Notas de la Autora: Corto, no sé si cuenta como drabble, de una parejita que me gusta mucho.

Disclaimer: Inazuma Eleven no me pertenece.

Advertencias: Shounen ai.


TE VI


Te vi.

Te vi como en un sueño de medianoche, como bajo luces de luna y cánticos de estrellas.

Te vi.

Como cubierto de sueño, de neblina de pensamientos y pesadillas. En un universo del que yo no sabía nada, en una vida en la que yo no estaba.

Tus ojos de cobre cubrían el universo. Tu cabello nocturno ululaba entre las grietas del silencio. Yo estaba simplemente ahí.

Te vi.

Entre tanta silenciosa tempestad, tú me miraste también. Mi corazón se detuvo por segundos en que no comprendí nada. Tus labios se movieron, sin hablar. Tus ojos sobre mí. La escena se repetía una y mil veces más. Yo sonreía entre los nervios y la quemazón de mi sinceridad.

Te amé.

Entre tu negrura y mi blancura te convertiste en la primera persona en la que pensaba al despertar. En un sol que me quemaba los ojos y me calentaba la piel. En un secreto.

Y contarte de todas las cosas que estabas haciendo en mí, en un lenguaje comprensible, en la lengua de un músico incomprendido, en mi voz de cobardía y debilidad, parecía un reto más grande que yo, pero tú, sonreías. Como si entendieras cada sílaba que yo pronunciaba, como si no necesitara siquiera hablar para contarte y nos entendiéramos entre miradas.

Levantaste una mano blanca y me tomaste el rostro. Por un instante lo supe. Lo supe con toda certeza.

Me amaste.

No sé lo que ibas a hacer, o quizá sí. Quizá lo sé demasiado bien pero me rompe tanto las entrañas que no quiero aceptarlo. No quiero aceptar que ese iba a ser nuestro primer beso. Que tus ojos estaban pidiéndome permiso para tenerme, para tentarme los labios como jamás lo había hecho nadie antes.

Quizá, quizá era eso. Quizá, quizá no. Quizá, quizá ya no importa.

Tu mirada cambió, por un ínfimo segundo, un momento que no duró nada, pero que ahora tengo grabado en los ojos y en la memoria como si hubiese estado diseñado para extenderse por la eternidad. Tu mirada me gritó una sola cosa, una sola que se me clavó entre la respiración y la vida.

Te…

Me golpeaste. Me apartaste del camino en una ráfaga de tiempo que pasó demasiado lento y demasiado rápido. Me sentí caer, vi al mundo retorcerse y ponerse de cabeza. Me raspé la palma de la mano y me torcí la muñeca sobre la que caí. Mis reflejos de futbolista se fueron a algún lado, pero me abandonaron, seguro.

amo…

Y tú ya no estabas. En vez de ti, estaban gritos. Un rechinido terrible, un golpe seco y ensordecedor, tenebroso como la peor de las noches. Me levanté para ver a la gente corriendo, un camión pequeño detenido de lado frente a mí, en una posición extraña y forzada, las huellas de sus llantas sobre el asfalto. Corrí porque no te vi, corrí para encontrarte.

Estabas deshecho. Deshecho en mis gritos y mis lágrimas, en la desesperación de mi pecho y el dolor de mi muñeca cuando me aferré a ti.

Tú ya no te movías. Tus ojos estaban abiertos y miraban a la nada. Tus ojos de cobre, tus ojos de pasión. Vacíos. En silencio. Tus labios amoratados estaban entreabiertos y un fino hilillo de sangre descendía de ellos, espesa y desagradable. Grité a todas las fuerzas del universo que se detuvieran, que se detuvieran por un segundo porque eso no podía estar pasando, porque no podían estar haciéndote esto. Grité y me retorcí de dolor hasta que alguien, en algún momento que no logro recordar, me separó de ti. Tú ya no estabas, ni cerca ni lejos, ni aunque sostuviera tu mano entre la mía y observara tus ojos de cobre y tu cabello de noche, tú ya no estabas.

Te vi.

Irte.


Notas de la Autora: Y así porque soy una mala persona y me encanta ver a los personajes sufrir. Reviews bienvenidos.