Era difícil reconocer cuando el invierno llegaba a Berk.
Seguramente, porque todo el año lucía como si de invierno se tratase. Un día soleado era algo poco usual en la isla, así que apenas un pequeño rayo tocaba la húmeda tierra, todos actuaban como si el verano hubiese llegado. Hacía muchos días que el sol no salía, y en vez de eso, el cielo se había cubierto de unas espesas y negras nubes. Llovía hace semanas y la temperatura descendía en vertical, haciendo que todos los charcos que por la noche se formaban, amanecieran congelados en la mañana.
El invierno no era problema para los vikingos. Sobre todo si se pasaba en buena compañía, con abundante comida y junto a un acogedor fuego.
Hipo disfrutaba de las tardes de tormentas refugiado en la cabaña de Annie. Ella le esperaba todos los días con la chimenea encendida y el mejor chocolate caliente que se conocía en Berk. Cada nueva jornada, una tarta distinta aguardaba la llegada del entrenador de dragones. Frutas confitadas, nueces y almendras, manzanas cocidas y toda clase de deliciosos ingredientes eran transformados en los manjares más increíbles por las hábiles manos de Annie. La muchacha disfrutaba consintiendo a Hipo, y con ese clima, la verdad es que no había mucho más que hacer que quedarse en casa y engordar para el invierno. O sea, para el resto del año.
Podía prepararle un festín y agasajarlo con toda clase de atenciones, pero lo que Hipo más disfrutaba era de la compañía de su Annie. No necesitaba nada más que verla abrir la puerta de su cabaña y estrecharla entre sus brazos para ser feliz, y no era que no disfrutase de sus tartas y su chimenea, pero estar con ella, a solas, era suficiente.
Ya habían pasado varias semanas desde el incidente con Craso y Marcus, y parecía que todo volvía a la normalidad. Estaban juntos desde aquel día en el que pensó que la había perdido, y ese mismo día juró que jamás volvería a dejarla ir. Todos en Berk ya lo sabían. No había sido una sorpresa para nadie verlos de la mano caminando por la aldea, porque siempre pensaron que era cosa de tiempo hasta que se decidieran a reconocer el amor que se tenían. Era extraño. Para los demás eso resultaba evidente, menos para los chicos, que no cayeron en la cuenta hasta que sintieron que se habían perdido el uno al otro.
La pesadilla había terminado, y ahora disfrutaban cada momento que tenían juntos.
Cuando golpearon a la puerta, Annie sintió cómo se le aceleraba el corazón. Sonrió y dejó sobre la mesa la tarta de ruibarbo que recién había terminado de cocinar, y que aún desprendía un maravilloso y aromático vapor. Ajax se acercó a él, atraído por el olor, y puso sus dos patas sobre la mesa con el propósito de asestarle un rápido mordisco.
¡Ajax, aléjate de ese pastel! – Le dijo, mientras le amenazaba con un dedo - ¡Cielos!-
Pero el dragón hizo caso omiso y siguió acercando su hocico peligrosamente a la comida. Annie tomó un paño de la cocina y lo golpeó en la nariz para sacarlo de ahí. Ajax, pensando que de un juego se trataba, agarró la tela con sus dientes y tironeó de ella.
No, ¡No! ¡Basta ya!- Le reprendió tratando de quitarle el paño. El reptil tenía muchísima más fuerza que ella, y de un solo movimiento, hizo que la muchacha cayera de bruces sobre su cabeza. -¡Dragón malo! ¡Ya verás!-
Se puso de pie, alisó su vestido y finalmente corrió hasta la puerta. Hipo la esperaba en el umbral, mojado hasta el tuétano. Cuando lo vio, sonrió complicada.
¡Ay Hipo, cuánto lo siento!- Dijo haciéndolo pasar y acercándolo al fuego.
No es nada… sólo… un poco de agua-
¿Un poco? ¡Traes todo el Atlántico sobre ti! Ven, te traeré algo para que te cambies.-
Hipo alcanzó a tomarla por la mano antes de que Annie subiera por las escaleras en dirección a su cuarto y la besó.
