Disclaimer: Pokémon Special no me pertenece. Los personajes le pertenecen a Kusaka y a Yamamoto.

Aclaraciones: AU. OoC no intencional. Genderbender (Pearl es una chica).


I

A Diamond le gusta su mejor amiga. No es un gusto excesivo, ni nada demasiado complicado. Simplemente le gusta. Tal vez le gusta incluso más que las bolitas de arroz y los caramelos de miel. Tal vez más que los días de descanso donde puede quedarse entre las mantas de su cama viendo su anime favorito. Y a decir verdad, Diamond nunca se ha sentido de esa forma por alguien más, así que piensa que decir que «gusta» de su mejor amiga es lo más adecuado.

Conoce a Pearl —probablemente— desde que nacieron. Sus madres siempre fueron las mejores amigas, y ellos siguieron sus pasos sin ninguna clase de problemas. Desde que asistieron juntos al jardín de infantes se habían vuelto completamente inseparables. Y ahora que iniciaban su segundo año de la escuela secundaria, ellos seguían siendo los mejores amigos.

Diamond no está muy seguro de cuando ella comenzó a gustarle. A veces, piensa que pudo ser durante su tiempo en el jardín de niños. Él recuerda con nostalgia —y bastante cariño— el día que Pearl se sentó a su lado durante uno de los shows de comedía de su escuela. Ella reía y reía a su lado bastante alto, él pudo ver lágrimas asomándose en sus (bonitos) ojos debido a la risa. Cuando el show terminó, Diamond recuerda perfectamente la forma en que ella lo miró con sus grandes y brillantes ojos, con una sonrisa enorme en su infantil rostro, y como con simples palabras, ella le dio un nuevo sueño a temprana edad —porque ser un comediante no sonaba mal si era junto a Pearl—.

Sin embargo, a veces también piensa que pudo ser durante su inicio en la escuela secundaria. Diamond recuerda cómo se aceleró su corazón al ver a Pearl esperando por él fuera de su casa el primer día de escuela. Ella arreglaba insistentemente su corto cabello rubio, resoplando suavemente cuando se dio cuenta de que no había forma de acomodarlo —ella siempre tendría esos mechones salvajes levantados que le recordaban a la forma de un dulce croissant—, frustrada, Pearl volteó a verlo. Y Diamond notó que las mejillas de su amiga estaban rojas y juntaba sus piernas nerviosamente. Tal vez porque Pearl no estaba acostumbrada a usar faldas cortas, o porque estaba demasiado emocionada por entrar finalmente a la secundaria.

Diamond no estaba seguro del por qué en ese entonces, pero él no pudo despegar la vista de su mejor amiga con el nuevo uniforme. Esa fue la primera vez que pensó que Pearl se veía increíblemente linda —y también fue la primera vez que sintió su corazón latir a un nuevo y desconocido ritmo por ella—. Cuando estuvieron escuchando el mensaje de bienvenida para los nuevos estudiantes, Dia miró a su alrededor con curiosidad. Había muchas chicas que usaban el mismo uniforme, el largo de la falda y como llevaban el cabello variaba en cada una, pero aun así, ninguna le pareció tan bonita como Pearl.

Ahora que lo piensa, era probable que Pearl siempre le haya gustado. Pero no fue consciente hasta haber iniciado la secundaria.

—Dia —él levantó la mirada, Pearl lo observa ahora con su ceño fruncido habitual. El libreto que tenía en sus manos había sido enrollado, lo sujetaba mientras daba suaves golpes contra la palma de su mano—. No, quiero decir, Diamond —la sonrisa que se extendió por el rostro de su amiga se tambaleó dudosamente. Estaba molesta, y fue más obvio cuando la escuchó resoplar—. Me puedes decir... ¿¡por qué no estás siguiendo tus líneas!?

—Ah…

Distraídamente, Diamond dio otro mordisco al mochi de fresa de sus manos. Pearl lucía más irritada ahora que lo observaba masticar con lentitud. Pero no podía evitarlo. El mochi siempre era delicioso y necesitaba tiempo para pensar. No estaba seguro de la situación en la que estaban —Pearl siempre lograba distraerlo, con su forma de ser simplemente ella—, así que miró a su alrededor. Vio las maletas de la escuela tiradas sobre la cama y las chaquetas del uniforme arrugadas sobre la silla de su escritorio, sus libretas estaban abiertas sobre la mesita de su habitación junto con las tazas vacías dónde tomaron un poco del té verde que su madre les había traído mientras hacían los deberes.

Pearl arrugó con fuerza los papeles de sus manos, y Diamond se dio cuenta que él también tenía su propio libreto.

Ah, por supuesto. La estaba ayudando a ensayar para su obra del club de teatro. Él tragó lentamente, el sabor a fresa quedó sobre su paladar.

—Lo siento… me perdí. Hablas demasiado rápido, Pearl —sintió como ella lo golpeó suavemente en la cabeza con el papel enrollado, una forma de reproche que había adquirido desde que Dia se ofreció a ayudarle con sus prácticas. Él se llevó las manos a la cabeza y soltó un pequeño—. Ouch.

Y aunque Pearl rodó los ojos, parecía divertida con la exageración.

—Presta atención desde ahora, Dia. No quiero tener que repetirlo —Pearl suspiró, y lo volvió a mirar con una ceja alzada—. ¡Y deja ya de comer! ¿¡No pudiste comer algo antes de que empezáramos a practicar!?

—Pero… fuiste tú quien me insistió en ensayar luego de hacer los deberes —aclaró, mordiendo el resto de mochi antes de limpiar el resto de azúcar en sus pantalones—. No me diste tiempo para comer.

Pearl jadeó con exageración, y la forma en la que apretaba sus labios en forma de reproche era absolutamente encantadora para Diamond. Sus ojos siempre brillaban un poco más cuando quería exagerar las cosas. Su corazón dio un ligero saltó al verla cruzarse de brazos y fruncir los labios.

Eres muy bonita, Pearl. Diamond pensó honestamente. Pero guardó el pensamiento en el fondo de su mente; no quería poner incómoda a su amiga por un arrebato de honestidad.

—Bueno, lamento que mis prácticas interfieran con tus horas de comer —masculló, probablemente no tan dolida como ahora lo aparentaba. Pearl siempre fue buena para expresarse, es por eso que estaba en el club de teatro—. ¡Pero es importante para mí ensayar ahora! ¡La obra será en unos días y no puedo olvidar mis líneas, Dia!

Diamond solo le sonrío. Le gustaba ver a Pearl tan apasionada por algo. Desde que era pequeña, siempre la vio soñando con estar en el escenario para actuar frente a un público que la aceptara y se riera con ella. Y Diamond siempre la acompañó dentro de lo posible haciendo rutinas de comedia de dos personas para cumplir ese sueño de infancia. Y aunque ahora no pudo unirse al club de teatro con ella —debido a que interfería con el club de economía doméstica— al menos podía ayudarla con sus prácticas y ser el primero que la viera cumplir sus sueños.

—¡Además, dijiste que me ayudarías! —Pearl siguió hablando, su voz alzada hacía eco en las paredes—. ¿¡Aun estás dispuesto a hacerlo!?

Él no necesitó pensarlo—. Por supuesto.

La sonrisa de Pearl se extendió nuevamente, y Diamond se sintió como el protagonista de un anime de romance para chicas, porque pudo ver el fondo de brillos y las flores floreciendo en todo el escenario, haciendo lucir a Pearl más brillante y más bonita.

—¡Excelente! ¡Entonces, vamos a practicar otra vez! —ella dijo emocionada. Dia casi pudo ver las estrellas en sus ojos, pero tal vez era solo su imaginación—. ¡Vamos a practicar sin descanso! ¡Hasta que nos quedemos sin voz!

—¿Eh? ¿Sin descanso?

—¡No hay tiempo que perder! —Diamond abrió la boca para debatir esa decisión tan apresurada, esperando que, al menos, Pearl lo pensara mejor antes de dejarlo sin comer. Sin embargo, la chica lo interrumpió antes de que fuera capaz de decir cualquier cosa—. ¡Muy bien! ¡Yo soy Titania, y tú eres Oberón! ¡No te pierdas esta vez, Dia!

Diamond soltó un suspiro, y pensó que no tenía más remedio que seguir con esto. Aclaró su garganta, y comenzó a leer el libreto. Él no era tan bueno como Pearl para meterse en el papel de los personajes, pero Pearl nunca le reclamaba al respecto. Ella seguía con sus líneas, interpretando su papel como si esa fuera su última voluntad, moviéndose ágilmente en el pequeño espacio que tenía en la habitación de Diamond.

A veces, a Pearl se le iba un poco la voz. Otras veces, la alzaba demasiado, y había veces donde ella solo tropezaba con sus diálogos porque aún no los aprendía de memoria. Entonces, ella haría una pequeña pausa, y releería su guion mientras se relamía los labios y jugaba con su flequillo, y Diamond ante eso, no podía dejar de observarla en ningún momento.

Le sudan un poco las palmas de las manos, y su corazón siempre está latiendo cuando la observa en silencio.

Diamond entonces piensa que decir que le gusta su mejor amiga sería una total subestimación. Porque ahora, no puede evitar pensar que decir que está completamente enamorado de ella era lo más adecuado.

