Prólogo: Graves Problemas
Hasta donde puedo recordar, nunca en mi vida forme parte de algún evento en especial, y tampoco observe nada fuera de lo común. De hecho, desde que tengo uso de memoria, sé que mis padres trataron de darnos a mi hermano y a mi una vida tranquila, y sin preocupaciones, provocando que nuestro único deber fuera el de tener un buen promedio escolar, para asegurar nuestro futuro.
Desgraciadamente, ese era uno de mis mayores defectos, pensaba primero en el futuro mucho antes que el presente en el que me encontraba. Como consecuencia, perdí a muchas amistades durante mi vida escolar, e inclusive me hice de varios enemigos, los cuales trataban de atormentar mis días con murmuraciones y palabras hirientes. Ahora que lo pienso, en aquella época era solo un mero tapete para mis compañeros, los cuales me utilizaban para aumentar su índice académico, procurando siempre estar en mi equipo de trabajo, jamás me vieron como una amiga, menos como compañera.
A causa de esto, perdí mi confianza en ellos, y cerré mi corazón, de manera que ninguno pudiera acercarse a mí y herirme de alguna manera. No obstante, es lamentable como a veces el dolor de una persona es el placer de otra.
De esa manera, me encontré una vez en el patio principal de mi colegio, durante un nublado día de noviembre, rodeada de un puñado de estudiantes que gritaban emocionados al tiempo que formaban un círculo a mí alrededor. No tengo idea de como empezó todo, pero antes de que me diera cuenta, me vi envuelta en una pelea con una de mis compañeras de salón, la cual estaba tirada en el suelo con el rostro manchado de sangre, debido a que su nariz rota no paraba de emanar aquel líquido rojizo, manchando tanto su camisa azul cielo como parte de su pantalón, los cuales formaban parte del uniforme escolar.
Tú….Tú! –grito la chica, llamada Alejandra, la cual poseía un largo cabello de color castaño claro, en un tono notable de indignación y molestia, quizás debido a mi violenta respuesta a su sucio comentario, mientras trataba de limpiarse la sangre del rostro, el cual era de tez blanca- Cómo te atreves a golpearme?! Niña estúpida!
Lo siento, pero tú comenzaste primero...-dije en el tono más agrío y frío que pude, pero a pesar de que la ira se apoderaba de mi cuerpo, aún me encontraba manteniendo mi guardia, con los puños en alto. Al parecer los entrenamientos de boxeo con mi tío por fin estaban dando sus frutos- Además, ya tú y tus amiguitas tontas han colmado mi paciencia, no lo soporto más! Haré que dejen de esparcir esos tontos rumores sobre mi en este instante!
Ooh! Enserio? De qué rumores estas hablando tonta? –dijo Alejandra, ahora en un tono burlón, mientras se incorporaba lentamente, al parecer el golpe directo le había mareado un poco- Acaso no es cierto que te vieron hablando con el profesor José en un salón vacío?!
Le tocaba clases hay estúpida! –le respondí muy molesta, mi rabia empezaba a surgir mucho más rápido de lo que pensé, y sus comentarios no ayudaban en absoluto, pronto no iba a ser capaz de controlarme- Tenía que preguntarle algo sobre la materia!
Eso no te lo crees ni tu, niña –dijo Alejandra, esta vez de manera agría y amenazante, mientras que su mirada cambiaba a una llena de rencor, el cual se reflejaba en sus ojos café, y al tiempo que esbozaba una sonrisa burlona en su rostro- te vimos, nosotras vimos lo que le hiciste! Ja, quién pensaría que una marimacho como tu tendría tanta experiencia en "ese" tema?.
