Ok, lectores, este es el primer one-shot que escribo, jeje :)
Es muy triste la historia, así que leánla bajo su propia responsabilidad, debo advertirles que básicamente me inspiré en tres canciones que me cautivaron, y considero que tienen un poco que ver entre sí.
Friends - Ed Sheeran
I'm not the only one - Sam Smith
Stay - Rihanna.
Eso es todo lo que tengo que decirles, aparte de que si quieren, pueden pasarse por mi otro fic -este es largo- que estoy actualizando más o menos cada dos semanas :D /s/10532163/1/Por-Accidente
Ahora sí, adiós, y espero que lo disfruten (:
Friends
Las manos de Rachel están entrelazadas alrededor de mi cuello.
Mis manos bajan por su espalda hasta sus caderas.
El beso está pasando a ser de algo tierno, a algo más comprometido, y las respiraciones de ambas están siendo aún más agitadas de lo que ya son.
Con un poco de dificultad, me separo de Rachel. No quería, pero no era justo para mí.
‒Rachel… ‒suspiro.
‒No… ‒Rachel se vuelve a acercar a mí, para volver a besarme, pero le niego el beso‒ Vamos, Quinn, tenemos tiempo…
‒No, Rachel, no puedo seguir así. Sam… ¿te está esperando, no? En casa, con los niños…
‒Quinn…
‒Ya te he dicho que no.
‒Pero…
‒ ¿Qué diablos es lo que somos, Rachel? ¿Por qué no me respondes eso? ¿Qué somos?
‒No sé, no sé Quinn… somos, ¿amigas, no?
‒Las amigas no se besan ni se tocan. Yo no beso a Santana o Brittany, o me acuesto con ellas. Tú no besas a Mercedes. Mis amigas no me tratan como tú lo haces.
Rachel agacha la cabeza, avergonzada. Se separa de mí, y se para de donde está, para tomar su bolso, mientras se arregla el cabello.
‒Me cansas, Quinn ‒dice, con un tono efectivamente muy cansado.
‒ ¿Crees que no me cansas tú a mí? Vas y vienes, cuando quieres. Y yo estoy aquí, como una idiota, esperando a que algún día te decidas ‒digo, enojada, apoyándome en la mesa del taller‒ ¿Qué es lo que crees? ¿Qué eres la única que tiene sentimientos aquí?
‒ ¡Por dios, Quinn, claro que sé que tienes sentimientos! ¡Pero entiende que es difícil!
‒ ¡Ya son dos años, por la mierda! ‒digo, perdiendo la paciencia.
‒ ¡Tengo hijos, tú no tienes hijos de qué ocuparte, Beth está con Shelby!
‒No metas a tu familia en esto, Rachel, tú decidiste meterte entre mis sábanas.
‒Ah, entonces, para ti solo soy un revolcón de dos años ‒dice Rachel, ofuscada.
‒No me hagas reír, Rachel. No te hagas la víctima, porque la única que sale perdiendo aquí entre las dos, soy yo. Si yo me voy, estaré sola. Si te vas, seguirás teniendo a tus hijos, y a Sam. Las dos lo sabemos.
Rachel frunce los labios, como siempre lo hace cada vez que discutimos. Baja la mirada nuevamente.
‒No es tan así ‒susurra.
‒Sabes que sí, Rach.
‒No podría estar sin ti, nunca te dejaría ‒se acerca a mí, mirándome a los ojos‒ Te amo, jamás te dejaría, Quinn.
‒Entonces no lo hagas ‒susurro, solo para ella, cogiéndola con un solo brazo, pegándola a mi cuerpo. Me besa. Una, dos, tres, incontables veces. Para ella mis labios son un mundo que explorar, y para mí sus labios son el mundo. Nos besamos hasta que un sonido sofocante entorpece e interrumpe el apasionado momento.
