Un horrible presentimiento lo estremeció y lo obligó a silenciar su disertación. Las cientos de personas congregadas en el aula magna, en la facultad de Ciencias de la Universidad de Ciudad Satán, guardaron silencio esperando la continuación.

—L-lo siento mucho —se interrumpió a sí mismo de forma abrupta, cambiando su semblante de una cómoda disensión al de la angustia más extrema—... mi compañero en este proyecto continuará explicándoos éste interesante punto de nuestra investigación. Ha sido un placer —se despidió de la multitud confusa.

—¿Qué te pasa Gohan? —le susurró su compañero—. Esta parte te tocaba a ti, yo no me la he preparado, no me hagas ésto, por favor.

—Lo lamento muchísimo, te juro que la proxima exposición la haré yo entera . Me tengo que marchar, es muy urgente...

— ¿Va todo bien?

— Eso espero...

Y salió disparado por la puerta, volando desde la misma entrada del edificio sin importarle quién le observara.

Sacó su teléfono móvil y llamó a su padre, pero no obtuvo respuesta. Lo intentó de nuevo con su madre, pero tampoco contestó a la llamada. Iba a intentar una tercera pero recibió una llamada en su lugar.

—Hola, Vegeta. Sí, voy de camino.

Colgó. "Él también lo ha notado", se dijo, y apuró el vuelo. De camino sintió el ki de Piccolo, un poco más atrás de su posición ubicó el de Krilín, y al poco de haber hablado con él encontró a Vegeta.

En el aire, volaban los cuatro, todos habían tenido la misma horrible sensación: hubo un ki maligno cerca del monte Paoz, al poco rato la energía de Goku se desvaneció y seguidamente lo hizo el intruso.

Al fin llegaron. Eran las tierras de labranza de la familia Son, y la escena que encontraron era dantesca y extraña. Gohan corrió gritando hacia los cuerpos sin vida de su madre y su hermanito, llorando de impotencia al comprobar su estado.

Vegeta y Piccolo repararon en el otro ser, de tez verde manzana, un extraño mechón de pelo gris claro y...

—¿Lleva la ropa de Kakarot? —apuntó el saiyan, incrédulo.

Piccolo asintió y me dio la vuelta al cuerpo para tratar de identificar al cadáver.

—No es mi padre —se extrañó Gohan—. ¿Qué demonios ha pasado aquí? ¿Dónde está mi padre? —se desesperó, las lágrimas amenazaban por rebosar de sus ojos, y una vena se informó en su frente al gritar—. ¡¿Por qué ha matado a mi madre y a Goten?!

—Cálmate, Gohan —lo apeló el namekiano a la calma—. Vegeta...

El interpelado asintió. Sacó su teléfono y marco un número:

—Bulma, prepara el radar. Necesitamos las bolas.

Nada más llegar a la Corporación Cápsula, una embarazadísima Bulma los recibió con ansiedad y tres radares para optimizar la búsqueda. No sabían realmente que había pasado ni donde estaba Goku, pero no había tiempo para lamentarse y las Dragon Balls eran la solución más inmediata y rápida que encontraron.

No les llevó mucho tiempo reunirlas, al cabo de un par de horas regresaron todos al lugar de los hechos con las siete bolas mágicas.

—Oh, Dios mío... —se horrorizó al ver los cuerpos inertes de su amiga, el pequeño y ese extraño ser vestido como su mejor amigo.

—Te dije que te quedaras en casa, no tenías porque ver ésto —le regañó su marido, preocupado.

—¡Son mis amigos! Tenía que venir y ayudar en lo posible —se dirigió después a Gohan—. Adelante, invócalo.

—¡Sal, Shenlong, y cumple mi deseo! —invocó Gohan.

Como de costumbre, el cielo se oscureció y el Dragón Sagrado surgió desde la tierra por medio de las esferas. Una vez hubo terminado su espectacular resurgir, habló el primogénito de los Son:

—Por favor, devuélvele la vida a mi familia.

Los ojos rojos del dragón refulgieron y los tres cuerpos yacentes cobraron vida.

—¿Cuál es vuestro segundo deseo? — demandó el Dragón.

