HUEHUEHUE, holi(?).

¿Saben? No de dan una idea de lo mucho que amo con toda el alma el BartoCaven, hacía mucho ansíaba de verdad dedicarles un poco de mi tiempo y al fin lo logré.

Saludos aMiharu, que algo me dice leerá esto(?). Ahaha, varias veces me acordé de ti mientras escribía esto x'D, ya sabes.

Fufufu, espero les guste y disculpen si tengo algún error ortográfico e incoherencia narrativa.

-Todos los personajes pertenecen a Eiichiro Oda, yo solo los tomo prestado para satisfacer mis fantasías homosexuales.

Cabbage y Romeo

El fuerte viento llenaba de paz a los habitantes de Dressrosa con el movimiento de los girasoles en el campo. ¿Cuánto había pasado desde la pelea?, nadie prefería pensar en eso y simplemente se dedicaron a la libertad que ahora sentían en sus corazones. Porque, tantos años de engaño, de sufrimiento, de todo, por fin podían tener la verdad en sus manos y estar seguros y protegidos.
Pero, ciertamente, no hay mal que por bien no venga y así ha sido siempre en los eventos de la vida, o en su mayoría, pues la tormenta no es eterna y el arco iris en algún momento surge. Ahora, todos los habitantes de Dressrosa lo saben, así como los piratas de ahí.

Todo se volvió un caos cuando la pelea acabó, muchos huyeron para evitar ser atrapados por la marina que era muy temida gracias al Almirante Issho. No fue el caso de los Mugiwara, que tuvieron la protección secreta del Rey Riku, cuando todo volvió a la normalidad. Fue difícil, pero al final, les consiguió un lugar muy apartado de todo en la isla, para que tuvieran el tiempo necesario y reponerse de su lucha, además, también eso formaba parte de su agradecimiento. Incluso ahí, uno que otro aliado de ellos se coló, contando también a Trafalgar Law, Bartolomeo y Cavendish. Este último no estaba tan herido, pero no quería irse por una sencilla razón: estaba preocupado por los demás, cosa que no admitía, siendo tan vanidoso, pero lo estaba y en especial de uno.

Espero algún día ese fanatismo no te mate, Bartolomeo, pensó Cavendish, que estaba parado frente a una de las ventanas de la cabaña oculta en el prado; tenía una rosa en su poder y solo estaba vestido con su pantalón morado y su camisa blanca, así como sus botines. Nada más. A unos cuantos metros, estaba el peliverde, dormido con el torso vendado y otra curita en la cara, pero parecía estar bien. Según los análisis clínicos de Law, podrían estar bien los dos para irse en un par de días. La única herida grave que Cavendish tenía, estaba en su mano izquierda, que sufrió un gran corte al detener la espada con la que Hakuba pretendía dañar a Robin.
Suspiró. No se arrepentía de haberla protegido.
Le daba gusto ver que por fin, Bartolomeo se había dignado a descansar como debía, pues en la semana anterior se la pasó revoloteando lejanamente donde algunos Mugiwara estaban siendo tratados. Y no podía negar la envidia o mejor dicho celos que sentía por ver tal escena, pues aunque a el rubio le atendieron muy bien algunas enfermeras enviadas por el Rey Riku y se mostraron fascinadas por su belleza, no le gustaba que precisamente el Caníbal lo ignorara para ver a otros, ¿era cuestión de vanidad? Era lo más razonable pensar. De todos modos, no dejaba de sentirse preocupado por ese estúpido fanboy y su mente estaba muy cerca de darle una respuesta.

La cabaña donde se estaban quedando era lo suficientemente espaciosa como para estar compartiendo con los Mugiwara –cosa que afectó el corazón de Bartolomeo que hasta lo hizo llorar de la emoción-. No le molestaba eso, pues ya desde hace tiempo, gracias al Dios Usopp, dejó esos deseos de venganza con el capitán de estos y debido a que ahora el ex Shichibukai y Supernova, Trafalgar Law, estaba con ellos, ya no podía matarlo. Eso no quitaba el hecho de que de vez en cuando se sintiera atosigado con esos piratas locos ahí, aunque él no era precisamente alguien para juzgar la "locura" de los demás.
Aun así, Cavendish era bastante arrogante para hacerlo.

