Disclaimer:

Candy Candy y sus personajes pertenecen a Mizuki e Igarashi respectivamente. Yo, Wendy Grandchester, soy la autora de la idea que leerán a continuación. Está siendo realizada para entretenimiento, no con fines lucrativos.

Aviso:

Es muy probable que este fic contenga escenas frecuentes de carácter y lenguaje sexual explícito, pero nunca vulgar ni ofensivo o con la intención de herir la suceptibilidad de nadie. Si aún así no te sientes cómoda con éste tema, se libre de abandonar la historia. Si no hay inconveniente, entonces te invito a disfrutar de una historia llena de romanticismo, pasión, amor y los más bellos sentimientos de dos seres que se aman profundamente.

Mis otros fics:

-El rebelde y la dama del establo

-Amor de verano

-Tu mayor tentación

-Entre el amor y el odio

-La pasión tiene memoria (En proceso, pero subo un cap. diario)


Sálvame, por favor

Por: Wendy Grandchester

Capítulo 1 Un frío adiós


-No, Candy... deja que me quede así un momento...

Sus brazos aprisionan mi cintura desde atrás, se aferran a mí fuertemente... en su voz hay tanta súplica, no veo su rostro, pero sé que está llorando. Yo también estoy llorando, no quiero dejarlo, no quiero perderlo luego de haberlo esperado tanto. Sus brazos siguen enroscados en mi cintura, sus manos sobre mi vientre y yo... yo sólo quisiera detener el tiempo y quedarme así para siempre, amarrada en sus posesivos brazos, no quiero soltarlo, no quiero que me suelte, quiero permanecer así eternamente.

-Terry... entiende que no podemos... no podemos ser tan egoístas, tan injustos...- Digo sin soltarme de su amarre, porque no soy capaz. No quiero dejarlo ir. ¡Él es mío! No, no lo es, me dice mi conciencia que de pronto toma forma humana y tiene rostro, el rostro de Susana Marlowe, con su cara triste y sus coletas, ni la sombra de la deslumbrante actriz.

-Pero es justamente lo que quiero, Candy. Quiero que te quedes conmigo, quiero ser egoísta... Te amo, Candy... yo sé... yo sé que no podré vivir sin ti... ¿cómo voy a soportar la vida sin ti?- Su llanto es más lastimero, yo me estoy partiendo en dos, me dijo que me amaba. ¡Me ama! Y yo también lo amo, profundamente, eternamente, lo sé.

-Yo también te amo, Terrence. Te amo más que a nada... entiende que no quiero dejarte... esto es lo más difícil y duro que he hecho jamás...- Libera mi cintura y me gira de frente a él, bruscamente, para que lo enfrente. Mis ojos se topan con el azúl de su mirada un poco enjorecida de llanto, de dolor, un profundo dolor, un dolor que no nos cabe, que nos atravieza y nos mata. Sus manos vuelven a poseer mi cintura, como para que no escape, me retiene.

-Entonces no lo hagas. No me dejes.- Se apodera de mis labios... oh, esperé tanto ese momento, desde aquél fallido primer beso en el cual lo correspondí con un bofetón y ahora... ahora deseo que sus labios permanezcan por siempre en los míos. Me está besando duro, con sus labios, con su lengua... yo no tengo idea, pero me dejo llevar, no soy capaz de frenarlo... porque lo había imaginado tantas veces... tantas veces un beso de tantos de los que me daría, pero ese tenía cara de ser el último, algo me lo decía. Voy sufriendo, luchando con mi conciencia y mis principios mientras su boca sigue devorándome... ¿es mucho pedir el querer permanecer así por siempre? Lo es... debo dejarlo, debo apartarlo... pero me está consumiendo con su boca, me está suplicando con cada roce y como si intuyera mis intenciones de alejarme, su amarre se hace más fuerte y lo siento tan cerca de mí, nuestros cuerpos no están ni a un milímetro de distancia y no soy capaz de finalizar el beso. ¡No quiero!

