Para la actividad Parece que va a llover del foro El feliz grupo de hambrientos. Consiste en escribir una historia a partir de una frase inicial. El mínimo era 100 palabras pero me dejé llevar.
Un daimonion, en la versión inglesa dæmon, es el alma de la persona que habita fuera de su cuerpo. Han sido creados por el escritor Philip Pullman en su trilogía de novelas de fantasía La Materia Oscura.
Lo más importante que deben saber, si no están familiarizados con el término, es:
Los daimonion adoptan la forma de un animal, por lo general de sexo opuesto a su propietario. Durante la niñez pueden cambiar de forma entre la de distintos animales, pero al llegar a la pubertad el daimonion pierde esa capacidad, y conserva la forma con la que más identificado se siente. Están fuertemente ligados al ser humano con el que están vinculados, siendo tan fuerte este vínculo que un ser humano normal no puede separase de su daimonion jamás.
Bajo un cielo carmesí
1.
Todo sería más sencillo si Ōryū no fuese tan terco. Guen, no, Hakuryū está frustrado, porque proteger a Hiryū es su deber, es su elección, es su destino y proteger a este niño, que se supone es otro guerrero, se siente como una necesidad a la que no puede ponerle nombre.
Hermano no era la palabra más adecuada, al principio. Pero lo es ahora.
—Tal vez deberías considerar la posibilidad de no ir —él no puede mirar al más joven mientras las palabras gotean de su boca, suaves pero todavia firmes—… Quedarte en el castillo.
Permanece a salvo. Es lo que nuestro rey desea, es lo que necesitamos. Permanece a salvo.
No es algo que únicamente le sucede con Ōryū porque ese miedo arrebatador a que sean heridos le ocurre hasta con Ryokuryū y Seiryū —ambos, tan jóvenes—, pero es… más inquietante en Ōryū. Sabe por qué: en el campo de batalla, él está indefenso. Él está indefenso y Hakuryū no puede permitir eso. Es incapaz de permitirse dejar las cosas de ese modo, sin importar lo que diga Ryokuryū.
Su responsabilidad no es solo para su rey.
Hay un brillo inesperadamente amargo en los ojos del niño. A veces Guen olvida que tenía la misma edad de Abi cuando bebió la sangre, si no era apenas unos meses mayor. Pero no hay nada de eso en el rostro de Ōryū. Ningún rastro del paso de los años.
Parece haberse detenido en el tiempo.
—No. Sé que sería lo más fácil, pero… Ryokuryū tiene razón. Tú tienes razón, Hakuryū. Soy un guerrero dragón y… Y quiero ayudar al rey Hiryū, quiero ser capaz de… hacer algo.
Se ve tan impotente. Recuerda la última batalla, cuando sus garras atravesaron un cuerpo que iba en busca de su rey y se enfrentó a los ojos azules de su hermano, conmocionados.
No está hecho para la guerra.
No está hecho para la guerra.
—Si pusieras en la lucha el mismo empeño que pones en todo lo demás, serías formidable —declara Kiyo y la queja en su voz solo está a medio camino de la frustración que se desliza en la cara de Hakuryū.
Es la primera vez que Zeno escucha su voz y el shock en la cara de Hakuryū es difícil de ignorar —a diferencia de Hatsu, el daimonion fénix de su rey, que habla para que otros oigan— Kiyo jamás se expresa para que la escuche alguien más que Hakuryū. Que es bastante estándar, en realidad. La regla común para los daimonions es hablar solo con la persona que es su otra mitad.
No es de extrañar que sea el de Hiryū quién rompa las tradiciones. Él ha venido para eso.
Kiyo jamás habla en voz alta cuando hay alguien más, excepto ocasionalmente cuando otros daimonions se acercan a ella para que lo haga. Ella es privada, aunque no tanto como lo es Nene. La tórtola dorada es silencio, cómodo y tranquilo, acogedor. Mucho más tenue de lo que su humano alguna vez será. Kiyo es sonido leve, una respiración constante y pasos firmes. Muy parecida a Guen.
Ōryū Zeno parpadea dos veces cuando las palabras se hunden en su mente, incrédulo primero. Divertido, después.
—No estoy seguro si debo tomarlo como un cumplido —dice, pero sus ojos se posan en la silueta del jabalí. Hakuryū está rojo, rojo, como si él tampoco pudiese elegir el sentido real de las palabras de su daimonion—… Pero lo haré. Creo que eres la primera que cree eso de mí.
—Es un cumplido —dice Kiyo, ni un poco vacilante. Sus pequeños ojos no se apartan del rostro de Ōryū—. Lo harás bien. Solo... No te rindas.
Nene, el daimonio de Ōryū, parece impresionada por la conversación. Se posa graciosamente en el lomo de Kiyo y le da un picotazo que parece juguetón y amable, al mismo tiempo.
Kiyo, el daimonion jabalí, podría hacer que otros se intimidasen, si quisiera, pero es bondadosa.
—Gracias, Kiyo —dice.
Y todo en él es luz, es brillo. Es calidez. Hakuryū no puede dejar de pensar que un rayo de sol atraviesa el campo de entrenamiento justo en el instante en el que Ōryū les sonríe.
—¿Estás segura de lo que has dicho, Kiyo? —Nene es un susurro cerca de su oído, tan suave que teme haberlo imaginado durante un segundo—. Zeno es muy débil para usar cualquier arma sin que corra riesgo su vida.
El daimonion jabalí no aparta la mirada de los movimientos del más joven de los guerreros.
—Quise decir lo que dije. Él sería formidable. Solo tienes que dejar que Guen lo entrene. Será duro, pero lo hará bien.
Nene suspira. Todo sería más sencillo si Zeno no fuese tan obstinado.
N/A: Así que resulta que tal vez estoy un poco obsesionada con AnY y tal vez me entusiasmaba la idea de mezclar más cosas a la ya compleja historia de los dragones. Cosas complejas de otro mundo completamente diferente que también me encanta.
La verdad es que una vez que empecé a elegir los daimonion para algunos personajes ya no pude quitármelos de la mente. Kiyo es un jabali, por supuesto, en referencia a las palabras de Zeno sobre Guen... ¡Y le va tan bien! Nene es una tórtola, zenaida macroura de hecho, y también es conocida como paloma de luto/lúgubre. Apenas lo supe pensé que si alguien tenía que tener un daimonion así, ese alguien sería Zeno.
No sé que tan lejos llegará este universo. Depende de mi inspiración.
¡Gracias por leer!