‒Mierda ‒murmura ella, tomando su móvil de su bolso‒ Es…
‒Sam. Ya lo sé. Contesta ‒suspiro, en tono cansado, pero no me separo de Rachel. Ella tampoco lo hace.
‒ ¿Cariño? ‒dice Rachel, a través de la línea‒ Sí, estoy… estaba con Quinn, tomábamos un café, pero ya estoy camino a casa. Estábien. Ok. Sí, pasaré por la cena. Sí, cariño, te quiero. Nos vemos, adiós.
Corta la llamada sin dejar de mirarme.
‒Tengo que… ‒empieza a hablar, pero la interrumpo, poniendo mis manos sobre su rostro para acariciarlo.
‒Ya sé, Rach, ya lo sé ‒susurro, y beso su frente. Rachel intenta reprimir un sollozo pero falla.
‒Te amo ‒dice con la voz distorsionada por el llanto prácticamente silencioso.
‒También te amo, amor ‒respondo, y seco sus lágrimas con mis pulgares, la abrazo, ella me abraza también, escondiendo su rostro en mi pecho. Beso su mejilla, y luego desvío la mirada hacia el techo del taller.
Probablemente los amigos no se dicen te amo de esa forma. Claro que no.
Rachel quita su cabeza de mi pecho, para mirarme a los ojos, y besar mis labios con los ojos cerrados. Le devuelvo el beso. Pero ya sabemos que se tiene que ir.
Tomo su mano y la beso, con devoción. Caminamos tomadas de la mano por el taller hasta el interior de la casa, para luego llegar a la entrada.
Nos besamos por última vez, y Rachel toma el pomo de la puerta, para abrirla, y desaparecer por esta.
La observo desde adentro. Su perfecta silueta camina por el pequeño antejardín hasta la calle, y Posas, mi gato, entra a la casa rápidamente cuando se percata de que lo he visto arañar mis plantas. Abre el auto, se sube, y lo enciende. Antes de partir, su rostro se gira para mirarme fijamente, y levanta una de sus delicadas manos para despedirse de mí. Hago lo mismo, y la observo hasta que desaparece doblando por la otra calle.
Suspiro pesadamente, y cierro la puerta. Aún tengo tres pedidos en los que trabajar.
Abro la puerta de la casa, con una bolsa con la cena en una mano, y con mi bolso enganchado a mi hombro.
Sonrío al ver a Sam jugando con nuestros hijos. Thomas, el mayor, de cabello oscuro y seis años, corre por la sala de estar a pies descalzos, y Amy, de dos años y de cabello castaño claro se encuentra en los brazos de Sam, éste simulando que Amy vuela por los aires.
De pronto, Thomas se percata de que estoy a un lado de la mesa, dejando la cena y mi bolso, y corre hacia mí.
‒ ¡Mami! ‒exclama, abriendo los brazos. Yo también abro los brazos, agachándome, para recibirlo.
‒Hola, cariño ‒digo, levantándolo del suelo, sin dejar de abrazarlo, y beso su mejilla.
‒Mira lo que hice, mamá ‒dice Thomas, despegándose de mi agarre y mostrándome un dibujo garabateado de nosotros cuatro afuera de una casa. Mis ojos automáticamente se humedecen, y sonrío nostálgicamente.
‒Es muy bonito, Thomas, estás mejorando tus dibujos de a poco ‒le dije, besándole la mejilla una vez más, y tomándolo de la mano‒ Ven, pongámoslo en el congelador.
Caminamos hasta la cocina, y, tomando a mi hijo en brazos, éste pegó su dibujo con un imán al congelador.
‒Gracias, mami ‒dice cuando lo bajo, y se abraza a mis piernas para luego soltarme y salir corriendo nuevamente.
Camino detrás de él, para acompañar a Sam, que seguía jugando con Amy, con la ropa del trabajo aún, solo que sin corbata ni chaqueta.