Pero estamos en un hospital y aunque estamos solos, se escuchan los pasos de personas, el agetreo, la faena de los doctores y enfermeras y entonces él va liberando mis labios lentamente mientras me mira... esperando... esperando que yo cambie su realidad, suplicando con sus ojos... esos ojos que tanto amo, que tanto adoro... comprendo de pronto... que nunca más volveré a verlos, a mirarme en ellos... ¡Oh Dios! ¿Seré capaz de soportar eso?

-Tengo que irme, Terry... sabes que esto ya no puede ser...- Pongo mi mano sobre sus mejillas y le hablo dulce, con la voz quebrada, porque estoy hecha pedazos igual que él, puedo tocar en el suelo los restos de nosotros como miles de piezas de rompecabezas esparcidas por el frío suelo de ese hospital. Mueve su cabeza, para seguir rozando su rostro de mi mano, la besa. Lo hace con tanta adoración... con tanta necesidad.

-Sólo contigo, Candy. Sólo contigo me he sentido amado, aceptado. No sabía lo que era ser feliz hasta que tú llegaste a mi vida... con tu alegría, con tu dulzura y ese entusiasmo tan inquebrantable... y esa inocencia, Candy... tu dulce inocencia... eres la dulzura encarnada, señorita Pecas.- Me dice acariciando mi rostro y sonríe débilmente, luego ambos reímos por su apodo final, sin duda recordando los mismos momentos vividos y aunque no lo hablamos, sabemos que estamos pensando lo mismo.

-Debo irme, Terry... Inténtalo... sólo haz el intento.- Él sabe a qué me refiero, su sonrisa desaparece y su rostro se vuelve sombrío, como a quién se le impone un castigo cruel y debe aceptarlo como un esclavo indolente y servil.

-Inténtalo tú, Candy. Intenta olvidarme porque yo no podré.- Su voz es grave, habla muy en serio y sé que es sincero, tiene la fuerza para ser sincero y yo me siento cobarde porque sé que no lo olvidaré jamás y sé que me esperarán días y noches muy oscuras, pero quiero que piense que podré soportarlo, no quiero angustiarlo más.

-Adiós, Terry.- Me suelto de sus manos y de pronto siento frío, estoy en New York y es invierno y la nieve cae implacable, obviamente hace frío, pero el frío que hace afuera no se compara con el frío que hay en mi alma al tener que decirle adiós a la suya, ese es un frío mortal que se ríe de mí mientras muestra sus afilados colmillos de sable.

-Espera, Candy. Al menos déjame que te acompañe...- Fue una súplica y estuve a punto de rendirme ante él, pero sabía que si dejaba que me acompañara, no sería capaz de dejarlo ir o de irme... lo conozco y sé que sería capaz de escaparse conmigo, leo el brillo malicioso en su mirada y lo amo. Amo esa picardía, esa travesura azúl que baila en sus ojos a pesar del dolor.

-No, Terry. Eso solo lo haría más difícil.- Le doy un casto beso en los labios porque no puedo evitarlo, quiero llevarme de él lo más que pueda, suficientes besos que me quemen para soportar su ausencia. Doy la espalda, dispuesta a marcharme.

-Candy.- Me llama y quiero continuar, ignorarlo y seguir porque tal vez si lo miro... pero no soy capaz de ignorarlo y me vuelvo hacia él. Estuve a punto de lanzarme a sus brazos y retenerlo para mí, de arrepentirme y por primera vez ser egoísta y sólo pensar en mí. Me contengo con el único gramo de voluntad que me queda. Él se acerca y toma mis manos entre las suyas.

-Un año, Candy. Un año te doy de prueba para que intentes ser feliz sin mí. Si no lo logras, Candy... ven a mí. Te estaré esperando... tú sólo dime y yo mandaré todo al diablo por ti.- Lo miro con mis ojos verdes aguados y recargados. Su proposición me da esperanzas, esperanzas de recuperarlo alguna vez y sobre todo, veo la esperanza brillando en él.

-Un año, Terry.- Le digo y es una promesa.- Si no lo logro, volveré a ti, volveré por ti.