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La siguiente mañana, Dia escucha el lejano ruido de la alarma en su habitación. Él solo arruga la nariz, y vuelve a hundir su rostro en la almohada dejando escapar un ronquido, ni siquiera se molesta en pensar en apagar la melodía que parece sonar más alto. Él reconoce, de todas formas, la melodía de Fire flower a lo lejos, porque sabe que es una de las canciones que a Pearl le gusta desde hace algunos años. A Diamond también le gusta esa canción, porque le trae lindos recuerdos de una tarde de invierno donde compartieron los delgados cables de los auriculares de Pearl, sentados junto al otro en el kotatsu, sus hombros se rozaron insistentemente, pero permanecieron juntos. A ninguno le molestaba esa cercanía.

Aun así, él no recuerda haber puesto una alarma la noche anterior. Siempre ha tenido el sueño pesado, por lo que su madre es quien se encarga siempre de despertarlo cada mañana para ir a la escuela. Siente algo moverse a su lado, y de repente, la cama se siente un poco más fría de lo que estaba hace un instante, pero la melodía deja de sonar.

Diamond se gira un poco, pero no abre los ojos. Busca a tientas las frazadas de Taurina Omega de su cama, y tira de ella para cubrirse al sentir la fría brisa desde su ventana entre abierta, él se encoge un poco en su pequeño lugar en la cama. A pesar de que el verano se está acercando, la frescura de la primavera se mantiene en el ambiente. Es lo que tiene vivir en la capital de Hokkaido, supone. Pero Diamond prefiere la frescura de esos días al frío que los envuelve durante todo el invierno. Aunque ama beber chocolate caliente y quedarse en el kotatsu viendo las comedias de la televisión, también le gusta disfrutar de las vacaciones de verano con galletas heladas y ropa ligera.

A Pearl también le gusta la ropa ligera. Diamond intenta no pensar más allá de eso.

Escucha una suave risa de fondo, no está seguro de si es parte de un sueño o es que está consciente de la realidad, pero escucha a su madre reír en el pasillo y sus pasos alejarse poco después. Él suspira suavemente, y se acomoda un poco más para continuar durmiendo. Le gustaría poder permanecer así más tiempo, pero sabe que en unas horas deberá levantarse para ir a la escuela. Eso no le molesta, sin embargo. A Diamond le gusta la escuela. Sus amigos son agradables y el club de economía doméstica estaba recibiendo más miembros esa semana. Además, le gustaba poder hablar con Platinum sobre lo que pasara por su mente.

Ah, y pasar más tiempo con Pearl. Eso era, sin dudas, la mejor parte de su día.

La sonrisa se dibuja en su rostro ante el pensamiento de poder ver a su mejor amiga. Su corazón da un salto de felicidad en su pecho, y aunque no siente el nerviosismo haciendo estragos en su estómago —como suelen relatar algunas novelas cursis que Pearl le ha comentado—, Diamond sabe que está feliz de poder ver a la chica que le gusta. Aspira un poco sobre su almohada, y al sentir el aroma a frutos rojos —el aroma del champú que Pearl ha decidido usar recientemente— se siente como en un sueño.

Diamond no quiere despertar de ese sueño —él quiere seguir en ese mundo de fantasía. En donde su almohada tiene impregnado el aroma de su mejor amiga, en el que ellos pueden despertar y sonreírse y ser algo más que mejores amigos—.

Pero escucha una voz a su lado que parece querer todo lo contrario.

—¿Dia? No, quiero decir, Diamond, ¿me estás escuchando? —la voz de su mejor amiga tan cerca de él le hace abrir los ojos. Siente algunas gotitas húmedas caer sobre sus mejillas y ve unos bonitos ojos ámbares sobre él antes de que Pearl decidiera apartarse, sus labios estaban ligeramente fruncidos mientras caminaba por la habitación—. Despierta ya, se nos hará tarde si no te levantas ahora.

Diamond piensa por un momento que sigue soñando —y aprieta su mejilla regordeta, con fuerza, para despertarse. Pero solo consigue que le duela la mejilla—. Y al recordar que Pearl se quedó en su casa la noche anterior, se da cuenta de que la realidad es quizás más bonita que el mundo de los sueños. Eso explicaría muchas cosas también. La alarma de la mañana, el frío de un lado de la cama —y él se siente un poco nervioso al recordar que durmieron juntos, incluso si no es la primera vez que lo hacen. En realidad, es algo frecuente para ellos. A ninguno de los dos les acomoda dormir en el futón. Y han dormido juntos desde que eran niños, por lo que estaban acostumbrados— y también explicaría el aroma a frutos rojos impregnado en su almohada.

Él suelta un bostezo, su mirada observa de soslayo la forma en la que Pearl seca su cabello con una toalla frente al espejo de su habitación. Su cabello húmedo solía hacer desaparecer los salvajes mechones que se levantaban sobre los lados de su cabeza, pero eso solo duraba hasta que su cabello se secara completamente. A Pearl no le gustaba mucho, pero a Diamond no le parecía algo malo. Le daba una forma peculiar que era diferente a las otras chicas.

Observó su móvil cargando en la mesita de noche al lado de su cama y tocó la pantalla, dio un quejido ahogado cuando vio la hora.

—¿Las seis con cincuenta, Pearl? —el gimió perezosamente, no pudo evitar recostarse otra vez sobre la cama. Como si intentara volver a dormir a pesar de que sabía que no sería posible—. ¿Por qué tan temprano? Dijiste que se nos haría tarde.

—¿Temprano? —Pearl dejó de secar su cabello, y volteó a verlo con una ceja alzada—. Yo siempre me despierto a las seis y media —Diamond estaba a punto de replicar que eso no significaba que él también debería hacerlo, pero Pearl se le adelantó arrojando una toalla seca sobre su cabeza—. Deberías agradecer porque te dejé dormir veinte minutos, Diamond. Ahora ve a darte un baño y si te apresuras, tendremos tiempo para desayunar.

Diamond parpadeó. Eso no sonaba tan mal ahora. A decir verdad, él no solía desayunar en casa los días de escuela. No le gustaba hacer esperar a Pearl fuera de su casa con el clima tan fresco que hacía por las mañanas, especialmente cuando ella usaba la falda del uniforme. Así que su madre —siendo la mujer dulce y considerada que es— siempre le preparaba unas bolitas de arroz para comer de camino a la escuela, pero no era suficiente para su estómago. Eso siempre lo dejaba con hambre antes de terminar el primer periodo. No podía desperdiciar la oportunidad de tener un desayuno completo.

Pearl era bastante considerada con él. Sintió como su corazón se aceleraba un poco por ese gesto.

—Deberías quedarte aquí más seguido…

—Tú eres el que debería despertar más temprano, Diamond.

No pudo evitar sonreír, porque aunque no podía verla, sabía que ella estaba sonriendo también. Se quitó la toalla de la cabeza, y la mantuvo sobre sus manos mientras observaba a su mejor amiga todavía arreglando su propio uniforme. Ella abotonaba su camisa de la escuela, su falda tableada con los motivos de cuadritos todavía estaba suelta sobre su cintura —y se siente un poco avergonzado de ver el pequeño short que Pearl siempre usa bajo la falda—, finalmente, Diamond sonríe al notar que ella todavía no ha acomodado sus calcetines que siempre usa por sobre los muslos. Es gracioso ver como su amiga es tan impaciente a la hora de vestirse.

Cuando Pearl termina de acomodar la camisa blanca, Diamond se apresura en salir de la cama antes de que ella empiece a alzar la voz nuevamente. Apenas serán las siete de la mañana, y no cree que Pearl deba estresarse tan temprano, especialmente cuando tenían clases de economía doméstica a primera hora. Ella y Platinum solían hacer equipo en esas clases, pero al final, él siempre tenía que ayudarlas cuando fallaban en la prueba de sabor. Él se pregunta qué cocinaran durante esta clase mientras se dirige al baño rápidamente.

Procura no tardarse más de diez minutos en hacer todo. Al salir de la ducha, agradece tener un cambio de ropa interior junto con el uniforme, se acomoda la camisa debajo de los pantalones, y coloca la corbata alrededor del cuello sin ajustar, le da pena admitir que todavía no sabe bien cómo hacerlo. No se molesta mucho en secar su cabello, y sale del baño para ir de nuevo a su habitación a por un par de calcetines.

Al volver, Pearl ya está casi lista. Su uniforme bien acomodado y su cabello parcialmente peinado, una parte de su cabello está sujetado con una bonita horquilla que Platinum le regaló semanas atrás luego de verla resoplando por culpa de su cabello. Diamond sonríe al verla. Con ese adorno en su cabello se ve realmente bonita. Y si no fuera suficiente, Pearl también se aplica un poco de brillo en los labios, lo usa también como bálsamo labial porque odia tener los labios resecos. No es como si ella quisiera llamar la atención de los chicos.

Pero ella no es consciente de que lo hace. Al menos, consigue toda la atención de él. Diamond siempre le está prestando atención porque no puede evitarlo. Le gusta su mejor amiga. Y no tiene miedo de decir que le gusta mucho.

Y piensa que Pearl no necesita maquillaje para verse bien. Su rostro carece de imperfecciones, y sus ojos son grandes y brillantes, tienen un bonito color que resaltan más con sus largas y rubias pestañas. Pearl se ha hecho más bonita con el paso de los años. Sus labios delgados hacen un ligero sonido de "pop" cuando termina de aplicar el brillo. Diamond se pregunta qué sabor tendría. Por el color del brillo, podría ser de melocotón.