Listo, ya me cansaste! –dije gritando a todo pulmón, para luego arremeter contra ella con toda mi fuerza. Ya había ocurrido lo inevitable, la ira me cegó por completo y no tenia control sobre mis acciones, en lo único que pensaba era en callar su boca de una vez por todas-
Aquella acción, provoco la euforia entre los observadores, los cuales nos animaban a seguir la pelea, gritándonos cosas que no pude entender en aquel entonces, de hecho, ni siquiera les estaba escuchando. Solo sentía como mi puño impactaba una y otra vez contra su rostro, el cual ahora estaba peor que antes debido a los golpes que recibía. No obstante, de no ser por el director, y un par de maestros, los cuales nos separaron, probablemente le hubiera cerrado la boca a esa niña permanentemente. Cabe señalar que incluso ahora, después de tantos años, no tengo ningún remordimiento respecto a lo ocurrido, pero lamento el haber tomado la vía violenta para tratar ese problema.
Lamentablemente, he sido de carácter muy volátil desde que tengo memoria, por eso, en cuanto mi paciencia se desborda, simplemente no hay nadie quien me detenga, o al menos eso es lo que me han dicho.
Ese mismo día, llevaron a la chica al hospital, mientras que a mi me atendieron en la enfermería, donde el director aguardaba para darme el sermón de mi vida, el cual de seguro estaría relacionado con el hecho de que mis acciones no fueron nada cristianas, que debo arrepentirme por aquello, y preocuparme por deuda del médico que los padres de Alejandra no tardarían en cobrarle a los míos.
Au! –me quejé, al momento en el que la enfermera puso un algodón, con un poco de alcohol, en el rasguño que tenia en la cara, causado por las uñas postizas que Alejandra utilizaba- Oiga! Eso duele!
Vamos, el remedio no puede ser peor que la enfermedad en este caso –dijo la enfermera, se llamaba María, era una mujer de color mayor que llevaba trabajando en el colegio desde incluso antes de que mis padres estudiaran aquí. Ella era conocida por todos debido a su carácter dulce y su trato amable tanto para maestros como alumnos. Lamentablemente, aquel no era mi día de suerte, ya que debido a lo sucedido, estaba no me trataba del todo con delicadeza, debido a la molestia que aquello le había causado- Además, mira como quedaste, dudo que esto te duela menos que el resto de tu cuerpo, niña.
Suspire con cansancio ante aquel comentario, y con lentitud gire mi vista hacia el enorme espejo que había en una esquina de la enfermería, el cual quedaba justo de manera diagonal con respecto a la camilla donde estaba siendo tratada. Al ver mi rostro reflejado en el, gracias a la tenue luz del sol que se colaba por la ventana, no pude sino sorprenderme ya que, aunque no me había dado cuenta, note que mi rostro estaba lleno de sangre seca, la cual contrastaba con mi tez blanca, al parecer esta había salido de los múltiples rasguños que tenia en la cara. Mis brazos no tenían un mejor aspecto, mi uniforme se encontraba totalmente desarreglado, y en él también había diminutas gotas de ese líquido carmesí, que de seguro pertenecía a Alejandra, además, también mi corto cabello castaño oscuro se encontraba totalmente revuelto, la pelea había sido más dura de lo que imaginé.
Ou! Señora María! –me queje de nuevo, esta vez debido a la enfermera pegó una bandita en mi brazo con una palmadita- Entonces? Ya he pasado por muchas cosas hoy! No quiero que me lastime más de lo que ya estoy! –dije en un tono irritado, sabia que era grosero, pero no tenia paciencia en ese momento para aguantar aquello-
Escucha jovencita, no debiste armar un alboroto en medio del patio principal, esto puede acarrearte inclusive una expulsión! Y lo peor de todo es que ni siquiera te lo mereces –dijo la señora María en un tono de preocupación, mientras curaba el resto de las heridas que cubrían mi brazo derecho- Sé como es esa niña Alejandra, se parece a una víbora, envenenando a la gente con sus palabras.
