Bueno, aquí está el fic que prometí en mi otra historia, espero que lo disfrutéis y os agrade y no os decepcione.
Por otra parte… ¡amigo Puts-a-lot! ¡ÁNIMO, RECLUTA ^^! (Oh, Diosas, soy malvada… -.-U)
Estos personajes no me pertenecen ni intento utilizarlos con intención de copiar nada. Son propiedad de Nintendo.
PD: Aquí tampoco hay FLASH BACK DENTRO DEL FLASH BACK (lo siento, se me quedó grabado -.-")
CANTARÁS PARA MÍ, MI CHICO
- No, no quiero nada.
- ¿En serio? Todo lo que ves aquí, - Dijo el chico, señalándose. – es calidad/precio.
- Debe ser barato, entonces. – Le sonrió algo cabreada.
El chico se enfurruñó consigo mismo y con ella, como todos los que le habían ofrecido sus servicios.
Y Zelda estaba cansada y tensa.
Muy tensa.
Llevaba MESES, casi un año, en aquel lejano reino, lejos de la comodidad y la seguridad de su hogar. Se suponía que debía hacer eso, pero estaba realmente cansada de ir de un lado hacia otro, buscando su "otra mitad".
- Cuando lo encuentres, lo sabrás. Busca y decide bien, porque pasarás con él el resto de tus días. – Le había dicho su padre, el rey de Hyrule.
Como princesa que iba a cumplir dieciocho años próximamente, necesitaba encontrar un marido de entre la plebe, tal y como había hecho su padre con su madre y su abuela con su abuelo… había visitado ya todos los lugares del reino, descartando y apuntando nombres en su pequeña libreta. De vez en cuando había tenido algunos problemas, pero ya sabía defenderse sola, gracias a su tutora Impa.
Ya tan solo quedaba aquel local… separado en cuatro distintos tipos de "preparación", de hombres para hombres, mujeres para mujeres, mujeres para hombres y donde estaba ella, de hombres para mujeres. Era un país bastante liberal.
Apoyando su codo encima de la barra, se oprimió el puente de la nariz, con un vaso de licor. No sabía lo que era, pero estaba bueno.
- Bueno, bueno, bueno… - Dijo una mujer extremadamente atractiva encima del escenario, gritando por encima del murmullo de la gente. - ¡Hoy tenemos mucho público! ¿Qué les pasa hoy en día a las chicas? ¿Vuestros maridos nos os atienden de manera apropiada? ¡Bienvenidas sean todas al Raven's House, y disfruten de su estancia… en los dormitorios!
Un sonrojo leve se posó sobre la princesa mientras la gran estancia se envolvía en risas y carcajadas, pero nadie lo vio bajo su capucha negra.
Todos los hombres a su alrededor eran hermosos y muy atractivos, altos, delgados y músculos fuertes… y todos medio desnudos, tan solo los tapaban unos pantalones hasta por la rodilla, un poco más abajo.
- Bueno, pues ahora que hemos ganado vuestra atención… ¿Quién quiere un poco de música?
De nuevo la sala se convirtió en ruido, exclamando no sabía qué cosas.
Levantando el brazo hacia un lado, la mujer se alejó y bajo del escenario, dejando espacio para los que fueran a salir allí a hacer música. Zelda se giró y esperó hasta que salieron los "músicos", que también eran… trabajadores.
Pero no le interesaban todos los hombre en la plataforma de madera, solo lo hacía uno. Un hombre en ese antro había llamado su atención, pero no de igual manera que los de los nombres en su libreta.
Su cabello era rubio, tan rubio como la paja, tan claro que con las luces parecía blanco. Sus ojos eran de un azul celeste, que le recordaban a un cielo despejado. Su cara era bella, pero no la misma belleza que los demás hombres, aquel tenía… algo especial. Llegaría a ser "mono" si no tuviera esa aura de masculinidad perfecta a su alrededor. No era extremadamente musculoso, pero no le faltaba su ración. Era tan alto como ella, tal vez un poco más, y era el único que llevaba una camisa.