Siente que le arden un poco las mejillas, y su estómago se retuerce nervioso. Acababa de imaginarse a sí mismo, alzándose un poco en sus propios pies para presionar los labios de su mejor amiga. No puedes hacer eso, se dice a sí mismo, Pearl me golpearía. Y se ríe del pensamiento, como si el golpe fuera el único problema que tendría después de hacer tal cosa.

Agradece no ser tan impulsivo como su mejor amiga. Agradece pensar las cosas dos veces antes de meter la pata —y también, sabe que en el fondo le gustaría tener el valor de hacerlo—.

—¿Qué estás esperando, Dia?

—Eh…

—No me vengas con "Eh" —Pearl rueda los ojos, y se acerca a él. A Dia le marea un poco el dulce e intenso aroma de la colonia que usa. Siente que las mejillas se le calientan un poco, pero no puede evitar pensar en lo bien que huele—. Estás en segundo de secundaria, ¿y todavía no sabes ajustar una corbata?

—Lo siento —a Dia le pone un poco nervioso cuando Pearl está tan cerca. Ella es un poco más alta que él, así que es capaz de ver perfectamente su rostro. La forma en la que frunce un poco las cejas mientras sus dedos rozan su cuello para ajustar la tela de su corbata hace que sus piernas tiemblen un poco. Por supuesto, Pearl no se da cuenta de lo que provoca en él. Diamond se muerde un poco el labio, necesita distraerse un poco—. Sabes… anunciaron Chocobo's Dungeon para Nintendo Switch y

La forma en la que Pearl ajustó su corbata al máximo realmente le hizo sentir ahogado, y cuando Pearl se dio cuenta de su error, se disculpó rápidamente antes de aflojar la tela alrededor de su cuello. Tal vez ese no fue el mejor cambio de tema, pero le alegró ver la sonrisa y el entusiasmo de Pearl —y aunque no lo expresara en voz alta por ahora, Diamond sabía que el fin de semana ella llegaría para jugar un poco a la consola. A Pearl le gustaba mucho la franquicia de Final Fantasy, y siempre sintió una debilidad por los pequeños Chocobos. Diamond estaría feliz de jugar un poco con ella con tal de ver sus expresiones—.

—¡Bueno, ahora sí estás listo! —Pearl sonrió, orgullosa colocó sus manos sobre sus caderas—. Vaya, Dia, ¿qué harías sin mí, querido amigo?

Pearl dio golpes en su hombro, divertida. A ella le gustaba sentir que alguien podía depender de ella, la hacía sentir un poco segura de sí misma. Y honestamente, Diamond cree que ella tiene razón. ¿Qué haría sin ella? Él no quiere pensar en eso. La sola idea de un mundo sin Pearl suena aterradora. Un mundo sin su mejor amiga no sería divertido, sin escuchar sus bromas tanto buenas como malas, sin escuchar su risa o su entusiasmo o su simple y ruidosa forma de ser.

—¡Oh, vamos, no tienes que lucir tan serio! ¡Estaba bromeando, Dia! No, quiero decir, Diamond.

Dia asiente, con una sonrisa ligera. Prefiere no pensar más sobre eso.

—Ahora, ponte unos calcetines y vamos a desayunar —Pearl cierra los ojos y se cruza de brazos, su nariz se mueve un poco cuando ella olfatea el aroma que empieza a entrar en la habitación—. Sí, definitivamente el desayuno huele muy bien. ¡Apresúrate, Dia!

Antes de que pudiera decir algo, Pearl ya está bajando las escaleras con su prisa característica. Escucha a su madre en el piso inferior jadear nerviosa, ella no se acostumbra todavía a la forma que tiene Pearl de bajar las escaleras. Y mientras él busca sus calcetines en el cajón inferior, escucha a su madre suspirar y pedirle a su amiga que tenga más cuidado, Pearl solo se ríe un poco, y se disculpa por haberla preocupado.

Esto era más habitual de lo que parecía. Sin embargo, no importa cuánto le pida a su madre que no se preocupe, ella se preocupará incluso más por ella. Su madre veía a Pearl como una segunda hija, y no le sorprendía. Pearl siempre ha vivido junto a ellos, y su madre la ha cuidado desde que era una pequeña revoltosa que llegaba para quitarle los juguetes a su hijo —y mientras no le quitara su comida, Diamond siempre estaba feliz de compartir sus juguetes con ella—.

Ellos han estado juntos toda la vida, bajo los ojos de su madre, ellos probablemente podrían parecer hermanos. Pero… Diamond se pregunta qué diría su madre si supiera de sus sentimientos por ella. Tal vez sea algo que debería mencionarle cuando estén solos.

Diamond suspira, y con sus calcetines ya puesto, baja las escaleras con más lentitud de lo que hace Pearl normalmente. Para ella, el tiempo puede avanzar increíblemente rápido, pero a él le gustaba tomarse las cosas con calma. Se sienta frente a Pearl en el comedor, sonriendo ante el desayuno que su madre tan amablemente preparó. El arroz se veía tan apetitoso como siempre, junto con la sopa miso, el pescado y los tamagoyaki. Hacía tiempo que no disfrutaba de un desayuno tan completo.

Él junta sus manos, y dice al mismo tiempo que Pearl: —¡Gracias por la comida!

Y mientras saborea la esponjosa tortilla de huevo, él observa a la chica hablando entre risitas con su madre, halagando su comida mientras su madre luce complacida de escucharla. A Diamond le gusta la forma en la que Pearl ríe avergonzada cuando se da cuenta de que un granito de arroz ha quedado sobre la comisura de su boca, la forma en que lo limpia y trata de disimular el rosa que se acumula en sus mejillas.

Diamond sonríe, y piensa en que le gustaría que todas las mañanas fueran así.

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—Oh, espérame un momento, Dia. Le prometí a la señorita que le llevaría un nuevo manga.

Diamond volteó a verla con curiosidad. Quería preguntar sobre el nuevo manga que le entregaría a la señorita Berlitz esa semana, pero en su lugar, solo recibió la maleta de la escuela que Pearl le pidió que sostuviera antes de adentrarse a su propia casa. Decidió esperarla afuera, no quería molestar a la madre de Pearl, en caso de que ella estuviera en casa. Probablemente durmiendo y sin darse cuenta de que su hija había decidido pasar la noche en la casa de al lado.

Eso sonaba un poco cruel, pero no se alejaba mucho de la realidad. Diamond no se lo ha dicho a Pearl, pero él sabe de sus problemas en casa, —de sus problemas con sus padres—. Las paredes no son tan gruesas como lo parecen, y las discusiones que se mantienen en la casa de Pearl se escuchan en su habitación a altas horas de la noche. Le gustaría decirle a Pearl que tiene su apoyo y que puede confiar en él, que siempre será bienvenida en su casa cuando las cosas no vayan bien con sus padres, pero sabe que Pearl solo se reiría de él y negaría tener cualquier clase de problema.

O bien, ella frunciría el ceño, y le diría que se meta en sus propios asuntos.

Él suelta un suspiro, y patea una pequeña piedrita que está en el camino. Escucha la puerta de la casa vecina cerrarse, y Pearl aparece acomodándose el zapato izquierdo mientras balancea una bolsa rosa en sus manos. Los mangas deben estar dentro, supone.

—¡Ahora sí! ¡Vamos! ¡Si nos damos prisa podremos llegar antes que la señorita!

Pearl le quita la maleta y comienza a dar saltos a lo largo de la calle. Siempre le parecerá curioso como Pearl puede tener tanta energía en la mañana, parece tan entusiasmada por llegar a la escuela que parece haber olvidado que la primera clase es de economía doméstica. A ella no le gusta mucho esa asignatura desde que sus galletas se quemaron dos veces en la primera clase, la profesora siempre le regaña por ser demasiado impaciente. Y para sorpresa de muchos, Platinum no es muy diferente a ella durante esas clases. La señorita siempre hacía todo al pie de la letra, pero no le gustaba arriesgarse y dejar las cosas en el fuego durante mucho tiempo. Entonces, no era una sorpresa que la mayoría de sus cosas quedaran crudas.

Fue una sorpresa para todos cuando Pearl abandonó a Diamond como su compañero durante la clase para hacer equipo con Platinum.

A él no le molestó. Le pareció una gran idea ver a sus dos amigas tratando de hacer galletas juntas. Y la forma en la que intercambiaron sonrisas cuando las galletas no quedaron crudas, ni quemadas, aún se repite en la cabeza de Diamond cada vez que pisa el salón de economía doméstica —lo que era bastante habitual—. Platinum no suele sonreír en público muy a menudo, así que Dia también recuerda la sorpresa de sus otros compañeros.

Ahora que piensa en eso, los tres no fueron siempre los mejores amigos. Siempre había sido él y su mejor amiga. Solo Pearl y Diamond, desde el jardín de infantes o incluso desde antes. Platinum llegó mucho, mucho después; durante su primer año de secundaria. Dia recuerda haberla visto después de la ceremonia de inauguración. Había perdido a su mejor amiga de vista, así que fue a dar una vuelta para ver si la encontraba recorriendo el edificio de la escuela y de paso, también esperaba encontrar una máquina expendedora. Fue entonces que se fijó en la silueta bajo los árboles de cerezo, observando el edificio de la escuela con disimulada admiración.

