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Unos grilletes la sujetaban con excesiva presión. Sus muñecas ardían debido a las heridas y al frío metal incrustándose sobre ellas. Hermione creía que no hacía ninguna falta que la tuvieran encadenada, ya que no tenía la voluntad de escapar, ni siquiera pensaba en tal cosa.

Habían pasado tres años desde que había ingresado en ese putrefacto lugar. Azkaban era una prisión horrenda, mucho peor de lo que se habría podido imaginar.

Fue lanzada sin consideración hacia una de las celdas. Vio que ésta estaba llena de gente, quizás diez personas más de lo que debería ser aceptable. Estaban totalmente hacinados. Se estremeció a ver niños pequeños en su mayoría. Quizás cuatro adultos entre ellos, Hermione era una única que tendría diecisiete años.

Todos con las miradas vacías, fijas en un punto en la pared. Una mujer intentaba consolar a un chico que no tendría más de doce años, pero era imposible. El ambiente del lugar era insoportable. Se escuchaban gritos resonando a través de las paredes, muchos llantos y sollozos.

No tenía idea de cuento tiempo llevaba toda esa gente ahí. Pero ella no creía poder soportar mucho.

Y, sin embargo, su cuerpo y su mente tuvieron la fortaleza para tolerar tres largos e insoportables años ahí presa. La mayoría de las personas que compartían su celda habían muerto. Tardaron días en recoger sus cuerpos. El olor a descomposición cada vez era más sofocante. Perdió la cuenta de cuantas veces se había enfermado en ese tiempo.

Cuanto la última mujer que la acompañaba enfermó gravemente, la sacaron a rastras jalándola por el cabello con violencia. Hermione vio muy impresionada a dos mortífagos reír mientras su víctima se retorcía intentando liberarse. Sofocó un grito de terror cuando uno de los hombres empezó a golpear a la mujer en el rostro con salvajismo, solo para que dejara de debatirse.

No podía decir nada. Ya no tenía la fuerza para protestar, solo se preguntaba una y otra vez cuando la muerte de dignaría a ir por ella. Los mortífagos dejaron a la pobre mujer ahí tirada en el suelo, ésta resollaba e intentaba retener algo de oxígeno a sus maltratos pulmones.

Hermione tuvo la tentación de acercarse. En todo ese tiempo nunca había hablado con la mujer, de hecho nadie hablaba nada, todos estaban demasiado hundidos en ese infierno como para reaccionar a un contacto humano.

Pero no bien se hubo convencido, cuando una sombra apareció de la nada. Hermione se pegó contra la pared muy asustada. Un dementor había hecho acto de presencia y sujetaba a la mujer con sus asquerosas manos. Se acercó hasta su rostro y sus bocas quedaron a un centímetro de distancia.

—No— susurró la mujer antes de soltar un grito aterrador. Hubo un sonido espantoso de succión que le puso los pelos de punta a la bruja.

Notó como su corazón dejaba de latir por unos instantes mientras mantenía los ojos fijos en la criatura. Tenía que dejar de ver eso, pero le era imposible, estaba en un estado completo de shock.

Finalmente el dementor soltó a su presa y se alejó deslizándose por el suelo. Hermione miró el rostro casi muerto de la mujer. Tenía los ojos desenfocados y la boca abierta. Quedó tendida en el suelo sin moverse hasta que finalmente Hermione se dio la vuelta, sujetándose las rodillas mientras enterraba la cara entre sus piernas. Quería llorar, pero ya no podía más.

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— ¡Despierta, estúpida!—

Hermione abrió los ojos, todo le daba vueltas y aunque no había llorado, sentía como toda la cara le ardía. Se giró y miró desoladamente hacia los barrotes de su ahora solitaria celda. Un mortífago estaba tras éstos y la observaba con crueldad.

— ¡Levántate! —

Hermione obedeció. Esa era su vida de un tiempo para acá; seguir órdenes. Ellos le decían cuando debía dormir, cuando comer, cuando sentarse y cuando debía estar de pie. Quedó frente al hombre sin levantar la vista.

Escuchó como la reja se abría y el hombre la tomaba con fuerza por el brazo. La sacó de la celda y la empujó para forzarla a caminar. No le preocupaba que hicieran con ella, si la iban a matar o torturar; eso ya era algo muy común.

— Tienes mucha suerte, infeliz— le espetó el mortífago con maldad.

Hermione no reaccionó a sus palabras. Las burlas eran algo muy común, y los insultos se consideraban algo normal. Notó un golpe en su espalda y estuvo a punto de caer hacia adelante sobre sus rodillas. Se giró lentamente solo para ver al mortífago con la varita levantada.

— ¡Muévete! No tengo todo el día—

— No tienes que golpearme— le recriminó ella en voz muy baja. Se arrepintió al instante de decir aquello.