—Huh, al menos aquí tengo la paz y hermosa vista necesaria para distraerme, justo lo que necesita alguien como yo —musitó Cavendish, ya en la parte de atrás de la cabaña, donde se sentó y empezó a comer su rosa con elegancia.

No hace mucho tomó una comida espectacular y digna de la realeza, así que esto era su postre, por así decirlo. En la mañana había ido a ver a Farul, su estado seguía siendo grave, pero de todos modos no perdía la esperanza y no se iría del país hasta que su amado y leal caballo estuviera bien, porque aunque fuera un animal, lo consideraba un Nakama; no lo abandonaría.
Aunque fuera algo peligroso acercarse a la meseta del Rey Riku ahora, por la presencia de la Marina, iría, porque necesitaba ver a Farul antes de dormir. De no ser porque allá era donde su caballo podía estar mejor debido a los cuidados, Cavendish no hubiera dejado que lo separaran de este.
Y así, se pasó el resto de la tarde, sentado frente al montonal de flores que se esparcía en su vista, hasta que el sol por fin se ocultó. Se vio la mano vendada -y algo hinchada-, se incorporó, dejando que el viento moviera suavemente los bucles de su cabello rubio y perfecto, cabe añadir. Pasó simplemente por Durandal, por simple precaución y así, salió de la cabaña, con cuidado.

Ya iba a medio camino, el frondoso y pequeño bosque no le daba miedo, además, la Luna estaba llena y brillante, por lo que le proporcionaba una excelente visión y aunque no dependía de Hakuba, también tenía su compañía. Por eso, se detuvo cuando escuchó un ligero movimiento en el pasto, aunque creyó solo se debía a algún animal o quienquiera que fuera, no podía ser un enemigo viendo las cosas del asunto. O quizá un posible Marine se infiltró y si ese era el caso, sabía cómo dejarlo fuera de combate.

—Cabbage —el aludido casi se sobresaltó, de no ser porque conocía bien esa salvaje voz, como no.

—Deberías seguir descansando, Bartolomeo, ¿qué quieres aquí siguiéndome? ¿Te has convertido en alguna de mis fans acaso? —respondió con una sonrisa vanidosa y simpática. Cuando se giró, le fue inevitable no ver el pecho desnudo ajeno por más tiempo del que debería. Ese tatuaje le luce tan bien.

—No digas mierdas, Cabbage. Tú no eres digno como Luffy-senpai, beh —Bartolomeo puso los ojos en blanco con ese ceño fruncido permanente de siempre. Llevaba ambas manos dentro de los bolsillos de su pantalón.

—Entonces, regrésate —Cavendish no se molestó en ocultar lo ofendido en su mirada por la comparación tan absurda; seguía sin entenderlo.

—No quiero, beh, tú no me das órdenes —gruñó Bartolomeo.

—Bien, has lo que quieras entonces —replicó Cavendish, irritado ligeramente y no por eso menos bello.

La luz resplandeciente de la luna, le daba un toque más hermoso al Príncipe Pirata, era un maldito adonis y una desgracia para Bartolomeo, no en el mal sentido. Es decir, siempre pensó que ese rubio era un arrogante superficial de mierda y probablemente no se equivocaba en algunos aspectos, pero seguía sintiendo una ligera punzada de curiosidad del por qué alguien como Cavendish protegió de esa manera a Robin-senpai. Suponía no debía darle más importancia de la debida, ya que al fin y al cabo, era un Príncipe que alardeaba y se supone los príncipes protegen a las mujeres, ¿no?
De todos modos, como buen fanboy que se respeta, debía agradecerle el proteger a uno de sus ídolos, porque si fuera otra cosa, la verdad es que Bartolomeo no le hubiera agradecido ni mierda a Cavendish. Él no era alguien educado, es más, las personas lo odiaban y disfrutaba de joderles la existencia, era un tipo malo, después de todo, era un pirata cabrón.
Lo que nuestro salvaje peliverde estaba pasando por alto, es que solo con el vanidoso rubio tenía la necesidad de decirle un "gracias", cuando hubo más personas que ayudaron a los Mugiwara y eso que Cavendish seguía pareciéndole un poco aterrador, pero en demasía problemático por su jodida doble personalidad. Mismo motivo por el cual no quería ni acercarse a él en los primeros días y ahora se encontraba siguiendo los pasos del rubio.