Hola, pequeña… –Sonrió- …me debías eso.-
Guau… deberíamos estar en deuda más seguido. –
La muchacha logró escapar y subió hasta el dormitorio para buscarle ropa seca a su novio. Hipo aprovechó la ocasión y se dirigió en el sentido que su nariz le indicaba. Se acercó de puntillas hasta la mesa de la cocina y encontró una magnífica tarta, expeliendo los más deliciosos olores.
Sólo tengo un chaleco que me prestaste la semana pasada y… un par de pantalones… que no sé de donde salieron… deben haberle pertenecido a mi padre… Puede que te queden algo grandes… bastante creo yo… - Decía la muchacha desde el segundo piso mientras revolvía el armario.
Hipo tenía poco tiempo para probar el pastel. Rápidamente, buscó con la mirada un cuchillo para cortar un pedazo. Encontró uno sobre a la estufa. Eureka.
No se había percatado que Ajax estaba tras él. El dragón bufó y comenzó a gruñirle, receloso. Hipo se dio vuelta y sin querer pasó a llevar una olla que estaba en la mesita de apoyo. Al ver al animal tan cerca y con una expresión poco amistosa, se asustó. "Si no pude probarlo yo, tampoco lo harás tú, amigo", parecía decirle con la mirada.
¿Qué está sucediendo abajo?-
¡Nada!- Respondió con inocencia. –Ajax golpeó una olla con su cola…-
El dragón le gruñó enfadado. Hipo puso las manos sobre las caderas y le sonrió con burla.
¡Hipo, aléjate de mi tarta!-
¡No estoy haciendo nada!-
¡No importa! ¡Aléjate de mi tarta!-
¡Ni siquiera sé de qué me hablas!- Respondió mientras se disponía a coger el cuchillo para rebanar un trozo de pastel.
¡Todavía está caliente! ¡Te enfermarás!-
Ajax adivinó las intenciones del muchacho y se paró en dos patas sobre sus hombros, lo jaló hacia atrás y logró alejarlo de la estufa. Hipo cayó al suelo estrepitosamente. Se volvió furioso hacia el dragón y se lanzó a su cuello. Rodaron por el piso de la cocina y fueron a parar junto a la chimenea.
¿Qué demonios sucede abajo? ¿Hipo?- Preguntó Annie
¡Sólo jugamos! ¡Ajax es… todo un travieso!- Dijo mientras forcejeaba con el dragón.
¡Bajaré en un momento y más les vale no estar haciendo un desastre!-
Hipo se valió de sus conocimientos y recordó el punto débil de Ajax. Con una mano lo alejó por el hocico y con la otra, le rascó en el pescuezo. En ese mismo instante, cayó rendido. El vikingo aprovechó para incorporarse y correr hacia la cocina.
Je je je… no puedes contra un entrenador de dragones, reptil inútil... –Se acercó a la estufa y tomó el cuchillo que estaba sobre ella. Con un aullido de dolor, lo dejó caer al suelo, mientras sacudía su mano evidentemente quemada. - ¡Aaaaaargh, me lleva el…!-
Desde la chimenea, Ajax emitió un bufido muy similar a una risa.
Annie observaba desde la escalera con la muda de ropa en los brazos.
La próxima vez, me harás caso, Haddock.- Dijo satisfecha. – Caíste redondito.-
Hipo se sintió como un idiota. Sí, sí, sí, ya lo sabía, era todo un profesional en esa materia. Por supuesto, Annie lo conocía tan bien que sabía que no se resistiría. Había dejado el cuchillo sobre la estufa encendida para que estuviera lo suficientemente caliente cuando Hipo intentara tomarlo para robar un pedazo de tarta.
¡Qué mala eres! ¡Lo hiciste a propósito!-
Pues claro que lo hice a propósito, ¿con quién crees que estás hablando? Ahora ven aquí y sácate esa ropa mojada. Cogerás un resfriado.-
Hipo se acercó a la chiquilla y tomó las prendas. Luego se quedó parado mirando a Annie, esperando que se retirara para poder desvestirse. Cuando se percató que no hacía ningún amago de retirarse, o al menos de voltear, arqueó las cejas, apretó los labios y miró por el rabillo del ojo.
¿Qué estás esperando?- Le preguntó extrañada Annie.
No respondió y subió aún más las cejas.
¡Cámbiate de una vez!-
No querrás que yo…- Notó cómo sus mejillas se encendían poco a poco.