-Toma.- Saca del bolsillo de su abrigo una cadenita de oro, hermosa, tiene un pequeño corazón azúl, es un zafiro y es precioso.

-Este es mi corazón, Candy. Que siempre ha sido y será tuyo. Quiero que lo lleves contigo siempre y que... lo cuides por mí.- Mi alma se vuelve a quebrar y levanto mi melena para que él me ponga la cadenita.

- Gracias, mi amor. Jamás voy a quitármelo. Pero ahora... ve con ella y sólo... sólo inténtalo.- Él asiente y me deja ir.

Sólo salgo afuera y el frío me abraza, me arropa, es el invierno más frío que haya vivido jamás. En una noche de invierno me abandonaron mis padres y en una noche de invierno... tengo que decirle adiós al amor de mi vida. Voy caminando sin mirar, mis pasos son automáticos, estoy llorando, estoy tan deshecha. Me vuelvo a sentir abandonada, doblemente abandonada y me pregunto si habré hecho lo correcto. A mí misma me digo que sí, porque no sería capaz de vivir con el remordimiento. Abordo el tren que me llevaría de vuelta, antes de lo previsto. Lloro al recordar el momento en que recibí aquél boleto sólo de ida con tantas ilusiones y tantas esperanzas, tantos planes que esperé que se hicieran realidad y ahora regreso sola, con el corazón roto, dejándole el corazón roto.

-¡Candy! Pequeña... pero... ¿qué pasó?- Albert corre hacia mí luego de que Stear y Archie depositen mi cuerpo a falto de vida en el sofá del apartamento que comparto con mi mejor amigo.

-No lo sabemos, Albert. Regresó muy mal de New York y no ha querido decirnos...- Dice Stear con pesar en su voz. No regresé muy mal, regresé muerta, muerta en vida, pero muerta al fin.

-Estoy seguro que algo le hizo el maldito Grandchester. Ella estaba feliz hasta que se fue para allá...- A Archie nunca le simpatizó Terry, lo escuché despotricar en su contra, pero no tuve fuerzas para hablar y defenderlo, yo sólo quería una cosa. Morirme.

-Estoy seguro de que sea lo que sea, nos lo dirá en su momento. Gracias por traerla, chicos. Yo me encargaré.- Albert siempre tan dulce, tan paternal, siempre me ha hecho sentir tan bien, tan protegida a su lado, siempre por alguna razón ha estado ahí para mí y su consuelo es lo único que necesito para no cerrar mis ojos y morir por siempre. Escucho la puerta cerrarse y el coche arrancar. Se fueron y sólo estamos Albert y yo. Se me acerca y se sitúa a mi lado en el sofá.

-Candy... ¿qué fue lo que pasó?- Me pregunta con su voz dulce, con sus cálidos ojos de cielo y roza mi rostro con sus grandes y gentiles manos.

-Que me mataron, Albert. Me mataron.- Respondo con drama, porque así es como me siento. Sé que él no entiende nada de lo que hablo, pero no me presiona, espera pacientemente a que yo continúe, limitándose sólo a abrazarme.

-Lo he perdido, Albert... perdí a mi amor.- Sigo llorando y por más que llueven las lágrimas, el dolor sigue dentro de mí, el dolor y una rebeldía profunda por tomar el primer tren y correr hacia él, reclamarlo para mí. Entonces la conciencia encarnada vuelve a mí. ¡Maldita Susana! Vaya forma de robarte a mi amor.- Me arrepiento ante ese pensamiento, creo que es lo más cruel que me ha cruzado la mente jamás. Le cuento todo a Albert con lujo de detalles, vi que varias veces se quedaba boquiabierto, claro, había cosas en la vida que sólo me ocurren a mí.

-Candy... yo pienso que se precipitaron... tomaron una decisión tan drástica y ni siquiera analizaron las opciones... yo no creo que la solución sea...

