia que no había reencarnado al ser una heroína o acabado en los campos de castigo. Una poderosa que conservaba perfectamente todas sus memorias.
— Mis señoras—empezó a hablar con un tono persuasivo; aunque sus palabras eran para ellas, todos en la sala le seguían de cerca— Me temo que no tengo ningún hijo vivo por el momento…—temió por unos instantes que ellas le rectificaran; no había forma que no supieran el hecho de que sus hijos no estaban muertos, ¿Qué tantas posibilidades habrían de que metieran la mano también en eso? Para su suerte, callaron; quizás porque fuera necesario para el destino, o porque se apiadaron de él— Y dado que dicen que serán esenciales hijos de los tres grandes, tengo una hija mía en los campos de asfódelos que podría venir a ocupar ese puesto…
— ¡Inaceptable! —Bramó Zeus, mientras su rayo maestro se iluminaba ya sacaba chispas a diestra y siniestra— tu más que nadie debes…
— Es factible—le interrumpió Láquesis; aunque la mayor parte de los presentes se inquietaron por la electricidad que soltaba el arma del dios, como siempre están no parecían afectarle— como usted dice, son necesarios en esta ocasión. Para lograr la victoria algunas reglas tendrán que ser rotas, y esta es necesaria.
Hades pareció tranquilo, aunque con una pequeña sonrisa. Nunca había sido una persona muy amorosa o sentimental, pero seguía siendo capaz de tener emociones y le había disgustado mucho cuando su hija tuvo que morir para evitar el alzamiento de su enemigo. Siempre se lamentó las condiciones en las que tuvo que vivir Hazel debido a que su madre fue demasiado terca para aceptar su ayuda; ahora podría cerciorarse que no le faltara nada.
Zeus estaba bastante molesto; odiaba la idea que sus leyes se tuvieran que ignorar y sobre todo si sus hermanos salían triunfantes ante esto, sin embargo no iba a dejar abierta la posibilidad que el olimpo cayera por su orgullo. Primero su reinado.
— En trece años, la profecía se tendrá que cumplir, de un modo u otro—anunció Átropos, logrando que otra vez el ambiente se tornara lúgubre y tenso— tienen ese tiempo para entrenar a su campeón o hallarlo para aquellos que estuvieron en el pacto. Los hijos de los tres grandes deberán llegar máximo a los 16; podrán encontrar métodos para preservar esta edad, pero igualmente el año correspondiente se cumplirá.
Seguido de esas palabras, las tres se fueron como si nunca hubieran venido; pero no había modo de que alguno de ellos olvidara lo ocurrido.
— Muy bien, ¿Cómo haremos? —pregunto Deméter, que se sentaba en su trono siendo imitada por los demás. Los únicos que no parecían interesados eran Dionisio-aunque por dentro se alegraba que por una vez, él no tendría que cargar con mocosos-y Hermes-este por otra parte, maldecía internamente; podría haber traído a uno de sus hijos y hecho entender que su perspectiva era totalmente equivocada, pero no podía-.
— Bueno, lo veo muy simple—dijo Atenea, como si fuera lo más obvio del mundo— traeremos a nuestros hijos aquí y les enseñaremos todo lo que creamos necesario, si la profecía se cumpliría cuando los hijos de mi padre y Poseidón tengan 16, es mejor que sean contemporáneos—después, su mirada fue a algunas diosas—el problema son aquellas que no suelen tener hijos.
— Por mi parte no hay problema—declaro Artemisa elevando el mentón, como si quisiera ver que la desafiaran—una de mis cazadoras puede obtener mi bendición—su mirada fue hacia dos de las hijas de Cronos— pero Hestia y Hera…
— Sé quién será mi campeón—aseguro Hera con una sonrisa; una demasiado perturbadora y manipuladora como para que alguno tomara bien la noticia.
— ¿Lo sabes? —pregunto curioso su marido. Ella sobre todos los dioses, odiaba a los hijos mortales de los demás; la idea de que ella cuidara de uno y se asegurara de su enseñanza.
— Si, la tengo—le respondió mordazmente, mientras se volteaba a mirarle a los ojos. Fue entonces cuando Zeus cayó en cuenta, había pedido antes que uno de sus hijos fuera su tributo para calmar su ira, y ahora se sabía cómo lo usaría.
— Yo tengo que buscar…—decía Hestia con un tono calmado y suave, en un intento por hacer que el ambiente entre sus familiares fuera más ameno. Ella más que nadie pasaba su vida viendo el mundo mortal, tenía una ligera idea de a quién podría educar, pero tendría que verificar primero— Bueno, creo que todos somos libres de ir a ver a nuestros elegidos.
Una vez dichas esas palabras, todos y cada uno de los dioses se fueron. Tanto aquellos que irían por sus futuros campeones, como aquellos que solo deseaban que esto no acabara en desastre.