En ese entonces, Platinum llevaba el uniforme de una de las escuelas privadas cuyo nombre no recuerda, pero se veía bastante elegante. Su cabello sedoso brillaba esa mañana junto con su rostro inexpresivo, los pétalos revoloteando a su alrededor le dieron un aspecto realmente increíble, incluso cuando uno de los pétalos había quedado sobre su hombro. Ella se le hizo muy bonita desde la primera vez que la vio. Lucía como una princesa de los cuentos. Cuando cruzaron miradas esa vez, Diamond se puso nervioso sin razón. Ahora que la veía mejor, la mirada de la chica era más como la de una soberana.

Él asintió para sí mismo ante el pensamiento, y decidió dejar ese encuentro inexistente como algo de una sola vez en la vida. Todavía estaba demasiado preocupado por lo que pasaba con su corazón al ver a su mejor amiga, como para pensar en una chica que ni siquiera estudiaba con ellos.

Fue después de la semana dorada que la conocieron formalmente. Ella se presentó frente a la clase como una nueva estudiante de intercambio, y la profesora no se había ahorrado los detalles de la nueva chica que venía de una escuela privada. Por supuesto, todos estuvieron curiosos por ese detalle. ¿Qué hacía una chica de clase alta en una escuela como la suya? Ella era prácticamente una princesa, debería haber un motivo de peso para estudiar en una escuela pública.

Diamond observó más a la nueva chica, el uniforme de la escuela no le quedaba tan bien como el que solía usar de su anterior escuela, pero no estaba del todo mal. Su cabello oscuro caía por sobre sus hombros, y la vio acomodar un poco su corto flequillo mientras la profesora seguía hablando de algo a lo que, sinceramente, dejó de prestarle atención. Dia se sintió un poco más curioso de saber lo que pensaría Pearl sobre la chica nueva cuyo nombre aún no sabían, así que miro a su lado y estaba a punto de preguntarle, pero no pudo decir nada.

Pearl se estaba mirando en el reflejo de la ventana, sus dedos jugando con su flequillo para luego intentar mirar el corto de su cabello rubio, no llegaba más debajo de sus hombros. Ella soltó un suspiro, mientras miraba de reojo a la nueva chica. Sus labios se apretaron suavemente y aunque Diamond no sabía lo que estaba pasando por la cabeza de su amiga, sintió que se le calentaba el corazón al ver sus pequeñas muecas.

Ella se veía realmente bonita haciendo esos gestos involuntarios.

Sacudió la cabeza, y volvió a mirar al frente para ignorar el golpeteo dentro de su pecho. Fue nuevamente consciente del murmullo y al mirar al frente, leyó lo que estaba en el pizarrón. Berlitz estaba escrito en una perfecta caligrafía. Y mientras Berlitz sacudía sus manos del polvo que había dejado la tiza entre sus dedos, la profesora volvió a hablar.

—¿Berlitz? —la mirada curiosa de la docente fue desde el pizarrón a la pequeña chica—. ¿No escribirás tu nombre?

—No —dijo, su actitud seria se mantuvo durante toda su presentación—. No tengo permitido darle mi nombre a la gente común.

Fue sorprendente como las simples palabras de la señorita Berlitz en ese entonces habían derrumbado todo el ambiente de la clase. No hacía falta ser un genio para ver como muchos no se habían tomado bien lo de gente común —el mismo Diamond aún no estaba seguro de como sentirse. Si bien podría sentirse ofendido, la chica era bastante bonita y tenía cierto aire a la realeza que, incluso si estaba ofendido, no podría ir en contra de sus palabras—.

Algunos chicos decidieron tomárselo como una broma, y no tardaron mucho tiempo en referirse a ella como la princesa. Mientras tanto, Diamond escuchó a algunas chicas susurrar algunas cosas malas de Berlitz a sus espaldas mientras la veían tomar asiento en el pupitre vacío que estaba en primera fila.

Su mejor amiga, que siempre suele reaccionar ruidosamente cuando alguien es tan arrogante, se mantuvo callada durante toda la presentación. Diamond sintió curiosidad, pero decidió no hacer preguntas al ver que iniciaba la clase. Fue entonces, durante la aburrida explicación de la clase de literatura, que sintió como Pearl arrancaba una hoja de su libreta, escribía algo, y lo hacía bolita para lanzarla sobre su escritorio.

Diamond comprendió que era lo que había estado pensando Pearl durante toda la presentación de la princesa. Y soltó una risita al releer la nota.

"¿Debería dejarme crecer el cabello?
—Sí.
—Definitivamente sí.
—Tal vez.
—No pienses en ello."

Él marcó la última opción, y en una notita aparte, le recordó lo horrible que le parecía tener el cabello largo cuando era temporada de verano, o lo tedioso que le parecía tener que cepillarlo todas las mañanas y las noches para que no se enredara. Además, escribió que el cabello corto iba con ella a él le gustaba como se veía con el cabello corto. Le entregó la nota y la observó de reojo para ver como reaccionaba. Pearl arrugó su nariz y luego sonrío, escribiendo un "tienes razón" antes de dibujar un emoji que enseñaba la lengua.

Diamond aún tiene esa nota entre los papeles de su libreta. Esa nota aún lo hacía sonreír como el tonto enamorado que sentía que era.

En ese entonces, ninguno de los dos le dio mucha importancia a la llegada de la señorita Berlitz. Si bien iba en su clase, Pearl nunca sintió la verdadera necesidad de hablar con ella. No es que tuvieran un tema en común después de todo. Además, la señorita tampoco era alguien fácil de acercarse. A lo largo de esos dos meses que estuvieron en la misma clase, Berlitz habló con dos personas e ignoró al resto. Diamond no sabe si estar orgulloso o no, pero él era una de esas personas —la otra persona con la que había hablado era la representante de la clase, y solo fue una vez, para preguntar por la enfermería—.

Fue la tercera vez que la señorita le habló, luego de tres semanas de no haberle dirigido la palabra, que Pearl fue inmediatamente consciente de ella.

—Espera, espera —Pearl se apresuró en hablar, apartando la pajilla de la leche de fresa que sostenía. Ella alzó una de sus cejas, y Diamond observó la esquina del pasillo que su mejor amiga le señalaba, todavía incrédula por lo que acababa de escuchar—. ¿Berlitz… esa chica, acaba de llamarte plebeyo?

A Diamond realmente no le gustaba mucho la forma que el resto tenía para referirse a Berlitz. Pero sabía que Pearl no lo hacía con una mala intención, seguramente ni siquiera se dio cuenta de su elección de palabras despectivas. Además, él sabía de primera mano que a Pearl no le desagradaba la nueva estudiante, la encontraba un poco arrogante y solitaria, sí; pero la había visto reír disimuladamente de sus chistes, así que Pearl dijo, bastante orgullosa de sí misma, que si Berlitz tenía un buen sentido del humor, no era una mala persona. Diamond se encontró de acuerdo, antes de escuchar a Pearl desvariar un poco más sobre algunas cosas.

—Sí, bueno… —dijo después de unos segundos, encogiéndose ligeramente de hombros—. No es la primera vez de todos modos.

—¿No lo es?

—Nop —y antes de continuar, le dio un pequeño mordisco a su pan de melón. Diamond saboreó lentamente el pan crujiente que había comprado en la tienda de la escuela, se estaba tomando su tiempo, y eso irritaba un poco más a su amiga. Tragó un poco, y continuó hablando—. La primera vez que me dijo así fue cuando le dije buenos días, entonces, ella me respondió, pero como no sabía mi nombre, me dijo plebeyo —estaba a punto de dar otra mordida, pero Pearl frunció el ceño en modo de advertencia. Tuvo que contenerse—. En ese momento no le di mucha importancia. Entonces, la segunda vez ella dijo "Plebeyo, ¿quieres un pan de yakisoba?" y bueno, quería el pan… —Pearl rodó los ojos, y él tuvo que morderse los labios para no soltar un suspiro ante ese gesto—. Ahora, tres semanas más tarde, supongo que sigo siendo solo plebeyo.

—Oh, bueno, ¡eso se va a acabar ahora!

Diamond parpadeó una vez, y más de dos veces para estar seguro. Observó a Pearl aplastar su cajita de leche de fresa, y lo poco que quedaba de leche salió en un pequeño chorro en dirección al suelo, las manos de Pearl ahora goteaban un poco del líquido rosa. Y se sintió un poco nervioso, no esperaba que esto molestara a Pearl. Bueno, esperaba que no la molestara tanto.

Sabía que había muchas cosas que molestaban a Pearl —como el excesivo frío o el excesivo calor, demasiada azúcar en su café, la ropa muy ajustada, el tamaño de sus pechos, o los zapatos con tacones—. Pero… no esperaba verla molesta por algo que no la afectaba a ella. Por algo que tuviera que ver con él.

El corazón se le agitó un poco al sentirse importante para ella. Importante para la chica que le gustaba.

