Ocaso
PREFACIO:
Me acerqué, e inhalé profundamente. El olor me quemó por completo, no tenía opción.
Podía sentir su aliento en mi rostro, la cercanía era descomunal. Cualquier persona ajena a la situación hubiese dicho que estaba a punto de besarlo.
—Oye, creo que…—Sus ojos se posaron en los míos. Estábamos frente a frente, y de repente mis deseos de aniquilarlo se mezclaron con otras emociones. Emociones que hacía tiempo no sentía.
—Lo siento—susurré, decidida a acabar con mi propio infierno. Necesitaba saciar mi sed, y nada ni nadie iba a impedírmelo.
Nada, ni nadie.
Recuerdo observar sus ojos color ocre, que brillaban ante la exposición plena de la luz emergente de la ventana del dormitorio. Brillaba todo su cuerpo, al igual que mi mirada encandilada por tal belleza. Edward era pura luz.
Él notaba mi mirada, claro que sí, pero fingía no hacerlo. Sólo se sonreía algunas veces mientras pasaba las hojas de su libro de Charles Dickens.
—¿Todo bien, amor? —levantó la vista para observarme. Sus ojos eran aún más bellos cuando se dirigían a los míos.
—Sí, sólo… —vacilé— no puedo creer que te veas más bello de lo que jamás pude imaginar que podrías llegar a verte. Has sobrepasado todas mis expectativas.
Puso los ojos en blanco, riéndose.
—¿Tan grande es el cambio?
—¿No te ha pasado nunca, verdad? —arqueé una ceja, expresando interrogación. Él negó con la cabeza—. Bueno, es lógico, no habías visto con mucha precisión el aspecto de Carlisle como para darte cuenta que su belleza aumentaba con esta mirada vampírica tan detallista, si es que se le puede decir así a esta nueva visión—acaricié su nariz con mi dedo índice.
Empezó a chistar con la lengua, algo divertido.
—No me pasó de esa forma—se aventó sobre mí en la parte de la cama en la que me situaba. Allí no daban los rayos del sol, por lo que mi esposo dejó de brillar. Sus ojos estaban, literalmente, sobre los míos—. Cuando me enamoré de ti, no pude imaginar una belleza más pura, jamás—acarició mi mejilla con sus suaves y cálidas manos—. ¿Sabes la sorpresa que me llevó verte aún más hermosa de lo que ya eras?
—¡A eso me refiero! Nunca concebí la idea de poder verte más guapo.
—Bueno, en ese caso, nos pasó lo mismo a ambos—me dio un breve beso en la frente—. Aún así quiero que sepas que siempre me pareciste hermosa, ¿sí?
—Ya me lo has dicho, pero no me importa volver a escucharlo—dije riendo, mientras lo besaba tiernamente.
—Quisiera saber si te hubiera ocurrido lo mismo.
—¿Cómo?
—Digo: si me hubieras conocido en mi forma humana. ¿Te hubiese parecido guapo?
—Admirar tus ojos verdes es uno de mis sueños frustrados, Edward.
—¿Ah, sí? ¿Tienes muchos sueños frustrados? Pensé que todo lo que querías era ser un vampiro…
—Já, já—le golpeé suavemente el hombro— fue una forma de decir.
—Lo que digas…—empezó a besarme y me olvidé de todo.
Eso no había cambiado. Nada había cambiado entre nosotros, todo era luz y felicidad.
Porque Edward era pura luz.