¡Oh, por todos los dioses! –Exclamó con desenfado- ¿Crees que me dejarás ciega o algo por el estilo…? Está bien, está bien. Estaré en la cocina.-
Hipo esperó hasta que Annie se hubiese marchado y comenzó a desvestirse rápidamente. No es que fuera muy pudoroso, pero estar desnudo frente a ella era otra cosa. Sabía que algún día eso no importaría, y se convertiría en algo completamente natural. Ya no era un niño y tenía claro que cuando un chico y una chica estaban juntos, en algún momento… bueno, cuando dos personas se amaban… en fin… él se entendía.
No era que no la deseara. De hecho, sí lo hacía, todo el tiempo. Se volvía loco con el solo hecho de imaginarla un día enredada entre sus brazos, entregándosele por completo. Pero tenía miedo de estropear las cosas y no se atrevería a faltarle el respeto. Por lo demás, no había apuro. Tenían toda la vida por delante y era feliz con tan sólo tenerla cerca.
Annie se concentró en preparar la mesa para merendar. Sin embargo, no pudo evitar mirar de reojo cuando su novio se quitó la camisa. Su blanco y desnudo torso le provocó un escalofrío que le recorrió toda la espalda. Lo amaba con todo su corazón, pero el siguiente era un paso para el cual aún no se sentía lista, y no tenía urgencia en apurar las cosas. Confiaba en Hipo y sabía que la esperaría hasta que el momento adecuado llegase y… vale, vale. Mejor se concentraba en el pastel.
Hipo se veía gracioso en los enormes pantalones del padre de su novia. Al verlo, Annie no pudo evitar reír de buena gana.
Sí, sí, sí. Ya reiré yo cuando te toque usar la ropa de mi padre…-
Venga ya, cariño. Deja de protestar y toma un pedazo de pastel…- Le dijo Annie acercándole un plato. Hipo dio cuenta de él antes de que la muchacha se sirviera su porción. Sin necesidad de preguntarle, le cortó otro y sonrió satisfecha. Le encantaba que su novio disfrutase de sus habilidades culinarias.- …lo que no acabo de entender es dónde metes toda esa comida-
Mmmmh, es el frío. – Respondió con la boca llena- Un vikingo robusto como yo necesita alimentarse bien para soportar este clima.-
Annie levantó las cejas y apoyó el mentón sobre su mano.
Robusto, flacucho… la semántica da para mucho.-
¡Hey! – Exclamó- Este flacucho derrotó a un Muerte Roja, ¿lo recuerdas?-
Está bien, está bien… si es para que soportes este clima seguiré cocinando para ti.- Annie miró por la ventana – Por cierto, ¿qué sucede con este invierno? No ha parado de llover y nunca antes había sentido un frío como éste. Parece que este año la nieve llegará antes.-
Debe ser Jack Frost… – Dijo Hipo risueño – No me extrañaría que anduviese por ahí haciendo de las suyas.-
¿Jack Frost? – Preguntó Annie aguzando la mirada. - ¿Quién es Jack Frost?-
Hipo creyó que su chica le estaba gastando una broma, pero al ver que seguía mirándolo con expresión de pregunta, tuvo que cerciorarse.
¿No sabes quién es Jack Frost? – Annie negaba con la cabeza - ¿Jack Frost, el espíritu del invierno? ¿El que trae los días nevados y que congela tu nariz? ¿Tu mamá nunca te contó una historia de Jack Frost antes de dormir?-
Mi mamá me contaba historias sobre las Guerras Púnicas y papá solía interceder a favor de los cartaginenses. Mamá se enfadaba y regañaba a papá por no reconocer las habilidades de los estrategas romanos y papá le decía que sólo era suerte. Solía quedarme dormida antes de saber quién había ganado la batalla…- Annie suspiró cansada. – Por lo general, era mamá y papá debía dormir en el sillón de la sala.-
Hipo la miró con dulzura y sonrió.
Bien, entonces tú sigue llenando mi plato de tarta y yo te la contaré…- Se levantó de su silla y echó un par de leños en la chimenea. Annie volvió a apoyar su mentón contra las manos y, como si se tratase de una niña pequeña, se dispuso a escuchar el cuento. Sería una tarde de historias.