-¿Y los remordimientos, Albert? ¿Cómo iba yo a construir mi felicidad sobre la desgracia de ella? Sabiendo... que por ella es que aún tuve la dicha de verlo... porque pude haberlo perdido... y de haber muerto él...- Vuelvo a quebrarme en llanto porque no soy capaz de siquiera imaginarlo. Prefiero vivir sin él soñando que algún día regresará a mí que perderlo irremediablemente. Albert no dice nada más, respetando mi silencio y analizando mi perspectiva. Es el mejor amigo que se puede tener, no me arrepiento de haber sacrificado mi reputación por cuidar del hombre que me ha salvado tantas veces y que me ha consolado tanto sufrimiento. A él también lo amo, no con el amor que se ama a un hombre, ese tipo de amor sólo es para Terry, pero sí con el amor de un hermano del alma, casi paternal. Me arrulla en sus brazos y me quedo dormida, confiada. Él es un caballero, el más respetuoso del mundo, puedo cerrar mis ojos tranquilamente y entregarme al sueño.

¿Dónde quedó tu rebeldía, Terrence Grandchester? Ahora te riges por el sentido del honor y el deber. ¿Desde cuándo?- Me pregunto tres meses después de que Candy me dijera adiós, de esa fría noche en que mi corazón se congeló y dejó de latir. Mi refugio es el teatro, ensayo de más, me voy muy temprano, regreso muy tarde, todo por no enfrentar a mis dos verdugos. A Susana con su cara mustia y a su madre presionándome, llevándome a la locura. No odio a Susana, nunca me ha hecho un mal tan grande, por ella estoy vivo o tengo mis piernas intactas mientras ella... ella casi lo perdió todo y su futuro es incierto. Pero yo... yo me estoy muriendo, me estoy ahogando y nadie lo ve.

-Hasta que se digna usted en venir a visitarnos. Mi hija pasa la tarde entera mirando hacia la ventana... esperándolo... y usted...- Pongo mis ojos en blanco, no sé cuál de las dos es peor, si Susana que nunca me reclama y recoge las migajas que yo le doy como una mansa paloma o el ogro de su madre al que me pregunto por qué Dios la habrá dotado de una lengua tan insoportable.

-Disculpe, señora Marlowe. Los ensayos me absorven mucho tiempo y yo soy perfeccionista, me gusta entregarme al cien por cien.- Le digo lo más calmado que puedo y hasta le sonrío mientras voy hasta Susana en su silla de ruedas y veo como su rostro mustio se transforma y brilla, vuelve a ser la joven de dieciocho años, llena de vida y yo me siento tan miserable, tanto que comienzo a odiarla, a odiarme a mí mismo. Beso su frente, más bien a penas la rozo con mis labios, tener mucha cercanía con ella me hace sentir incómodo... siempre mantengo las distancias y más porque el mounstro que tengo por suegra siempre está presente, volviendo todo más pequeño y sofocante.

-Entonces usted debe recordar que mi hija también necesita de usted... que es con ella que se casará y no con el teatro.- Oh su maldita lengua sabía cómo arruinar un momento, o en este caso, cómo hacerlo peor. Respiro profundo, quiero gritarle tantas cosas a esa maldita mujer, pero veo la súplica en los ojos de Susana y me muerdo la lengua.

-El trabajo es también importante, señora. Y yo aún no he dicho que vaya a casarme con su hija. Estoy haciendo lo mejor que puedo, le estoy dando lo mejor de mí, por favor no me exija más de lo que...

-¿Lo mejor de usted? Usted no ha hecho nada por ella... en cambio se pasea y pavonea a sus anchas... viviendo el sueño que debió de ser de ella... sólo le da sus sobras... ella es está inválida por salvarle su miserable vida... ¡usted no la merece!

-¡Y cree que no lo sé!- Ya no pude más, fue como si me hubieran soltado como un globo sin nudo. Con ella me había graduado de paciencia, pero ya no podía más, francamente.