Ah, nuestro Bartolomeo querido, todavía no se daba cuenta que estaba cayendo. Y que la caída lejos de dolerle, probablemente lo haría sentir más vivo y completo.

— ¡¿Por qué estás siguiéndome, Bartolomeo?! —gritó un exasperado Cavendish, luego de casi media hora que llevaba caminando sin rumbo fijo, pues que el peliverde lo estuviera siguiendo le hacía sentir… raro.

—Porque se me da la gana —Bartolomeo se llevó el dedo meñique a hurgar en su nariz con despreocupación, mientras veía al rubio fruncir el ceño—. Además, si te acercas al palacio, los malditos Marines podrán darse cuenta de nuestra presencia aquí y de ningún modo puedo dejar que pongas en peligro a Luffy-senpai, porque no se ha recuperado —lo dijo serio. Era una buena excusa, porque era verdad. No sabía cómo decirle el verdadero motivo al rubio sin aumentarle el puto ego.

Cavendish puso los ojos en blanco y encaró al peliverde.

—No soy tan idiota como para dejar que los Marines me vean. Además, necesito ver a Farul y tú no me vas a impedir eso.

—Te lo digo por las buenas, Cabbage, no dejaré que pongas en peligro a Luffy-senpai. No importa si tengo que estrellarte contra mis barreras, no te dejaré ir al maldito palacio, beh —dijo Bartolomeo, completamente decidido.

— ¡Entiende, Bartolomeo, yo no los voy a poner en peligro! —bufó Cavendish, con firmeza— No soy un mal agradecido para hacerlo ni un descuidado —poco a poco, otra vez los celos florecieron en su pecho con solo ver ese fanatismo en los ojos del peliverde.

—No me arriesgaré, así que Cabbage, será mejor que regreses.

—Bartolomeo, ¿no confías en mí, incluso después de que protegí a Nico Robin? —Cavendish entrecerró los ojos y lo miró fijamente.

—… —Bartolomeo se quedó sin palabras y frunció más el ceño, que a cualquiera que lo viera en la noche, lo tomaría por un hombre lobo, gracias a sus tremendos colmillos de bestia.

— ¿Y bien? ¿No confías en mí? Porque estoy de su lado —insistió Cavendish, cruzándose de brazos. Como le gustaba tener esa mirada del peliverde en su cuerpo, no era lo mismo que tener todas las miradas de sus admiradoras y admiradores, eso se sentía mejor. Y no solo para su ego.

Por otro lado, Bartolomeo se estaba debatiendo, necesitaba las palabras correctas para hablar con el rubio, porque no le apetecía ser tomado por un fanático más, al menos, no de él.

—Ugh… Sobre eso…

Cavendish enarcó una ceja, sin decir nada, invitándolo a hablar.

—G-gracias…

— ¿Gracias? —ahora, el extrañado fue Cavendish, que incluso frunció el ceño.

—Por proteger a Robin-senpai de ese tío aterrador que está dentro de ti —habló un tanto apresurado, pues con solo pensar en uno de los Mugiwara, el lado fanboy de Barto salía un poco.

—Ah —Cavendish sonrió con cierta arrogancia, propia de un príncipe y eso que no eran halagos los que recibía—. No es nada.

Y el peliverde resopló. Genial, por más que lo intentó, al parecer, solo consiguió darle más vanidad al señor arrogancia. En fin.

—De todos modos, no te dejaré ir al palacio —repitió.

