Resumen: Luego de dos largos años de su coronación, Zuko recibe un aviso de que las ciudades de distintos reinos están siendo atacadas por personas desconocidas. Desesperado, recurre a la ayuda de Katara y sus amigos para resolver el asunto.

Disclaimer: Avatar la Leyenda de Aang/El último maestro aire pertenece a Mike y Bryan, Nick y VIACOM. No recibo beneficios con esta historia.

Capítulo 1: El Ataque.

Se encontraba atrapado en una de esas pesadillas en donde su única escapatoria era correr. No sabía muy bien de que o quien escapaba, solo corría tanto como le daban las piernas.
Se detuvo. Sin saber porqué, se adentró en una torre fría y sombría. Los pasillos se encontraban mal iluminados. En un instante se percató de que aquella torre no era más que una prisión, con celdas arruinadas y descuidadas. En una de ellas se encontraba su padre, observándolo con desprecio. - Por qué viniste a verme?- Le asentó aquel hombre con desdén.
El Joven príncipe se acercó hacia él despacio. Su mirada tenía un odio incontenible.
- Porque vas a decirme… en donde está mi madre.-

Zuko se despertó de un brinco, totalmente sofocado. Había tenido ese sueño repetidamente durante varios días. Sacudió la cabeza para aclarar su mente. Tomó una bocanada de aire y se levantó de la cama.
Habían transcurrido dos largos años luego de su triunfo en la derrota de Ozai y su coronación como nuevo Señor del fuego.
Salió de la habitación y se dirigió hacia la sala principal. Allí lo esperaban dos criados con el té servido en la mesa y un amplio desayuno del que probó un solo bocado.
Las cosas habían cambiado mucho en dos años. Su trabajo era cada vez más laborioso y molesto. Asistir a reuniones, firmar tratados de paz, sancionar leyes. Casi nunca tenía tiempo para un respiro y todas aquellas obligaciones, a pesar de ser sobrellevadas con la ayuda de su tío, muchas veces se hacían imposibles de cumplir. Volvió en sí al encontrarse con uno de sus generales de pie junto a él. Era un hombre recio y de piel pálida que no parecía tener una expresión muy alegre.

- Señor, han llegado informes importantísimos sobre un suceso ocurrido en el poblado de Kento.- Zuko se apretó el puente de la nariz fastidiado. Asintió con la cabeza y se dirigió hacia su oficina. En su escritorio reposaba una especie de pergamino proveniente del destacamento oficial del poblado de Kento. Se sentó en su silla y la arrimó hacia la extensa mesa. Desplegó cuidadosamente el pergamino y leyó cada palabra.
"Al Señor del Fuego: Se le informa mediante la carta que el poblado de Kento, ubicado al Oeste de la capital de la nación del Fuego, fue atacado ayer, aproximadamente a las 2:45 am, por un grupo de individuos no identificados. Estamos haciendo todo lo posible por reunir más información sobre lo ocurrido. Ate: Oficial Yusei."
Se le hizo un nudo en la garganta. El día recién comenzaba y no estaba preparado para esperar tantas malas noticias. Se puso de pie y enfiló urgentemente hacia uno de sus oficiales.

- Llama al General Yang. Dile que lo necesito de inmediato en mi oficina.- El hombre asintió alterado y desapareció en dirección a los corredores del palacio. Detrás de él, una criada lo observaba con cautela. – Señor, el Dragón del Oeste está aquí. Lo está esperando en la sala principal.- Le dijo la mujer con amabilidad. El joven le dio las gracias y se encaminó hacia la sala. Su tío lo esperaba con una taza de té sentado alrededor de una mesa de roble. Saludándolo con una extensa sonrisa de buenos días. – Tengo té de Jazmín listo para ti sobrino.-
- No tengo tiempo para tomar té ahora. Ha ocurrido algo espantoso tío.- Le dijo el ex príncipe mientras acariciaba sus cabellos. Se llevó una mano a la frente, manifestando desesperación.
- Que sucedió ahora? Acaso son más reuniones o tratados?- Intervino el viejo tratando de descifrar lo que había ocurrido. El Señor del Fuego le proporcionó una mirada decaída.
- No. Han atacado el poblado de Kento. Nadie sabe quién fue, pero temen que vuelva a ocurrir en otros poblados o ciudades. Hoy por la mañana me llegó la notificación.- El viejo acarició su grisácea barba pensativo. – Es extraño que ningún oficial haya podido atrapar a él o los responsables. Contacta al general Yang.- Le ordenó Iroh con seriedad.