-Hubiera preferido tantas veces que su hija no se sacrificara, que esas malditas luces me hubieran caído a mí y me hubieran matado, porque eso era preferible al infierno en que estoy viviendo. De haber sabido que ésto sería mi vida habría optado por morirme. ¿Usted cree que me siento feliz? ¿Piensa que no me duele ver los sueños de su hija truncados por mi culpa? ¿Qué clase de maldito mounstro piensa usted que soy?- No puedo controlar si quiera el metal de mi voz, la señora por primera vez se nota asustada ante mi descontrol, veo a Susana nerviosa, llorando al ver que se avenía lo inevitable y todo gracias a la boca de su madre. Suplica que me detenga, pero no puedo, ya no puedo.

-Usted piensa que ha sido tan fácil para mí. Yo también renuncié a lo que más amaba por quedarme junto a su hija y lo he aceptado, porque tengo muchos defectos pero no soy un ingrato, no soy el maldito inconciente que usted quiere hacerle creer a todos que soy. Sacrifiqué a mi amor, a la mujer que amo, la que a su vez también se sacrificó al dejarme... y he vivido las horas más oscuras de mi vida, he renunciado a todo lo que más he querido ¡y aquí me tiene! No le he dado la espalda a su hija, no he dejado de apoyarla y lo haría eternamente porque sé que nada igualará el precio de lo que ella hizo por mí, porque una vida no tiene precio... y yo... yo he renunciado a mi propia vida, a mis anhelos más grandes para estar junto a ella y hacerla feliz... pero... no me exija más de lo que puedo dar, no lo haga.

Veo que la señora está temblando, su temor se refleja en sus ojos, es casi pánico y Susana sólo tiene los ojos bien abiertos y el temor también se refleja en ellos, pero no es miedo de mí, sino miedo a que la abandone, que me canse y la deje, puedo verlo, es casi palpable. No quise estallar, no era mi intención, pero todo tiene un límite y llevo tres meses soportando lo mismo, no importaba cuánto me esforzara, la señora se empeñaba en hacerme sentir el gusano más pequeño y miserable del mundo. De pronto las miro a ambas. No quiero seguir mirándolas, no por hoy.

Abandono la casa Marlowe dando un portazo que estoy seguro de que estremeció todos los cimientos. Camino sin rumbo y encuentro un rincón desolado. Subo a un árbol y saco mi tesoro más preciado. La armónica que me regaló la señorita Pecas, mi Candy, mi amor. Voy tocando nuestra melodía mientras invoco todo los recuerdos que tengo de ella. Van llegando uno a uno a mi mente.

Despertar en el frío abismo de tu ausencia

es rogar por las horas perdidas en mi habitación

recordar cada lágrima que fue tan nuestra

me desgarra el alma, me desangra el alma

es andar el sendero que escribimos juntos

es tocar un silencio profundo en el corazón

escapar por las brechas de un amor profundo

es mentir de nuevo por negar tu ausencia

Su melodía me inunda. Hoy no tengo un cigarrillo en mi boca, ahora tengo este instrumento gracias a ella y toco para ella, porque una extraña ilusión me dice que tal vez pueda escucharme mientras sigo recordando. Sus ojos, me lleno de ella, de su voz y me pregunto qué estará haciendo, a quién le estará sonriendo. Siento celos ante el sólo pensamiento. Y sigo recordando, la colina donde nos veíamos, las bromas, los enojos, me encantaba meterme con ella, verla rabiar y lo orgullosita que era al responder mis insultos. La amo tanto... creo haberme memorizado cada peca... ella me pellizcaría si me oyera. Candy, pecosa, me está matando tu ausencia.

