Almas gemelas…
La lluvia caía cada vez más fuerte sobre mi cuerpo, mis ropas estaban totalmente mojadas y cada vez chorean más agua, que la que conseguíamos en el distrito. Estaba exhausta muy cansada, mis piernas ya no daban más, hacía mucho frio, pues era invierno, tenía muchísima hambre, lo único que podía hacer era robar la comida que encontraba, incluso teniendo moho la comía, pues mi estómago rugía más fuerte que el auténtico león africano. Me acurruque debajo de un árbol sin importarme si moría de hipotermia o no, recosté mi cabeza en el tronco del árbol y respire profundamente. En ese instante pude sentir el olor a pan recién horneado, venia de la casa de enfrente de donde yo estaba media tirada, era la casa del panadero del distrito, al menos él se daba el lujo de comer pan. En ese momento del patio trasero de la casa salió una mujer, adulta pero no anciana, dejando una bandeja con muchos panes no podía decir cuántos eran desde aquí, los puso en el suelo bajo el tejado para que la lluvia no los mojara y se fue adentro. En ese momento se me ocurrió robarlos, después de todo ya no era considerado un delito para mí, que era de lo que sobrevivía. Me levante y me acerqué caminando lentamente, agradecía que no había gente afuera, ya que todos disfrutaban del calor de sus hogueras en sus casas, y me permitiría robar sin ser vista. Llegue al patio, pude distinguir cuatro panes altos y largos, sonreí al menos tendría comida por unos días, me acerque mas y cuando estaba por tomar la bandeja alguien me detuvo poniendo su brazo para impedirme tomar la bandeja.
-¿Qué crees que haces?- dije mirándolo, era un chico, alto de cabello rubio y profundos ojos azules.
-¿Qué crees que haces tu?- me pregunta incrédulo, con su mirada fría como la roca.
Volteo hacia la ventana de la casa para asegurarme de que nadie nos haya visto.
-¡Esto es mio!- reclamo susurrando, pero con dureza, mirándolo a los ojos.
-Claro que no niña, esto es mío ahora, vete- dice empujándome.
Se levanto con los panes y cuando se disponía a irse, se voltea y me dice:
-No tengo problema en dejarte aquí tirada, pero si te ven me delataras, asique anda, ven aquí- dijo tendiéndome su mano para que me levantara.
No dije nada y salimos corriendo, en cuanto nos alejamos, mire al bosque, tenia que irme a mi choza antes de que hiciera mas frio.
-¿Dónde iras?- me pregunta con el ceño fruncido.
-Hay una vieja choza en el bosque, allí voy- dije evitando su mirada, por algún motivo me ponía incomoda.
-¿Bromeas? En cuanto saltes allí dentro se caerá contigo dentro, está destruida- dijo alzando las cejas.
-Es mejor, prefiero eso, a morirme de hambre- dije mordiendo mi labio.
-Ten, quédate con esos- dijo dándome dos de los panes que robo.
-Gracias, ¿que otro estomago debes llenar?- dije mientras empezaba a tiritar de frio, seguía lloviendo pero esta ves mas lento.
-A mi sobrino y a mi tio y ¿tu?- dijo señalándome con la cabeza.
casi susurrando respondo –solo el mío- en cuanto digo eso, el me toma del brazo, un poco fuerte y empieza a tirar de mí.
-¿Qué haces? ¿A dónde me llevas?- digo per apenas consigo caminar a su ritmo, mis pies empiezan a dolerme.
-Estas por entrar en hipotermia, necesitas calentarte, te llevare a mi casa- dijo sin mirarme arrastrándome por las calles desiertas, mis pies no estaban de mi lado y agradecia que el era fuerte y podía con casi todo mi peso.
-Oye mi casa esta lejos, ven sostén esto- dijo entregándome los panes, los sostuve bajo mi brazo cubriéndolos con mi chaqueta.
Me cargo en su espalda y empezó a caminar, sentía todo mi cuerpo congelado, poco a poco me empecé a debilitar, mas de lo que ya estaba, recosté mi cabeza en el hombro de aquel desconocido, no me importaba lo que me haga solo quería salir de estas horribles condiciones donde estaba.
Horas después..
Me desperté, sintiendo un acogedor calor por todo mi cuerpo, me desperté y observe donde me encontraba, estaba en una especie de cuarto, estaba desordenado, y había poca luz.
-Al fin despiertas, crei que tendría que ir a comprarte un cajón.-dice el hombre rubio de ojos azules, me rio alegremente, el que estaba en otra habitación, cortando algo con un cuchillo, de repente me doy cuenta de que no se su nombre.
-Humm- dije caminando hacia donde él se encontraba-¿ como te llamas?-
- Petta y ¿tu?- dijo lavando el cuchillo que uso para cortar una verdura que estaba sobre la mesa.
-Katniss Everdeen. Dije casi susurrando.
-Bien lindo nombre, ve a la mesa y siéntate- dijo mirándome, yo obedeci con el ceño fruncido, ¿era autoritario? Se sento frente a mi y comenzamos a comer.
-¿No has dicho que vives con tu tio y sobrino?- dije, en cuanto dije eso, me di cuenta de que pudo haberme mentido, quizás ni siquiera le preocupo si me moria congelada, me puse derecha en mi silla y agarre el cuchillo disimuladamente, y mire la puerta, observando por donde podía escapar.
-Si, están durmiendo, mañana conoceras a Michael es genial, lo querras tanto como yo, eso claro si soportas a los niños - dijo soltando una media risa.
Yo solo lo mire, en ese momento prácticamente salte de la silla hacia la puerta, pero el fue mas rápido al parecer y en cuanto llegue a la puerta el puso su brazo sobre ella para impedir que la abra.
-¿Qué crees que haces?- dijo confundido y con el ceño fruncido.
-¿Por qué no me dejas ir?¿para que me quieres aquí?- le dije agarrando con fuerza el cuchillo.
-¿Disculpa? Oye te estabas por congelar allí afuera y ¿Por qué quieres irte?- dijo dando un paso asia mi.
-No se me acerques-dije apuntando el cuchillo en su dirección- ni un paso mas.
-Bien- dijo levantando la manos- vete, no me interesa lo que te pase, solo quize ser amable, deberías agradecerlo no hay mucha gente a quien puedas acudir al parecer.
Dicho esto me fui, corrí afuera de la casa, y mire hacia todos lados, buscando el bosque, lo encontré y corri hacia allí.
Seguí corriendo, quería llegar hasta donde estaba mi choza, encender un pequeño fuego y conseguir dormirme, de una buena ves, y esperar a que la mañana llegara para poder disfrutar del sol, que brillaba en el lado oeste del bosque.
Empeze a sentirme desorientada después de caminar un rato, tenia hambre y estaba helada, pensé en la idea de volver a la casa de petta, pero mi orgullo no me lo permitía.
El camino se me empezó a hacer cada ves más familiar por lo que apure mi andar, y pronto llegue a mi choza, y corri dentro de esta y me tumbe en el piso, agitada de tanto correr y caminar, y asi helada y con hambre me empezó a vencer el sueño.