—Trae de regreso a mi padre —dijo con voz firme.

—¡Estoy aquí Gohan! —le dijo el ser de piel verdosa.

—¿C-Cómo...? —no daba crédito al oír esas palabras desde aquélla extraña voz, y tampoco entendía como su madre y su hermano lo abrazaba y se preocupaban por él.

—No puedo traerlo porque ya está aquí, no está en su cuerpo pero sí su alma —pronunció la grave voz de Shenlong—. Dime tu segundo deseo.

Gohan estaba helado, completamente paralizado. Vegeta tomó su turno:

—¡Tráenos al responsable de ésto!

—No puedo hacerlo. El ser que asesinó a esta familia tiene un poder superior al de mi creador y se no se halla en este mundo.

—¿Qué dices? ¿Un ser superior? —Gohan trató de indagar—. ¿Te refieres a un dios superior a Kami sama?

—Exacto. Tiene el poder de un supremo kaioshin y, como os digo, ya no se encuentra en este mundo.

—¡Dinos dónde está! —gritó Vegeta.

—No lo sé con exactitud —el Dragón se impacientó—. Deben formular otros dos deseos.

—Devuélvele su cuerpo a Kakarot.

—Tampoco es posible, el responsable de habérselo llevado es el mismo ser superior que ya no está en este mundo.

—¡Maldición! ¡Eres un...!

—Dragón Sagrado, guardaremos nuestros deseos para más adelante. ¡Gracias! —interrumpió Bulma antes de que Vegeta insultara al ser místico.

El dragón se desvaneció, el cielo se despejó y las siete bolas salieron disparadas por los aires en sendas direcciones.

—¡Chicos! —llamó aquel ser verde. Todos lo miraban con extrañeza.

—Papá, ¿eres tú? ¿Qué te ha pasado?

—Papá estaba trabajando y se puso así, de repente —habló el benjamín de la familia—. Fui a buscar a mamá para avisarle y cuando volvimos apareció papá, pero no era él, vestía y hablaba raro. Llevaba pendientes y formó una espada con el poder de su mano. El falso papá mató al papá verde, y después vino a por mamá y a por mí.

—Hemos pasado mucho miedo —sollozó Chichí—, gracias a todos por revivirnos.

—No entiendo nada —Goku se rascó la cabeza.

—Es sencillo —intervino Piccolo—, un kaioshin de otro universo ha suplantado tu cuerpo y os ha asesinado. La cuestión es ¿por qué?

—Sugiero ir a ver a Shin, puede que él nos explique más —propuso Gohan.

Goku se puso los dedos en la frente, localizo el ki y la ubicacion del Dios Creador pero no logró hacer el shunkanido para llegar hasta él.

—N-no sé qué me pasa, no puedo teletransportarme.

—Puede que hayas perdido tus habilidades, tu energía es la misma, pero has perdido poder... Puede que sea por el cambio de cuerpo.

Juntó sus muñecas a su costado y concentró energía para hacer un kamehameha, que al lanzarlo sólo llegó a recorrer unos pocos metros de distancia para desvanecerse después.

—¡Ohh! ¡¿Qué hacemos ahora?! —se lamentó el afectado.

—Voy a probar a llamar a Whis —aportó Bulma—. Espero que no se demore mucho en contestar.

Sacó un pequeño artefacto esférico de su bolso y llamó al ángel guardián a través de él. Whis respondió al instante:

—Hola, Bulma, querida. ¿Qué se te ofrece? ¿Algún nuevo descubrimiento culinario?

—Hola, Whis. No, es algo importante, creo que deberíais venir para ver ésto —giró el aparato para que Whis viera lo que la mujer se refería.

—¿Ese es Son Goku? Vaya, no tiene buen aspecto. ¿Sabéis qué ha pasado?
— Esa es la cuestión, Whis —replicó ella—. Solo sabemos que hay un kaioshin implicado y que no está en este mundo.

—Danos unos minutos y estaremos allí...

—¡Y ponnos el almuerzo! —irrumpió en la conversación y en la imagen un gatuno Hakaishin.

Bulma suspiró:

—Todos a casa. Sólo espero no ponerme de parto ahora.