— ¿Qué has dicho? Inmunda sangre sucia… ¡¿Cómo te atreves?!— Vio como el mortífago levantaba la varita y la apuntaba a la cara. Hermione cerró los ojos, preparándose para la oleada de dolor que sabría que vendría.

— Dolohov ¿Qué haces?—

Una profunda voz masculina se hizo presente. Hermione se giró y vio a un hombre de unos cincuenta años caminar hacia ellos. La bruja no supo si sentirse agradecida de que el intimidante hombre apareciera, y detuviera una posible tortura, o tener más miedo de la situación.

— Me ha faltado el respeto— le respondió el mortífago escupiendo en el suelo.

El recién llegado le lanzó una mirada de profundo asco a Hermione antes de girarse hacia su interlocutor — Debemos llevarla lo más… aceptablemente posible, tú lo sabes—

— De acuerdo, de acuerdo… que se largue, no quiero verla ni un segundo más— le dijo con furia mientras guardaba su varita.

Hermione fue jalada nuevamente hacia una habitación. Se quedó quieta mientras unas mujeres la desvestían y la bañaban con deliberada fuerza. Parecían querer quitarle la piel frotandola con las esponjas. Sin embargo ella no soltó ningún sonido de dolor. Finalmente la vistieron de una forma casual.

No bien le hubiesen colocado la ultima prenda de ropa, fue sujetaba por unas cadenas en sus muñecas y la halaron con más ímpetu que antes. No sabía dónde estaba, ni que día era. Estaba totalmente perdida.

Notó como todo daba vueltas debido a la repentina aparición, y finalmente sus pies tocaron el suelo. Cayó de rodillas, su cuerpo ya no toleraba nada más. Escuchó al hombre que la tenía sujeta refunfuñar y soltar improperios mientras la forzaba a alzarse nuevamente.

Hermione miró a su alrededor. Estaban en Hogwarts. La chica notó como su corazón palpitaba con mucha fuerza. No entendía que hacía ella ahí, pero se sentía mucho mejor que de donde provenía. El lugar estaba en un sepulcral silencio. Lo más seguro es que todos los estudiantes estuvieran de vacaciones. Eso solo quería decir que debían estar cercanos a agosto.

Tan sumida estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta que habían llegado hasta el despacho del director. El mortífago dijo la contraseña y la empujo hacia las escaleras.

— Sube…— ordenó — Entra, y ni se te ocurra hacer alguna estupidez. Estaré aquí hasta que me hayan enviado el mensaje de que llegaste— le advirtió.

Hermione asintió asustada y subió con rapidez. Las piernas le temblaban mucho, estaba deseando con todo su ser retroceder en el tiempo y que estuviera a punto de ver la cara sonriente y bondadosa de su director. Pero sabía que eso era una simple ilusión.

¿Cómo las cosas habían llegado a ese punto? Su colegio siempre fue señal de ver a sus compañeros, a Harry, a Ron, a los Weasley, incluso a las chicas con las que compartía dormitorio. Ahora, desde que lord Voldemort había ganado la guerra y todos fueran exterminados, las cosas habían tomado un rumbo siniestro.

El colegio destilaba magia negra, aún podía sentirlo. Le daba tanto dolor y tristeza. Bajó la vista hacia sus manos y se le hizo un nudo en la garganta al ver los brillantes grilletes todavía sujetando sus muñecas. Era una prisionera de ese nuevo reinado, una sentenciada a muerte sin posibilidad de conseguir la libertad nuevamente.

Tocó la elegante puerta de madera y esperó nerviosa. Al cabo de unos segundos éstas se abrieron sin hacer ruido. Hermione cerró los ojos al ver la brillante luz de las velas encandilar sus ojos. Estaba demasiado acostumbrada a la oscuridad, hasta el colegio estaba en penumbras, excepto ese despacho.

— Pasa— indicó una voz. Hermione obedeció y abrió despacio los ojos.

Todo estaba perfectamente igual. Excepto que el fénix de Dumbledore ya no existía. Pero ni siquiera pudo detallar bien el despacho porque había dos hombres en la estancia, uno sentado en la silla del director, y otro de pie más cerca de ella.

Entornó los ojos y retrocedió dos pasos. El mago más próximo la sujetó del brazo y la jaló acercándola a él. Hermione miró aterrorizada el frio semblante de su ex profesor de pociones; el traidor, el asesino de Dumbledore y el culpable de que Harry hubiese muerto.

— Usted…— murmuró débilmente, apenas audible.

— Interesante—

Hermione desvió los ojos al hombre que había hablado y el miedo inundó cada una de sus células. No lo había reconocido, puesto que tampoco le había prestado mucha atención.