‒Hola ‒saludo, y Sam se da vuelta con una sonrisa, dejando de jugar con Amy en el mismo instante, para tomarla en sus brazos. La risa de Amy daba gusto, y seguía llenando la casa de alegría, aferrándose al cuello de su papá.
‒Hola, hermosa, estábamos pasando un momento padre-hija con esta señorita ‒dice Sam, mirando a Amy y luego a mí, para acercarnos al mismo tiempo y besarnos en los labios.
‒ ¿Cómo te fue en el trabajo hoy? ‒pregunto, haciéndole cariño a Amy en su cabeza.
‒Bien, me ha ido… ‒la voz de Sam se apaga, para hacer una mueca algo adorable, frunciendo los labios.
‒ ¿Pasó algo malo?
‒No, no es nada de eso, Rach ‒dice Sam meciendo a Amy en sus brazos‒ Es solo que tengo algo que contarte…
‒ ¿Sí? Cuéntame ahora…
‒No, no, te cuento cuando cenemos ‒dice él, no muy convencido al parecer.
De inmediato mi cabeza solo puede pensar en lo que Sam me ha dicho. Algo me dice que tal vez no será buena idea.
‒Voy a poner la mesa, me tienes que contareso ‒digo yo, preocupada, y me giro para ver a mi hijo, que seguía dibujando‒ Thomas, ¿me ayudas? Traje papas fritas.
‒Sí mamá ‒dice él levantándose del suelo, muy animado.
Mientras cenamos, en lo único que pienso es en qué diablos se habrá metido Sam. Pero entonces aparecen imágenes de Quinn, sonriéndome, abrazándome, besándome.
‒ ¿Iremos a ver a los abuelos este verano?‒pregunta Thomas, con la boca llena de comida, y cortando con algo de dificultad su hamburguesa.
‒No hables con la boca llena, cariño ‒digo yo, haciéndole cariño en el mentón‒. Probablemente iremos, ya los echo de menos.
Sam vuelve a hacer esa mueca con los labios que me recuerda a cuando estábamos en la secundaria. Sí, al parecer no son muy buenas noticias. ¿O no?
Sam le tiende la cuchara a Amy, sentada en su silla, que de inmediato abre la boca, en la cual ya se comienzan a notar sus primeros dientes de leche.
‒La agencia ha logrado conseguirme una transferencia ‒dice él, limpiándole la boca a Amy con una servilleta.
‒ ¿A dónde? ‒pregunto yo, con algo de miedo a su respuesta.
‒Es en… Los Ángeles ‒responde con la vista baja, volviendo a tenderle la cuchara a Amy.
Bajo la cabeza también. Sabía que no era del todo bueno. Lo que ha dicho solo me deja un mal sabor de boca y prefiero no decir nada delante de los niños.
‒ ¿Hace frío en Los Ángeles, papá? ‒pregunta Thomas, para luego meterse un trozo de hamburguesa a la boca.
‒No, Tom, allá está casi siempre soleado ‒responde Sam, sonriéndole.
‒ ¡Guau! Entonces es como estar de vacaciones todo el año ‒dice Thomas, alegremente.
‒Allá hay colegios también, pillo ‒dice Sam, riendo.
‒ ¿Qué? ¡Oh, no! Pero yo quiero estar en la piscina todo el día ‒rezonga Thomas, dejando el tenedor sobre el plato.
‒Tal vez haya alguna escuela de artes muy buena para ti ‒dice Sam, animándolo.
‒ ¿Enserio? ‒pregunta Thomas, esperanzado.
‒Sí ‒responde Sam, regocijante al ver sonreír a nuestro hijo.
‒Ojalá la tía Quinn también fuera a Los Ángeles, no quiero que deje de enseñarme a dibujar ‒dice Thomas, y se me cae el alma a los pies. Maldición, Quinn… Giro mi cabeza para mirar a Thomas, que vuelve a cortar su hamburguesa.
‒Mmm… Ah, por cierto, ¿cómo estaba Quinn? ‒pregunta Sam, dándole la última cucharada de comida a Amy. Pestañeo rápidamente.