- Ya lo he hecho. El oficial de Kento mencionó que eran un grupo de personas, pero no pudieron reconocer a ninguna. Atacaron aproximadamente a las tres de la mañana.- Su tío asintió con la cabeza. – Tenemos que mantenernos en constante contacto con ellos y explicarle lo ocurrido al General Yang de inmediato.-
Durante el resto del día se mantuvieron reunidos con el General de la capital de la nación. La noticia le cayó como un balde de agua fría.
- Lo único que podemos hacer por ahora es reforzar la seguridad en Kento y en el palacio hasta que tengamos más información sobre los hechos.- Le aseguró Yang con prudencia.
- Tenía pensado hacer una visita hacia aquel poblado. Me preocupa el estado de las personas allí.- Intervino el joven soberano.
- Por supuesto que no su alteza! Sería muy arriesgado que se dirigiera hacia aquel lugar. Le recomiendo que se mantenga en el palacio el mayor tiempo posible.- Iroh le dio la razón, y aunque aquella idea no lo convencía demasiado, Zuko decidió aceptar.

Los días transcurrieron lerdamente, se hacían cada vez más largos. No toleraba quedarse en su trono mientras el resto hacía todo el trabajo. Al día siguiente, una notificación de la ciudad de Omashu llegó a la Nación de Fuego.
"Sentimos informarle a su alteza que la ciudad de Omashu ah sido atacada por los misteriosos invasores del Oeste que atacaron Kento. Eran un grupo de individuos enmascarados que no pudieron ser interceptados a tiempo por nuestros oficiales. Esperamos su respuesta. Ate: Cuartada de oficiales de Omashu."
Iroh volvió a releer la nota con seriedad, el asunto se les estaba yendo de las manos a ambos.
- Estoy harto de quedarme aquí de brazos cruzados mientras las naciones se desploman! Iré hacia Omashu enseguida.- Le dijo Zuko a su tío mientras se ponía de pie y le daba un puntapié a su escritorio. Iroh trató de tranquilizarlo. Posó su mano derecha sobre el hombro de su sobrino y le dijo. – No nos precipitemos a cometer imprudencias ahora. Debemos pedir ayuda querido sobrino.- Hizo una pausa. Zuko exhaló un suspiro y trató de tranquilizarse.
-Debemos llamar al avatar.-


Katara se despertó con el graznar de un ave. Abrió sus ojos lentamente tratando de adaptarlos a la luz de Sol matutina que se filtraba por su ventana. Salió de la habitación en donde se encontraba descansando y recorrió la sala con la vista. Sokka hacía movimientos extraños sobre un pergamino, observando las figuras de Aang, Toph y Suki bebiendo té. Oyó los pasos de su hermana detrás de él y se volvió para mirarla.

- Bonito peinado Katara, espero que no hayas olvidado que hoy te toca cuidar de Sora mientras Suki y yo vamos al centro.- Objetó el moreno de ojos centellantes a su hermana.
Katara lo había olvidado por completo, debía cuidar de su pequeña sobrina mientras Suki y su irresponsable hermano iban de compras al centro de la ciudad.

- Buenos días para ti también Sokka. No, por supuesto que no lo olvidé.- Falsificó ella con desdeño.
Sin decir más se metió dentro de la habitación, se refrescó el rostro con agua, arregló su peinado y corrió en busca de ropas limpias para ponerse.
A pesar de crecer como una figura materna desde pequeña, Katara había madurado mucho aquellos dos años, sobreprotegiendo y cuidando de todos como siempre lo había acostumbrado.
La manera de organizarse de ellos había cambiado mucho, ahora Sokka y Suki cuidaban de su pequeña hija de apenas seis meses, Sora. De vez en cuando visitaban a Katara en su hogar. Toph había vuelto a tener contacto con sus padres y ahora vivía junto a ellos, sin dejar de asistir a las innumerables batallas nocturnas que se organizaban en el Reino Tierra y reunirse con sus amigos.

