Cap 1: TE CONOCÍ!
Caminaba alrededor del enorme estanque de peces, observando los pájaros cantar, sentir el viento soplar y escuchar el sonido del aire chocar contra los bambúes del pequeño bosque que se encontraba detrás del jardín absorta en mis pensamientos, suspire, hacia dos semanas que había pasado de ser la pequeña campesina Haruno a la señora Uchiha, encerrada detrás de cuatro enormes paredes alejada de la realidad y de cualquier contacto con el exterior; solo teniendo a mi lado una chica que hacia del rol de mi dama de compañía, Yamanaka Ino, una chica alegre y jovial que me asistía con todo lo que necesitaba.
Me parecía irónico el estado en que me encontraba, toda mi vida había corrido por los campos arrozales, vestida de sencillas yukatas con ordinarios zori hecho por mi padre con paja y verme ahora vestida de un kimono furisode de largas mangas de un color negro estampado con un árbol de cerezo descendiendo de la base hasta el cuello, un obi color rosa extremadamente pesado y largo que a la larga estaba segura que me causaría malestares en la espalda, unos tabi en mis pies calzando unos geta que chocaban contra el suelo produciendo un sonido hueco, sin mencionar que por dentro llevaba otras capas haciendo mis movimientos más lentos y torpe, además de llevar 5 kilo en la cabeza de adornos que colgaban al costado de mi rostro.
Pasar de un cerezo libre a uno enjaulado era lo que más me frustraba, extrañaba a mis padres y habría dado todo por volverlos a ver, regresar a los brazos de mi madre, escuchar las cigarras en las noches, ver la luz tenue de la luna colarse por la pequeña habitación y el sonido del arroyo que cruzaba a un costado de mi hogar, solo recordando las lágrimas de mis padres y saber que vivirían mejor con lo que recibieron por mí, partí al lecho de los Uchihas.
Levanto la mirada, el lugar donde me encontraba era realmente desolado, a lo lejos se veía una torre de varios pisos con techo parecidos a las capas de los pinos, similar a donde ahora vivía, mi habitación era enorme, mi antigua casa cabía allí, que solo constaba de dos humildes habitaciones, un baño de hueco y nos duchábamos todas las noches en el río, sin mencionar que ahora debía aprender sobre las ceremonias del té y arreglos florales, aunque en realidad pensaba, para que me serviría si me quedaría encerrada en ese lugar toda mi vida sin salir y sin siquiera ver a alguien.
Llevaba por tradición que la novena esposa no debía ser vista por nadie, incluyendo a las demás esposas, sirvientas ni siquiera del hombre al que llamaba por esposo, solo era un amuleto que participaría en rezos y rituales, haciendo el papel de muñeca de vudú, recipiente que albergara todo el mal y la desgracia que pueda tener el clan; todo lo que hacía, aprendía y vestía era puramente diplomacia, incluso el día de mi matrimonio, recordaba cómo me veía en el espejo, llevaba puesto por dentro un shiromuku, el precioso y soñado kimono blanco con pequeños estampados de flores del mismo color, por encima llevaba puesto un uchikake de color dorado con un precioso dragón incrustado alrededor y a lo largo de la prenda, siendo el interior y los bordes rojos, vestida tan hermosa, maquillada y peinada me quede toda la noche sentada en aquella habitación sin nada ni nadie que me viera, pasando un momento tan especial para una mujer, sola.
No sabía realmente como lucia la cabeza del clan Uchiha, solo tendría en mi recuerdo la palabra "esposo" a un hombre con una precioso voz, un carácter fuerte y que su nombre era Sasuke-sama, por la mera suerte de haberle escuchado soltar la palabra "molesto" una y otra vez frente a mi puerta, caminando de un lado a otro, al tiempo que otro chico trataba de tranquilizarlo.
— Sakura-sama- llamo una voz, interrumpiendo mi hilo de pensamiento.