‒Bien, y algo ocupada ‒con sus manos en mi trasero‒ Tiene que hacer tres entregas esta semana ‒digo acordándome de nuestra discusión.
‒Bien por ella, al parecer le ha resultado bien trabajar con Puck ‒dijo Sam, riendo un poco al acordarse de nuestro amigo‒ ¿No han vuelto a estar juntos, no?
‒No ‒niego, riendo también. No estaba entre los planes de Quinn hacer más pequeñas "Beths". Tampoco estaba entre sus planes acostarse con alguien que no fuera yo.
Una vez que terminamos de cenar, nos ocupamos de acostar a nuestros hijos en sus respectivas habitaciones, para luego seguir hablando del trabajo de Sam.
‒Los Ángeles, entonces ‒mascullo mientras me desnudo y me pongo el pijama.
‒Sí ‒ responde Sam, dubitativo, sentado al borde de la cama, ya en calzoncillos.
Pongo mi ropa en el cesto que hay en una esquina de la habitación, y me siento a un lado de Sam.
‒No te parece una buena idea, ¿no? ‒pregunta Sam, mirándose las manos.
‒Sam… ‒suspiro‒ No lo sé…
‒Pero, ya terminaste con Los Miserables, y tienes un buen currículum… también te han hecho ofertas para películas, Rach, tendrás muchas oportunidades allá en Los Ángeles ‒dice Sam, girando su cabeza para mirarme.
‒Ya lo sé, pero…
‒Eres una estrella, Rachel, en un escenario o al frente de una cámara ‒dice Sam, tomando mis manos entre las suyas.
‒Estaré lejos de mis padres ‒susurro yo.
‒Podemos ir a verlos cuando quieras, amor ‒dice Sam, con la voz algo ronca. Sam sabe que la idea no me agrada del todo. Pero no sabe por qué razones, realmente‒ Podemos adecuarnos.
Sam pasa su brazo por mi espalda, y me acoge en su costado. Hundo mi cabeza en su cuello, cerrando fuertemente los ojos, y nuevas imágenes de Quinn pasan por mi mente. No sé qué haría sin ella.
Mis manos y la camiseta que traigo puesta están hechas un desastre, llenas de pintura y aserrín.
‒Te ves muy estresada, Q, relájate un poco, o no saldrá natural ‒dice Puck, poniéndose a mi lado, afirmándose en la pared.
‒Son para el viernes, Noah, en dos días más ‒suspiro yo, sin dejar de pasar trazos con el pincel.
‒ ¿Qué tengo que hacer para que no suenes como mi madre? ‒pregunta Puck, rascándose el mohicano.
‒Tal vez, seguir sacando el balance del mes… ‒digo algo ofuscada, y bajo la mano para volver a mezclar un poco de pintura. Entonces Puck se despega de la pared, y se saca la camiseta, mostrando su torso marcado. Miro de reojo, y mi rostro no muestra expresión alguna.
‒Píntame como a una de tus chicas francesas, Quinn ‒dice Puck, haciéndome reír.
‒Eres un idiota ‒digo entre risas, pasando el pincel por su rostro, manchándolo.
‒Tú también lo eres ‒dice riendo y limpiándose el rostro, para ponerse la camiseta nuevamente.
Sigo trabajando en la pintura, y Puck vuelve a sentarse frente al portátil, cerca de mí.
‒Y… ¿has sabido de Rachel? ‒pregunta él en un tono medio persuasivo, mientras se pone los anteojos para lectura.
‒Uh… no ‒miento. Aunque con Puck no me servía.
‒Entonces, ¿no han vuelto a acostarse, verdad? ‒pregunta él.
‒El lunes, el lunes nos acostamos, Puck, cuando vino aquí ‒digo, perdiendo un poco la paciencia. Es difícil mentirle a Noah, cuando llevamos más de trece años de conocernos y tenemos una hija en común. Puck es la única persona que sabe de lo mío con Rachel.
