Abrió sus ojos lentamente ante el sonido de las aves, sintiendo una terrible Puntada en la cabeza.

John sintió el rocío del cesped bajo su tacto. Aún estaba confundido de dónde estaba y cómo llegó allí. Los recuerdos se volvían cada vez más borrosos en su mente.

Los rayos solares pegaban en sus ojos, haciendo imposible ver con claridad el paisaje verdoso. Aún en su cabeza rondaba la cuestión de cómo había llegado allí.

John se levantó lentamente para visualizar mejor lo que parecía un hermoso jardín con aires victorianos. Setos con rosales de diferentes colores, diferentes tipos de árboles, que daban una cálida sombra primaveral. Muebles de hierro pintados de un neutro y pacifico blanco. Esto lo comenzaba a inquietarle, más por aquella tranquilidad y soledad del lugar a excepción de un silencioso tic tac que aumentaba a cada instante.

Curioso, John caminó por aquel jardin buscando la fuente del sonido hasta llegar a unos setos en forma de mural, lo cual despuéa entendió, era un laberinto vegetal.

Confundido, miró para ambos lados y luego hacia delante, buscando cualquier señal de vida. John suspiró, resignado bajando la mirada a sus pies.

-¿Quieres tocar mi esponjosa colita, John?-

El rubio levantó la mirada, donde una figura femenina, vestida de lo que parecia un traje bastante provocativo de conejo color púrpura que se ajustaba a su cuerpo, acompañado con una medias finas de red lo miraba con una ceja arqueada, en un atrevido gesto.

-¿No quiere, doctor Watson?- Volvió a cuestionar con una sedosa voz que lo estremecía al mismo tiempo que giraba sobre sus zapatos taco aguja y agitaba un rabo esponjoso de color blanco que tenía en la parte baja de su espalda

-¿Quién eres?- Dijo John, entre molesto e inquieto por las insinuaciones de la extraña.

-¿Acaso erea gay, John?- dijo la mujer con un notable toque de burla en sus palabras.

-¡No soy gay!- Exclamó John. -Espera ¿a dónde vas?- antes de que John pudiera reaccionar, la femina figura estaba adentrándose al laberinto vegetal.

John, sin pensarlo, corrió tras de ella, guiado por el misterioso tic tac. No quería perder a la única forma de vida allí además de él.

John la perseguía con rápidez, perdiéndola de vista a veces, volviéndola a encontrar a algunas bifurcaciones del laberinto. La suave y engatuzante risa se oía por todos lados, mareando a John, haciéndolo girar a veces, pensando que iba por el lugar equivocado.

Agitado, John se apoyó contra el seto, tratando de recuperar su aliento. Apoyó ambas manos en sus rodillas, respirando agitado hasta que la sensación fría del cuero tocó debajo de su mandibula.

John levantó la cabeza para ver a la mujer vestida de conejo, acariciando su rostro con un latigo.

-Te ves tan adorable, John. Podría poseerte aquí mismo, ahora mismo.- susurró.

John apartó el latigo de su rostro con brusquedad, haciendo que la mujer se riera. -Tranquilo soldado. Él no tiene por qué enterarse.- dijo, regalandolé Un picaro guiño.

-No/soy/gay.- Dijo lentamente.

-Qué pena, cariño. Yo si.- la mujer sonrió con insolencia antes de volver a correr.

John la siguió hasta un camino sin salida, donde había un cerezo. Sus ojos miraron a la base del árbol, donde la mujer estaba metida en lo que parecía un agujero en el suelo, apoyando su rostro en una mano y tirándole un beso con la mano libre antes de soltarse y perderse en la oscuridad de la corteza.

-¡Espera!- gritó John, corriendo hasta el cerezo, metiendo su cabeza en el agujero. Estaba demasiado oscuro como para distinguir algo pero parecía profundo. Algo que carecía de absoluta lógica para John.

John trató de sacar su cabeza e ir a buscar a alguien más, pero parecía que había enganchado su sweater en la corteza. John forcejeó en vano, tratando de soltarse pero había perdido el equilibrio y antes de que se diera cuenta, John estaba cayendo en un tunel profundo, de colores extravagantes.