—Uh… —Diamond comenzó, con una sonrisa nerviosa en su rostro lleno de migas de pan de melón—, no me molesta, Pearl, así que no te preocupes…

—¡Ni hablar! —lo interrumpió, y ni siquiera dijo algo más al comenzar a caminar por donde había ido Berlitz hace un rato—. ¡Que sea una chica rica no significa que puede hacer lo que quiera! ¡Hablaré con ella, Dia! ¡No, quiero decir, Diamond!

Pearl arrojó la caja de leche vacía en uno de los basureros del pasillo, y Diamond se apresuró en seguirla. Comió rápidamente su pan de melón, mientras pensaba en lo que debería decir a continuación para hacerla cambiar de parecer. Nada venía a su cabeza. No podía hablarle de Taurina Omega, de la fecha de los exámenes o de los nuevos productos en la tienda de conveniencia que quedaba de camino a casa, porque sabía que no eran lo suficiente para que olvidara el tema con la señorita Berlitz.

Eso lo hizo sentir un poco nervioso. Pearl suele llamar la atención con sus bromas, pero nunca ha buscado llamarla de una mala manera. Teme que su pequeña charla con Berlitz cambie ese hecho. Berlitz puede ser alguien difícil con quien llevarse, y además viene de una familia rica, Diamond no ha hablado mucho con ella, pero ha visto algunos animes donde la estudiante de clase alta solo necesita chasquear sus dedos para que su mayordomo o sus guardaespaldas aparezcan y se encarguen del trabajo. Su trabajo sería hacer desaparecer a la persona que moleste a su joven ama. En esta ocasión, esa sería Pearl.

Diamond sabe que no hay que mezclar la fantasía y la ficción, pero tampoco tiene razones para creer lo contrario.

Comienza a correr al ver que Pearl desaparece del pasillo al doblar en una de las esquinas. Pearl siempre ha sido más rápida que él, siempre le ha gustado correr y arrastrarlo en sus improvisadas carreras. Recuerda que fue así también durante la primaria, cuando Pearl lo arrastró para participar en la carrera de relevos en el festival deportivo —y aunque ganaron, no fue gracias a Diamond—.

Dobla por el pasillo, y siente que choca con alguien. El quejido que suelta la persona con la que choca de inmediato envía una imagen de quien se trata, Diamond se separa, y reconoce la espalda delgada y su cabello rubio. Su amiga se ha detenido en medio de su carrera. Parpadea un par de veces, y se asoma por sobre el hombro de Pearl para ver la razón por la que se detuvo.

Lo primero que ve es a tres chicas de pie en el pasillo, sonrisas burlonas y orgullosas sobre sus rostros. La libreta de los estudiantes de su curso están repartidas en el suelo, Diamond lo sabe porque fue el último en dejar su libreta de matemáticas antes de que el profesor designara a Berlitz como la encargada de llevar las libretas a la sala de profesores.

Ve a Pearl apretar los puños, enterrándose las uñas. Él quiere tranquilizarla, pero cuando se da cuenta de quién es la persona a la que rodean, él también se siente un poco molesto.

—¡Ups! Parece que hice tropezar a la princesa.

La aguda voz de una de las chicas hace eco en el pasillo, las otras solo le responden con risitas que buscan alentar el comportamiento inadecuado.

—Oh, pero bueno —entonces, la que Diamond cree que es la líder de esas chicas, suavemente acomoda su largo cabello castaño tras su oreja mientras se inclina ante Berlitz—. Parece que incluso las princesas pueden caer y humillarse a sí mismas… igual que la gente común.

Berlitz no dice nada, la mira con la misma expresión que mira a todo el mundo, con desinterés y total seriedad, como si realmente no le afectara en lo más mínimo lo que los demás dijeran sobre ella. Al mismo Diamond se le corta la respiración, tal vez sea solo la iluminación del pasillo, pero los orgullosos ojos de Berlitz brillan por un instante.

Ella se está conteniendo. Es lo que Diamond piensa.

—Oye, di algo, maldición. No puedes seguir siendo tan arrogante, no en tu posición.

Entonces, antes de que Diamond siquiera pudiera darse cuenta, Pearl ya no estaba frente a él. La observó acercarse a las chicas, y luego de parpadear un par de veces, vio que Pearl estaba alzando una de sus piernas para finalmente patear —literalmente— el trasero de la chica que estaba hablando con Berlitz. Ella no pudo mantener el equilibrio, y terminó cayendo a un lado de la señorita.

Diamond tuvo que apartar la mirada al ver como la falda de la chica en el suelo se había levantado un poco. Su madre lo había educado como un caballero. Y no necesitaba saber lo que las chicas ocultaban debajo de sus prendas.

—¡Oye, Pearl! —dijo una de sus acompañantes, sorprendida por la repentina acción de la rubia—, ¿¡qué crees que estás haciendo!?

—Oh, me estoy divirtiendo, por supuesto —Pearl les sonrío, pero Diamond reconoció la sonrisa forzada. Sus labios temblaron por lo indignada que se encontraba, y se cruzó de brazos antes de voltear a la otra chica, dándole la espalda a la señorita—. ¿No es eso lo qué hacían? Al empujar a nuestra compañera de esa forma… —Diamond fue el único que se dio cuenta de la mirada de Berlitz en ese momento, era probablemente una mezcla de molestia y ¿admiración? No podría asegurarlo—. ¡Saben, estoy segura de que puedo hacerlas caer de formas mucho más cómicas! ¿Tal vez debería hacer una demostración frente a uno de los profesores? Estoy segura que ellos tendrán mucho que decir sobre esto.

La advertencia estaba explicita en sus palabras, la chica que estaba en el suelo —justo al lado de la señorita— solo se levantó con el ceño fruncido, se limpió la falda donde Pearl la había golpeado y le dirigió una mirada irritada. Diamond sintió que en cualquier momento se terminaría de romper el labio con lo fuerte que ella lo estaba mordiendo.

—Vámonos de aquí…

Pearl suspiró una vez las vio desaparecer por el pasillo hacía el salón de arte, y Diamond se apresuró a ir a su lado. Su corazón iba a tope y no pudo evitar sonreír un poco al ver la determinación de su mejor amiga en ayudar a la señorita. Era algo típico de ella. Simplemente no soportaba las injusticias y se metería en medio de todo el asunto con tal de poder cambiar las cosas.

Su determinación es como una roca sólida, pensó para sí mismo, ella es lo último en dureza.

—Si un profesor se entera te meterás en problemas, Pearl —comentó casualmente cuando llegó a su lado—. No quiero tener que esperar si eres castigada… de nuevo...

Su mejor amiga resopló, obviamente avergonzada por el recordatorio. A Diamond le gusta recordar cuando Pearl fue castigada luego de haber hecho mucho ruido en la biblioteca.

Escuchó un bufido ligero, casi inexistente de una voz a la que todavía no lograba acostumbrarse. La señorita Berlitz se había levantado finalmente, se sacudió el uniforme y estaba dispuesta a recoger los libros cuando Diamond la detuvo.

—¡Ah, señorita! Está bien, yo la ayudo.

Diamond se puso de rodillas y comenzó a recoger las libretas de matemáticas de sus compañeros, le ponía un poco nervioso estar tan cerca de las piernas de ambas chicas. Pero parecía que ellas ni siquiera reparaban en su presencia. De Berlitz lo entendía, para ella, Diamond solo era un plebeyo más dentro de la clase. Pero esperaba que Pearl al menos le dijera algo.

Aunque no estaba muy seguro de lo que quería escuchar.

Escuchó a Berlitz toser un poco, llamando la atención de ambos. Su voz inmediatamente se alzó en el pasillo en el que se encontraban.

—No te pedí que me ayudaras, no tenías que haber hecho tal cosa —Berlitz dijo, sonando más molesta de lo que Diamond pensó que alguna vez la escucharía. No podía ver el rostro de su amiga, pero estaba seguro que estaba comenzando a molestarse por el orgulloso y altanero tono que la estudiante de intercambio estaba usando—. Podía arreglármelas perfectamente yo sola. Si lo que quieres es que te dé las gracias…

Entonces, Pearl la interrumpió:

—¿Ah? ¿Quién dijo que la estaba ayudando? ¿No me escuchaste? ¡Yo también me estaba divirtiendo con ellas!

Berlitz no dijo nada. Diamond no estaba seguro si no tenía nada que decir ante su declaración, o es que se sintió avergonzada de pensar que Pearl la estaba ayudando —lo que era verdad, pero Pearl también podía ser un poquito orgullosa cuando la situación lo requería—.

Cuando terminó de recoger las libretas, se levantó, y Pearl de inmediato lo agarró del brazo y lo arrastró con ella.

—¡Vámonos, Diamond!

—Ah, sí —musitó, y levantó uno de sus brazos para despedirse de Berlitz—. Nos vemos luego, seño…

Y las libretas volvieron a caer al suelo. Diamond soltó un pequeño "ups" al notar que había levantado el brazo con el que estaba sosteniendo el resto de libretas. Pudo ver como las orejas de Pearl se volvieron rojas en un instante. Pero no está seguro de si fue por la ira o por la vergüenza que sintió al ver que su triunfal salida había sido saboteada por la torpeza de su mejor amigo.

—¿¡Eres idiota!?

Bueno, definitivamente está enojada. Diamond quiso reír, pero apenas podía pensar en algo que no fuera en que Pearl le gustaba incluso cuando estaba enojada.