‒Entonces no se ha decidido…
‒Ya, basta, Noah ‒digo en un tono de frustración, algo cabreada. Dejo el pincel sobre el mezclador y suspiro, mientras me miro las manos y camino hacia atrás para sentarme frente a Puck, que me mira con una mueca en los labios‒ Ella no se decidirá, porque tiene una familia. Ella prefiere que seamos amantes, que seamos amigas. No sé si es que no seré suficiente, o qué diablos, pero ya sé que ella no piensa en decidirse. Nunca lo hará. Y es tan cansador, Dios mío… ‒suspiro, cerrando los ojos y poniendo mi cabeza entre mis manos, apoyando mis codos en las piernas‒ Saber que simplemente no le pertenezco pero sentirme atada a ella al fin y al cabo.
Puck permanece mirándome en silencio, con una expresión de lástima.
I have loved you for many years
Maybe I am just not enough
You've made me realize my deepest fear
By lying and tearing us up…
‒No es tu culpa, Quinn ‒dice, levantándose de la silla y dejando el portátil a un lado para abrazarme por atrás.
‒Tengo miedo de que el tiempo se nos acabe, y no poder tenerla para mí, Puck.
Puck prefiere no decir nada. Mi amigo no es muy acertado con las palabras, así que cuando nos encontramos en momentos así, solo guarda silencio, y pone su hombro.
Tal vez yo sí tengo razón, y Rachel está a contratiempo.
But when you call me baby,
I know I'm not the only one…
He pasado ya dos semanas sin ver a Rachel. No hay ni luces ni rastro de ella, en el taller o en mi cama. Nunca hemos pasado más de una semana sin vernos.
Hay algo muy raro en todo esto. Es como presentir un tsunami.
He llenado su bandeja de entrada de mensajes de texto, he dejado llamadas perdidas, y mensajes de voz. Rachel solo no aparece, y mis sábanas comienzan a extrañarla.
Todo en mí la extraña. Mi boca la pide, mis manos imploran, mi cuerpo me suplica. Necesito a Rachel, me hace falta, pero no aparece.
La alarma del despertador suena a las ocho de la mañana, pero yo estoy despierta desde hace más de veinte minutos, mirando al techo, sola, en mi cama. Estiro la mano para apagar la alarma. Mi cabeza me agradece, aliviada. La cruda me ha dado un dolor de cabeza horrible esta mañana; el día de ayer no tuve mejor idea que ponerme a beber junto a Puck hasta no tener idea de qué diablos era lo que hacía. Presumo que Puck me trajo hasta mi habitación, porque no recuerdo haber llegado por mí misma hasta aquí. De hecho, estoy con la musculosa que traía puesta el día de ayer, y con los mismos shorts de mezclilla. Mi blusa a cuadros está a un lado mío, en la cama.
Me giro hacia al lado derecho, y miro a mi gato de cabellos dorados, Posas, que descansa encima de mi escritorio. Todo sería mejor si me despertara con Rachel a mi lado cada mañana.
Salgo de la cama, y al mismo tiempo, mi gato salta del escritorio a la cama, y de esta al suelo, resbalando un poco, y me persigue mientras camino hacia el baño.
‒Posas, no puedes entrar aquí ‒rezongo, y lo empujo suavemente con el pie, para cerrar la puerta y mirarme al espejo. Lavo mi rostro y me vuelvo a mirar, mientras me seco. Mi expresión es de cansancio y un dejo de tristeza. Definitivamente sería más feliz si despertara junto a Rachel.
Abro la puerta, y puedo ver que mi gato me espera sentado afuera, mirando fijamente hacia arriba, buscando mi mirada también. Sonrío cuando maúlla, y emprendo el camino escaleras abajo, para tomar algo para desayunar antes de ponerme a trabajar en los nuevos pedidos. Posas me sigue, pasando entremedio de mis piernas de vez en cuando.