— ¡¿Qué manera es esa de dar las gracias entonces?! —Cavendish lo fulminó con la mirada— No me detendré solo porque tú lo digas —sin más, se dio la vuelta.

Sin embargo, el rubio no continuó avanzando, porque terminó chocando contra una barrera.

— ¡Bartolomeo, déjame salir! ¡Esta no es una manera de agradecerme! —Cavendish pateó la barrera y se giró para ver al peliverde de manera asesina. Pero se sorprendió de encontrárselo tan cerca de su cara.

— ¿Eso quieres entonces, Cabbage? —Bartolomeo le miró serio y fastidiado— Conozco una mejor manera de mostrarte mi agradecimiento en lugar de dejarte ir hacía el palacio para que nos descubran.

— ¿Ah, sí? —Cavendish frunció los labios— No necesito que me devuelvas "el favor", porque no protegí a Nico Robin para que tú me debieras algo…

Las palabras del rubio se quedaron perdidas en el aire, cuando la boca del peliverde atrapó sus labios en un brusco y salvaje beso. ¿Cómo es que ahora Bartolomeo se encontraba besando a alguien tan problemático como lo era Cavendish?
Fácil. Aunque fuera un torpe para estás cosas, el peliverde notó la sinceridad en sus palabras y cuando se dejó absorber por ese azul cielo de los ojos ajenos, supo que no era el príncipe de mierda que pensó. Y como buena bestia que es, seguía a sus impulsos y lo que estos le indicaron mientras sentía el olor dulce de Cavendish en su nariz, era que lo devorara.
Y eso estaba haciendo ahora.

En un principio, el rubio se quedó atónito y le sujetó de los hombros para empujarlo, porque de ninguna manera se esperó como resultado esto. Sin embargo, debido a que estaba acorralado contra la bendita barrera, no pudo hacer mucho, además, sus defensas se fueron a la mierda en cuestión de segundos, porque no podía negar que el sabor salvaje de esos labios, prendían su adrenalina. Quiso sentir más esos colmillos que le devoraban la boca en ese ósculo, cual caníbal.
Besar a Bartolomeo no era tan difícil como parecería a primera vista, debido a los colmillos tan grandes que tenía, solo se necesitaba pasión para no hacerle caso y ya. Y aunque sus bocas se abrían más debido a eso, permitiendo el juntar sus lenguas, haciéndolos jadear.
Cavendish enredó sus finos dedos en los cabellos verdes del otro chico, mientras que la lengua de Bartolomeo buscaba dominancia sobre la ajena, empujando su cara contra la del rubio; le sujetó de la cadera y la barrera se deshizo, por lo que terminaron cayendo al suelo, ya que estaban apoyados en esta. Y aunque el Príncipe se quejó, el Caníbal continuó besándolo, porque, oh, joder, esos maldito labios sabían a rosas y, y, algo tan putamente dulce que lo sintió como una reverenda droga.
Esto es peligroso, pensó Bartolomeo, sin muchas ganas de detenerse.

Cavendish se estaba quedando sin aire y su respiración ya estaba acelerada, no quería detenerse, pero si continuaba tirado en el pasto, su divino cabello terminaría ensuciándose y no. Por lo que se removió un poco, pero cuando lo hizo, accidentalmente, su rodilla pasó rozando la entrepierna del peliverde, quién gruñó por ese contacto.

—Beh, no pensé que el Príncipe de las Rosas quisiera más agradecimiento —se burló Bartolomeo, dejando de besarlo, pero se mantuvo cerca del rostro ajeno, pues podía sentir el dulce aliento de este.

— ¡C-cállate, no es eso! —la cara de Cavendish adquirió un ligero rubor, además de fruncir el ceño. Era la primera vez que se sentía entre halagado y con vergüenza.

Como quien no quiere la cosa, Bartolomeo se acomodó entre las piernas del rubio, con una gran sonrisa en el rostro y con descaro, le apretujó los glúteos al ajeno.

— ¡NO HAGAS ESO! —se quejó Cavendish, todo acalorado.