Sin creerse lo que veía, Zelda bajó su capucha, dejando ver su liso cabello castaño y sus ojos azules, con cara impresionada. Entonces, el chico la vio y le dedicó una sonrisa sensual, de las que había visto una y otra vez en la sala. A diferencia de que esa fue efectiva. El chico no era como los demás hombres que había conocido, aquel le afectaba de una manera que ningún otro hombre lo había hecho.
Y cuando comenzó a cantar…
"Sensing your breath on my skin... so tenderly. (Sintiendo tu respiración en mi piel… tan tiernamente.)
I'm going insane, facing tragedy, (Me estoy volviendo loco, directo a una tragedia,)
with the touch of your kiss... I'll take the risk..." (Con el toque de tus besos… correré el riesgo…)
Su voz era gruesa y ronca, pero a la vez hermosa y harmoniosa. Penetraba en su oído como una lanza, pero era agradable. Se dio cuenta de que era sensual, hecha para seducir.
La morena miró a su alrededor, observando a las demás mujeres, que parecían tener un efecto igual al suyo.
Extasiada entre la voz del rubio en el escenario, no supo cuanto tiempo estuvo cantando hasta que las mujeres a su alrededor comenzaron a aplaudir y a gritar. Incluso más de una se desmayó. Después de haber terminado de cantar, el chico bajó del escenario y fue a hablar con otros chicos. Los amigos del rubio la señalaron a ella. Se giró, le sonrió y comenzó a caminar, yendo directo hacia donde estaba Zelda, ella comenzando a ponerse nerviosa. "¿Por qué viene?", se preguntaba una y otra vez.
- Hola. – Dijo llegando a su lado.
Su voz no era tan gruesa como cuando cantaba, era algo más aguda. Aun así, no le preocuparía tener que escucharla siempre, pero se escondió en una capa de indiferencia.
- Hola…
- Te ves sola. – Dijo, sentándose a su lado.
- Estoy bien. – Se giró hacia delante fríamente.
- ¿Qué haces aquí, si no estás buscando compañía?
- Estoy buscando otra cosa.
- ¿El qué?
- No te concierne.
- Vaya, no es problema. Por cierto, ¿por qué has rechazado a esos hombres? ¿No son de tu gusto?
- He dicho que no busco eso.
- Ah, pues nos estas creando un problema.
- ¿Por qué? ¿Por qué no tengo ganas de… eso?
- No, mujer, si eso nos da igual. Lo que pasa es que el local no se paga solo, y tú estás consumiendo más de lo que pagas, por lo que…
- Pues me voy. No sé ni para qué he entrado.
- ¡No! – Exclamó el chico, aunque luego puso una cara incierta. – Digo, puedes hacer lo que quieras, pero… bueno, hay algunas normas.
- ¿Ah, sí? ¿Estoy incumpliendo alguna?
- Aun no, en realidad, pero… bueno, si no contratas los servicios de alguno de nosotros, no se te dejará entrar otro día…
Instantáneamente, Zelda se sintió algo cohibida. ¿No la dejarían entrar? ¿Significa eso que no vería más al chico? No supo que hacer, le pareció indigno de una princesa contratar a alguien, pero… no quería perder de vista al muchacho rubio. Todo un dilema.
- Por cierto… ¿cómo te llamas?
- Emm…
- A ver si adivino… ¿me lo contarías pero tendrías que matarme?
- Zelda.
- Oh… - Dijo el chico, pensativo. – Bonito nombre.
- ¿Por qué te interesa mi nombre? Lo veo carente de valor aquí.
- ¿Crees que me interesa? Es algo más rutinario que eso.
- ¿Y tú cómo te llamas?
- Link. ¿Por qué te interesa mi nombre? Lo veo carente de valor por aquí. – Dijo imitando sus palabras, en un intento de burla.
- ¿Crees que me interesa? Es la costumbre.
Zelda estuvo tentada a reír cuando escucho la voz profunda del chico riendo a carcajadas, divertido. Estuvo tentada, pero no lo hizo, estaba demasiado ocupada escuchando la profunda voz reír. Cuando dejó de reír, Link la miró a los ojos y susurró.