Cuenta la leyenda… -comenzó Hipo, impostando una voz terrorífica- …que hace muuuuuuchos años atrás existió un ser…-
¡Alto! –detuvo Annie inesperadamente.– No me dijiste que fuera una historia de terror…-
No es de terror, sólo le estaba dando dramatismo…-
Pues no se lo des. Recuerda que duermo sola.-
Podríamos arreglar eso… -Dijo Hipo con gesto travieso.
No, no podemos. Ahora, pon voz de cuento para dormir o no hay tarta.-
De acuerdo, de acuerdo – Rió. Tomó un bocado de pastel y se dispuso a retomar la historia.- Hace muchos años atrás existió un muchacho normal, así como tú o como yo, que tuvo un accidente mientras patinaba en un lago congelado. Su nombre era Jack. Mientras disfrutaba deslizándose a gran velocidad por la superficie, el hielo cedió y cayó en las profundidades, sin poder volver a salir a flote. El Hombre de la Luna tuvo compasión de él y le dio una segunda oportunidad, devolviéndolo a la vida. Cuando Jack despertó en medio de la oscuridad de las aguas, emergió de ellas como el Espíritu del Invierno…-
¿Cómo podía emerger de las aguas si estaba congelado? – Terció Annie contrariada.
Con… poderes mágicos, no lo sé. Es una leyenda, Annie.- Respondió impaciente. – En fin, el Hombre de la Luna le dijo que de ahora en adelante su nombre sería Jack Frost, y que debía descubrir por sí mismo a lo que había vuelto a la vida. El chico, aún sin poder comprender lo que le estaba sucediendo, se sintió confundido y solo. Sin embargo, tenía curiosidad, y rápidamente salió de las aguas del lago…-
Con poderes mágicos.-
Con poderes mágicos. Como aún no dominaba sus habilidades, resbaló al caminar por la superficie congelada y se libró de caer de bruces al suelo, sujetándose de una rama seca. Ésta se quebró y al instante se convirtió en una especie de vara con propiedades extraordinarias. Todo lo que con ella tocaba se convertía en hielo. Jack estaba encantado e imaginó todo lo que podía hacer con su nuevo bastón. De pronto, un fuerte viento lo levantó y le hizo volar por los aires, como si de una hoja se tratase…-
Wooooooow… - Interrumpió Annie otra vez- … Jack Frost debió ser aún más flacucho que tú. Yo me preocuparía de mantenerme alejado de los lugares abiertos, Hipo…-
Ja ja ja, que divertida – Le dijo con una sonrisa irónica.- ¿Podemos concentrarnos en la historia?
Lo siento, lo siento…-
Como te estaba diciendo… - prosiguió- … Jack tenía la habilidad de volar por los aires con la ayuda del viento. Cada vez estaba más animado con la idea de ser el Espíritu del Invierno. Desde las alturas vio un pequeño poblado, y se dispuso a bajar para conocer a su gente. Pero no tardó mucho en darse cuenta que nadie podía verlo, ni menos oírlo. Las personas lo atravesaban como si de un fantasma se tratase. Se sintió turbado y entendió que haberse convertido en lo que ahora era, significaba una sentencia de eterna soledad. Tardó un tiempo en acostumbrarse a la idea. Pero cuando lo hizo, comenzó a disfrutar de sus poderes, y hasta el día de hoy se entretiene gastándole bromas a los que pasan distraídos por los caminos, arrojándole bolas de nieve o haciéndolos resbalar sobre los suelos escarchados. Así que, cuando veas que se avecina una blanca tormenta o sientas la punta de tu nariz congelada, sabrás que Jack Frost está cerca, trayendo consigo la ventisca y el frío del Invierno.-
¿Cómo es este Jack Frost? ¿Es guapo?- Preguntó Annie traviesa.
¿Qué tiene que ver con la historia? Además, el único chico guapo por el que tienes que preocuparte soy yo.- Le dijo con falso enojo. Al ver su plato vacío, le dio un golpecito con el tenedor para que Annie volviera a servirle más pastel.
Ahhhh, si lo sé, Hipo, pero ¿cómo voy a reconocerlo cuando lo vea? ¿Es como el Yeti o más bien como un muñeco de nieve?-
Jack Frost no existe, Annie. Es una leyenda. -Le dijo con ternura, retirándole un rizo rebelde de la frente.
Sí, al igual que los dragones.-