Y mientras volvía a recoger las libretas —mientras intentaba no prestarle atención a la forma en la que Pearl golpeteaba el suelo irritada con su zapato— también había sentido la mirada de Berlitz sobre ellos. Fue un poco incómodo. La mirada de Berlitz siempre se sintió poderosa. Diamond pensaba que con solo una mirada de ella y unas pocas palabras, podría hacerlo hablar de todo tipo de secretos.

Sin embargo, tiempo después de ese fatídico encuentro en el pasillo, a Diamond se le hizo una costumbre sentirse observado por la señorita Berlitz. Pero a diferencia de su amiga, él no lo encontraba tan molesto. Un poco incómodo, pero no molesto. Además, cuando Pearl iba directamente a Berlitz a preguntarle por qué la estaba mirando —porque, por supuesto, ella no se iba a quedar callada—, la respuesta de Berlitz era siempre monótona "No, yo no te miraba" —y Pearl, que odiaba recibir una negativa, siempre solía insistir hasta sacarle una respuesta—.

Si había algo que Diamond aprendió en ese entonces, fue que las dos eran lo suficientemente tercas para no rendirse.

Sin embargo, ahora que piensa en eso, fue esa extraña guerra de miradas entre ellas lo que los terminó por acercar. No al punto de ser amigos, pero lo suficiente para ser conscientes de que existían en el mismo tiempo y espacio.

—Necesito hablar con ustedes, Diamond, Pearl.

Fue un día después de haber terminado el festival deportivo que la señorita Berlitz se había acercado a ellos. A Diamond le pareció curioso ver a la princesa de su curso queriendo hablar con alguien además de la representante, haciendo algo que no fuera quedarse en la biblioteca leyendo novelas de todo tipo.

Pearl cerró su casillero, y chasqueó ligeramente los labios cuando se dio cuenta de que había olvidado sacar sus zapatos para cambiarse, pero decidió dar prioridad a lo que Berlitz tuviera que decir. Diamond fue el que le ánimo a continuar al ver que, luego de un minuto de silencio, la señorita parecía debatir consigo misma sobre sus siguientes palabras.

—¿Qué es lo que necesita, señorita?

Entonces Berlitz hizo lo que nunca en sus vidas hubieran esperado. Se inclinó formalmente ante ellos, no de una forma exagerada, pero lo suficiente para dejar en claro su posición. Sus palabras salieron con una mezcla de nerviosismo y seguridad —y más tarde, Diamond se enteraría de la misma señorita que había estado practicando todo ese tiempo para poder hablar sinceramente con ellos—.

—Por favor, ayúdenme a cambiar.

—¿Uh…? —Diamond inclinó la cabeza, sin entender—. ¿Cambiar?

—He visto como ustedes se llevan con el resto de la clase —declaró, volviendo a su posición. Su mirada permanecía inexpresiva, pero Diamond pudo ver un rastro de añoranza que no podía disimular. Berlitz mordió su labio suavemente, y apretó el maletín que sostenía en sus manos—. Las demás chicas tienen razón, no puedo seguir así ahora que pertenezco a esta escuela, por eso…

Y antes de que pudiera continuar, sintió como alguien la sostenía de ambos hombros. Normalmente, ella rechazaría todo tipo de contacto, pero al ver la mirada de Pearl, con su ceño fruncido y sus ojos brillando por algo que ella no podía saber qué era —¿Determinación? ¿Coraje? ¿Ira?— se vio a sí misma sin poder hacer nada por primera vez desde que había llegado a esta escuela.

—Lo entendió mal, señorita —la voz de Pearl de inmediato llegó a ella, un tono de molestia pero también llena de una paciencia que, honestamente, no sabía que tenía. Pearl niega con la cabeza mientras continua—. Lo entendió muy, muy mal —y Berlitz siente como ella aprieta un poco sus hombros, no es fuerte, pero es algo nuevo para ella—. No tienes que cambiar. ¡Por ningún motivo se te ocurra cambiarte a ti misma solo por lo que piensen los demás! ¿Entendido? —se sintió fuera de lugar y repentinamente nerviosa. Ni siquiera sus padres le han gritado antes de esa forma. Berlitz asiente lentamente—. Lo siento, no te escuché, dije: ¿¡Entendido!?

Y Berlitz alza la voz, por primera vez, suena más alto que su tono monótono de siempre.

—¡Sí!

—¡Bien! —Pearl solo sonríe, divertida, le da palmaditas en los hombros—. Solo sé honesta contigo misma. Deja de reprimirte tanto, no tienes que estar seria todo el tiempo —se cruza de brazos, asintiendo para sí misma ante sus palabras. A Berlitz se le hace curioso como ella puede darle tan buenos consejos como si no fueran la gran cosa—. Te he visto aguantar la risa, pero no tienes que hacerlo, sabes. A nadie le parecerá malo si te ríes, ¿verdad?

Diamond asiente desde su posición, sin disimular la sonrisa que se dibuja en su rostro.

—Verdad.

Berlitz baja la mirada, y Diamond nota como mueve sus labios repitiendo las palabras de Pearl como un pequeño mantra.

—Ser honesta conmigo misma…

Y asiente un par de veces para sí, como si nadie más la estuviera observando. Diamond se siente feliz de ver a la señorita actuar un poco más despreocupada ahora. La imagen de ella como una fría soberana, o una arrogante chica rica poco a poco se va desvaneciendo. Ella es solo una chica normal, que fue a una escuela privada y vino aquí con la esperanza de vivir nuevas experiencias.

Tal vez, con la esperanza de hacer nuevos amigos.

—Pearl y yo íbamos al karaoke —Diamond dice entonces, interrumpiendo sus pequeñas palabras—, ¿quiere venir, señorita?

—Yo no… —Berlitz se muerde un poco el labio, y se repite algo mentalmente, entonces finalmente asiente ante ellos, y responde—. Me encantaría… ir con ustedes.

Y a pesar de todos los problemas, no fue tan difícil sacar a la señorita Berlitz de su zona de confort. Ella era más curiosa de lo que aparentaba, y siempre parecía emocionada por las nuevas experiencias que ellos proponían —desde el karaoke hasta los juegos árcade, o la favorita de Diamond, pasar por los restaurantes de comida rápida; porque una señorita preguntando por los cubiertos al tener frente a ella una hamburguesa y papas fritas sería hilarante—.

No fue hasta después de las vacaciones de verano que supieron su nombre de pila. Berlitz se presentó frente a la clase, con la piel un poco más roja debido al sol del verano, y escribió en el pizarrón, justo igual que el primer día: "Platinum Berlitz" en su perfecta caligrafía.

Ahora, Diamond se siente feliz de ver cómo han cambiado las cosas cuando ve a la señorita en la entrada de la escuela, tan elegante como siempre, pero sonriendo ligeramente al verlos acercarse. Pearl la saluda alzando la mano donde sostenía la bolsa rosa con los mangas, y a pesar del saludo informal, a Platinum le parece bien. Su mirada observa a Pearl de pies a cabeza.

—Buenos días, Diamond —ella dice rápidamente, antes de voltear a la chica que lo acompaña. Platinum se inclina, sus manos se aferran al borde de la falda de su amiga mientras comienza a bajarla un poco más. Pearl suelta un chillido vergonzoso por la sorpresa—. Buenos días a ti también, Pearl. Como siempre, tu falda es demasiado corta —y como siempre, Platinum se daba cuenta y la acomodaba por ella. Una situación que para Diamond ya se estaba haciendo parte de la rutina. La señorita termina de acomodar la falda de la rubia, y se separa de ella—. ¿Estás segura de que no quieres que te pase una de las mías? No tengo problemas en pasarte algo de mi ropa.

—No, no, ¡estoy bien! —Pearl exclama, sin embargo, no suena segura. El torpe movimiento de sus manos mientras baja su propia falda desde atrás es suficiente para confirmarlo. Platinum le hace creer que su falda enseña más de lo que debería, se siente un poco insegura pero no quiere demostrarlo—. Tengo una de repuesto…, en alguna parte de mi armario… —su voz sonó dudosa, pero intentó disimularlo—. Me fijaré cuando vuelva a casa.

—Puedes avisarme ante cualquier cosa —Pearl asintió, y agradeció un poco apenada el ofrecimiento de Platinum—. La horquilla que te di se ve bien en ti.

Diamond quiso decir que Pearl siempre se veía bien, incluso con su cabello despeinado después de despertar, o mientras lo secaba con la toalla después del baño, incluso mientras ella lo peinaba impaciente al ver que sus cabellos volvían a levantarse. Pero no dijo nada. Era el tipo de cosas que no se atrevía a decir en voz alta.

—¡Sí! y el cabello ya no me molesta tanto, ¡muchas gracias por eso! —Pearl le sonrió, mientras acomodaba un poco de su cabello detrás de su oreja. Desde que había decidido dejar más largo su cabello de adelante, eso se había vuelto una especie de hábito en ella—. Ah, en agradecimiento —continuó, entregándole la bolsa—, los mangas que prometí.

Platinum abrió la bolsa, con una ceja alzada y su mirada inquisidora sobre las cubiertas de los mangas. Solo eran seis volúmenes en comparación a los trece del anterior manga que Pearl le había prestado la semana anterior. Pero estaba expectante. Pearl tenía buen gusto para elegir mangas de romance, al menos, hasta ahora todas sus recomendaciones tenían un pequeño lugar en su corazón y en su cabeza llena de conocimientos —y un lugar especial en las estanterías que poco a poco ha decidido llenar con algo que no fueran textos científicos y de filosofía—.