- Eres hermosa…
Zelda lo miró, sin saber responder. Si ella era hermosa, ¿él qué se consideraba? Sin proponérselo, levantó una mano para tocar los delgados y suaves labios del chico con la punta de los dedos, pero el muchacho se apartó.
- Hey… soy el más caro de aquí. – Dijo de broma. – Tendrás que pagar bastante para tenerme.
- ¿Cuánto?
- ¿Cómo? – Preguntó, sin esperar aquella pregunta de la chica.
- ¿Cuánto cuestas?
- Mil ruppies la noche…
La chica sacó una bolsa de cuero marrón y la lanzó sobre el mostrador de madera hacia la mujer que había hablado anteriormente en el escenario, ocupada lavando unos vasos. De pronto se detuvo, andó hasta la bolsita y la abrió, contando las pocas piedras de colores que había dentro.
- Suficiente. – Dijo la camarera, algo asombrada. – Espera, que te traigo el cambio.
- Déjelo. – Dijo Zelda, mirando al chico rubio. – Que se gane la propina.
Zelda se levantó, volviendo a ponerse la capucha sobre su cabeza, comenzando a caminar en dirección a la salida.
"Vaya… a domicilio, ¿eh? Eso es que no está casada", se sonrió a sí mismo. Como si le importase algo que estuviera casada o no…
La siguió cuando salió de la gran estancia, dando miradas cómplices a sus compañeros. La chica iba decidida, caminando en medio de la noche, sus zapatitos resonando por toda la calle oscura. Pero al poco tiempo, al darse cuenta de que estaban yendo en dirección contraria a donde creía que irían, no pudo evitar preguntarse qué era tan raro con aquella muchacha.
- Oye… ¿dónde vamos? Nos estamos alejando un poco de…
- A casa.
- ¿Está muy lejos?
- No.
La morena giró la esquina y se detuvo, mirando hacia el espeso bosque. Los lobos aullaban, y la luna cernía su color hasta el comienzo del bosque, donde todo se cernía más oscuro.
Miró a la muchacha, que se veía completamente decidida a entrar en aquel bosque de mala muerte. Tragó sonoramente y la chica lo miró, viendo su cara pálida.
- ¿El chico sexy tiene miedo?
- El chico sexy no quiere que se lo coman los Wolfs…
Con una pequeña risa, Zelda cogió su mano tiernamente, antes de darle un pequeño tirón, acercándolo a ella y su calor, y cerrar los ojos. Link miró como pronunciaba unas palabras en un raro lenguaje, sin tener la más remota idea del significado de estas.
Y entonces poco después, la muchacha comenzó a brillar tanto como el sol, tanto que le cegó los ojos, obligándole a tapárselos con el brazo libre. Poco después, comenzó a sentir un picor en todo su cuerpo, y un dolor en el estómago como si le hubieran dado un puñetazo.
Sensaciones que le hacían caer de rodillas, pero algo lo sujetaba y sostenía. Y entonces, dejó de sentir todo aquel lío de sensaciones para encontrarse tirado en un suelo de hermosa madera.
- Ya hemos llegado.
- ¿Q-Q-Qué diablos ha pasado?
- Esa palabra: "diablos"… no vuelvas a pronunciarla en mi presencia, al igual que cualquier palabra irrespetuosa. – Dijo Zelda severamente.
A su parecer, creía que aquel era el chico que buscaba, pero no entendía por qué. Después de todo, era un hombre indigno, uno que vendía su cuerpo por dinero… y eso no era, para nada, moral. Debería enseñarle muchas cosas si lo quería a su lado, comenzando por el habla.
- De acuerdo… - Dijo aun en shock. – Reitero, ¿qué ha pasado?
- Nos he transportado a mi casa. Es hermosa, ¿eh? – Comentó mirando al alto techo lleno de bigas.
- Emm… ¿y cómo demonios has hecho eso? – Se sentó en el suelo y esperó por la respuesta de la chica.
- No sé si me he explicado con claridad… - Susurró. Se acercó a Link, le puso una mano encima de la boca y lo empujó al suelo con brusquedad, dándose él un pequeño golpe en la cabeza. – he dicho: nada de palabras irrespetuosas… ¿has entendido ahora?