— Cuantas veces te he dicho que no uses el "sama "conmigo, Ino-chan- conteste a su llamado sonriendo.
— Lo siento, no acostumbro a llamar sin respeto a los que están relacionado con la nobleza- respondió devolviéndome la sonrisa- el mensajero le trajo una carta de sus padres- anuncio entregándomela.
La rasque con impaciencia, estaba prohibido hacer eso, sin embargo Ino había convencido al mensajero que les entregara las cartas a mis padres y traerlas las suyas de vuelta una vez a la semana, vi las torpes letras de mi padre y una lagrima resbalo por mi mejilla, comencé a leerla.
— Desearía poder verlos nuevamente- dije apretando la carta a mi pecho.
— Eso puede ser posible- respondió a mi deseo una voz ajena a nosotras.
— Que...Que hace usted aquí Sai-sama?- pregunto Ino mas sorprendida de lo que yo estaba.
— Así le agradeces a la persona que le trae las carta a tu ama?- cuestiono el chico llamado Sai.
— Pero si es el mensajero que los trae- respondió Ino consternada.
— Quien crees que se las entrega?- contesto Sai con una pregunta- entable amistad con tus padres, puesto que fui yo que hice las transacciones por ti- dijo al verme perdida con su persona.
— Ah!- fue lo único que salió de mis labios.
— No puede estar aquí!- comento preocupada Ino mirándolo.
— Quería ver cómo era la novena esposa de Sasuke- dijo lentamente mirándome- no tuve oportunidad.
— De igual forma ya debe irse!- dijo histérica Ino.
— Sígueme si quieres salir de aquí- fijo ignorando a Ino, haciéndome un guiño.
Me guio hacia el extremo opuesto del jardín, se me estaba prohibido pasar hacia ese lado, aunque no entendía el por qué puesto que era un bosque de bambú similar al que está del otro lado, nos internamos dentro de ella, recogí el kimono evitando rasgarla, aunque estaba segura que si lo hacía me enviarían otra; detrás de unos matorrales había una pequeña puerta de metal, fría e imperiosa, Sai se detiene y me sonríe, con la mano me da a entender que detrás de ese umbral encontraba la libertad, emocionada como una niña corrí hacia ella, dispuesta a tirarla abajo.
— Sakura-sama- llamo Ino, deteniéndome.
— Que sucede?- pregunte algo molesta.
— Si sale así, correrá peligro- dijo haciéndome mirar lo que llevaba puesto.
— Cierto...pero no tengo kimono sencillos- respondí alicaída.
— Cambie conmigo- dijo firmemente impresionándome ya que estuvo refunfuñando todo el camino.
Asentí con la cabeza al tiempo que Sai se perdía de vuelta a la entrada del bosque, me desate el obi con delicadeza y deje caer la prenda a mis pies quedando en kosode, un kimono blanco, utilizado como ropa interior, colocándome el edo komon de Ino, de un color rosa con florecillas celeste por toda la tela, atándome el obi siendo ayudada por mi dama y quitarme los adornos del cabello solo quedando con una simple peineta; me despedí de ella apresurada, enviándole las gracias a Sai y atravesé aquella puerta que me apartaba del mundo.
Corrí hacia mi hogar sin detenerme a ver mi alrededor, otro día lo haría, ver a mis padres era lo que deseaba, atravesé un puente de madera, subí un cerro, encontrándome al pie de ella, mi casa, baje con un apuro y gritando "mama" "papa" siendo escuchada por mis progenitores, llorando fueron a abrazarme, me guiaron hacia el interior de la vivienda, veía que estaba más amueblada, habían más aves en los corrales y un pequeño cerdo que no estaba antes de irme.
— Está bien que hayas venido?- pregunto mi madre preocupada.
— Nadie sabe que soy la novena esposa de los Uchihas y tampoco me vieron salir- conteste sonriéndole.
— Vendrás otro día?- pregunto mi padre colocando un plato de dango en la mesa, mis favoritos.