Katara había mantenido su relación con Aang, aunque no se encontraban en su mejor momento, había llegado a quererlo considerablemente.
Se miró al espejo, acarició el collar de su madre y sonrió teniendo el vivo recuerdo de ella. Toph y Aang habían salido junto a la pareja de enamorados, dejándola solitaria con la pequeña niña.
Por la tarde se había dedicado a prepararle la cena, asearla, cambiar sus ropas y ponerla a dormir. Mientras ansiaba terminar con la última y difícil acción, se percató de que alguien tocaba su puerta. Un robusto y serio hombre se encontraba de pie junto a la entrada, extendiendo en su mano un pergamino con el símbolo de la nación del fuego en él.
- Mensaje para el Avatar.- Ella extendió su brazo con dificultad mientras sostenía a Sora con el otro y tomó el papel.
- Me encargaré de que lo reciba. Gracias.- Respondió mientras observaba al hombre desaparecer en las sombras. Desenrolló el pergamino con cuidado y lo extendió sobre una mesa.
Katara abrió sus ojos desmesuradamente. No habían tenido contacto con el joven soberano desde su triunfo en la guerra. Debía ser realmente grave para que acudiera a ellos tan urgentemente.

"Necesitamos su ayuda lo antes posible en el palacio. Sepan disculpar el modo tan descortés de nuestro llamado. Atte: Iroh"
Sokka releyó una vez más la hoja amarillenta y arrugada que tenía en su poder. Se llevó una mano a la barbilla con seriedad y dejó el papel sobre la mesa.

- Esto es extraño. Me pregunto qué ocurrió para que Zuko no pueda controlar el problema.- Opinó el joven de la tribu agua.
- No lo sé pero no tuvimos contacto con él desde hace mucho tiempo y me parece algo descortés de su parte.- Atiborró Katara.

La escena se convirtió en una sala importante de discusiones. Toph se quitó uno de los mechones de cabello del rostro y soltó un resoplido indignada.

- No sé qué demonios está ocurriendo en la nación del fuego, pero quedándonos aquí no resolveremos nada!- Vociferó la maestra tierra exasperada.
- Toph tiene razón. Será mejor que viajemos lo antes posible. No sabemos que puede estar ocurriendo en la nación del fuego, pero discutiendo aquí no lo sabremos tampoco.- Dijo Aang mientras se acercaba a la entrada.

Sokka hizo un gesto de desaprobación con la cabeza y asintió lentamente. Suki tomó a Sora en brazos y se encaminó hacia su recámara.

- Iré en busca de las cosas de Sora. Les sugiero que hagan lo mismo.- Aconsejó la guerrera kyoshi con una sonrisa. Todos asintieron con la cabeza.
- Buscaré a Appa. Partiremos en cinco minutos!- Anunció el joven avatar mientras desaparecía de la sala.

Katara cepillaba su extenso y ennegrecido cabello con sus manos íntegramente fastidiada. Reflexionó sobre la última vez que había tenido contacto con el ex príncipe exiliado. Los recuerdos la envolvieron con una imagen suya en la tienda de té del tío Iroh. Ella, Suki y Toph riendo desaforadamente. Sokka retratándolas. Mai sentada en un extremo de las mesas. Zuko platicando con su tío sobre vaya a saber qué. Volvió a la realidad con el llamado de Aang resonando en sus oídos.

- Katara! Es la tercera vez que te llamamos. Hemos llegado.- Le anunció con seriedad.

Ella asintió con la cabeza desanimada. En aquellos últimos años Katara había crecido notoriamente. Con la llegada de Sora y la convivencia continua con su hermano, Aang y Toph, su rol de sobreprotección, al igual que el de Suki, había aumentado. En varias oportunidades se sentía como una madre controladora, pero le tranquilizaba saber que aún así ellos se encontraban bien. Había dejado de practicar agua control tan seguido para dedicarse a asuntos de otro interés hacia ella.

Pensó que tal vez esa razón fue por la que se distanció de Aang. Su cambio tan especulativo y su madurez tan notoria marcaron la diferencia entre ambos. El seguía siendo aquel niño que había encontrado en el iceberg. Con esa inocente sonrisa en sus labios y su despreocupación por todo lo demás.
Chocó contra el menudo cuerpo de la maestra tierra y ambas cayeron al suelo.