Que las Diosas lo ayudasen, la mirada de la chica lo aterraba… estaba encerrado en medio de quién sabe dónde con una bruja loca… ¡lo convertiría en una rana!
- Bueno, ¿vamos o no?
- ¿Qué? ¿Dónde? – Cuestionó algo intimidado, pensando que volvería a hacer… lo que fuera que había hecho para llegar allí.
- Al dormitorio. ¿Dónde, sino?
Link se levantó, tragando pesadamente, pero siguiendo a la chica a través de la sala. Zelda abrió la puerta de madera, dándose la vuelta y cogiéndolo de las manos, empujándolo tras ella a entrar en la habitación, la cual era simple: una cama de matrimonio más bien pequeña y una mesilla de noche. La casa parecía un poco pobre, "¿De dónde habrá sacado tanto dinero para pagarme?", se preguntó intrigado.
La chica se sentó a los pies de la cama, mirándole con una sonrisa, las rodillas juntas y las manos sobre ellas. Link se quedó delante de ella con una ceja alzada, intrigado. Parecía bastante nerviosa. Después lo miró ladeando la cabeza.
- ¿Y bien…?
Link comprendió que la chica no tenía ni idea de como funcionaba su mundo. El rubio le sonrió, acercándose a ella lentamente. Le puso la mano en el hombro, empujándola suavemente hacia atrás, apoyando su cabeza contra la almohada con brazos y piernas extendidos.
Subiendo de rodillas encima de su regazo, sin llegar a apoyar todo su peso, bajó hasta apoyar sus manos a ambos lados de la cabeza de la morena. Después, bajó su cabeza hasta rozar sus labios contra los de ella, sin llegar a un contacto. La chica suspiró y retorció un poco, sin saber qué hacer.
- ¿No has hecho nunca esto? – Dijo Link separándose.
- Tú lo has hecho demasiadas veces.
- Es mi trabajo… ¿le culparías a un herrero por hacer muchas espadas?
- ¿Te comparas con un herrero? El tuyo es un trabajo…
- Necesario, - La cortó antes de que pudiese continuar. – es un servicio como cualquier otro.
- El herrero hace cosas más útiles.
Link suspiró, sin saber cómo continuar la conversación, dándose cuenta de la terquedad de la morena.
Bajó la cabeza de nuevo, encontrando los labios de Zelda, suaves y calientes. Los besó suavemente, sin avanzar demasiado, notando los suspiros que la muchacha daba. Cuando pensó que ya había suficiente, sacó la lengua y la pasó por encima de los labios de la chica, recibiendo un empujón tan fuerte que casi lo tiró de la cama.
- ¿Qué-Qué haces…? – Dijo sonrojada.
- Mi trabajo…
- Lo siento…
Al muchacho, aquel comportamiento le pareció completamente adorable. Sonrió cariñosamente y volvió a posar sus labios sobre los suyos, volviendo a pasar la lengua por sus labios. Entonces, Zelda abrió los labios, dejando paso a la lengua entrante.
Ella estaba completamente rígida. No era que tuviera vergüenza, en absoluto, tan solo tenía miedo de dañar al chico… cosa que nunca antes le había preocupado. Aquel chico era al único que, aunque quisiera, no podría hacerle daño, se dio cuenta, a pesar de lo violenta que podía resultar a veces.
El chico se separó de ella cuando notó su rigidez y la miró a los ojos, viendo el deseo de tocar el cuerpo del hombre a horcajadas encima de ella.
- Eres tímida.
- No lo soy.
- Sí lo eres y se te nota mucho.
- ¿Ah, sí? – Sonrió cuando se dio cuenta de que la provocación iba en su ayuda.
Entonces movió la mano y la puso sobre la erección en los pantalones del rubio, que gimió suavemente sin apartar la mirada.
- Esto es un buen ejemplo de timidez. – Dijo atrevida.
Siguió acariciando aun cuando el chico se movió hasta su oreja, besando la piel alrededor del lóbulo y lamiendo el mismo.