Ella levantó la mirada, luego de una observación satisfactoria a su próxima lectura.

—¿Estás segura de que son lo suficientemente emotivos, Pearl?

—Oh, lo son —Diamond respondió en su lugar, su expresión parecía estar a punto de llorar al recordar los acontecimientos dibujados en esas pequeñas páginas—. Pearl y yo estuvimos llorando un buen rato mientras lo leíamos.

O al menos, él estaba llorando. No le resultaba vergonzoso admitir que él era más emocional que Pearl, que era él quien lloraba cuando las cosas daban un giro angustioso e inesperado incluso con su mejor amiga al lado. Pero ella era distinta. A Pearl no le gustaba llorar frente a alguien más, ella siempre intentaba ser fuerte y aguantar el nudo en la garganta.

Diamond sabía que ella prefería llorar en silencio algunas veces.

—Muy bien —Platinum parece satisfecha, y se dice a sí misma que comenzará a leerlos apenas llegue a casa—. Te los devolveré cuando terminé.

—¡Si no te hacen llorar entonces no los devuelvas!

Pearl lo dice a modo de broma, pero también, va totalmente en serio. Ella honestamente espera que ese manga sea capaz de conmover a Platinum. Y Diamond se pregunta un par de cosas mientras escucha a Pearl desvariar sobre la trama y los personajes, en lo que sus pasos se dirigen a su primera clase de economía doméstica.

En primer lugar, se pregunta si Pearl se ha dado cuenta de lo mucho que ha cambiado Platinum desde que los tres son amigos. Su mejor amiga no es muy observadora, no le sorprendería si apenas ha notado algún cambio además del peinado de la señorita —ahora, lo llevaba suelto, un poco más largo que hace un año—. También, se pregunta si Pearl se ha dado cuenta de que su voz es un poco más alta cuando habla de lo que le gusta, que sus ojos de un bonito ámbar brillan muy intensos y de lo bonita que se ve cuando aprieta los labios para contener una carcajada —sin efecto—.

Y… se pregunta cómo reaccionaría su mejor amiga de toda la vida, si él decidiera confesarle que está completamente enamorado de ella.

.

.

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A Diamond le ruge el estómago, pero el ruido es fácilmente ignorado debido al murmullo y a las ruidosas risas de sus compañeros de clase a su alrededor. Él deja escapar un suspiro, y su mente fantasea con poder darle un mordisco a los pasteles que hornearon durante la mañana en la clase de economía doméstica. Pero sabe que eso no sería hasta terminar la tarea que les ordenaron. Sus manos siguen fregando con fuerza el suelo de la piscina, espera terminar pronto para poder disfrutar del almuerzo.

Sobre él, el cielo está completamente despejado. El sol brilla con intensidad y siente como le quema la espalda y el cuello, el sudor corre por su frente a pesar de haberlo limpiado hace solo unos segundos. Diamond se pregunta de quien fue la grandiosa idea de poner la piscina en la azotea de la escuela, sin ninguna posibilidad de sombra. También cree que sus profesores han decidido torturarlos de la peor forma. ¿Qué la profesora de literatura tuvo que atender un asunto urgente? Oh, bueno, ¿por qué no hacer que los de segundo año limpien la piscina entonces? El verano se está acercando y pronto comenzarán a usarla.

Eran unas personas horribles. Diamond siente que en cualquier momento podría darle un golpe de calor a alguien. O a él. Definitivamente a él.

Espera que fregar el suelo bajo el calor cuente como ejercicio físico. No está seguro de si podrá soportar otra clase bajo el sol —y aún tenemos educación física después de esto, pensó, sintiendo como las energías escapaban de su cuerpo—. Era increíble como cambió de ser un buen día a un mal día tan pronto —sin embargo, el recuerdo de Pearl durante la mañana aún le hace sonreír. Siente cosquillas en la boca del estómago al recordar su sonrisa durante el desayuno y los chistes que practicaron juntos de camino a la escuela—. Está a punto de soltar un suspiro cuando siente un chorro de agua fría cayendo sobre él.

Literalmente.

Lo recorren escalofríos cuando siente la ropa de gimnasia pegarse a su piel, y aunque se siente fresquito, también se siente confundido. Él alza la mirada y de inmediato, ve la blanca sonrisa de su mejor amiga sujetando una manguera.

—¿Te sientes mejor ahora, Dia?—ella lleva una mano sobre su cadera, y frunce un poco los labios cuando se corrige a sí misma—. No, quiero decir, Diamond. Está haciendo mucho calor hoy, ¿no?

—Demasiado calor —aseguró—. Este calor, definitivamente está derritiendo toda mi grasa… —la rubia aprieta los labios, aguantando la risa. Diamond siente como se agita su corazón por su reacción positiva y sigue hablando—. Supongo que ya no tendremos que preocuparnos por el almuerzo… —y antes de que Pearl pudiera decir algo, continuó—, porque conmigo tienen un asado asegurado.

Pearl soltó una carcajada, mientras le mojaba un poco más el rostro con la manguera.

—¡Dios mío, esos chistes son terribles!

—Pero te estás riendo —dijo, con una sonrisita triunfal.

—Bueno, por supuesto que me estoy riendo. ¡Soy amante de los chistes malos!

Y aunque no fuera algo de lo que estar orgullosa, su amiga parecía estarlo. Diamond se secó el rostro con el antebrazo, y observó mejor a su amiga. En su rostro resbalaban algunas gotitas de agua o de sudor, y la sonrisa que mantenía en su rostro se le hizo más brillante que el mismo sol. Pearl estaba usando la camisa del uniforme a pesar de tener los pantalones deportivos. Recuerda como a ella no le hizo mucha gracia admitir frente al profesor de turno que había olvidado la camisa de gimnasia.

—Pearl…

La mencionada dio un salto, y se movió tan bruscamente que terminó por soltar la manguera. Una de las chicas que estaba fregando al lado contrario de Diamond soltó un jadeó cuando la manguera la mojó completamente. Pearl se terminó por tropezar con sus propios y descalzos pies, y Dia la observó caer en cámara lenta. Cerró los ojos al sentir el impacto de su trasero contra el húmedo suelo. Pearl soltó un agudo quejido debido al golpe.

—¡Maldición! —ella se quejó en voz alta, y soltó un suspiró cuando observó a la persona que le había hablado a sus espaldas—. Señorita, no hacía falta asustarme de ese modo, ¡pudo haberme matado!

Platinum solo alzó una ceja, usó su mano para sostener el palo de su trapeador asignado y con su mano libre, corrió un poco de cabello para acomodarlo tras su oreja. A pesar de tener su cabello sujetado en una coleta, su cabello largo seguía siendo un problema contra el calor.

—Discúlpame. Pero dudo que asustarte hubiera causado tu muerte, Pearl.

—¡No, te equivocas! ¡Pude haber caído y golpearme en la cabeza! ¡Eso habría sido grave!

La señorita lo pensó unos segundos, y asintió.

—Sí, eso habría sido desafortunado.

Pearl parpadeó, y luego soltó un exagerado jadeo. Ella estaba exagerando un poco más que de costumbre últimamente.

—¿Eso es todo lo que vas a decir? —Pearl se lamentó, y se recostó sobre el suelo. Más tarde lamentaría el olor a desinfectante que se quedaría en su rubio cabello—. ¡La señorita Berlitz es tan fría conmigo!

Berlitz apretó los labios, y Diamond supo que ella quería reír por la reacción de Pearl. Su amiga también se dio cuenta, y la observó con una ceja alzada y con fingida molestia.

—¿Te estás riendo de mí?

—No —Platinum dijo, su tono tan inexpresivo hizo que Diamond se sorprendiera de su rápido cambio de actitud—. Yo no me reía.

—¡Definitivamente te estabas riendo! ¿Verdad que tengo razón, Diamond?

Las mejillas de Pearl estaban rojas, el calor también la estaba afectando un poco luego de pasarse los últimos treinta minutos limpiando bajo el sol. Su sonrisa divertida esperando que él le diera la razón le hizo querer darle la contraria, solo por diversión, solo para molestar un poco a su mejor amiga y poder reír los tres juntos.

—Yo… —comenzó, pudo sentir el brillo expectante de sus ojos—. No sé de lo qué estás hablando.

Y pudo escuchar la risita de Platinum que ella cubrió sutilmente con sus dedos, Pearl se levantó, con el ceño fruncido y a punto de replicar. Pero la queja que estaba esperando escuchar se convirtió en un chillido de sorpresa que ninguno esperaba.

Antes de que se dieran cuenta, Pearl estaba completamente empapada. Ella parpadeó un par de veces sin entender, su cabello goteaba y sintió la ropa pegarse completamente a su piel, sus piernas temblaron cuando el agua bajó desde su cuello hasta debajo de su espalda.

—Qué… —ella se mordió el labio, y se dio la vuelta, indignada—. ¿¡Qué demonios fue eso!?

—¡Es tú culpa! —replicó otra chica, también empapada. Ella tenía las mejillas infladas mientras sujetaba la manguera que Pearl había soltado hace un momento—. ¡Tú empezaste, Pearl!