Me sirvo cereales y leche, y después echo la comida de Posas en su plato. Ambos desayunamos tranquilamente, yo sentada en el sillón y él aún lado de éste.
De pronto, nuestra tranquilidad se ve interrumpida por un toque del timbre.
‒Ay, no ‒rezongo, y Posas maúlla, pero sigue comiendo de su plato con alevosía.
Me levanto, estirándome.
Abro la puerta, y entonces me doy cuenta de que está Rachel en la entrada.
‒Quinn…
‒Rachel, ¿qué diablos…? No te he podido ubicar por semanas ‒digo, abriendo la puerta para que entre‒ ¿Dónde has estado?
‒He… tenido unos problemas, tengo que decirte un par de cosas ‒dice, en un tono nervioso, entrando. Se acerca a mí y me besa en los labios‒ Hueles a alcohol, ¿has estado bebiendo?
‒Sí ‒suspiro mientras la sigo hasta el sillón‒ anoche…
‒No me digas. ¿Es por… por mí? ‒pregunta algo insegura cuando amabas nos sentamos en el sillón.
‒Te he buscado por semanas ‒murmuro, mirando mis pies.
‒Yo… yo de verdad lo siento, Quinn ‒dice ella, acariciando mi mentón‒ Tengo muchas cosas que contarte.
‒Me las podrías haber contado antes…
‒Son importantes, Quinn, no creo que sean buenas noticias.
Alzo una ceja, mirándola interrogante.
‒ ¿Qué tan malas son? ‒pregunto yo.
‒Creo que muy malas, es que… Sam, lo han transferido a otra ciudad, y…
‒ ¿No es cerca? Puedo ir a verte muy seguido, yo sé que puedo…
‒Quinn, es en Los Ángeles ‒susurra, mirándome con ojos húmedos, y mi respiración se detiene por unos segundos.
‒ ¿Qué? ‒pregunto, sin poder creérmelo‒ Pero, Rachel, eso es al otro lado de la ciudad…
‒Ya lo sé Quinn…
‒ ¿Irás con él?
‒No puedo dejarlo solo, no puedo dejar a los niños…
‒ ¿Ya le dijiste que sí?
‒Sí… ‒dice Rachel, cerrando los ojos, con dolor. No sé si con el mismo dolor que el que siento yo.
Me quedo en silencio, mirándola. Comienzo a sentirme horrible, no podía sentirme peor.
‒Rachel, eso es a kilómetros y kilómetros de aquí, yo no… ‒trato de no ponerme a llorar, pero las lágrimas me pueden‒ Yo no puedo vivir a tantos kilómetros de ti…
‒Ya lo sé ‒dice Rachel con la voz distorsionada por el incipiente llanto que nos envuelve a ambas‒ Yo tampoco puedo, Quinn, yo te amo…
‒Pero te irás de todas formas… ‒susurro mientras intento controlar mis lágrimas, sin éxito. Me levanto, y camino hasta la puerta que da al patio.
‒No es como si lo quisiera ‒dice, levantándose y mirándome, acercándose a mí.
Me quedo sin palabras, me quedo en silencio por mucho rato, y Rachel comienza a desesperarse.
‒Por favor, por favor di algo, Quinn ‒masculla, tomando mi rostro, besándome nuevamente, para pegar su frente a la mía‒ Por favor dime algo…
‒Te amo ‒digo, sobre sus labios, y comenzamos un beso apasionado, al mismo tiempo lleno de dolor.
La forma en que nos tocamos, desesperadas, buscando lo que por semanas no habíamos tenido, nos lleva a despojarnos de nuestras ropas rápidamente quedando en ropa interior.
Caminamos mientras nos besamos, hasta el taller en donde trabajo, y nos detenemos al topar con la desvencijada mesa de madera.