Zelda seguía acariciando el cuerpo del chico, por la espalda y siguiendo por el pecho, acariciando sus brazos, mientras el chico comenzaba a desatar el nudo de la capa de la chica. Se sorprendió bastante cuando vio un vestido de seda cara, pero recordó que había pagado con "propina", la cual no sabía si era mucha cantidad. Pero el problema no estaba ahí.
La mayoría de las mujeres habían pasado gran parte de su vida casadas ahorrando para hacerse una noche con él, solían vestir ropas no muy caras pero eso…
- ¿Cómo…? – A punto de decir una mala palabra, se detuvo, reconsideró y continuó. - ¿Cómo se quita esto?
Zelda rio suavemente, sentándose en la cama, con Link aun encima de ella. De un lado del vestido blanco y rosa, comenzó a desabrochar unos botones escondidos entre tela y muy camuflados. Link suspiró, intentando recordar dónde estaban exactamente. ¿Por qué? Ni él lo sabía, pues estaba claro que esta iba a ser la primera y última vez que tocara a la chica de esta manera…
Con ese pensamiento en mente, comenzó a besa el cuello de la chica, quien soltaba pequeños gemiditos al aire. Link comenzó a quitar el vestido, acariciando los hombros, la curva de los senos y las caderas, bajando por las piernas hasta que estuvo fuera.
Zelda estaba impresionada con la suavidad de las caricias del rubio y la suavidad de sus manos, su corazón latiendo más deprisa cada vez que Link dejaba más espacio de piel al descubierto, bajándose de encima de ella para situarse entre sus piernas.
Link, con Zelda solo en lencería, acarició sus muslos, mirando cada parte acariciada. Estaba sorprendido por la suavidad, ninguna chica se cuidaba tanto. Mientras acariciaba la parte exterior del muslo, comenzó a besar la parte interior de la rodilla, continuando y bajando por la piel tersa. La respiración de Zelda era irregular mientras se aferraba a las sábanas, sin poder esperar a lo que le pudiese hacer sentir el chico.
Subiendo de nuevo a sus labios, besándolos e introduciendo su lengua, Link bajó una mano por sus senos, acariciándolos fugazmente, bajando por el estómago hasta el ombligo, donde se detuvo.
- La primera vez es muy importante para las mujeres. – Susurró Link en su oído, con la mano bajo el estómago, completamente quieta. – Deberías hacer esto con el chico correspondiente.
- ¿Pero… pero qué dices…? – Aun le costaba un poco respirar.
- Digo que eres muy joven. Tienes mucho tiempo para enamorarte y hacer esto con el chico que quieras.
- Tú también eres joven. – Dijo la chica, enfadada. ¿Por qué se detenía ahora? - ¿Qué haces trabajando de esto?
- Fue por… nada, es igual.
Volvió a poner las manos en las caderas de la chica antes de quitarle aquella prenda, volviendo a ponerse entre ellas. Zelda cerró las rodillas en un acto involuntario, pero enseguida volvió a tenerlas alrededor de la cintura del chico, notando la erección que sobresalí a de sus pantalones, gimiendo por la dureza contra su sexo.
Sonriendo por la impaciencia de la muchacha, pero algo incómodo por la conversación, acarició con el dedo índice los labios húmedos de la chica, no sin antes apartarse para darse un poco de espacio.
- Ah… - Gimió Zelda debajo de él.
El chico se separó de ella, abriendo suavemente más sus piernas y situándose entre ellas de rodillas. Un gran sonrojo se posó sobre la cara de la chica, y puso su mano sobre su estómago, descansando l acabeza en la almohada, hasta aquel momento observando los movimientos del rubio.
Gimió con fuerza cuando notó la humedad de una lengua lamer su clítoris. Los dedos del chico separaron sus labios mientras de acariciaba el granito hinchado con la lengua y acariciaba su estrechez con el dedo corazón de la mano libre.
- ¡Ah! Se siente bien… - Gimió mientras ponía sus manos encima de la cabellera del rubio.