— Si es posible, vendré todos los días- respondí abrazándolos, cuanto los había extrañado.
Caminaba apresurada por la calle, la noche había caído, se me había pasado el tiempo charlando con mis padres, que al darme cuenta ya todo estaba oscuro, portaba una pequeña antorcha de vuelta a la mansión de los Uchihas; apure más los pasos al sentir que alguien me seguía, colándome en varios pasillo que en el pasado tomaba como atajo, escuchaba los pasos detrás y eche a correr hasta toparme con un callejón sin salida, maldije por lo bajo, debí haberme equivocado por la oscuridad, voltee rápidamente para salir, encontrándome con tres hombre cerrarme el paso, un escalofrió recorrió mi cuerpo, mi corazón latía con fiereza y mis pies me temblaban, retrocedí varios pasos hasta chocar con el muro, tome la antorcha y lo separe del mango, lanzándoselo para distraerlo y correr, sin embargo un tipo me tomo por la muñeca y me lanzo de vuelta a la pared no sin antes haberle dado un golpe con el palo que llevaba en la mano.
— Maldita!- grito abalanzándose a mí.
Blandí la vara a la suerte diestra y siniestra, al estar pegada al muro no me veían bien por la falta de luz en ese ángulo, profiriéndome ventajas y golpearlos con todo mi fuerza noqueando a uno y lastimando a otro, en un tercer intento de golpear al que estaba moribundo, alce el palo pero fue arrebatado por el que aún no había tocado, empujándome hacia la pared, intente gritar pero me tapo la boca, el otro tipo me tomo de las manos mientras me tocaban, logre morderle un dedo y profirió un grito, recibiendo como paga un golpe a mis mejillas, forcejee mientras lloraba con todas mis fuerzas y en un último intento grite fuertemente cerrando los ojos; sentí como las manos que me tocaban me halaba el kimono para no sentirlos más, caí de bruces al no tener presión sobre mí y atreví a mirar.
— Estas bien?- pregunto un chico iluminado por la luna que acababa de asomarse.
La luz sobre él, privilegio mis ojos a deleitarme con su imagen, era alto, su piel era blanca y nívea, el cabello lo llevaba alborotada detrás con unos mechones caer por el costado de su rostro fino e hipnotizaste, me sonroje, la luz no alcanzaba hasta donde estaba, segura de que no podía ver mi rostro.
— Si estoy bien, gracias- conteste mirando a mi alrededor los hombres tirado lejos de mí.
— Donde vives?- pregunto tendiéndome la mano.
— Puedo ir sola!- exclame, nadie debía saber quién era.
— Como quieras- respondió frio dándose la vuelta, pidiendo que me dejaran una de sus antorchas.
Me levante enseguida recuperándome del shock, limpiando la ropa, hecho a correr nuevamente no sin antes patearle la cara a esos mal nacidos; rodee la mansión con cuidado para entrar por la puerta entre los matorrales, encontrándome con unos guardias haciendo las revisiones y se dirigían a donde estaba, hecho a correr nuevamente hasta llegar a la entrada principal, a la suerte no había nadie, empuje la puerta y camine sigilosamente quitándome los zapatos, unas puertas corredizas se abrieron encontrándome con unos ojos oscuro como la noche, sobresaltándome, reconocí su rostro en seguida, preguntándome que hacia el héroe que me salvo en la casa de los Uchihas.
— Tengo hambre, tráiganme algo de comer- dicto aquel hombre con una voz cautivante.
Reconocí su melodiosa voz al escucharlo por segunda vez comprobando si había sido producto de mi imaginación al parecerme conocida su voz, grave con una terminación aguda, hizo sobresaltar mi corazón al saber quién era el que estaba en frente de mí.
— Que esperas?- pregunto mirándome con esos ojos y facciones inescrutable.
— Pediré que le traigan la cena- respondí saliendo de mi ensoñación, haciendo una reverencia.
— Solo quiero un ramen- contesto dándome la espalda.