Las lágrimas siguen cayendo, seguimos sintiendo la aprensión en nuestros corazones pero logramos olvidarnos de aquello, y nos centramos en ambas, en nuestros cuerpos abrazados, por la manera en que calzan juntos perfectamente.
Levanto a Rachel por los muslos y la logro subir a la mesa, quitando las cosas que nos impiden estar tan cómodas como queremos.
Tan pronto como puedo, dejo a Rachel sin su ropa interior, y me dedico a acariciarla y besarla justo donde lo desea.
Mi mano derecha baja hasta su centro húmedo, y me quedo ahí un buen rato disfrutando de su calidez, mientras beso sus pechos suavemente y me detengo en uno de sus pezones. Rachel me pide más, y entonces obedezco a sus órdenes, entrando en ella con mis dedos, provocándole el mayor placer concedido. Se aferra a mí, e introduce sus manos en mis bragas para armarme un lío de sensaciones al sentir que nos conectamos.
Con el paso de los minutos, y mientras más besos nos concedemos, siento que pierdo parte de mi conciencia, y caigo encima de ella cuando llego al éxtasis.
‒Quinn… ‒susurra Rachel, en mi oído.
‒ ¿Mmm? ‒rezongo.
‒Deberíamos ir a tu habitación ‒susurra ella.
‒ ¿Y los niños?
‒Con mis padres.
Nos levantamos para coger nuestra ropa, y volvemos a la casa para subir a mi habitación.
Pierdo la cuenta de cuantas veces hacemos el amor, lo único que sé es que lo hacemos hasta quedarnos dormidas, abrazadas como si fuéramos una sola.
Al despertar, ya comienza a ponerse el sol. Las horas se nos fueron rápidamente.
‒Rachel ‒susurro, un poco preocupada. Rachel suele tener el sueño pesado, lo sé por las veces en que con las chicas del club glee hicimos pijamadas en la secundaria‒ Rachel, ¿estás despierta?
Nuestros cuerpos están prácticamente pegados el uno con el otro, nuestras manos están entrelazadas, y mi pecho está contra su espalda.
Muy lentamente, Rachel se gira para quedar con su cabeza justo bajo mi mentón; su respiración es lenta y profunda, y poco a poco comienza a despertarse.
‒ ¿Rachel? ‒le llamo otra vez.
‒No quiero despertar nunca ‒rezonga en un murmullo‒ No quiero despertar si no estoy contigo.
‒Ahora lo estás ‒digo.
Oh, mierda. Por fin puedo decir que Rachel de verdad siente lo mismo que yo.
‒ ¿Es tarde, no es así? ‒pregunta ella, sin quitar su cabeza de mi pecho.
‒Lo es. Ya son las cinco y media, amor ‒respondo, acariciando su pelo‒ ¿Te irás pronto?
‒No tan rápido ‒dice, moviéndose un poco‒ me gusta sentir como late tu corazón.
Me quedo muda al escuchar sus palabras.
‒Va lento, Quinn. Como las semanas que pasaré sin ti ‒susurra, y cierro los ojos, tratando de contener el llanto.
Not really sure how to feel about it
Something in the way you move …
Después de unos segundos, vuelvo a hablar.
‒ ¿Cuándo se irán? ‒pregunto, arrepintiéndome de haber hecho esa pregunta al mismo tiempo.
‒En tres días, Quinn ‒responde.
Todo es demasiado real como para aceptarlo.
‒No puedo creerlo ‒susurro, rompiendo a llorar.
Rachel quita su rostro de mi pecho, para mirarme e intentar tranquilizarme, con besos en los labios, y caricias en mi pelo.
‒Yo solo… ‒digo, ahogada por el llanto‒ yo solo quiero estar así contigo para siempre.
‒Yo también quiero estar así, Quinn ‒dice ella, cerrando los ojos‒ para siempre.
Makes me feel like I can't live without you
And it takes me all the way
I want you to stay…
Por lo menos un último deseo es concedido… he despertado con ella a mi lado, al menos una vez en mi vida.