Con el comentario en mente, inspirándolo, metió lentamente el dedo índice en su humedad, notando la estrechez virgen de Zelda, abriéndola. La morena soltó un pequeño gemido dolido pero inmediatamente se volvió placentero, notando la lengua de Link jugar con su centro. Y cuando comenzó a moverlo…
Zelda comenzó a notar un hormigueo en su estómago, cosa que no había sentido jamás, un increíble placer que la inundaba y la hacía gritar. Pero justo cuando comenzaba a incrementarse ese placer, el chico se alejó de ella, posándose encima de ella, alineando su erección, salida entre sus pantalones algo bajados, contra el agujero húmedo de la chica. Con el pulgar, el chico siguió acariciando el clítoris de ella, haciéndola gemir, cuando comenzó a introducirse en su humedad.
La morena sintió un pequeño dolor punzante ante la intromisión en su estrechez, sumado con las caricias sobre su montículo hinchado. El rubio avanzó hasta que se encontró con la fina barrera dentro del sexo de la chica, viendo en sus gestos aun atisbo de dolor. Con el dedo aun en su clítoris, acariciando, bajó su cabeza hasta que quedó al lado de su oreja, y comenzó a hablar con la misma voz con la que cantaba.
- Concéntrate en mi voz… ¿de acuerdo…?
- S-Sí… - Dijo abrazando al chico por el cuello.
Unos minutos después, cuando pensó que la chica estaba suficientemente concentrada en su voz y mientras seguía hablando, el chico hizo un poco de fuerza en un movimiento suave, rompiendo la barrera. La chica soló soltó un pequeño gemido adolorido, pero demasiado concentrada en la voz del chico.
Dejó de hablar y fue a sus senos, posando una mano en su espalda arqueada y abriéndolo. Una vez desatado, lo lanzó a un lado quitándoselo suavemente, y luego tocando con una mano un seno, mientras que con la boca comenzó a besar y lamer el otro.
Cuando el chico comenzó a moverse de nuevo dentro de ella, la chica se fijó en la ropa del chico, aun puesta. Se golpeó a sí misma mentalmente por no haberle prestado atención al chico, demasiado concentrada en su placer. Puso una mano suave sobre su hombro, separándolo un poco, gimiendo cuando el chico sale de ella.
- ¡Espera, espera…! - Dijo el muchacho, pero no pudo detener a la chica.
Y ella se quedó muda.
La piel bronceada del chico se extendía por su torso, no demasiado musculado. Pero eso no era lo que la impresionó. Una gran cicatriz de quemadura se extendía desde el cuello a un costado de las costillas. La chica le miró a los ojos, pensando en por qué un chico como él podría tener una cicatriz así de violenta. Pero el chico apartó la mirada.
- Oye… - Dijo Zelda, notando el malestar del chico. Se notaba que le incomodaba sobremanera. – Oye, mírame. – Ordenó, cogiendo su barbilla y girándola hacia ella. – Ganarte la propina es muy fácil, ¿sabes? – Cuando el chico la miró entre impresionado e ignorante, continuó. – Quítate los pantalones.
- No, eso sí que no.
- ¿Por qué?
- Porque no.
- Dije: quítatelos. He pagado, no me hagas arrepentirme.
El chico suspiró, notando dentro de él una lucha interna. Al final supuso que lo mejor era hacer lo que la chica decía y se los quitó, sentándose al lado de ella, mostrando las dos quemaduras en la parte interior de sus muslos.
Una rabia incontrolable llenó a la chica, pensando que aquellos que le hicieron todo aquello al cuerpo perfecto del chico morirían entre terribles sufrimientos. Entonces entendió por qué el chico iba más tapado.
No pudo decir o preguntar nada, ya que Link se situó encima de ella y la volvió a penetrar, reanudando el casi olvidado placer del sexo.
Viendo que a la chica no le desagradaban sus marcas de infancia, sino que sus ojos se llenaban de ira, no entendió por qué. "A lo mejor ira porque no soy lo que se esperaba", pensó dolido. Así que prefirió acabar rápido e irse cuando hubiera terminado el trabajo.
Comenzó a moverse dentro y fuera de ella, ambos gimiendo con la fricción sus sexos, sudando uno contra otro.
- ¡Ah! ¡Sí, Link! ¡Más rápido! – Dijo con sus manos en su cuello, abrazándose a él como un salvavidas.