—Oh, vamos. Enorgullécete, porque los tienes bien firmes para tocar, beh —Bartolomeo se rio un poco y de manera ronca. La verdad que tener ante él la visión del Príncipe acostado, colorado, con la luz de la luna en su cuerpo y el pecho casi descubierto, le hacía querer comerlo. En todos los sentidos.

— ¡No necesito que los agarres para saber eso! —la lucha interna de Cavendish entre su ego y vergüenza, tenían un empate— Además, ya sé que soy perfecto. Mi cuerpo es perfecto —logró recuperarse y al notar la mirada brillante del peliverde, sonrió, pavoneándose y se sentó.

El Caníbal siguió sonriendo, amplio y sin molestarse por primera vez al ver la actitud arrogante ajena, al contrario, tenía una actitud desvergonzada.

—Entonces, déjame admirarlo —las manos de Bartolomeo sujetaron con fuerza la cintura ajena.

Aunque Cavendish sintió un ramalazo de pena, su orgullo de príncipe ganó esta vez.

—Este lugar está lleno de tierra y demás cosas que no son dignas para tener a un Príncipe desnudo aquí —la sonrisa coqueta que Cavendish le dedicó al otro chico, le envió un ramalazo de excitación.

—Behehehe, no necesitas estar desnudo para comerte, Cabbage —Bartolomeo se relamió los labios y sin permiso, se lanzó a besar el cuello ajeno con fiereza, mordiéndolo.

—Ngh… Idiota, Bartolomeo, no debes dejar marcas… —Cavendish casi gimió, por la sorpresa y porque le gustó la sensación de tener esos bruscos labios en su cuello. Se estaba excitando también.

—Es porque eres mi cena, Cabbage, por eso y nadie puede comer de lo que yo ya fijé como mío —dijo Bartolomeo como si fuera lo más obvio y socarrón, lamiendo la extensión del cuello ajeno.

Esas palabras retumbaron en la cabeza del rubio. Sin embargo, Cavendish al oír eso, no le molestó para nada, como pensó o anteriormente pudo haber pasado, simplemente sonrió complacido.

—Entonces, ¿debo suponer que tu manera de seguirme para evitar que fuera al palacio era una simple excusa para estar conmigo esta noche y a solas? —decir que su ego estaba hasta al cielo, era quedarse corto. Pero no todo era vanidad en esto, porque un sentimiento cálido se esparció por su pecho.

Al oír la presuntuosa suposición, Bartolomeo le mordió el cuello con fuerza y volvió a tumbarlo en la hierba, para después sujetarle cada muñeca contra el suelo verde.

—Tal vez, Cabbage —y se le quedó mirando fijamente alrededor de un minuto—. ¡Agh! Maldito seas tú y tu boca de mierda, joder. Quiero morderte esos putos labios que te saben a rosas, coño —algo le decía a Bartolomeo que si expresaba su sentir con palabrotas (que así lo hace siempre o la mayoría de veces), podía decirlas sin subirle tanto el ego al otro.

Eso sí que sacó de onda al rubio, ¿en serio Bartolomeo, gran fanboy de los Mugiwara le estaba diciendo eso?

—No te lo estoy diciendo como un jodido fan, Cavendish —que Bartolomeo usara el nombre completo ajeno, significaba que estaba siendo serio y sincero, pues notó como el otro estaba dando por hecho que tenía otro fan y no era así.

Y a Cavendish no le llevó mucho tiempo entender la indirecta de todas esas palabras, que fueron capaces de darle más satisfacción que cuando sabía que su popularidad aumentaba.

—Entonces, chico malo… —frunció el ceño, no podía creer lo que iba a decir— A mí me gusta verte.

Los dos eran bastante orgullosos, cabe decir, sin embargo, ninguno era un cobarde ni tan idiota como para no entender parte de sus sentimientos. Al menos, estos se aclararon tras haberse besado, pues había sido como si un balde de agua fría les hubiera bañado y que lejos de darles frío, les llenó de calor.