—¡Eso fue un accidente!

—¡Bueno, yo me aseguré de que pareciera un accidente!

Pearl gruñó, pero no pudo decir nada al sentir como Platinum se ponía frente a ella. Estaba a punto de decirle que no interfiriera cuando sintió las manos de la señorita apretar sus manos como advertencia.

—Pearl —susurró—. Se trasluce…

Y eso fue suficiente para hacerla callar. Diamond también se sonrojó ante sus palabras y antes de que Pearl se pusiera los brazos sobre sus pequeños pechos, él fue capaz de ver la ropa interior naranja con motivos de flores que se traslucía por su camisa blanca. Apartó la mirada de inmediato, y se sintió bastante mal consigo mismo por ver algo que estaba claro que su mejor amiga no quería que nadie más viera.

Él se levantó, dejando el paño para fregar junto a su balde designado y se puso detrás de su amiga. Sus manos en sus hombros empapados mientras la empujaban ligeramente.

—Vamos —dijo, intentando calmar la vergüenza que ella estaba sintiendo. A Diamond se le oprimió el pecho al ver sus mejillas rojas por algo que no era el calor—. Puedo prestarte una de mis camisas —comentó—, siempre traigo una extra por si me mancho con la comida.

Pearl asintió, y dejo que sus amigos la guiarán hasta los vestuarios, pero el hecho de que fuera más silenciosa que de costumbre los preocupó un poco. Agradecían que la clase estaba más enfocada en sus propias conversaciones para no notar a Pearl en esos momentos.

Diamond suspira cuando llegan bajo la sombra del edificio, bajan las escaleras hasta llegar a los vestuarios en silencio. Diamond se separa de ellas cuando entra al vestuario de los chicos, busca en su mochila y saca su propia camisa —y la huele un poco, esperando que no estuviera apestosa, no podría pasarle algo que huela mal. Pero por suerte, huele al detergente favorito de su madre—. Sale rápidamente, y le entrega la camisa a Platinum que espera fuera del vestuario de las chicas.

No tardan más de seis minutos.

Pearl luce más aliviada, la camisa de Dia es mucho más ancha que toda su ropa junta. Ella se siente más ligera y definitivamente más cómoda que hace un rato. Platinum a su lado también se ha cambiado la ropa de gimnasia por el uniforme, solo por comodidad.

—Gracias por la ayuda —dice Pearl, rascando su mejilla avergonzada—. ¿Qué dicen si nos saltamos la limpieza y vamos a comer algo?

A Diamond le ruge el estómago solo por la idea, y ve a su amiga rodar los ojos, musitando un claro "lo sabía". Platinum por su lado solo asiente. Usualmente, no aceptaría tan fácil la idea de escaparse de sus responsabilidades, pero lo haría si eso significaba escapar del brillo del sol y el aroma a desinfectante.

Y en el fondo de su mente, mientras se dirigen a buscar el almuerzo al salón de clases, Diamond piensa en lo bonita que se ve su amiga usando su camisa.

.

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Cuando llegan al salón de clases, Diamond es el primero en entrar para dirigirse rápidamente a su pupitre y sacar las cajitas de los almuerzos que su madre le había preparado a su amiga y a él. Pearl no suele traer su propio almuerzo. Ella está muy ocupada con las prácticas de su club y los deberes, y tampoco sabe cómo cocinar algo delicioso.

Él recuerda que solía ser diferente durante la escuela primaria. En ese entonces, la madre de Pearl siempre le cocinaba algo, los almuerzos de su amiga lucían bonitos porque su madre siempre le hacía diferentes diseños. A la Pearl de siete años le gustaba presumir de las pequeñas salchichas en forma de pulpitos molestos, mientras los saboreaba triunfalmente. Con el paso de los años, lo almuerzos fueron desapareciendo para ser reemplazados con un poco de dinero. Ahora, Pearl compraba cosas pequeñitas para comer y poder dejar el resto del dinero para otras cosas que le gustaran.

Sin embargo, había días como hoy donde la madre de Diamond se tomaba la molestia de hacerle una cajita de almuerzo a Pearl. Y su mejor amiga siempre se encargaba de limpiar bien la cajita para devolverla y agradecer frente a frente por la comida. Su madre siempre le dice que su amiga es muy educada, y él asiente —mientras tiene la boca llena de bocadillos—, y piensa que esa es una de las cosas que le gustan de ella.

El coge las dos cajitas envueltas en dos pañuelos con motivos de diamante, él azul es suyo, porque contiene un poco de arroz extra y más verduras que carne; mientras que, la cajita envuelta en el pañuelo color naranja, le pertenece a Pearl, ese tiene la cantidad justa de todo. Pearl nunca le ha hecho malas caras a la comida —solo a la picante, pero su madre nunca le haría algo picante cuando sabe que ella lo odia—.

Se pregunta dónde almorzarán hoy, ya que la azotea estos días no es una buena opción debido al sol y la falta de sombra. Y Platinum odia ir a la cafetería —ella se niega a ver a la gente comer algo tan poco higiénico como lo que sirven en ese lugar. Y, en palabras suyas, la comida de la cafetería no debería ser considerada comida—. Y no cree que deberían ir fuera y comer en el césped, sus amigas están usando falda y el césped les molestaría mucho en las piernas. Él no trajo una manta está vez.

—¿Podríamos comer aquí? —sugiere, mientras se dirige donde la señorita a su pupitre cerca de la ventana—. Los demás no vendrán aquí hasta dentro de un rato…

La señorita observa el reloj que está frente del salón, y al ver la hora, no le ve problemas a la sugerencia de Diamond. Ella se sienta tranquilamente, y guarda su lapicera junto con las libretas bajo el escritorio. El almuerzo de Platinum se une a los dos que Dia deja sobre la mesa. Se sienta frente a la señorita Berlitz, y al mirar a su alrededor, se siente confundido.

—¿Dónde está Pearl, señorita?

Ella estaba justo detrás de ellos hace un rato, y era imposible que la hayan perdido en el pasillo. Platinum también se encuentra confundida al principio, pero señala sutilmente a la puerta abierta del salón de clases.

—Si me disculpa…

Diamond se vuelve a levantar, y empieza a pensar en la forma de molestar a Pearl para meterle un poco de prisa. Se supone que ella era la rápida de los tres, siempre corriendo por delante y sin dejarse alcanzar, ¿por qué de repente iba tan lenta?

Se asomó por la puerta, y cuando estaba a punto de llamarla al verla en el pasillo, se detuvo.

Pearl no estaba sola. Estaba hablando con alguien —alguien que él no conocía—. Alguien que, supuso, era mayor que ella. Era, por lo menos, doce centímetros más alto que su amiga, Diamond no lo podía ver muy bien desde donde estaba, pero parecía ser de preparatoria. Pero aunque no debería estar en este edificio, eso no le incomodó.

Pero… ciertamente le estaba incomodando la forma en la que hablaban, tan cerca el uno del otro. El chico más alto tenía una sonrisa burlona en su rostro, mientras señalaba la camisa de Diamond que Pearl tenía puesta, sin embargo, ella solo sonrió con naturalidad, le estaba explicando algo —Diamond no podía escucharla con claridad—, y en cierto momento de su historia, el chico la interrumpió. Diamond nunca había visto el rostro de su amiga calentarse tan rápido como en esos momentos.

Entonces la vio fruncir el ceño, y mascullar algo entre dientes. ¿Tal vez ese chico en realidad la estaba molestado? No, Pearl nunca reaccionaría así ante alguien que estuviera metiéndose con ella. Fue entonces que observó como el chico de cabello negro llevó su mano a la cabeza de su amiga, y le revolvió todo el cabello —Dia lo escuchó decir "chica revoltosa" mientras seguía en eso—. Cuando finalmente terminó de despeinarla, retiró su mano y se despidió de ella, le dio la espalda mientras continuaba su camino por el lado contrario del pasillo.

Diamond esperó. Contó mentalmente hasta diez esperando que Pearl le gritara algo. Ella odiaba cuando su cabello se desarreglaba, no sería sorpresa que se molestará ahora con esa persona que acababa de irse. Él contó hasta veinte sin que nada haya salido de la boca de su amiga.

¿Por qué no dices nada…?

Fue en el momento en que Pearl tocó su propio cabello que lo entendió. Por la forma en la que ella tocaba su cabeza suavemente, la forma en la que sus mejillas se sonrojaron y la forma en la que sonreía.

Diamond la conoce desde hace años. Pearl es su mejor amiga después de todo. Conoce sus gustos y disgustos, las cosas que le apasionan y sus sueños a futuro. La conoce tan bien, que es capaz de darse cuenta cuando Pearl mira alguien de forma especial. Y él puede decir, sin temor a equivocarse, que nunca la había visto sonreír con tanto cariño hacía alguien.

Diamond siente que se le oprime el pecho. Ni siquiera siente ganas de comer ahora mismo. Pero la realización lo golpea, y siente un nudo formándose en la garganta.

A él le gusta su mejor amiga. En realidad, puede afirmar que está completamente enamorado de ella. La ama desde que eran pequeños. Ella era, sin dudas, su primer amor.

Pero—

Pero a Pearl le gusta alguien más —y Diamond siente ganas de llorar—.

Porque sabe que la persona que a Pearl le gusta… no es él.

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