A primera hora de la mañana…
Me levante muy sobresaltado, demasiado despierto para mi gusto. Estaba un poco húmedo, este seria otro día de calor.
La noche anterior, me había acostado algo ansioso.
Fuimos directo a la ducha. Edward estaba medio efusivo hoy. Al principio, sus caricias fueron sutiles, luego su insistencia despertó deseo en mí.
Mi cuerpo se tenso, la sangre se acelero dentro de mi. Sintiendo pulsaciones en mi cabeza.
Cada roce, y cada vez que me estrechaba con fuerza, aceleraba mi excitación. Cogio velocidad, y al cabo de unos segundos, ambos nos corrimos.
Me sentí extasiado, nuestra sincronización diaria ya era una costumbre, pero jamás se convirtió en una rutina.
A veces usábamos las fantasías, para estimular nuestra imaginación, pensando en alguien. Situaciones libidinosas, tomando roles, que nuestro morbo interior quería cumplir.
Me seco cuidadosamente, la mullida toalla, se sentía bien sobre mi piel. Aun estaba sensible, y cada roce en mi, causaba pequeños espasmos.
Nos quedamos frente al espejo, completamente desnudos.
Vislumbre mi figura mas proporcionada que la última vez. A pesar que apenas habíamos estado juntos, seguía de la misma forma.
Nos contemplamos al espejo, en todas las poses que conocíamos. Mostrando nuestro mejores ángulos.
Edward estaba cada vez más musculoso. Esto de estar de novio, le sentaba bien. Los ejercicios daban fruto. Y nos manteníamos más activos.
La ropa me ajusto un poco, pero era más sexy de esta manera.
Partimos a nuestro destino, ir caminando resultaba más divertido. Además ir tan pegado a el, y sentir la brisa fresca, me estremecía un poco.
Cuando ya íbamos por Main Street, nos topamos con una cajera del almacén, Stacy.
Era de esas rubias despampanantes, su mirada "Te comeré entero", hizo que la sangre se me subiera a la cabeza.
Un calor hizo que me tensara, y la ropa de repente me quedo incomoda.
Stacy siempre poseía ese efecto en mí. Ella no era del tipo de Edward. Pero, no podía evitar que su hermosa figura, me causara conmoción.
La humedad de mi piel me sofoco un poco. Pero para cuando reaccione, Edward me llevo en dirección contraria.
El, sutilmente me acomodo la ropa, para que esta se holgara. La suave tela, se ajusto a mi forma.
Intente disimular junto a el, lo que su roce me producía.
Trate de no pensar en nada, para no aumentar mi ansiedad.
Edward y yo éramos, más que buenos amigos, unidos en cuerpo y alma…
Ser el pene de Edward era asombroso.