Esta ausencia tan grande

tan dura, tan honda

que quiebra en pedazos mi razón

esta ausencia desnuda

de dudas y sombras

me clava tu amor

esta ausencia que duele en el fondo del alma

que quema por dentro

mi sueño y mi calma

Esta ausencia de hielo

de piel, de silencio

que corta las horas sin piedad

esta ausencia infinita

de noches y días

no tiene final

fue tan fácil decir que el adiós sanaría

las espinas clavadas

en tu alma y la mía

esta ausencia me grita

que se acaba la vida

porque no volverás, volverás

Sigo preguntándome cómo dejé que se fuera así. Pienso que debí retenerla, buscar otra solución juntos... no se puede pensar cuando la presión es tan fuerte... hasta me arrepiento por no haberle robado más besos, porque compartimos uno intenso... pero no ha sido suficiente para alimentarme de ese recuerdo y seguir viviendo. Su rostro es lo primero y último que veo siempre. Han sido tantas las veces que me he visto tentado de tomar el tren e ir junto a ella y obligarla a que se quede conmigo... estoy cansado de cargar con este baúl de sueños rotos. En soledad, sin apoyo. Puedo incluso imaginar la cara de mi padre riéndose de mí, de mi desacertada decisión por el simple hecho de desafiarlo y venirme aquí a cumplir mi sueño... creo que lo que conseguí fue el fin de ellos. Porque sólo Candy me ha dado luz, me ha hecho soportar el rechazo y la falta de amor de mi padre, de mi madre, porque con su amor ella lo llenaba todo y yo no necesitaba nada más. Candy... no puedo más. No puedo más sin ti. Sálvame, por favor. Pido como si pudiera escucharme y me siento absurdo... pero es que me estoy muriendo día a día sin ella.

Ya lo ves, tu partida no condujo a nada

porque nada hace el tiempo a la sombra

de mi soledad

ya lo ves, derrotado y sin hallar la calma

que daría por verte y olvidarlo todo

Esta ausencia tan grande

tan dura, tan honda

que quiebra en pedazos mi razón

esta ausencia desnuda

de dudas y sombras

me clava tu amor

esta ausencia que duele en el fondo del alma

que quema por dentro

mi sueño y mi calma

He llegado al límite, Candy. Quise ser fuerte para ti, te juro amor mío que lo he intentado... he fracazado, rotundamente. No puedo vivir de tu recuerdo y las melodías. Te necesito aquí junto a mí... necesito que vengas y me llenes de ti. Estoy muriendo, pecosa. Nadie se de cuenta, nadie lo ve... pero me estoy muriendo cada minuto que paso sin ti. Sálvame, niña linda, sálvame por favor. Sigo suplicando, hablo solo mientras sigo tocando... es una súplica. Estoy desesperado. Desesperado y cursi, me río de mí mismo.

Esta ausencia me grita

que se acaba la vida

porque no volverás

y me desangra tu partida

y tu recuerdo hace temblar mi corazón

cómo olvidarte si no quiero

porque es amor y sin ti yo muero

Esta ausencia de hielo

de piel, de silencio

que corta las horas sin piedad

esta ausencia infinita

de noches y días

no tiene final

fue tan fácil decir que el adiós sanaría

las espinas clavadas

en tu alma y la mía

esta ausencia me grita

que se acaba la vida

porque no volverás, volverás

Bajo del árbol. He tomado una decisión. No quiero seguir muriendo, quiero vivir y quiero vivir junto a ella. No creo que me haya olvidado, aunque reconozco que debe estarlo soportando mejor que yo porque es fuerte y yo la admiro.

Al diablo esperarse un año. Ire por ti, Candy. Así tenga que arrastrarte, chatagearte, secuestrarte, lo que sea, pero te traeré de vuelta conmigo. He dicho.

Continuará...


¡Hola muñeconas!

Estoy tan sorprendida como ustedes, yo nunca hago dos historias al mismo tiempo, pero ésta nació así de pronto, alguien subió una foto mostrando una parte del manga (que nunca he leído por cierto) en esa escena cuando se ven en New York y Candy aún no sabe lo de Susana y se queja del extraño recibimiento de Terry, el cual ella esperó que fuera más romantico. La despedida de ellos vino a mi mente y se me rompió el corazón de sólo recordarlo, por eso no he sido capaz de volver a ver el animé y me he dedicado a redimir a Candy y a Terry. Entonces nació esta nueva historia, tuve que empezar a escribirla en el momento, antes de que se me fueran la inspiración y las ideas.

Espero que les guste y no se asusten, también voy actualizar "La pasión tiene memoria" a diario como siempre, es sólo que este fic ha nacido de mi corazón y tuve que hacerlo. Espero contar con su apoyo.

Las quiero,

Wendy


Canción de Terry: "Esta ausencia" De: David Bisbal