N/A: una aclaración espacio temporal, este relato ocurre algunos años en el futuro. Christine tiene unos 9 años. Espero lo disfruten.
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"… Y fue en ese momento que tu madre, tomándome por sorpresa, me besó bajo el muérdago", afirmó en voz alta haciéndole un guiño a su pequeña hija, y con tono orgulloso añadió "¡Hasta dejarme sin respiración!", provocando la risa divertida de las cuatro niñas que lo escuchaban atentas, recostadas sobre la alfombra que esa noche les serviría de cama.
"Booth", se escuchó a modo de reclamo la suave voz de la antropóloga forense más famosa del mundo desde la sala de estar, aunque sabía muy bien que solo sería un vano intento por silenciar al padre de sus hijos, pues cada vez que Christine tenía una pijamada con sus compañeras de escuela, ella insistía en que su padre les contara 'con sus propias palabras' alguna de las anécdotas que la niña había leído en el libro que Sweets había escrito sobre ellos.
Con un brillo pícaro en la mirada y acercándose a la puerta de la habitación para asegurarse de que sus palabras llegaran con claridad a los oídos de su esposa, el hombre prosiguió con su relato empleando un tono divertido, "…Todo esto ocurrió en la oficina de tu madre…"
"Booth", protestó nuevamente la mujer tratando de contener la risa que le provocaba ese recuerdo en particular, y levantándose del cómodo sillón en que se encontraba respondiendo algunos correos, empezó a caminar en dirección al cuarto de su hija para rescatar a su marido de las preguntas indiscretas de las niñas.
"… Y tengo una testigo que puede dar fe de que lo que digo es ¡la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad!", añadió finalmente el agente colocándose estratégicamente a un lado de la puerta, al mismo tiempo que llevándose el índice de la mano derecha a los labios rogaba a las niñas que guardaran silencio.
"Booth, creo que es sufi…", fue todo lo que Brennan pudo decir, pues en el mismo instante en que estuvo bajo el marco de la puerta del dormitorio de Christine, Booth la tomó por la cintura y sin dejarla terminar de resondrarlo, la besó en los labios con ternura, provocando una explosión de risas y aplausos en el grupo de niñas que no dejaban de apuntar a la ramita de muérdago que segundos antes el hombre había colocado sobre el marco de la puerta.