Voldemort sonrió pérfidamente al percatarse del terror que la chica sentía al reconocerlo. Estaba sentado de una manera perezosa, tenía un brazo sobre el escritorio donde tamborileaba exasperantemente con sus largos dedos. A pesar de que era un hombre sumamente atractivo, tenía un aura de malignidad que le ponía los pelos de punta a cualquiera. Sus inhumanos rojos ojos tenían una mirada cruel y helada, sus labios, finos y curvados en esa sonrisa despiadada hicieron que la chica temblara con más fuerza.

— Muy bien, solo quería asegurarme que tuvieras tu premio, Snape… has sido un leal sirviente y debías ser recompensado— dijo Voldemort con una voz fría y carente de emociones. La chica vio como se ponía en pie y se percató que era muy alto, bien podía llevarle un poco más de una cabeza a su ex profesor.

Se acercó hasta ellos con mucha lentitud. Hermione intentó alejarse lo más que pudo mientras Snape hacia una reverencia — Se lo agradezco, mi señor—

Voldemort le lanzó una mirada de cruel diversión a la bruja — ¿Sabes por qué estás aquí, sangre sucia?—

Hermione se tensó y negó con la cabeza. La sonrisa del mago oscuro se acentuó — Yo premio a mis sirvientes más devotos. Generalmente piden poder y gloria, pero Snape me ha pedido una cosa más inusual. Te quiso a ti, sangre sucia—

Hermione tragó con dificultad. No pudo ni levantar la vista para centrar en su profesor, no comprendía nada. ¿Por qué Snape la había pedido? ¿Con que propósito?

— Quería un sirviente solo para mí— explicó el profesor con una sonrisa — ¿Qué mejor que una sangre sucia? Y amiga del mocoso Potter… me sorprende que ningún mortífago te haya pedido antes que yo, Granger—

Hermione estaba cada vez mas asustada. Su profesor le daba tanto miedo como el mismo Voldemort. No se había dado cuenta que estaba temblando hasta que escuchó al risa del Señor Oscuro.

— Buena suerte, sangre sucia— le dijo Voldemort dándoles la espalda — Ah, Severus, enviame las notas en cuanto las tengas listas, debo concluir ese trabajo antes de mi casamiento—

Hermione se congeló ¿Voldemort iba desposarse? ¿Quien estaba tan loca? ¿Estaban obligando a la mujer? Esa era la única explicación razonable. La bruja sacudió al cabeza, no podía estar pensando en eso, no le importaba mucho en realidad.

— Por supuesto, mi señor. Una vez más, mis más gratas felicitaciones por su futura unión— le respondió el hombre dando una reverencia. Voldemort no le prestó atención. Hermione lo vio salir por la puerta y como ésta se cerraba tras él.

Una mano la sujetó con deliberada fuerza por la mejilla y la obligó a girar la cara con violencia. Hermione miró asustada la cara de su ex profesor muy cerca de la suya. Sus ojos destilaban odio y crueldad, aunque sus facciones se mantenían inexpresivas.

Snape la empujó de repente y la chica cayó al suelo, no pudo apoyar sus amarradas manos en el piso para evitar que la caída fuera menos dolorosa. Soltó un gemido de dolor y miró al hombre con los ojos llorosos.

— ¿Por qué… Por qué está haciendo esto?—

Snape dio un paso hacia ella — Porque estoy obligado a tener sirvientes, el Señor Oscuro así me lo ha exigido—

Hermione se incorporó como pudo — ¿Y me ha escogido a mí?—

— Pues me enteré que seguías viva. Mejor tu que otro cualquiera ¿No crees?—

Hermione parpadeó nerviosa — ¿Y qué va a hacer conmigo?—

Snape se cruzó de brazos — Muy simple, serás mi esclava personal. Harás todo lo que ordene sin rechistar, si desobedeces te castigaré duramente. Si el Señor Oscuro se llega a presentar y respondes de alguna forma que a él no le guste, te matará y yo no saldré ileso tampoco—

— ¿Usted me ha escogido? ¿O ha sido él?— cuestionó a bruja.

— Yo lo he hecho, pero hubiese sido el mismo resultado con cualquier otro sirviente. Al menos espero que tú seas un poco más juiciosa en ese aspecto—

— Y… ¿Y si me niego?—

La cara del Snape perdió el poco color que tenía — Entonces Azkaban le habrá parecido un paraíso a comparación de lo que yo le haré pasar—

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Sumo otro fic a mis deudas de actualización. Pero quería escribir este desde hace un tiempo. Sin embargo prometo terminar todos y cada uno de mis fics! No he podido escribir el último capítulo de "Mañana, Tarde y Noche" debido a problemas personales que me han quitado la inspiración. Pero pronto volveré a la carga. Espero les haya gustado, déjenme sus comentarios a ver qué opinan! Si es de su agrado, lo continúo.