Me dirigí a la cocina tanteando, jamás había recorrido la casa principal, guiada por mi olfato, la encontré, era enorme, con varios fogones y ollas colgando, un enorme armario que supuse que estaban las especias, grandes cestos de verduras y un balde gigante de agua, con grandes ventanas decoraba el lugar; un señor con poca barba, alto y fornido con las mangas arremangadas hasta los hombros con unas especies de tirante, cortaba vegetales con agilidad.
— Puede prepararme un ramen con camarones?- pregunte tímidamente.
Levanta su mirada seria y amarga sin decir palabra alguna, se dirige a una habitación adyacente, pude divisar hileras de hilos colgando de tubos que supuse que eran cordones de harina, sale de ella con un plato hondo rebosante de fideos, los hierve y con sutileza los condimentas, teniendo en menos de 15 minuto el ramen, colocándolo sobre la mesa y reanudando sus labores, tomo una bandeja de la encimera y coloco el plato sobre el, un porta palillos con ellos adjuntado me dirijo a la sala de estar; Sasuke-sama leía sentado sobre el tatami alzando la vista cuando entre y colocarle el ramen a su frente.
— No como camarones- dijo mirando el plato.
— Son bueno para el estrés y el cansancio- conteste sorprendida de conocer a alguien que no le gustaran.
— Me producen comezón- respondió mirándome a los ojos, estremeciéndome.
— Lo siento, no sabía que le produjera alergia, le traeré otro- dije tomando el ramen.
— Déjalo aquí y tráeme otro- exigió sereno e imperturbable.
Hice una reverencia, las clases de modales en realidad estaban siendo útiles para algo, regrese a la cocina sin encontrarme con el señor, debio haber terminado sus labores, entre al cuarto y saque los fideos, tome de unos enormes tarros costilla de cerdo salado rebanándolo en trozos salteándole con salsa agridulce, agregando a la sopa del ramen un huevo batido, cebollinas y zanahorias en rebanadas, colocando finalmente en una esquina el puerco.
— Siéntate y come- dijo tomando los palillos y diciendo "itadakimasu".
— Eh? No soy digna de compartir mesa con usted- respondí sorprendida.
— He dicho que te sientes- dicto de manera firme, llevándose los palillos a la boca.
Me senté al otro lado de la mesa y comencé a imitarle, lo observaba con disimulo, un noble comiendo ramen, se me hacía imposible, aun con ese platillo lo comía de manera elegante sin llegar a ser afeminado, introduciéndose a la boca grandes bocanadas sin rayar en lo grotesco, llevaba puesto un kimono negro con líneas blanca y un obi rojo.
— Me sorprende que supieras de medicina- dijo refiriéndose a mi comentario de las alergias.
— Tengo un amigo que estudiaba para ser doctor y yo leía todos los libros que tenía- respondí colocando los palillos con la punta hacia dentro, sinónimo de haber terminado.
— Entiendo- contesto observando el exterior.
Tenía un aspecto cansino, bostezando, a leguas se le notaba el estrés encima, producto de un posible insomnio, me levante y tome una tetera que estaba colocada sobre un fogón cilíndrico de barro lleno de carbones al rojo vivo, lo llene de agua y deje que calentara, de una pequeña bolsita saco las flores de manzanilla que mi madre me dio esta tarde.
— Tomase este té, ayudara a que se relaje y tenga mejores sueños- coloque el cuenco de porcelana.
Me mira con esos ojos inexpresivos, pude divisar una efímera sonrisa torcida de lado, sacudí levemente la cabeza y volvía a mirar, estaba tomándose el té con tranquilidad, probablemente ya estaba alucinando, se levanta con intención de salir.
— Que tenga buenas noches, Sasuke-sama- despedí con una leve reverencia.
— Buenas noches- dijo mirándome sobre su hombro y perderse tras las puertas corredizas.
Lo conocí, lo había conocido, en el lugar equivocado, de la manera errónea pero en el momento preciso.