Exactamente tres días después, estoy cogiendo el primer autobús que pasa cerca de mi casa, y pasa también por casa de Rachel.
Se supone que me iré a despedir, pero en un momento de arrebato, se me ocurre otra cosa. Ir a detenerla.
Ir a decirle que por favor se quede en Nueva York, que se quede conmigo, que cuidemos a sus hijos juntas, que puede seguir con su carrera en Broadway. Que puede seguir despertándose cada tarde, cada mañana, cada noche, cuando ella quiera; junto a mí.
Friends should sleep in other beds
And friends should kiss me like you do
Sorbeteo un poco con la nariz. Ya vamos a mitad de camino para llegar al aeropuerto.
Ni Sam ni Thomas se han dado cuenta de que estoy llorando silenciosamente. Amy va dormida profundamente en su silla, y Thomas va muy concentrado intentando leer el cuento que mis padres le han traído la última vez que nos visitaron.
Al rascarme uno de mis ojos, Sam recién se da cuenta, pero no está ni cerca.
‒ ¿Estás bien, cariño?‒dice Sam, frunciendo el entrecejo, girando un poco la cabeza, y me acaricia la mejilla.
‒Sí, estoy bien, es solo que las flores del patio de la señora Adams me han dado alergia de nuevo ‒digo, acomodándome en el asiento y sacando pañuelitos desechables de la guantera del copiloto.
‒Bueno, ya no volverá a ocurrir eso ‒dice él, con una sonrisa sincera y un tanto juguetona‒ Por un segundo creí que llorabas, ¿sabes que todo seguirá igual que antes, verdad, Rach?
‒Claro que sí, Sam ‒digo, intentando sonreírle.
Pero supe desde el momento en que me dijo todo esto, que nada volvería a ser como era antes.
And I know that there's a limit to everything
But my friends won't love me like you
Cuando el conductor cierra la puerta del autobús detrás de mí, emprendo una carrera a muerte a casa de Rachel. Paso por el jardín, piso sin querer algunas flores, y me detengo frente a la puerta, para tocar el timbre.
Una.
Dos.
Tres, hasta cuatro, cinco veces. Nadie abre la puerta.
‒ ¡Rachel! ‒exclamo, irrumpiendo la tranquilidad de su barrio‒ ¡Rachel, abre la puerta! ‒grito nuevamente.
Golpeo tantas veces la puerta con mi mano que esta se cansa, y mis nudillos quedan rojos.
‒ ¡Rachel, por favor, abre la puerta! ‒grito, perdiendo la paciencia.
‒Disculpe, ¿usted quién es? ‒pregunta una señora entrando en edad senil, que me habla desde el otro jardín, algo alarmada.
‒Quinn Fabray, soy una amiga de los Evans, ¿no sabe si es que aún no se van o algo así? ‒pregunto girándome, agitada.
‒Oh, cariño, los Evans ya se han ido ‒dice, en un tono compasivo.
‒ ¿Cómo? ‒pregunto, angustiada.
‒Los Evans se fueron, hace unos diez minutos, más o menos ‒responde ella, en el mismo tono de antes.
Siento que se me va la vida en un suspiro.
‒ ¿Bromea? ‒pregunto, cerrando los ojos.
‒ ¿Bromear, yo? Querida, pero si hasta me han dejado a cargo el jardín hasta que lleguen los nuevos propietarios ‒dice, con una sonrisa tan compasiva como su tono.
‒Demonios ‒susurro‒ Gracias ‒le digo a la señora, con la cabeza gacha.
Lo único que puedo hacer es detenerme en los escalones que están antes de la puerta de la antigua casa de Rachel, y romper en un llanto silencioso.
‒Te perdí ‒ murmuro, mirándome los pies‒ Te perdí demasiado rápido, Rach.
Demasiado rápido para mi gusto.
No, my friends won't love me like you
Oh, my friends will never love me like you…