La expresión del Príncipe estaba llena de dignidad, porque de ninguna manera se avergonzaría de sus palabras. Y Bartolomeo simplemente lo miró fijamente un rato y se acercó a besarlo otra vez, con fuerza.
Qué bueno que las heridas de los dos ya estaban mejor, sino, sería un problema.

—Me encantas, puta mierda, maldito príncipe bastado, me encantas —respondió Bartolomeo, no quedándose atrás en demostrar con valentía sus sentimientos y con una sutileza inigualable, típica de una bestia.

Cavendish se empezó a reír por esa declaración tan poco común y como pudo, se levantó otra vez, sentándose al lado del peliverde.

—Es bueno saberlo —una sonrisita vanidosa apareció.

—Que no te suba el ego, Cabbage, porque quizá te quedes sin fans después de esto —gruñó Bartolomeo.

— ¿Perdón? —Cavendish le miró, molesto y retándolo ligeramente.

—Ya te dije; lo que fijé como mi comida, solo yo la puedo comer, beh —ahora, Bartolomeo sonrió despreocupado y seguro.

—Sí haces eso, tendrás que compensarlos con halagos, muchos halagos —Cavendish utilizó eso, algo sarcástico, pues sabía bien que al peliverde no le gustaba mostrar admiración más que para Mugiwara.

—Trato hecho, entonces.

—… —Cavendish lo miró, boquiabierto ligeramente, pero segundos después, sonrió con arrogancia— Será mejor que te esfuerces en ello, entonces, Bartolomeo.

La sonrisa del Caníbal se acentuó y sujetó de la nuca al contrario, para acercar ambos rostros.

—No será difícil —y es que, Bartolomeo sabía reconocer las cosas buenas del rubio, que no las aceptara era diferente. Al menos, así era antes, pero pese a eso, después de todo, ese jodido príncipe había logrado calar en su corazón, por más marica que se escuchara. Claro, eso no lo diría tan explícitamente a palabras.

—Bien, espero estés contento. Lograste tu misión de que no fuera al palacio — dijo Cavendish con molestia fingida e hizo un mohín. Aunque claramente sabía que el verdadero propósito del peliverde no había sido eso, solo lo estaba molestando un poco.

Bartolomeo se rio por lo bajo y lo jaló para besarlo, dejando a su paso mordidas en los labios ajenos.

— ¡No dejes tantas marcas! Me quitarás un pedazo —regañó Cavendish.

—Behehe, cálmate, Cabbage.

—Recuerda que mi piel es muy valiosa, no la trates como un trapo sucio.

—No lo hago, a estas alturas, si no te tratará diferente, ya estarías sangrando.

Eso iluminó los ojos del rubio.

— ¿Soy diferente?

—… Lo eres —ahora, el ruborizado fue Bartolomeo y maldijo.

Entonces, Cavendish le acarició la mejilla con suavidad y sonrió, divertido y cálido. Y en respuesta, Bartolomeo le agarró la mano y le mordió sin lastimar, los dedos.

—Y tú también lo eres para mí, Bartolomeo —susurró Cavendish, sin perder su sonrisa.

Y ambos sonrieron, tratando de hacer caso omiso del latir frenético de sus corazones, porque era vergonzoso de cierta forma, uno porque se consideraba demasiado rudo y el otro por su vanidad.

Definitivamente, esta pequeña guerra en este viaje a este país, trajo consigo muchas cosas buenas, para los dos, sin importar que uno fuera un cabrón que jodiera al mundo entero ni que el otro fuera tan delicado como una rosa llena de espinas.
A ambos les llegó su recompensa, justa o no, tuvieron una recompensa digna de disfrutar.

¿Y qué tal? ¿Verdad que esta pareja es hermosa? ¿VERDAD? *n*

Ahahahaha, bueno, espero les haya gustado y de una vez les advierto(?) que no será la única vez que escriba sobre Bartolomeo y Cavendish, porque LOS AMO 3.

Ojalá me dejen sus opiniones respecto a la historia uvu.

¡Nos vemos!