- Vuelve al mundo real Katara. Aún te necesitamos aquí.- Le dijo Toph mientras trataba de ponerse de pie con la ayuda de Sokka.
- Lo siento Toph.- Se disculpó ella mientras alzaba la vista para ver claramente el lugar.

La gigantesca construcción que se alzaba frente a sus ojos era impresionante. Se sintió mareada por unos instantes. Se preguntó cuantas habitaciones habría allí adentro.

En un instante las puertas principales se abrieron.


Zuko caminaba en círculos alrededor de la sala impacientemente. Se acomodó los cabellos detrás de la nuca y soltó un suspiro de enervación.

- En donde están? La nota les tendría que haber llegado hace horas!
Iroh bebió un sorbo de té caliente y trató de tranquilizar a su alterado sobrino.
- Por qué no bebes un poco de té de Ginseng mientras esperas sobrino? Te hará sentir más calmo.- - No quiero té ahora tío! Es un asunto importante y…-

Las quejas del soberano fueron interrumpidas por la entrada de uno de los oficiales del palacio anunciándole al Señor del Fuego la llegada de sus invitados.

- Escóltenlos hasta aquí por favor.- Contestó aliviado.

Instantes más tarde las siluetas de cinco personas se hicieron presentes en el salón. Toph abrazó con efusividad la figura de Iroh y corrió tras Zuko.

-Oye Señor del Fuego... acaso estas más alto?- Le preguntó mientras tanteaba su pecho. Zuko se sonrojó ante tal acto.
- Tal vez tu estés más pequeña.- Le respondió soltando una risita.

Se acomodaron sobre una extensa mesilla y mientras Iroh servía el té, Toph, Aang y Sokka platicaban sobre su vida aquellos últimos años.

- Y dime Suki… aquella pequeña bebé que llevas en brazos es tuya?- Le preguntó el Dragón del Oeste mientras jugueteaba con las diminutas manecillas de la pequeña.
-Sí. Su nombre es Sora. En la primavera siguiente cumplirá sus siete meses.- Le respondió ella mientras besaba felizmente a su niña.

Katara no emitía vocablo alguno. La charla no le apetecía en lo más mínimo. En ocasiones se retiraba uno de los mechones de cabello que se le entrecruzaba en los ojos. Las risas de Iroh y su hermano eran constantes.

- Y dime Katara, cuando piensas sorprendernos tú con un pequeño sobrino?

Las palabras de Iroh le cayeron como un balde de agua fría en la cabeza. Volvió su mirada a las rojizas baldosas y se rascó la cabeza con incomodidad.

- Disculpen, puedo usar el baño?- Cambió de tema ella. Zuko la observó extrañado.
- La segunda puerta a la izquierda, por ese corredor.- Le anunció él señalando un ala de habitaciones desconocidas.

Asintió con la cabeza y se encaminó hacia allí. Cerró la puerta de la sala de baño detrás de ella. Se miró al espejo y se enjuagó la cara con las manos. Cuando estuvo por salir, notó que la puerta de la habitación del ala de enfrente estaba ligeramente abierta. Sólo por curiosidad decidió adentrarse en ella.

Era magnífica, extensa y llena de armarios con distintos vestidos de la nación del fuego. En uno de los extremos de la recámara, un imponente balcón se asomaba por encima de los jardines imperiales. Abrió sus puertas con dificultad y logró contemplar el atardecer.

- Creí que ibas al baño.- La voz del Señor del Fuego la hizo sobresaltarse.
- Zuko, yo no… la puerta estaba abierta y quise echar un vistazo pero..-
- Está bien. No importa.- Le respondió él. La observó atentamente mientras contemplaba la puesta de sol.

Su rostro había cambiado por completo. Continuaba careciendo de una belleza inminente, pero esta vez se tornaba triste. Como si el peso de los años se instalara en él. Ya no era la radiante y feliz Katara con quien se había peleado y reconciliado cientos de veces. Se sintió dolorido por ella, hasta tomó la idea de interrogarla sobre sus penas. Pero no lo hizo. Simplemente guardó silencio.

- La… cena está servida. Si quieres unírtenos eres bienvenida.- Le dijo mientras se acercaba hacia la entrada.
- Claro.- Le respondió ella con desgano.

Luego de la cena, Zuko los dirigió a sus respectivas recámaras para que pasen la noche. Al día siguiente se ocuparían de sus planificaciones con tranquilidad.