Cuando comenzó a moverse más deprisa, la chica gimió por más del mismo placer que le estaba dando del chico, mientras también gemía. Nunca antes había estado tan a gusto entre los brazos y piernas de una chica, tampoco nadie tan hermosa como ella, pero prefirió no prestar demasiada atención, sabiendo que aquella, sería su única noche.
Cuando comenzaron sus clímax, Zelda comenzó a gritar y gemir más fuerte en la oreja del rubio, sintiendo de nuevo el hormigueo en su estómago. Por otro lado, Link no daba mucho de sí, simplemente gruñía y aumentaba las embestidas, apoyando su frente en la almohada, ya demasiado acostumbrado a aquello.
- ¿Qué…? ¡Qué…!
Cuando Zelda se terminó, abrió los ojos y su mente se puso en blanco, retorciéndose y exclamando el nombre de Link, exclamando por más. Cuando el muchacho se corrió, ella ya estaba agotada por el placer recién sentido en su cuerpo. Nunca se imaginó que el roce entre un hombre y una mujer fuese tan… placentero.
Link se derrumbó al lado suyo, con respiración trabajosa, aunque no tanto como la de ella. La miró de reojo y sintió algo raro mirando su rostro enrojecido por el placer, sus pechos exuberantes subiendo y bajando pesadamente.
Cuando la respiración de la chica comenzó a tranquilizarse, Link comenzó a levantarse, cansado por el reciente clímax y buscando la ropa, pero una voz lo detuvo.
- ¿Dónde… dónde te crees que vas…?
- ¿Qué…?
- Ven aquí… - Susurró la chica abriendo los brazos, sonriéndole.
Y el rubio, sin saber por qué, lo hizo de buen grado. Abrazó a la chica por la cintura y se estiró a su lado, poniendo la cabeza en su pecho y utilizándolo como almohada. No supo por qué, pero se sintió tan protegido como cuando… como antes. Prefirió no pensar mucho en eso.
- Aun tienes que ganarte la propina…
El chico dio un cansado suspiro, separándose de su agradable pecho para juntar de nuevo sus labios con los de ella, pero la morena lo detuvo antes de que llegara.
- Solo quiero que duermas lo que queda de noche, viciosillo.
- ¿Viciosillo? – Susurró con una ceja rubia alzada.
Cuando la muchacha se rio, una risa profunda y sincera, Link volvió a la posición de antes y cerró los ojos, deseando que aquel momento durara para siempre.
Y ni él sabía por qué.
Cuando creyó que el chico ya se había dormido, su respiración era profunda, comenzó a acariciarle la cabellera rubia. Zelda estaba cansada, pero la magia dentro de ella hacía hervir su sangre y siempre la hacía aguantar en los más cansados entrenamientos, era natural que hubiera podido aguantar hasta poder ver al chico dormido.
Su cara ya no era la de un muchacho que trabajaba en un burdel, era de un chico muy diferente. Se asombró del resquicio de inocencia que vio en su cara, dormida en su pecho, parecía más un niño que no un hombre de su edad.
- ¿Sabes qué? – Le preguntó, a sabiendas de que no le escuchaba. – Serás completamente mío algún día, ya lo verás. No serás de nadie más y no cantarás para nadie más que para mí. – Miró hacia el techo y se sintió bien consigo misma, sabiendo que había encontrado al chico del que tanto había oído hablar de su padre. – Algún día te casarás conmigo… y solo cantarás para mí, mi chico… te lo prometo.
CONTINUARÁ…
Bueno este es el fic del que os hablaba. No sé cómo me quedó el lemon, creo que un poco desperdigado con tanto diálogo… pero bueno, si os ha gustado me sirve XD. Por cierto, la letra que he puesto es del anuncio de amor amor, del perfume ese de forbidden kiss. Si la habéis escuchado queda un poco como, ¿qué diablos hace Link cantando eso...? Imaginaos que es con voz de chico... pero me gustó la letra, por eso la puse.
A lo mejor tardo un poco en actualizar, no sabéis lo que me ha costado escribir este mísero capítulo.
Eso era todo… ¡Dejen reviews y feliz año nuevo n_n!
