Aquí voy, a embarcarme en un proyecto extraño que aún no sé como acabará, pero espero que al menos alguien se entretenga leyéndolo. Quería avisar desde un principio que la pareja en la que se centra es Italia del SurxRusia, pero no será un fic romántico en el sentido de que, de momento, no tengo planeado que estos dos personajes sean pareja realmente. El primer capitulo es bastante aburrido, pero necesitaba hacer una introducción, denle una oportunidad, por favor.
Disclaimer: Hetalia le pertenece a Hidekaz Himaruya
Eran las cuatro y media. El despertador empezó a sonar. Romano se revolvía en la cama intentando ignorarlo, pero, cuando no pudo aguantarlo más, estiró el brazo para apagarlo y poder seguir durmiendo. Pasó la mano por la mesilla, tanteando con el tacto, pero en vez de encontrase con el despertador su brazo se encontró con la lamparita, tirándola al suelo. El golpe que dio la lámpara le hizo levantarse de inmediato. Una sobrecogedora sensación de frio le recorrió todo el cuerpo, pero dormir en ropa interior era demasiado cómodo, aun siendo invierno. El despertador seguía sonando. Miró a la mesilla, no estaba allí. Escrutó la habitación intentando averiguar de dónde provenía aquel sonido infernal. Veneciano estaba durmiendo a su lado plácidamente y sin enterarse de nada.
-Figlio di…- de pronto recordó que había dejado el despertador en una mesa, al otro lado de la habitación, porque sabía que si lo dejaba a su lado lo apagaría y seguiría durmiendo.
Se levantó, todavía con sueño, apagó la alarma y miró la hora sin saber por qué debía levantarse tan temprano.
-¡Hostia puta!-exclamó acordándose de lo que le esperaba ese día. Debía ir a visitar a Rusia. No le hacía ninguna gracia tener que ir a ver a ese tipo y mucho menos siendo invierno.
Si ya le cabreaba bastante tener que ir a Rusia, el hecho de que su hermano siguiera durmiendo le enervaba sobremanera. Dio un golpe al colchón provocándole un sobresalto al otro.
-Ve! ¿Qué? ¿Cómo?- se levantó asustado.
-Ahí va, ¿te he despertado? Perdóname.
-No te preocupes…- y se volvió a quedar dormido al instante. Aunque a Romano le hubiese gustado quedarse a molestarle, no podía permitirse el lujo de perder el tiempo.
Cinco horas después su avión llegaba a Moscú. Fue recibido en el aeropuerto por guardias rusos y fue escoltado hasta la residencia del representante de ese basto país. Se le acompañó hasta un amplio salón y se le pidió esperar. El italiano no podía ocultar su nerviosismo. Cada vez que recordaba la aparentemente inocente cara del ruso un escalofrío recorría su espalda. Ni siquiera necesitó tomar café por la mañana, ya estaba suficientemente acelerado. Sacó del bolsillo de su chaqueta una petaca llena de vino y le pegó un trago, para ver si el alcohol le relajaba un poco y le ayudaba a soltarse.
Al poco rato vio pasar a Lituania casi corriendo hacia la salida. No se paró a saludarle, pero, antes de irse, le dirigió una mirada llena de complicidad y lástima, lo cual no ayudó mucho a los intentos de relajarse de Romano.
El pomo de la puerta lateral del salón empezó a girar lentamente y la puerta se abrió con un sonido chirriante. Una gélida brisa recorrió la habitación y unos ojos violetas brillaron tras la puerta.
-Perdona si te he hecho esperar- dijo en un tono alegre Rusia. Una agradable sonrisa adornaba su rostro.
El latino quería contestar, pero las palabras no salían de su garganta. De repente le entraron ganas de mear, no sabía si era por el frio, por el miedo, o porque no iba al baño desde que se levantó, pero tampoco le importaba la razón.
-Hablaremos mejor en mi despacho, ¿da?- el nerviosismo del que sería su acompañante ese día le pareció divertido, y decidió que cuanto antes empezaran la reunión, antes comenzaría su entretenimiento.
Romano solo asintió y le siguió por el pasillo, tratando de imaginar cómo sería el despacho de tan imponente estado. Horribles imágenes se cruzaban por la mente del italiano. Pensó en una sala repleta de aparatos de tortura y demás objetos abyectos, en la que habría un sillón estratégicamente colocado para que el ruso pudiese deleitarse viendo cómo atormentaban a las pobres almas que habían ido a verle por encargo de sus ineptos jefes. Por fin llegaron al despacho del eslavo y, antes de que Rusia abriera la puerta y sin que se diera cuenta, Romano pegó otro trago de su petaca.
Lo que vio dentro del despacho del ex soviético le dejó profundamente sorprendido. Era una habitación relativamente grande, con un ventanal desde el que se veía el patio nevado, con altas estanterías llenas de libros y carpetas y con una mesa sobre la que había desperdigados unos cuantos papeles. Vamos, como cualquier otro despacho.
-Pues es bastante normal…-se le escapó a Romano mientras miraba a su alrededor.
-¿Eh? ¿Cómo dices?- le preguntó distraído el ruso.
-No, n-nada- respondió rápido el italiano quien, a pesar de que hacía un poco de frío en la sala había comenzado a sudar.
-Puedes tomar asiento si quieres- esa sonrisa inocente seguía pegada a la cara de Rusia.
-Cl-claro- Romano estaba sorprendido de la amabilidad que parecía demostrar el ruso, tan diferente del recuerdo que de éste tenía. "supongo que los tiempos cambian" pensó el italiano, más intentando auto convencerse que afirmándolo.
-Pues tú dirás a qué se debe tu visita- Rusia le instó a que comenzara a hablar.
-¿Eh? Sí, eso…-el vino parecía empezar a hacerle efecto, porque sintió una agradable sensación de calor y un ligero rubor adornaba sus mejillas- en la Unión Europea estamos preocupados por las denuncias de fraude en tus elecciones,- Rusia, ahora serio, le miraba fijamente- y también está el asunto de Siria…
Siguieron hablando de éstos y otros temas hasta que llegó la hora de comer. Romano se había relajado por fin y ahora veía la reunión con optimismo, se creyó estúpido por pensar que Rusia se le iba a comer vivo. Fueron al comedor de la casa, habían preparado platos típicos rusos y, aunque el italiano era muy exigente con la comida, no se quejó. Vale que Rusia se hubiese vuelto más civilizado, pero seguía dándole miedo. "De todos modos la comida no es tan mala como la de Inglaterra" admitió el latino.
Italia del Sur había perdido sus nervios y, aunque seguía estando muy cortado, se sentía un poco más confiado. Sin duda, no se esperaba lo que pasaría esa tarde, ni lo que saldría de esa aparentemente normal reunión diplomática. Todo había estado demasiado tranquilo, como la calma que precede a la tormenta, y Romano lo comprobaría en poco tiempo.
Como dije éste primer capitulo es un poco bodrio, pero prometo que los próximos tendrán más acción.
Cualquier opinión, petición, amenaza de muerte, etc. me la pueden dejar en un review. Si no comentan yo nunca sabré lo que les parece la historia, así que ya saben, a usar un ratito el teclado.