Vaya, por fin alguien que me entiende –dije en un tono sarcástico, al final girando mis ojos con cierto deje de fastidio-
Esto no es un chiste Kristin, es algo serio, y creo que aún no te has dado cuenta del lío en el que esta metida –dijo la señora María, esta vez en un tono muy serio para mí gusto- Los padres de Alejandra te harán pagar por lo sucedido, y te aseguro que no vas a ser la única afectada.
Me alegra que al menos alguien sea capaz de comprender la situación en este lugar –dijo un hombre de mediana edad, en un tono calmado. Este poseía el cabello corto, de color azabache, y ojos marrones claros, usaba además un traje café que contrataba con su tez morena. Aquel sujeto era el director, el señor Alberto Gonzáles-
Señor Alberto! –dijo la señora María sorprendida por la repentina aparición del director- M-muy buenas tardes –tartamudeó nerviosa-
Muy buenas tardes señora María –dijo el director, tranquilamente al principio, pero en cuanto giro la vista hacia mi, su expresión cambió a una totalmente seria, aquello me irrito un poco- Buenas tardes, señorita Valence.
Buenas tardes…-respondí entre dientes. Jamás me agradó ese sujeto, y gracias a eso, procuraba no meterme en problemas para no tener que verle el rostro, ya que desde el principio, aquel sujeto nunca me transmitió ningún tipo de confianza-
Me imaginó que estará al tanto de su precaria situación en este momento, no es así? –dijo el director muy serio, al tiempo que tomaba asiento en un banquito cercano a la camilla donde estaba sentada-
Pues, a parte de que recibí la paliza de mi vida, y que me están cauterizando las heridas con fuego, no me he enterado de nada nuevo –dije en un tono sarcástico, pero también de manera seria, mientras miraba fijamente al director-
Vaya, me sorprende que no demuestre ningún tipo de arrepentimiento o preocupación por lo que acaba de ocurrir –dijo el director, en cierta manera sorprendido, pero a la vez esbozando una sonrisa extraña-
En absoluto, esa niña se merecía una paliza desde hace muchos años, sino que se lo cuenten mis compañeros, le aseguro que me darán la razón –dije tajante, al final, apartando la vista del director para luego fijarme en la señora María, la cual terminaba de curar los rasguños de mi rostro-
Señorita Valence, no puedo creer que enserio tome ese tipo de actitud, recuerde que estudia en un colegio católico, y en esta institución existen…-empezó el director con su discurso, afortunadamente no le presté mucha atención, y le reste importancia, no quería ser sermoneada luego de lo que pasó-
Sin embargo, mi deducción fue correcta, todo el discurso del director estuvo conformado por diversas oraciones cuyo objetivo principal era lograr que me disculpara por lo que hice, no obstante, eso no iba a funcionar, ya que otro de mis peores defectos es que soy realmente obstinada. Aunque, cabe destacar que eso es lo malo de estudiar en un colegio religioso, porque cuando hay un problema que envuelva ya sea a un niño de clase pudiente, y a otro más humilde, el que menos recursos posea es señalado como culpable.
Pero eso no es nada que deba sorprenderles, ya que esta es una medida que tanto los sacerdotes como las monjas del lugar usan para salvaguardar el donativo de las familias más acomodadas, saltando sobre aquellos que no colaboraban del todo con la institución, para zanjar el asunto lo más rápido posible. Y debido a que los padres jamás creerían una historia como esa, gracias a que piensan que son los "discípulos de Cristo", eso es un boleto seguro a un largo y tedioso castigo. Y como podrán imaginarse, en efecto, aquel era mi caso.
Lamentablemente aquel día estaba lejos de terminar, y con cada segundo que pasaba este no fue sino empeorando más, y aún tenia una épica tarea que realizar: Enfrentar a mis padres y contarles sobre lo sucedido. Sin embargo, no tenia idea de como plantarle el problema a mi madre, y menos a mi propio padre, el cual de seguro me regañaría hasta el cansancio. No obstante, aquel enfrentamiento era algo que no podía evitar, y en algún momento…tenía que volver a casa.
